LA PROCESIÓN
DE LOS MISTERIOS DE TRAPANI. ANDALUCÍA Y SICILIA HERMANADAS
EN LA CELEBRACIÓN DE LA PASIÓN
Arte Sacro
Sevilla, agosto 2008
Ahora que Sevilla se va a convertir en la segunda
región andaluza con misterio relacionado con el Puente Cedrón,
les vamos a ofrecer el reportaje realizado por Carlos López
Bravo en el Boletín de las Cofradías de Sevilla nº 564
de Febrero de 2006.
Del porqué de un empeño
Este breve artículo, de título
tal vez sorprendente para muchos de los habituales lectores
del Boletín de las Cofradías de Sevilla, esboza
la ya conocida cuestión del parentesco entre las celebraciones
de la Semana Santa del sur de España y las del sur de
Italia, tomando como referencia la celebración pasionista
más famosa de Sicilia, la procesión de los misterios
de Trápani.
Acostumbrados a mirarnos una y otra vez en nuestro propio
y acreditado espejo –donde se miran tantas y tantas celebraciones
pasionistas de España-, los cofrades sevillanos somos
poco propicios a traspasar nuestras fronteras. Con estas líneas,
que sólo tratan de ser divulgativas, quisiera romper
esa inercia. Y para ello, quiero invitaros a conocer una Semana
Santa distinta pero al mismo tiempo muy próxima, en
el convencimiento de sus orígenes e influencias hispanas.
Una “Simana Santa” - tal como se dice en siciliano-
que presenta grandes semejanzas con la nuestra, y no por casualidad.
Desde los tiempos de Roma tenemos mucha historia compartida,
y es grande el poso cultural común de las vecinas penínsulas
itálica e ibérica. Con el sur de Italia esa vinculación
es aún más clara y manifiesta. Baste un pequeño
símbolo: Sicilia y España comparten los mismos
colores -rojo y gualda- en sus respectivas banderas, provinientes
en ambos casos de las enseñas usadas en el antiguo reino
de Aragón.
Pero estas líneas emplazan sin duda a una investigación
rigurosa, a la que quisiera animar a cuantos estudiosos, especialmente
historiadores y antropólogos, puedan atender este tema. Son
muchos los interrogantes que se abren tras conocer la realidad de
las procesiones de la Pasión que, con raíces españolas,
se desarrollan fuera de nuestras fronteras, incardinadas en los países
de Hispanoamérica o en el sur de Italia. He ahí sólo
alguna de esas cuestiones trazadas a vuelapluma: ¿Influyó a
lo largo de la historia la Semana Santa sevillana sobre las celebraciones
de la Pasión en otras tierras bajo el dominio de la Corona
de España?. ¿Se exportó un único modelo
de celebración de la Pasión -por ejemplo el castellano-,
y luego cada reino o territorio lo adaptó a sus modos y tradiciones? ¿O
más bien se exportaron, “a la carta” y al gusto
de cada pueblo diversos elementos característicos, como sucede
hoy en día?. ¿Cómo podrían rastrearse
con rigor esas influencias en otras tierras que celebran con gran
tradición la Pasión de Nuestro Señor? ¿Es
posible trazar una reconstrucción de esas celebraciones y
realizar un estudio comparativo a partir de los testimonios históricos
documentales?...
Quede lanzado el reto. Estas páginas, vuelvo a insistir, sólo
tratan de reflejar una apretada visión de una Semana Santa
distinta, que no lejana: la de una hermosa ciudad siciliana, que
repite en nuestros días, como si se tratase de un eco intemporal,
el sonido neto de sus orígenes españoles, tal vez netamente
andaluces. Una celebración que no sólo nació,
sino que se consolidó en aquel período histórico
en que Sicilia fue territorio de la corona española. Una Semana
Santa que refunde, en amalgama única, los elementos propios
de su tradición con los esquemas importados hace varios
siglos desde nuestra tierra.
