Hola a todos, aquí les envío unas fotos
correspondientes a la procesión con la imagen de San Ramón
Nonato que tuvo lugar en Dúrcal el pasado domingo 31 de agosto,
con motivo de las fiestas del pueblo que se han celebrado los días
28, 29, 30 y 31 de agosto.
Reseñas histórico-biográficas
del Santo
SAN RAMÓN NONATO
(† 1240)
Nació San Ramón en las alturas de la Segarra catalana,
en el pueblecito o lugar de Portell, provincia de Lérida y
Abadía de Solsona, más tarde elevada a obispado.
Descendía de padres nobles y virtuosos, emparentados con las ilustres
familias de Fox y de Cardona. No conoció las caricias de su madre, pues ésta
murió antes de venir él al mundo, y nació Ramón a
favor de una operación sobre el cuerpo ya muerto de su madre, por lo que
se le llamó el nonato, o no nacido. Desde muy temprana edad fue devoto,
humilde, manso, prudente, obediente a su padre, temeroso de Dios cuidadoso de
su conciencia, limpio en los pensamientos, modesto en su porte, discreto en las
palabras, ángel en las acciones y amado de cuantos le conocían.
Proyectó su padre darle una carrera civil, y lo mandó a Barcelona
para que aprendiese las primeras letras. Aquí conoció la buena
fama del comerciante Pedro Nolasco, cuya amistad cultivó, y dio muestras
de inclinarse al estado eclesiástico, razón por la cual su padre
le hizo volver a Portell y lo puso al cuidado de unas fincas patrimoniales.
Mientras Ramón pastoreaba sus rebaños por la seca y áspera
Segarra, va encendiéndose en él una luz, una antorcha, una hoguera.
El zagal catalán supervive hoy en la historia, en el arte, en la poesía,
en el folklore, y, lo que vale más, en el Santoral, que para nosotros,
hijos de la Iglesia católica, significa tener un puesto al lado de Dios
en el cielo.
En las faenas del campo goza del contacto de la naturaleza, siente con más
fuerza la llamada interior, habla sin cesar con Dios, y siente crecer en su corazón
un amor filial grandísimo por la Virgen María. Las gentes le llamarán
muy pronto el "hijo de María".
Solía guiar su rebaño hacia una ermita de San Nicolás, en
que se veneraba una imagen de María; y, mientras el ganado pacía, él
se acercaba a la Virgen, y daba rienda suelta a su espíritu en la oración.
Ya no estaba huérfano. había encontrado en ella a una madre. La
dulce ermita era su centro, su retiro y su alegría.
Pero el demonio, que todo lo enreda, suscitó envidias en otros zagales
y pastorcillos, quienes acusaron a Ramón, y dijeron a su padre que abandonaba
el rebaño por sus oraciones. Trató el padre de averiguar la verdad
y buscó a su hijo en la ermita. Allí estaba; pero, ¿quién
era aquel mancebo que cuidaba de las ovejas?
Se dio cuenta de que el cielo acudía en favor de Ramón, enviando
un ángel para ayudarle, y nunca más volvió a intervenir
en lo que a Dios estaba reservado. Pocos días después la misma
Santísima Virgen comunicaría al joven pastor su deseo de que ingresase
como religioso en la Orden de la Merced, recién fundada en Barcelona,
para la redención de cautivos.
Con su ida a Barcelona, Ramón se puso en manos de San Pedro Nolasco, el
fundador de la Merced. Quemando etapas, y creciendo siempre en el gozo perenne
de la virtud, cumplió el año del noviciado, hizo solemne profesión
y recibió las sagradas órdenes. La presencia del joven fraile en
el hospital de Santa Eulalia barcelonés dilataba su fama entre propios
y extraños.
La caridad de Cristo le urgía, los dolores del prójimo le conmovían
y la redención de los cautivos le atraía. Deseaba de veras pasar
al Africa para poner en práctica el cuarto voto mercedario de la redención.
Con este deseo iba unido un afán de coadyuvar a la salvación de
miles de almas, peligrosamente cercadas de enemigos en la esclavitud, en las
mazmorras, en los zocos de venta africanos. Más aún, deseaba ardientemente
el martirio.
Designado por sus superiores para ir en redención, la alegría de
padecer por Cristo le enajenaba. La Virgen le dijo: como mi Hijo se sacrificó en
la cruz, así tú has de moler el grano de tu cuerpo en el suplicio
y en el dolor, y como Él es alimento y sostén en la Eucaristía,
tú lo serás también de tus hermanos.
