LA VIRGEN DE LA
AMARGURA LUCIÓ SUS MANOS ORIGINALES EN EL BESAMANOS EXTRAORDINARIO
Isaac Palomino Ruiz
Granada, marzo 2009
Tres días de besamanos,
tres días de gloria en la tierra, tres días
para estar en la casa de la Virgen, con Ella, Madre comendadora
de esencia granadina.
Con motivo de cumplirse sesenta años de la incorporación
de la imagen dolorosa, que se custodiaba en la clausura
de las Comendadoras, como titular mariana bajo la advocación
de la Amargura, su hermandad de la Oración en el
Huerto de los Olivos, ha prolongado extraordinaria su anual
besamanos durante tres jornadas.
Enmarcada
en un impresionante y exquisito altar, sustituto del retablo
mayor del templo conventual de la Madre de Dios, se nos presentaba
por la priostía la imagen de María Santísima
de la Amargura. Para esta destacada efeméride se ha
podido contemplar a la bella con sus manos originales entrelazadas,
que le fueron sustituidas por las conocidas abiertas tras
su incorporación como titular mariana de la corporación
del Lunes Santo. La dolorosa, del círculo cercano a
José de Mora, se mostraba en toda su capacidad expresiva,
quedando completo el discurso emotivo que narra la interrelación
entre el rostro sereno y a la vez compungido, con sus manos
entrelazadas, muestra del más profundo dolor contenido.
Para estas jornadas especiales,
del 20 al 22 de marzo, la Virgen ha estrenado distintas
prendas de su ajuar: saya bordada por las monjas comendadoras
bajo diseño de fray Ricardo de Córdoba, rosario
argenteo traído del Vaticano, blonda de encaje de
Bruselas regalo del cuerpo de costaleros, restauración
de la corona dieciochesca y daga, presente del orfebre Agustín
Donoso. Desde el domingo 22 a medio día lucía
la imagen el fajín del capitán general D.
Fernando Nestares García-Trevijano, que le fue impuesto
con el rezo del Ángelus.
El altar dispuesto para arropar a
la Reina de Cielos y Tierra, era un derroche de galantería,
luz y simbología. Este último aspecto se podía
apreciar en elementos como los tres clavos sobre el cojín,
o la imagen del Arcángel San Miguel, réplica del patrón
albaicinero, que custodiaba a la Señora justo detrás
de su efigie. La presencia de este divino guardián nos rememora
la pureza de María, preservada constantemente de las tentaciones,
connotación iconográfica que nos lleva a la primitiva
representación de María como Divina Pastora de las
Almas.