SAN
TELMO Y SU GALEÓN. ERMITA DE SAN TELMO DE SANTA CRUZ DE
LA PALMA
José Guillermo Rodríguez Escudero
Santa Cruz de la Palma
Abril 2008
La ermita del santo palentino Pedro González
Telmo, construida en la primera mitad del siglo XVI, se encuentra
enclavada en el barrio de su nombre, cerca del antiguo convento dominico
de San Miguel de Las Victorias y sobre el risco que domina el puerto
de la capital palmera.
Las noticias más antiguas que se han encontrado sobre este
venerado recinto – también conocido como ermita de
la Virgen de la Luz - las da el Libro de Visitas de la Parroquia
Matriz de El Salvador, donde consta que ya se había fabricado
el templo en 1574, fecha en que hace su presencia el licenciado
Salgado, Visitador General del Obispado, en sede vacante. El libro
más antiguo de la ermita no se conserva, pero sí otro,
también antiquísimo que se halla custodiado en la
sociedad “La Cosmológica”, titulado “Concordia
y Junta de Mareantes”, que dio comienzo en 1708, fecha de
la fundación de la cofradía.
La Cofradía de Mareantes, que tenía al santo dominico
como patrón, decidió ampliar y reformar su querida
iglesia entre 1675 y el verano de 1680, ya que el recinto se quedaba
pequeño para albergar a tanto devoto. Para ello, la Hermandad
tuvo que aumentar las dádivas de sus componentes. También
se obligaron a entregar el uno por ciento de las ganancias de bajeles
y barcos de pescar que cada viaje de los congregantes les produjere.
Así se podría dar término a la ampliación
del templo, a celebrar decentemente las fiestas del Patrón
y los sufragios por los miembros y sus familiares difuntos. Finalmente
los costos de la obra ascendieron a 31.704 reales, 80 maravedíes.
Esta hermandad fundó el 12 de febrero de 1673 una obra
pía destinada a redimir cautivos mareantes, para lo que “se
comprometieron a librar de cada uno de los fletes que hubiera en
cada viaje, medio cuartón, la octava parte de una soldada”.
Estas cantidades se guardaban en un arca cerrada con llave en la
iglesia de El Salvador. De las tres llaves que se tenían,
una la custodiaba en Beneficiado de la Parroquia Matriz, otra el
Capitán “de la mar” que fuera el presidente
de la cofradía y la tercera el mayordomo de la ermita de
San Telmo. De las redenciones figuran, por ejemplo, en 24 de mayo
de 1686, la de “los Hijos de La Palma don Gonzalo de Acosta
y Pedro Marcelino, cautivos de los moros, a los que hubo de retribuir
con 400 reales”. El 27 de septiembre de 1696 fueron igualmente
rescatados Juan Rosado, Francisco Martín y Silvestre Mamparle.
En la Visita de 1680 se notó que las cerraduras del arca
habían sido limadas, faltando de su interior el caudal reservado
para los rescates. A pesar de las oportunas diligencias, nada se
supo de los autores del delito.
Durante estos años que duró la obra del oratorio,
las imágenes que tenía la antigua ermita, quedaron
depositadas en el santuario de San Francisco Javier en la Calle
Real del Puerto- hoy desaparecido- a donde fueron trasladadas procesionalmente.
Se siguió celebrando allí de forma provisional la
fiesta de San Telmo por parte de los Mareantes.
En su interior destaca el magnífico retablo barroco, dorado
y en perfecto estado de conservación, que ya estaba construido
el 26 de agosto de 1717, según consta en la Visita que hizo
a la iglesia el Rvdo. Tovar y Sotelo, “Prevendado de la Santa
Iglesia Catedral de Canaria”.
En este altar mayor aparece entronizada la talla policromada de
San José y El Niño, formando grupo, en la hornacina
central de la parte superior del retablo. También tallados
y dorados se ubican a ambos lados las imágenes de San Miguel
Arcángel y de San Fernando Rey.
El Crucificado que se hallaba en el nicho central bajo desde 1680,
había sido retirado antes de 1925 por el mayordomo don Gabriel
Gómez y Pelayo. Después de una estancia provisional
en El Salvador, regresó a la ermita en 1965, situándose
donde actualmente se halla, sobre una peana en el coro. Su lugar
en la hornacina central del retablo mayor lo ocupó la magnífica
talla de Nuestra Señora de La Luz, venerada como antigua
Virgen del Carmen en la mencionada Parroquia Matriz.