Y Ramón predicó a los cautivos, los fortaleció en la fe,
los consoló en los trabajos y exhortó a la paciencia. Servía
a los enfermos, y curó a muchos de ellos. Cuando la limosna de la redención
no bastó, él mismo se quedó en rehenes. Esto le dio ocasión
de tratar con moros y judíos, de enseñarles la fe católica,
de impugnar los errores de Mahoma y de atraerlos con santas y eficaces razones.
Tal tempestad levantó con su predicación, que lo encarcelaron,
lo apalearon y, para que no volviese a hablar, le cerraron los labios con un
candado, por espacio de ocho meses. La Virgen, que le había asociado a
Jesucristo en la tarea de redimir y salvar a sus hermanos los esclavos, no le
dejó sólo en este martirio, sino que le acudía y consolaba.
Mientras tanto, llegó el dinero de su rescate, y fue puesto en libertad.
Se embarcó para España y desembarcó en Barcelona, donde
se le hizo un recibimiento apoteósico, como a un héroe triunfal.
Pero él, desoyendo palmas, cantos y parabienes, corrió al sagrario
de su convento a echarse a los pies de Jesús.
La noticia de su caridad, de sus apologéticas, de su labor redentora y
de su martirio, llegó a conocimiento del papa Gregorio IX, quien le creó cardenal
de la Santa Iglesia Romana, con el título de San Eustaquio, premiando
de ese modo sus excelentes virtudes y honrando el Colegio Apostólico con
la juventud santificada del eminente mercedario.
San Ramón Nonato, el "hijo de María", y mártir
de la caridad, fue un reflejo de Dios, como debe serlo toda criatura. Buscó a
su Amado con el ansia que la Esposa de los Cantares ponía en hallar al
que amaba su corazón. Esta unión con Dios se efectuó intensamente
por la Eucaristía. Pertenece al número de los "grandes amadores" del
sacramento del Amor.
¿Quién no ha visto una y mil veces, en ermitas y catedrales, la
imagen de San Ramón, irguiendo en la diestra mano la custodia, símbolo
de su amor eucarístico? Su actitud es una profesión de fe, una
afirmación teológica; es una mano que avanza, como la proa de un
barco que cortase aguas de incredulidad; es la posición de un santo que
nos muestra al Cordero de Dios y nos dice: he aquí el pan de los ángeles.
Cuando en agosto de 1240 se dirigía nuestro Santo a Roma, llamado por
Gregorio IX, pasó por Cardona, para despedirse del vizconde Ramón
VI, de quien era confesor. Aquí le salteó la muerte. Pidió el
santo viático y, no habiendo quien se lo administrase, — ¡oh
dignación de Dios con sus criaturas! — el mismo Jesucristo, con
larga corte de ángeles, se le dio en comunión. No fue él
quien recostó su cabeza sobre el pecho del Maestro, sino que Éste
se le metió dentro, como señal de santidad y eterna predestinación.
Tanto los señores de Cardona, como los frailes de la Merced, contendieron
sobre los restos mortales del Santo. En vista de que no se ponían de acuerdo,
determinaron someterse a un arbitrio providencial: cual fue cargar el santo cuerpo
sobre una mula ciega, a, fin de que fuese sepultado en el lugar en que ésta
parase. Ejecutándolo así, el animal guió sus pasos a la
ermita de San Nicolás de Portell, en donde los sagrados restos fueron
depositados y venerados hasta la revolución de 1936, en que las hordas
rojas los hicieron desaparecer.
Al volver a la ermita, volvía al regazo de la Virgen, después de
dar al mundo un pregón de amores: mariano, eucarístico y mercedario.
Desde Portell su fama creció y por su intercesión se obraron milagros,
La Orden de la Merced urgió su veneración en los altares, y la
Santidad de Urbano VIII aprobó su culto inmemorial a 9 de mayo de 1626.
Contra la mentira pagana de un vivir materialista y fofo, se levanta la verdad
alta y divina de la vida, santidad y milagros de San Ramón, flor amable
del santoral mercedario y gloria auténtica del jardín de la Iglesia
católica. Al correr de los siglos, su figura fue exaltada por la devoción
de los fieles, por las letras y por las artes. Las fiestas que aún hoy
se celebran en su ermita de Portell concentran ingentes muchedumbres, no sólo
de los habitantes de la Segarra, sino de toda Cataluña.
Se cuenta entre la media docena de santos populares, cuya efigie suele encontrarse
en casi todas las iglesias españolas e iberoamericanas. Abundan sus cofradías,
y uno de los títulos que más popularidad le granjeó fue
el de ser el abogado de las mujeres parturientas, en recuerdo de su especial
nacimiento. También figura como patrono de las obras eucarísticas.
