De muy escasa puede
calificarse la participación popular en la tradicional
procesión de San Isidro, santo patrón de los
labradores y la gente del campo.
Por desgracia, desde hace tiempo,
hemos venido asistiendo al progresivo deterioro que viene
sufriendo la procesión y romería que desde tiempos
inmemoriales se venían celebrando en honor a San Isidro.
La procesión ha pasado de
ser un acto de multitudinaria participación popular,
ya fuese como espectador llenando las calles por las que pasaba
la comitiva o como integrante de esta, a la triste secuela
que desde hace unos años venimos viendo.
En efecto, el santo ya no procesiona
ya en olor de multitudes, hoy hemos podido contar, en algunos
tramos del recorrido, menos de un centenar de personas, eso
contando con los componentes de la Banda de Música
de la Asociación Músico Cultural San Sebastián
que ha sido la encargada de dar el toque musical a una procesión
que, como diría mi amigo el castizo, se ha realizado
“a trote cochinero”, y si no que se lo pregunten
a quienes intentaban llevar el ritmo que los cuatro portadores
de las andas con el santo imprimieron a la procesión.
Por otra parte se preguntará
el lector que donde estaba la gente si no estaba en la procesión
ni en la calles de la población. La respuesta es bien
sencilla: En el Campamento Militar Alférez Rubio Moscoso,
cedido para este día por el Ejército de Tierra.
Pues sí la gente se fue temprano, muy temprano los
más madrugadores, para coger sitio en las sombras de
los pinares de las instalaciones militares, para hacerse un
arroz, unos chorizos o unos trozos de panceta a la brasa,
todo ello regado profusamente con buenos tragos de vino.
Pero ¿de la antigua romería
que queda? Nada, así de crudo NADA. El santo tras la
breve y rauda procesión se queda en la iglesia, mientras
algunas (pocas en verdad) carrozas inician su marcha por el
Camino de la Sierra con destino al campamento, eso sí
sin santo.
Es una pena que por un malentendido
modernismo hayamos perdido buena parte de nuestras tradiciones
más ancestrales, en lugar de hacer de ellas, con las
necesarias adaptaciones, un motivo de orgullo e identidad
de las gentes de esta hermosa Villa.
Es nuestro deseo que por quien corresponda
se recoja el guante que reta a la recuperación de nuestra
historia, nuestras costumbres y tradiciones y vuelva a dar
a nuestro municipio la entidad propia que nunca debió
abandonar en por de la uniformidad y el tono gris que predomina
en la actualidad.