LOS MÁRTIRES
DE TAZACORTE: RELATO DE LOS ÚLTIMOS MOMENTOS
José Guillermo Rodríguez Escudero
Santa Cruz de la Palma, julio 2008
En 1570 el pirata
Jacques de Sores, teniente de Pie de Palo que dirigió el
desembarco y saqueo de 1553 y que el año anterior se vio
elevado al mando supremo de la flota protestante, se dirigió con ésta
hacia las islas del Océano. Como inmediatos subordinados
se hizo acompañar de los capitanes Jean Boucard y Jean
de Capdeville. Esto sucedía el 15 de Julio de ese año.
El feroz pirata conocía la ruta de la nave Santiago, donde
iban el jesuita Ignacio de Azevedo con 44 misioneros hacia Brasil
y, cerca de la punta de Fuencaliente frente a Boca Fornalla,
le cortó el paso con su navío de guerra Le Prince,
situándose en posición de combate y disparando
su artillería para intimar la rendición.
El capitán
del Santiago demandó a Azevedo autorización,
dada su escasez de hombres útiles, para armar a los
novicios, mas el provincial se negó a ello, exhortando
a cada cual a cumplir con su propia misión, y ordenando
a los novicios, con el maestro Bento de Castro, descendiesen
a sus camarotes para orar, y cuando él regresó a
cubierta para auxiliar espiritual y materialmente a combatientes
y heridos, ya se había iniciado la lucha.
Los hugonotes intentaron
por tres veces el abordaje, mas fracasaron en su intento ante
la enérgica resistencia de la tripulación lusitana,
y concentrada toda la flota, pudo dar la orden de abordaje
y asalto general cayendo los cinco navíos franceses
sobre su presa en grupos de 40 hombres por babor y estribor,
adquiriendo la lucha un hondo dramatismo y en medio del fragor
de la pelea se distinguía la voz de Azevedo animando
a sus compatriotas a morir por la fe, en lucha contra sus más
declarados enemigos, hasta que atravesado su cuerpo de tres
lanzadas, cayó exánime en los brazos de su compañero
Diego de Andrade, escena que ha inmortalizado un famoso pintor
francés, Jacques Courtois, el Borgoñón,
con sus pinceles; los supervivientes de la tripulación
y pasajeros, unos 28 se rendían a discreción.
El maestro de novicios, Bento de Castro, fue acribillado a
arcabuzazos, desfalleciendo en el sollado mientras sus labios
proclamaban a gritos su calidad de hijo de la Iglesia romana;
Manuel Álvarez que tuvo la noble osadía de hacer
ver a los herejes su ceguera, fue apuñalado; el padre
Diego de Andrade, que cumplía misión espiritual
de confesar a sus compañeros, irritó de tal manera
a los luteranos, que se abalanzaron sobre él apuñalándole,
e igual fin tuvieron Braz Riveiro y Pedro Frontero. Los piratas
renovaban el fervor y la fe de los supervivientes, que en constante
emulación alcanzaban la palma del martirio; dos padres,
Gregorio Escribano y Álvaro Mendes, que yacían
enfermos postrados en el lecho, tuvieron fuerzas para subir
descalzos y semidesnudos al sollado desde donde los lanzaron
al mar.
Detenidos y apresados los demás
padres y novicios, quisieron los piratas que antes de su muerte
les rindiesen alguna utilidad, obligándoles a trabajar
en las bombas, con las que se proponían salvar de un
seguro naufragio al galeón Santiago, mientras ellos
recorrían los aposentos registrando sus cofres y talegos
para profanar reliquias e imágenes, haciendo escarnio
de los ornamentos y objetos de devoción. Consultado
el pirata con sus esbirros sobre la suerte que les preparaba,
ordenó una matanza general al grito de “¡Mueran!¡Mueran
los papistas que van a sembrar la falsa doctrina en el Brasil!”.
Sus feroces verdugos – dice Rumeu de Armas- cayeron entonces
sobre la humilde hueste y sin perdonarles humillaciones de
todo género, fueron sucumbiendo, unos a puñaladas,
y otros a tiros en confuso montón de ancianos, jóvenes
y casi niños sacerdotes y novicios, muertos y heridos.