Vaya por delante mi conocimiento sólo parcial e indirecto
de la ciudad de Trápani y de su Semana Santa, y del atrevimiento
y osadía de este empeño. Sólo basándome
en bibliografía italiana y gracias a la colaboración
del amigo cofrade trapanés Beppino Tartaro, al que desde aquí agradezco
su inestimable colaboración, he podido entrelazar estas modestas
líneas[1]. Me falta desde luego el conocimiento vivo de la
misma, pero no la motivación. ¿De dónde proviene ésta?
Recientemente tuve la oportunidad de vivir una procesión de
gloria en Palermo –la del Carmine de Ballarò- y os aseguro
que fue esa experiencia la que me catapultó a escribir este
artículo. No olvidaré nunca aquella calurosa tarde
del último domingo de julio, junto al mercado de Ballarò,
en la Alberghería, uno de los más castizos barrios
palermitanos. La preciosa imagen de la Vergine del Carmine, revestida
de plata, descendió en su paso por una rampa similar a la
nuestra del Salvador, entre arcos de flores blancas y bombillas -que
parecían recién trasplantados desde Carrión
o Almonte-, saludada por los himnos y marchas interpretadas por una
banda de lujosos uniformes, arropada por fuegos de artificio, palmas,
vítores, y rodeada de una notable multitud –una auténtica “bulla”-.
Ante todo aquello podréis comprender que me diera un vuelco
el corazón: ¿Cómo podía pensar que iba
a encontrar tantos ecos sevillanos y andaluces en lo más profundo
de la capital de Sicilia?. Aquella procesión de la “Congregazione
di Maria Santíssima del Carmelo”, a la que acompañaba
una representación de “la Confraternitá de María
Santíssima Addolorata de la Soledad (sic)”, podría
estarse celebrando perfectamente en cualquiera de los pueblos o ciudades
de nuestra Andalucía. Gratísima experiencia fue sobre
todo encontrar tanto fervor hacia la Virgen y unos modos tan familiares
de expresarlo.
Trápani, la más occidental de las capitales de Sicilia.
Anclada en el centro geográfico del Mediterráneo, la
isla de Sicilia constituye un foco cultural de primer orden, tanto
por el rico patrimonio monumental y arquitectónico que conserva,
como por la abundancia de ritos y costumbres de sus nueve provincias,
fruto todo ello del constante flujo de civilizaciones que ha caracterizado
su varias veces milenaria historia.
No cabe duda que decir Sicilia significa, ante todo, decir Italia
(otra “coincidencia” con nuestra tierra, donde lo andaluz
forma parte muy principal del estereotipo de lo español).
Goethe, maravillado tras su visita a la isla en aquel particular “grand
tour” que debían realizar los ilustres artistas y
literatos europeos en el XIX, lo afirmó con rotundidad: “Sin
ver Sicilia no puede comprenderse Italia. Sicilia es la clave de
todo”.
Su aseveración sigue siendo válida, a pesar de que
la isla de la Trinacria no renuncia al poso cultural de ninguno
de los pueblos –todos ellos mediterráneos- que habitaron
sus fértiles valles y sus costas desde la más remota
antigüedad. Hablamos de Italia, pero de la Italia del sur,
y al tiempo, de la mayor isla de todo el Mediterráneo. Sobre
un sustrato de pueblos sículos, élimos y sicanos
(estos últimos
de procedencia ibérica), fenicios y griegos desarrollaron
sus primeras ciudades. Destacaron así las poderosas colonias
de la Magna Grecia, como Agrigento, Motya, Segesta, Selinunte,
Gela o Siracusa, que vieron elevarse hasta las más altas
cotas la civilización de la polis griega. Más tarde
Sicilia fue provincia predilecta de Roma, y vería luego
llegar a los godos, los bizantinos y los árabes –que
hicieron de Palermo la ciudad más rica de Europa, junto
con Córdoba-.
Los normandos reconquistaron
la isla para la Cristiandad legando asombrosas catedrales románicas
en el punto más meridional
de expansión de este arte. Y a ellos les sucederán
los suevos, los angevinos de Francia, los aragoneses, y posteriormente,
con la unión de las coronas de Castilla y Aragón,
los españoles. Mas, por encima de todos esos legados, asumiéndolos
e integrándolos, el pueblo siciliano construyó su
propia identidad, dotada de rotunda personalidad en el conjunto
de Italia.