GUMERSINDO PLACER, O. DE M.
RAMÓN NONATO, SANTO
Autor: Archidiócesis de
Madrid
Religioso, cardenal, Patrón de las parturientas
Nació en los mismos comienzos del siglo XIII.
Su nombre deja boquiabierto a quien lo oye o lo lee por primera
vez. Nonnato -Nonato por más breve- sugiere a un santo sólo
potencial; como si la palabra fuera un slogan publicitario que estuviera
invitando a quien lo lee o escucha a que se decidiera a iniciar una
programa que acabara con la santidad del guión preestablecido.
De hecho, significa no-nacido. ¿Pretenderá decir el
extraño nombre que, por no haber nacido todavía el
santo que rellene el expediente completo de sus cualidades y virtudes,
está como esperando la Iglesia a que haya uno que se decida
de una vez a reproducirlas? Eso sería, lógicamente,
confundir la santidad como algo que brota de la voluntad y decisión
humana, cuando ella es en verdad el resultado de la acción
del Espíritu Santo con quien se coopera libremente. Sería
sencillamente pelagianismo.
El calificativo -que ha pasado ya a ser nombre- le viene a Ramón
por el hecho de haber sido sacado del claustro materno, por medio
de una intervención quirúrgica, cuando ya había
muerto su madre. Por so no nació como nacen normalmente los
niños, lo extrajeron. Fue en Portell, en Lérida, cuando
se iniciaba el siglo.
La buena y alta situación de su padre le posibilitó crecer
en buen ambiente y formación, aunque sin el cariño
y los cuidados de una madre. Cuentan de su primera juventud la devoción
espacialísima a la santísima Virgen que le llevaba
con frecuencia a visitar la ermita de san Nicolás donde pasaba
ratos mientras sus rebaños pastaban. Luego su padre quiso
irlo incorporando poco a poco a las tareas de administración
de sus posesiones y esa fue la razón por la que se le encuentra
en Barcelona en el intento de aprender letras y números. Allí tuvo
ocasión de trabar amistad con Pedro Nolasco -que por aquel
entonces era comerciante- y de compartir mutuamente los deseos de
fidelidad a la fe cristiana vivida con radicalidad, llegando incluso
a considerar la posibilidad de entrar en el estado clerical.
Como el padre disfruta de un gran sentido práctico, lo reincorpora
al terruño de Portell y le encarga la explotación de
varias de sus fincas. Pero, sigue diciendo la antigua crónica,
que la misma Virgen María le comunica su deseo de que ingrese
en la recién fundada Orden de la Merced y allí está de
nuevo en Barcelona puesto a disposición completa en las manos
de su antes amigo Pedro Nolasco.
Noviciado, profesión, ordenación sacerdotal y ministerio
en el hospital de santa Eulalia se suceden con la normalidad propia
de quien tiene prisa para cumplir el cuarto voto mercedario consistente
en redimir a los cautivos y servir de rehén en su lugar si
procede.
En el norte del continente negro predica, consuela, cura, fortalece,
atiende y transmite paciencia a los cautivos de los piratas berberiscos;
comprende bien su situación y se hace cargo de que están
rodeados de todos los peligros para su fe. Incluso él mismo
tuvo que soportar cárcel y la tortura de que sellaran sus
labios por ocho meses con un candado para impedirle la predicación.
A su vuelta a España entre el clamor de las multitudes, lo
nombra Cardenal de la Iglesia el papa Gregorio IX, reconociendo sus
méritos y virtud de la caridad practicada de modo heroico;
pero no le dio tiempo a llegar a Roma por morir, antes de cumplir
los cuarenta años, cuando se disponía a hacerlo.
Por el empeño de hacerse cargo de su cuerpo tanto los frailes
mercedarios como los nobles señores de Cardona, decidieron
de común acuerdo darle sepultura allá donde lo decidiera
una mula ciega que lo llevó a lomos hasta que quiso pararse
ante la ermita de San Nicolás, de Portell.
Desaparecieron las reliquias, irrecuperables ya para la veneración,
en el año 1936.
Lo que no ha sido relegado al olvido por sus paisanos es la figura
del santo y su acción caritativa. Esa devoción secular
que se refleja incluso en las fiestas y en el folklore. No digamos
nada sobre la devoción que le profesan todas las parturientas
que lo tienen como especial patrón para su trance.
Se divulgó por el mundo la pintura que lo muestra con la
Custodia en la mano derecha expresando así la fuente de su
caridad con los hombres.