Es de mencionar la actuación de Simao de Acosta, joven
de 18 años que, no vistiendo todavía los hábitos
y sintiendo Sores conmiseración hacia su persona, se
declaró a gritos hijo de San Ignacio para alcanzar la
palma del martirio. Así terminaron sus días coronados
por el martirio aquella primera legión misionera de
hijos de San Ignacio a los que la Iglesia conoce con el nombre
de los Mártires del Brasil aunque más apropiado
sería llamarlos de Canarias o de Tazacorte, en cuyas
aguas sucumbieron.
Estos habían salido en la flota que se
dirigía al Brasil el 7 de Junio de 1570, compuesta de siete galeones,
en la que se dirigía a la colonia el nuevo gobernador Luis de Vasconcelos
de Menezes, Comendador de Villada en la Orden de Cristo, los jesuitas se distribuyeron
en tres de ellos, a Padre Azevedo con 44 misioneros en el galeón Santiago,
el Padre Dias con otros 20 en el navío almirante de la escuadra, y el
Padre Francisco de Castro con los restantes en el Os Orfaos. Llegaron a la isla
de La Madera el 14 de Junio y el Santiago alzó velas en el puerto de Funchal
el 7 de Julio, que tenía que dirigirse a Santa Cruz de La Palma a descargar
mercancías, pero una borrasca le obligó a arribar al puerto de
Tazacorte donde permaneció varios días, celebrando el 13 misa el
padre Azevedo en la ermita de San Miguel de Tazacorte, y cuenta la tradición
que, en el momento de sumir la sangre en el cáliz, vio la corona del martirio
pendiente de su cabeza por revelación divina; en el cáliz, que
aun se conserva, es fácil distinguir la huella de sus dientes grabados
por obra milagrosa como reflejo de la impresión y arrobamiento por el
futuro mártir recibida. Estuvo este cáliz en Tazacorte durante
175 años, desde 1570 a 1745, hasta que el Obispo D. Juan Francisco Guillén,
lo extrajo de la ermita regalándoselo a los Padres Jesuitas de Gran Canaria.
La relación de estos mártires
es
como sigue:
Padre Ignacio de Azevedo, de Oporto (provincial de Brasil)
Maestro
de Novicios Bento de Castro
Padre Diego de Andrade
Manuel Álvarez
Braz Ribeiro, natural de Braga
Amaro Vas
Gregorio Escribano, español
Alvaro Mendes
Simao de Acosta
Francisco Alvaro Covillo
Domingo Hernandes
Alfonso Baena, natural de Castilla la Nueva
Gonzalo Henriques,
diácono
Joao Fernandes, de Lisboa
Joao Fernandes, de Braga
Juan Mayorga, aragonés
Alejo Delgado
Luis Correa
Manuel Rodrigues
Simao Lopes
Pedro Nunes, Muños o Frontera
Francisco Magallanes
Nicolá Dinos, de Braganza
Gaspar Álvares
Antonio Hernandes, de Montemayor
Manuel Pacheco
Pedro Fontaura
André Gonsales, natural de Viana
Diego Peres
Juan Baeza, español
Marcos Calseira
Antonio Correa
Manuel Hernandes, de Oporto
Hernando Sánchez, español
Francisco Pérez
Godoy, español (de Torrijos en
Toledo)
Juan de San Martín, de Illescas
Juan de Zafra, español
de Toledo
Alfonso López, español
Esteban Zudaire, español
de Vizcaya
Este último, antes de abandonar Plasencia donde vivía,
dijo al Padre José Acosta, su confesor, que partía
alegre y contento por tener la certeza de que alcanzaría
el martirio.
El Papa Benedicto XIV, en su Bula de 21 de Septiembre de 1742,
reconoció el martirio de estos religiosos y Pío IX,
en el día de Pentecostés de 1862, los beatificó.
Santa Teresa de Jesús aseguró a su confesor Baltasar Álvarez
que en Julio de 1570 había visto a estos mártires,
entre los que se hallaba su pariente Francisco Pérez Godoy,
en escuadrón “entrar en el cielo vestido de estrellas
y con palmas victoriosas”.
BIBLIOGRAFÍA
PINTO Y DE LA ROSA, José María:Apuntes para la
Historia de las Antiguas Fortificaciones de Canarias