Situados con este breve preámbulo histórico nos acercaremos
ahora hasta Trápani, la más occidental de las nueve
capitales de provincias sicilianas. La ciudad, de origen fenicio,
ocupa una estrecha península rocosa con forma de hoz o guadaña,
que se adentra en las aguas del mar Tirreno, conformando una ensenada
que dio lugar a un magnífico puerto conocido desde la antigüedad
griega (Drepanum). Su casco histórico, de calles estrechas
y típicamente mediterráneas, conserva un patrimonio
arquitectónico de primer orden, constituido fundamentalmente
por palacios e iglesias barrocas. Y a pesar de haber sufrido daños
en la segunda guerra mundial, concretamente en los bombardeos para
su liberación en febrero de 1943, su reconstrucción
ha sido excelente. Por su topografía y su estructura urbana,
por sus aires marineros, por sus fachadas barrocas y neoclásicas,
por los restos de arquitectura defensiva y hasta por el aire salinero
que la envuelve, Trápani es la hermana siciliana de otra hermosa
ciudad andaluza que tanto sabe también de tradiciones cofrades.
Me refiero, naturalmente, a Cádiz, nuestra “tácita
de plata”.
La Semana Santa trapanesa
Trápani es conocida en toda Italia por
sus salinas, por su puerto, por su famosa Madonna (cuya devoción
se expandió hasta nuestras villas de Osuna o Marchena),
y por supuesto, por su singular Semana Santa. Más no
es la única ciudad que celebra con esplendor la Pasión
del Señor. En la región destacan también
las celebraciones de Caltanissetta, Enna, Catania, Palermo,
Licata, Marsala y Erice, esta dos últimas perteneciente
a la misma provincia trapanense.
La Semana Santa trapanesa se articula en torno
a tres grandes procesiones. Las dos primeras se celebran respectivamente
el martes y miércoles santo, y son procesiones marianas.
En ambos casos desfilan representaciones pictóricas,
veneradísimos iconos de la Madre Dolorosa o la Virgen
de los Siete Dolores. El martes santo desfila la procesión
de Madre Pietá dei Massari, patrona de los massari o
costaleros; y el miércoles santo desfila la procesión
de Madre Pietá del Popolo. Sin embargo el eje principal
de todas las celebraciones es la llamada “Procesión
de los Misterios de la Pasión de Nuestro Señor
Jesucristo”, que se desarrolla por las calles del casco
histórico y por los barrios modernos de la expansión
urbana desde la primera tarde de cada Viernes Santo hasta el
mediodía del Sábado Santo. Veinticuatro horas
consecutivas recorriendo calles y plazas, lo que la convierte
en la manifestación externa religiosa más extensa
en duración y recorrido de toda Italia. La organización
de la procesión se realiza en el interior de la Iglesia
del Purgatorio, actual sede permanente de los grupos o misterios.
Forman parte de la misma veinte grupos de la Pasión. Dieciocho misterios
propiamente dichos y los pasos de la Urna y de la Dolorosa (L´Addolorata).
Estos misterios o grupos (I gruppi dei misteri) son portados en “vare”,
esto es, pasos o mejor andas, por unos portadores llamados “massari” que
equivaldrían a nuestros costaleros o cargadores. Pensad en una procesión
del “Santo Entierro grande” y encontraréis el más exacto
paralelismo. Todos los misterios tienen su contrapunto sevillano salvo los dos
primeros, que no existen actualmente en nuestra ciudad, aunque tuvieron pretérita
existencia.