SAN RAMÓN NONATO
Religioso, cardenal. Patrón de las parturientas. Ramón significa: "protegido por la divinidad" (Ra=divinidad.
Mon=protegido) Fiesta: 31 de agosto
Se carece de documentación fidedigna sobre los detalles de
la vida San Ramón. He aquí lo que hemos podido recoger
de la narración de Alban Butler y otras fuentes.
San Ramón nació de familia noble en Portell, cerca
de Barcelona, España en el año 1200. Recibió el
sobrenombre de non natus (no nacido), porque su madre murió en
el parto antes de que el niño viese la luz. Con el permiso
de su padre, el santo ingresó en la orden de los Mercedarios,
que acababa de fundarse. San Pedro Nolasco, el fundador, recibió la
profesión de Ramón en Barcelona.
Progresó tan rápidamente en virtud que, dos o tres
años después de profesar, sucedió a San Pedro
Nolasco en el cargo de "redentor o rescatador de cautivos".
Enviado al norte de África con una suma considerable de dinero,
Ramón rescató en Argel a numerosos esclavos. Cuando
se le acabó el dinero, se ofreció como rehén
por la libertad de ciertos prisioneros cuya situación era
desesperada y cuya fe se hallaba en grave peligro. Pero el sacrificio
de San Ramón no hizo más que exasperar a los infieles,
quienes le trataron con terrible crueldad. Sin embargo, el magistrado
principal, temiendo que si el santo moría no se pudiese obtener
la suma estipulada por la libertad de los prisioneros a los que representaba,
dio orden de que se le tratase más humanamente. Con ello,
el santo pudo salir a la calle, lo que aprovechó para confortar
y alentar a los cristianos y hasta llegó a convertir y bautizar
a algunos mahometanos. Al saberlo, el gobernador le condenó a
morir empalado, pero quienes estaban interesados en cobrar la suma
del rescate consiguieron que se le conmutase la pena de muerte por
la de flagelación. San Ramón no perdió por ello
el valor, sino que prosiguió la tarea de auxiliar a cuantos
se hallaban en peligro, sin dejar escapar la menor ocasión
de ayudarlos.
San Ramón encaró dos grandes dificultades. No tenía
ya un solo centavo para rescatar cautivos y predicar el cristianismo
a los musulmanes equivalía a la pena de muerte. Pero nada
lo detuvo ante el llamado del Señor. Conciente del martirio
inminente, volvió a instruir y exhortar tanto a los cristianos
como a los infieles. El gobernador, enfurecido ante tal audacia,
ordenó que se azotase al santo en todas las esquinas de la
ciudad y que se le perforasen los labios con un hierro candente.
Mandó ponerle en la boca un candado, cuya llave guardaba él
mismo y sólo la daba al carcelero a la hora de las comidas.
En esa angustiosa situación pasó San Ramón ocho
meses, hasta que San Pedro Nolasco pudo finalmente enviar algunos
miembros de su orden a rescatarle. San Ramón hubiese querido
quedarse para asistir a los esclavos en África, sin embargo,
obedeció la orden de su superior y pidió a Dios que
aceptase sus lágrimas, ya que no le había considerado
digno de derramar su sangre por las almas de sus prójimos.
A su vuelta a España, en 1239, fue nombrado cardenal por Gregorio
IX, pero permaneció tan indiferente a ese honor que no había
buscado, que no cambió ni sus vestidos, ni su pobre celda
del convento de Barcelona, ni su manera de vivir. El Papa le llamó más
tarde a Roma. San Ramón obedeció, pero emprendió el
viaje como el religioso más humilde. Dios dispuso que sólo
llegase hasta Cardona, a unos diez kilómetros de Barcelona,
donde le sorprendió una violenta fiebre que le llevó a
la tumba. El santo tenía aproximadamente treinta y seis años
cuando murió el 31 de agosto de 1240. Cardona pronto se transformó en
meta de peregrinaciones. Fue sepultado en la capilla de San Nicolás
de Portell.
El Papa Alejandro VII lo incluyó en el Martirologio Romano
en 1657.
San Ramón Nonato es el patrono de las parturientas y las parteras
debido a las circunstancias de su nacimiento.
La comisión nombrada por el Papa Benedicto XIV propuso suprimir
del calendario general la fiesta de San Ramón por la dificultad
de encontrar documentos fidedignos sobre su vida.
Bibliografía:
Butler. Vida de los Santos Sgarbossa, Mario y Luigi Giovannini. Un santo para cada día. Sálesman, Eliécer. Vidas de los Santos #3
Oración:
San Ramón Nonato, te rogamos por todos los
católicos que sufren persecución, por los niños
no nacidos y por sus padres.