A ambos lados se situaron dos tallas del Santo Patrón de
los Mareantes, la antigua y la nueva, hasta que llegó la
efigie de San Vicente Ferrer, primitiva imagen de la ermita homónima
de Velhoco de esta ciudad. Esta escultura desplazó del altar
a la nueva talla de San Telmo, que pasó a la sacristía.
Luego ésta se volvió a colocar en el retablo y es
la antigua la que está fuera de culto.
Durante su fiesta, antiguamente después de la Pascua de
Resurrección, era rescatado de allí y entronizado
en el galeón. Más tarde, después de un período
de crisis y decadencia, se empezó a celebrar junto con la
Fiesta de la Virgen de la Luz.
La antigua imagen de San Telmo es estofada, y durante mucho tiempo
estuvo custodiada en casa de don Felipe Miguel Sosa Pérez,
hasta que la depositó en la sacristía de la ermita..
La nueva talla fue realizada para ser colocada en el fabuloso
galeón procesional que le sirve de andas. Se trata de una
magnífica obra de dos metros por dos y medio de dimensión,
tallada en madera y dorada al fuego. Es una maqueta, a modo de
exvoto marinero, de un galeón del siglo XVII. Antes de 1934,
el Director del Museo Naval de Madrid, capitán de Corbeta
don Julio Guillén y Talo, al contemplar esta obra de arte,
quiso que se hiciera inmediatamente una copia para el museo. Desde
entonces allí se encuentra una exacta reproducción.
La primitiva imagen de San Telmo salía en procesión
en un trono de los usados corrientemente. En la Visita de 1681,
se ordena la hechura de unas andas doradas para el Santo. Posiblemente
es en esa época cuando surge la ingeniosa idea de construir
el barco para los recorridos procesionales, siendo lógico
pensar que de esta misma época data la nueva escultura.
Ambas imágenes presentan análoga iconografía:
portan una vela de plata en una mano (“fuegos de San Telmo”)
y en la otra un libro, si bien estos atributos no son los más
frecuentes en el querido santo, que murió en Pontevedra
en 1246 y que acompañó al Rey Fernando III en sus
conquistas.
Ambos usan hábito de la Orden Dominica, con escapulario
y esclavina con capuchón, de color blanco. Capa ancha y
larga con otro capuchón que cubre el anterior, de color
negro. Ancha tonsura que ocupa la parte superior de la cabeza.
Si bien la escultura antigua del santo es de talla completa estofada,
la del nuevo es de candelero o de vestir.
En el Archipiélago es más habitual representarlo
portando una nave en lugar del libro, o incluso un pescado (que
alude a un milagro del Santo en cierta ocasión, que los
obreros del puente que hizo construir en Rivadavia sobre el Miño,
no tenían qué comer). Lo que aquí sucede es
que la talla antigua lleva la vela en su mano izquierda, a la costumbre
portuguesa (como se aprecia en Lisboa, Viana do Castelo, Setúbal…)
y la nueva, la porta en la derecha (como en la representación
del Museo Provincial de Sevilla, por ejemplo). Con casi total seguridad,
las numerosas familias portuguesas que se afincaron en La Palma,
fueron las que importaron la forma iconográfica de nuestro
Santo, ya que es lógico suponer que lo representaran como
lo veneraban en su tierra.
Uno de sus exvotos fue, precisamente, una magnífica representación
de un galeón español de finales del siglo XVII que
le sirve de andas procesionales. Sobre ellas, todos los años,
los días 7 y 8 de septiembre, recorre, precediendo la preciosa
talla de la Virgen, las angostas y empedradas callejuelas del barrio
que lleva su nombre, entre el estruendo de los fuegos artificiales,
el cántico de las loas, la luz de las bombillas y el adorno
de banderas, gallardetes y estandartes… Es sobrecogedora
la imagen del navío, sobre la que se lanza un sinfín
de luces de colores que emanan de bengalas y ruedas de fuego, proyectando
su estilizada silueta a lo largo de las paredes de las casas típicas,
con un movimiento tal que sugiere al de un barco durante una terrible
tempestad o una feroz batalla en altamar. Es fascinante.