El orden actual del cortejo es el siguiente: la Separazione (El despedimiento
o separación de Jesucristo y la Stma. Virgen antes de la pasión);
Lavanda (Lavatorio de los pies); Getsemani (Oración en el Huerto); l´Arresto
(el Prendimiento); Cedrón (escena de la caída del Cedrón,
existente curiosamente en la Semana Santa malagueña: “Nuestro Padre
Jesús de la Puente del Cedrón”); Hanna (Jesús ante
Ana); Negazione (Negación de San Pedro); Erode (Jesús ante Herodes);
Flagellazione (Columna y Azotes); Coronazione (Coronación de Espinas);
Ecce Homo (Presentación al Pueblo); Sentenza (Sentencia); Calvario (Jesús
Nazareno o Jesús con la cruz al hombro); Spogliazione (Jesús Despojado);
Sollevazione (Exaltación); Costato (Lanzada); Deposizione (Descendimiento);
Transporto (Traslado al Sepulcro); y finalmente la Urna (con el Señor
Yacente) y l´Addolorata (la Virgen Dolorosa o la Soledad).
El aspecto artístico ha sido sin duda fundamental para la
valoración universal de la Semana santa trapanesa. Las imágenes
que forman los misterios son obras de grandes imagineros que desarrollan
su producción en Trápani entre los siglos XVII y XVIII,
aunque los talleres tuvieron una segunda etapa de producción
en la segunda mitad del siglo XX, para reproducir misterios dañados
o desaparecidos en la gran guerra mundial. Trápani aporta
a la historia del arte imagineros como Mario Ciotta (fines XVII-XVIII),
Baldassare Pisciotta, Domenico y Francesco Nolfo, Antonio Nolfo,
Giuseppe Milanti. Cabría destacar la emotividad de las imágenes
de Nuestro Señor Jesucristo, algunas de ellas dotadas de una
excepcional unción sagrada. De otra parte la expresividad
de los misterios. Al igual que sucede en Sevilla el realismo barroco
sigue siendo apreciado por los ciudadanos. Sin duda aquí también
se cotiza ese estilo como el que mejor se adaptó al gusto
popular para representar la Pasión de Cristo y los dolores
de la Virgen.
Pero los aspectos rituales tradicionales no van a la zaga cuando
se pone en valor la procesión de los misterios. Al igual que
sucede en nuestra tierra la forma de portar o cargar las andas tiene
sus reglas, sus modos, su específico arte. Allí lo
denominan “L´annacata”, expresión que podríamos
traducir como la forma de andar, el andar costalero, o el arte del
costal, o, incluso como la carga (al estilo gaditano). Los “massari”,
más cargadores que costaleros, puesto que cargan al hombro,
portan sus andas por las estrechas callejas de la ciudad marcando
un aire especial que levanta la admiración del pueblo. La
cuadrilla de massari es dirigida por un “capurali”,
que es efectivamente nuestro capataz.
Tras una invitación a situarse en las andas que adopta la
fórmula
“¡ a posto!” (Sorprendentemente
igual a nuestra clásica expresión “¿Estáis
puestos?”) el “capurali” golpea por dos veces
el llamador o “ciaccula”, que se asemeja a unas
grandes castañuelas de madera, y los massari levantan
las andas. Cada uno de los trayectos en que las andas son portadas
al ritmo de una marcha (es decir, el trayecto en que el misterio
es paseado o “annacato”) se denomina “battuta”,
lo que equivale exactamente a nuestra “chicotá”.
El costalero o massari que se sitúa en el centro del
paso es llamado “balloncino”, y su trabajo es especialmente
difícil, por cuanto equilibra el andar del paso. En
Trápani es tradicional hacer girar el paso hacia una
persona conocida, en las llamadas “vutate” o “attuniate” (vueltas).
El elegido debe mostrar su agradecimiento ofreciendo un donativo
a los massari, que se denomina “picaccia”.
El cortejo humano de la procesión está formado, en
cada misterio, por los miembros del gremio ciudadano o maestranza
que se encarga de cuidarlo, como veremos seguidamente. Ese tramo
de cortejo es dirigido por un “capuconsole” –cuya
figura podríamos asimilar a nuestro diputado mayor de gobierno-.
No faltan tampoco las figuras simbólicas, como la representación
de la mujer Verónica (tal como es también tradicional
en mi hermandad sevillana de Montserrat), o de las Marías.
