LAS TRES PALOMAS DE LA VIRGEN DE FÁTIMA

José Guillermo Rodríguez Escudero
Santa Cruz de la Palma, mayo 2008

La bella imagen terminó de esculpirse en Galicia en 1951, dos años después del “milagro”. Una preciosa efigie de granito que fue donada por esa Comunidad a la Ciudad de El Paso. Fue bendecida en 1952 por el Arzobispo y Cardenal Quiroga Palacios en Santiago de Compostela, llegando a Las Manchas en ese mismo año. Sin embargo, no pudo ser bendecida en su nuevo entorno hasta el 24 de junio de 1960, una vez fueron reanudadas las obras del monumento donde iría ubicada la Virgen en 1958.

Llegó la Virgen y se iniciaron cantos, prédicas y oraciones. Cuando la ceremonia hubo terminado, cientos de voladores estallaron en el cielo y se soltaron las pobres palomas que, aterrorizadas por el escándalo, salieron disparadas hacia el palomar de don Braulio. Al vecino, que se encontraba en la ventana de su casa, le cambió el semblante al comprobar, como todos los testigos presentes, cómo tres de ellas se posaron sobre la azotea a pesar de que los estruendos de los cohetes continuaban sin cesar. Algo extraño sucedía. En el instante en que los cuatro cargadores levantaron las andas de la Virgen para continuar su solemne marcha, las tres palomas bajaron volando desde las almenas de la casa de don Braulio y se posaron a los pies de la imagen. El silencio que se hizo fue sobrecogedor. Algún testigo, como don Carlos M. Padrón, narraba aquellos instantes: «el silencio que cayó sobre la multitud es, por denso y electrizante, el más impactante que recuerdo. Todos nos quedamos mudos y paralizados, como clavados al lugar en que estábamos. No sé cuántos segundos permanecimos así, pero estaba claro que lo que quiera que nos había paralizado iba en aumento dentro de todos nosotros y explotaría también como los voladores, pero sin resultados previsibles, pues de pronto comenzó como un extraño murmullo que fue tomando cuerpo… y entonces surgió la salvadora veteranía del Padre Generoso que echando mano del megáfono gritó: “¡Adelante!¡Esto no es un milagro!¡he visto muchas veces este fenómeno!¡Adelante!”. Y comenzó a cantar a todo pulmón: “El trece de mayo…”, acompañándose con ampulosos movimientos de su brazo para forzar a la gente a que lo imitara…»

Se siguieron las procesiones y, durante una de ellas, de repente, una de las palomas alzó el vuelo y desapareció ante la vista de cientos de personas. En días posteriores lo hicieron las dos restantes. La última decidió partir cuando la Virgen de Fátima se encontraba en el descanso de la Cruz Grande, en la confluencia de tres caminos. Las tres “Palomas de la Virgen” – como se llamaron a partir de entonces – curiosamente habían llegado y se habían ido durante uno de los descansos de la comitiva y éste se encontraba en un punto de mucha visibilidad.