Este original y bello trono, cuyo alto total es de 215 cm. y
largo total 185 cm., está realizado en madera sobredorada,
policromada y lienzo. Cuenta con un soporte de madera de cedro
de una sola pieza de 11 cm. de espesor, con mástiles embutidos
en el casco y otros elementos tallados, como son los cañones,
jardín de popa, balaustres y mascarón de popa…
Para encontrar el origen de esta forma peculiar de andas hay
que remontarse a la Edad Media, donde el barco era utilizado
como nave procesional y carro naval y triunfal. Otro ejemplo
lo encontramos en el inventario de los bienes del Real Santuario
de Nuestra Señora de Las Nieves, donde la talla de la
Virgen del Buen Viaje llevaba a sus pies “una forma de
nabío por peana de la imagen” (1718).
Gracias a la restauración a la que fue sometido entre los
años 1998-1999 por el Taller Insular del Cabildo de La Palma,
a solicitud de los vecinos del Barrio de San Telmo, podemos nuevamente
apreciarlo en todo su esplendor. El equipo de profesionales estuvo
compuesto por Isabel Concepción, Isabel Santos, Domingo
Cabrera y el maquetista naval Emilio Rodríguez García.
Ha consistido en un tratamiento de restauración y conservación
para devolverle la estabilidad y la calidad estética, tanto
a la película pictórica como al conjunto de bellas
jarcias y velas. Se eliminó el repinte de pinturas al aceite
y purpurinas, así como el amarre incorrecto que presentaba
el antiguo; el asentamiento de capas de policromías y oro;
la limpieza y la reintegración diferenciadora de regatino
y la protección final.
Se recuperó incluso una tripulación formada por
varios marineros diminutos toscamente tallados en madera, uno
de ellos con un tambor. Se rescató igualmente la pintura
al óleo de la Virgen con el Niño que aparecía
en la popa del buque que recuerda, según los investigadores
Fernández García y Pérez Morera, “las
maneras del pintor y escultor Bernardo Manuel de Silva (1651-1721)”.
Silva fue considerado como el artista más representativo
del Barroco en La Palma y mantuvo, durante toda su vida, estrechas
relaciones con la confraternidad de mareantes, de la que San
Telmo era el patrón. El arte de Bernardo Manuel de Silva
acusa el triple influjo flamenco, portugués y sevillano,
todo ello dentro del Barroco isleño como envolvente de
su producción. En su faceta decorativa también
encontramos puntos de contacto con el arte americano. Como no
podía ser menos, la influencia flamenca, tan enraizada
en la cultura palmera, es la más poderosa.
Aunque se considera de autor anónimo, varios estudiosos
han apuntado a posibilidad de que se trate de una obra de Andrés
del Rosario (1615-1693), a quien se le atribuye el magnífico
retablo mayor de esta bella ermita.
El galeón de San Telmo (c.1681), cuyas dimensiones son:
altura del casco: 46 cm. largo: 157 cm. ancho: 49 cm. representa
la alegoría de la Nave de la Iglesia Militante, triunfante
en la Batalla de Lepanto. Tiene en cada costado una hilera con
catorce cañones que le sirven “para combatir a herejes
y piratas, corsarios y enemigos que quieren abordarla”.
Recordemos que el arte contrarreformista representa iconográficamente
a la Iglesia en una nave victoriosa.
BIBLIOGRAFÍA:
FERNÁNDEZ GARCÍA, Alberto- José. «Notas
históricas de La Palma. San Telmo». Diario de Avisos,
(17 y 20 de noviembre de 1969)
FERRANDO ROIG, Juan. Iconografía de los Santos, Ediciones
Omega, Barcelona, 1950
LORENZO RODRÍGUEZ, Juan Bautista. Noticias para la historia
de La Palma, La Laguna – Santa Cruz de La Palma, t. I y II,
1975 y 1997.
PÉREZ MORERA, Jesús. «Ermita de San Telmo»,
en. Magna Palmensis. Retrato de una ciudad, CajaCanarias, 2000.
RODRÍGUEZ ESCUDERO, José Guillermo. “El Galeón
de San Telmo”, El Día/La Prensa, (11 de septiembre
de 2004)