Los fieles se incorporan tras los misterios que más llaman
a la devoción, como es el grupo del Calvario o el paso de
la Virgen Dolorosa.
Seguimos como vemos con tradiciones muy próximas
a las nuestras. Los pasos no andan solos. Para “l´annacata” o
andar de los massari nada más imprescindible que la
cadencia musical de las bandas de música que interpretan
marchas fúnebres. Este aspecto musical ha adquirido
al parecer un desarrollo muy notable en el siglo XX, dada la
calidad de las bandas y la exquisitez de los italianos en cuestiones
musicales –como en general sucede con todas las cuestiones
artísticas-. Esa imprescindible presencia de las bandas
de música para acompañar los misterios, hasta
hacerse casi ritual en las procesiones, es algo que evidentemente
también nos resulta familiar. Al día de hoy es
obvio que los repertorios son radicalmente diversos, aunque
quién sabe las sorpresas que podría depararnos
el futuro (una
banda de Padul, en Granada, ya ha ofrecido sus servicios en
Sicilia). Curiosamente tenemos
al día de hoy un punto musical de encuentro: la marcha
Ione del maestro italiano Enrico Petrella, que adaptada por
Manuel Font Fernández en 1899, se interpreta desde entonces
tras los palios de nuestras Dolorosas.
Otra tradición trapanesa es la de “le scinnute”,
esto es, la bajada de los misterios de sus altares respectivos. Es
una tradición que se materializa los viernes de cuaresma,
cuando los distintos pasos, por turno, ocupan el presbiterio de la
Iglesia del Purgatorio, para ser contemplados y venerados por los
fieles. En el exterior del templo las bandas de música celebran
conciertos de marchas procesionales, viviendose un anticipo de la
Semana Santa. ¿No presenta clara similitud, en su sentido
y carácter preparatorio, con las ceremonias de besapiés
y besamanos de nuestras Imagenes titulares en las jornadas de Cuaresma,
cuando éstas son bajadas de sus altares antes de subir a
sus pasos procesionales?
Al analizar la Semana Santa trapanesa la característica que
encuentro más radicalmente diferenciadora es la del carácter “civil” y
no estrictamente “cofrade” de la organización
de la procesión de los misterios. La organización de
la procesión está en manos exclusivas de la Unione
Maestranze, asociación gremial que no deja de ser una unión
civil y no una persona jurídica eclesiástica. Históricamente
fue la Cofradía de San Miguel Arcángel la que dio origen
a las primeras procesiones, allá por el siglo XIV. Desde el
siglo XVII se hicieron cargo de ella los cofrades de la Preciosa
Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, cofradía de orígenes
españoles fundada en 1602 por los sacerdotes Nicolò Galluzzo
y Giovanno Marquez, con sede en la Iglesia del Espíritu Santo.
Al parecer, las dificultades económicas llevaron a la cofradía,
en 1612 , a entregarle el cuidado de cada uno de los pasos o misterios
a las distintas Maestranzas ciudadanas, esto es, a los Gremios u
organizaciones profesionales de Trápani. Fue un modo de garantizar
la viabilidad de los cortejos. Comienzan así las vinculaciones
formales entre los gremios y los misterios, documentadas notarialmente
en muchos casos (aunque en otros parece ser la mera tradición
transmitida oralmente). De este modo los orfebres se hicieron cargo
del grupo de la “Licenza” en 1621; los pescadores de
la “Lavanda” en 1704, los hortelanos de “L¨Orazione
all´orto” en 1620, los navegantes del misterio de “la
caduta al Cedrón” en 1621, y así sucesivamente
en un largo etcétera.
Sabemos que en Sevilla los gremios tuvieron también una enorme
importancia en la celebración de la Semana Santa, porque evidentemente
articulaban la vida económica de la ciudad, pero entre nosotros
la evolución fue bien distinta, porque los componentes de
los distintos gremios se integraron en las diferentes cofradías.
La cofradía acogió al gremio, como si se tratara de
un patronazgo religioso, y ambos institutos coexistieron y mantuvieron
su relación con total independencia. Sólo en ocasiones
el gremio estuvo a punto de absorber y hacer desaparecer a la hermandad,
endosándose su patrimonio (algún día hablaremos
de lo que sucedió en Montserrat con el gremio de mercaderes
de lienzo a finales del siglo XVIII y principios del XIX). Pero en
el caso sevillano los gremios no tenían ningún tipo
de interés en conservar la procesión: para eso estaba
la hermandad. Hoy en día las vinculaciones de los gremios
con las cofradías sevillanas son nominales y casi simbólicas,
en muchos casos totalmente inexistentes, y la Semana Santa no se
comprende sin las cofradías, en cuanto personas jurídicas
sujetas al Código de Derecho Canónico y perfectamente
incardinadas por otra parte en la estructura y en la pastoral de
la Iglesia Diocesana.
En Trápani, muy al contrario, se conserva la vinculación
gremial, y las distintas maestranzas –entes civiles- siguen
siendo las encargadas de portar los distintos misterios, de conservarlos,
de cuidar el exorno y el orden en la procesión. Paradójicamente
la cofradía de San Miguel Arcángel, que era la institución
eclesiástica que sostenía la procesión, ha ha
sido sancionada en el año 2000 por el Obispo de Trápani
a no salir en la misma, que abría siempre con sus encapuchados
o nazarenos. Los motivos no están muy claros, porque desde
el Obispado se mantiene un preocupante silencio. Al parecer ha sido
una mala interpretación de las figuras de los penitentes encapuchados
(¡que han sido considerados como si fuesen máscaras
o uniformes de sectas masónicas!). Con esa controvertida decisión
del Obispo local se ha interrumpido una tradición secular
que muchos trapaneses quieren volver a recuperar: la de ver a los
nazarenos de túnicas blancas y antifaces rojos abriendo la
procesión el Viernes Santo. Para nuestra óptica resulta
sencillamente increíble este suceso de la supresión
de la cofradía.
Quisiera finalizar este breve artículo deseando prosperidad
y toda clase de éxitos a los cofrades y a cuantos mantienen
viva y pujante la Semana Santa en Trápani, y en general en
toda Sicilia. Y por supuesto sumandome a esa petición colectiva
para la reintegración al cortejo de la Confraternitá di
San Michele Arcangelo. Sería muy hermoso que avanzaramos en
el mejor conocimiento mutuo de estas manifestaciones de la religiosidad
popular que caracterizan a nuestros dos pueblos y que nos siguen
uniendo, en el devenir de los siglos, por encima de fronteras nacionales,
por encima incluso de sensibilidades diferentes en nuestras respectivas
jerarquías eclesiásticas.
Porque las procesiones de la Semana Santa constituyen, en ambos
casos, medios válidos de evangelizar y rememorar la Pasión,
y un precioso tesoro catequético y penitencial para la Iglesia
Católica. Un tesoro que ha perdurado a lo largo de los siglos,
en ambas orillas del Mediterráneo, gracias fundamentalmente
a su arraigo popular. Y es que la pasión con que sienten los
sicilianos sus tradiciones religiosas es la misma que manifiesta
el pueblo andaluz cuando saca a sus calles a sus Cristos, a sus Vírgenes
o a sus Santos. Sólo gracias a esa fuerza del imaginario colectivo
puede explicarse que estas manifestaciones religiosas, enriquecidas
por magníficas creaciones artísticas y por tradiciones
locales, se hayan conservado vivas en Sicilia de generación
en generación, hasta el punto de convertirse –como también
sucede en nuestra tierra- en signos específicos de su Catolicidad
y de su identidad colectiva como pueblo.
[1]No sólo se trata de información. Las fotografías
que acompañan a este artículo se deben a la gentileza
de Beppino Tartaro, uno de los mejores investigadores y divulgadores
de la Processione dei Misteri y de su ciudad de Trápani. Es
el creador de la mejor página web dedicada a la Semana Santa
trapanesa, y desde aquí invitamos a su conocimiento: www.processionemisteritp.it