LA PASSIO GRANATENSIS,
UN CANTO A LA MISERICORDIA Y A LA DIGNIDAD DE LA VIDA
Carta del Arzobispo de Granada a
todos los fieles cristianos granadinos, y a todos los hombres y
mujeres que buscan a Dios
Javier Martínez
Arzobispo de Granada
Granada, abril 2009
30
de marzo del año 2009
Queridos hermanos y amigos:
Se acerca la Semana Santa, ese último
eslabón antes de la fiesta grande de la Pascua. En ella recordamos
—o hacemos memoria, que es algo más fuerte que sólo
recordar; o celebramos, que sería la expresión más
justa— que Dios es tan grande en su misericordia que no se
ha echado atrás ante el océano de la miseria humana.
Al contrario, se ha abrazado a ella —esto es, a nosotros—,
de tal modo que, por una parte, la ha experimentado hasta el fondo
de su ser. Ha bebido hasta el fondo esa copa de la soledad de la
traición, y de la soledad del sepulcro. Por eso, desde aquella
primera Pasión, no hay soledad humana, no hay tristeza humana,
no hay pobreza humana de la que Dios esté ausente. No hay
pecado por el que el Hijo de Dios no haya ofrecido su vida, ni pecador
que no haya amado hasta la muerte, que no ame —¡hoy
mismo, ahora!— con un amor infinito. Tú y yo, y todos,
somos el objeto de ese amor
Y por otra parte, como fruto de
ese abrazo a nuestra condición mortal y pecadora —hasta
hacerse uno con cada uno de nosotros—, nuestra humanidad ha
sido ensalzada más allá de lo que nadie, en ninguna
cultura, podría haber soñado o imaginado. Por eso,
en la redención de Cristo, más que en ningún
otro lugar, se revela la verdadera grandeza y la trascendencia de
Dios. Y al mismo tiempo, y por eso mismo, se revela el fundamento
más firme —en realidad, el único fundamento
suficientemente firme— para afirmar la dignidad sagrada de
todo ser humano, sin excepción, y desde el momento de su
concepción hasta su muerte natural.
Celebrar la Semana Santa, celebrar
el acontecimiento único de la muerte de Cristo y de su triunfo
sobre la muerte y sobre el pecado, es, pues, celebrar también
el valor de nuestra vida. Tal vez cuando acompañamos las
estaciones de penitencia de nuestras hermandades y cofradías
no siempre somos conscientes hasta el fondo de todo esto. Pero su
belleza proclama a gritos esa otra belleza, sin la cual lo demás
no sería más que una distracción vacía
y sin sentido: la belleza de haber encontrado en Cristo una misericordia,
una gracia, que “vale más que la vida”, sencillamente
porque la vida sin esa misericordia no tendría más
valor que el que nos asignaran los poderes del mundo, en función
de sus intereses.
Este año, y coincidiendo
con el centenario del Desfile Antológico de 1909 de la Pasión
de Nuestro Señor, el día de Sábado Santo, el
próximo 11 de abril, va a tener lugar en la ciudad de Granada
una celebración extraordinaria de la Pasión del Señor.
Con el nombre de Passio Granatensis (la Pasión Granadina),
22 pasos de gran belleza en los que se conmemoran diversos momentos
de la Pasión de Nuestro Señor, recorrerán las
calles de Granada, siguiendo una preciosa iniciativa de la Real
Federación de Hermandades y Cofradías, que yo he recogido
con gusto y que hoy quiero agradecer públicamente.
Esa estación extraordinaria
de la Passio será un momento especial de gracia, para todos
los granadinos y para todos los que quieran unirse a ese gesto nuestro.
Es un gesto de gratitud a Cristo, el Redentor del hombre, y a su
Madre y nuestra Madre, abogada e intercesora nuestra, la Santísima
Virgen María.
Es un canto a la misericordia infinita
de Dios, que revela su grandeza y su gloria revelando su amor, entregándose
a la muerte por nuestra vida y por nuestra esperanza. ¡Vida
y esperanza para todos, sólo con acoger ese amor que sigue
latiendo, vivo, y accesible a todos, en la comunión de la
Iglesia!
Pero la Passio, igual que cuando
tuvo lugar una vez, la primera vez, en las calles de Jerusalén,
en la humanidad de Cristo, es también un canto a la dignidad
humana. Es un canto a la dignidad y al valor sagrado de la vida
de todos los hombres y mujeres de la tierra: de los hombres explotados
o desechados por intereses políticos o económicos,
de las mujeres abusadas o maltratadas, con mucha frecuencia en nombre
de esos mismos intereses; de los inmigrantes humillados; de los
niños no nacidos, o de los niños convertidos de mil
maneras en esclavos; de los enfermos abandonados y de los ancianos
solos; de los hombres y mujeres destruidos por el alcohol y por
la droga; de las víctimas del terrorismo, de la delincuencia
o de la guerra. Es un canto a la dignidad de todo ser humano, siempre,
en cualquier circunstancia, sin excepción alguna, ni siquiera
la de los enemigos.
La belleza de los pasos proclama
por sí misma que nada ni nadie puede destruir esa dignidad,
porque nada puede destruir el amor con que somos amados. Y proclama
también que hasta en las circunstancias más duras
e incomprensibles de la vida, todo dolor humano puede ser transformado
—ha sido ya transformado, por el abrazo de Cristo—,
en ofrenda y en acción de gracias. Gracias a su amor, nuestros
sufrimientos de hoy no son el absurdo fruto del egoísmo y
la injusticia, o del misterio de la muerte que a todos nos devora,
poco a poco o repentinamente. Gracias a su triunfo sobre la muerte,
nuestros sufrimientos de hoy son Su Pasión de hoy. Y como
aquella Pasión, también ésta desemboca en la
luz de la mañana de Pascua, en la belleza de su gloria, convertida
ya en nuestra gloria. La Passio es un canto y una mirada de reconocimiento
al amor que nos abraza a todos, y una súplica de que no nos
falte jamás esa gracia que todos necesitamos como el aire
para respirar.
Y es precisamente este canto a la
dignidad del ser humano —de todo el ser humano, de todos los
seres humanos, siempre— lo que pone de manifiesto la verdad
del acontecimiento cristiano, la verdad del Dios cristiano.
Queridos fieles granadinos: al darse
entre nosotros, en la Semana Santa de este año, ese acontecimiento
extraordinario que es la Passio Granatensis, os invito a todos a
participar en esa procesión festiva, que va a poner ante
nuestros ojos, de un modo muy bello, el relato entero de la Pasión
del Señor, hasta el anuncio final del triunfo del amor de
Cristo sobre el egoísmo, el pecado y la muerte.
La Passio Granatensis va a traer
a nuestra ciudad a muchos hombres, mujeres y niños de otros
pueblos, de otras ciudades, de otras regiones de España.
Estoy seguro de que sabréis acogerlos con la hospitalidad,
la generosidad y el buen hacer que corresponde a cristianos, y que
es típica de nuestra tradición granadina.
No quiero terminar esta carta sin
dar las gracias a todas las hermandades y cofradías, y a
todos los hermanos cofrades, especialmente a los costaleros, por
el esfuerzo ingente y extraordinario que han hecho y han de hacer
para hacer posible y bella la Passio. Y al Alcalde y al Ayuntamiento
de Granada, y a los servicios municipales, que tan generosamente
han colaborado desde el principio con esta iniciativa eclesial.
A todos os bendigo de corazón,
y os deseo una celebración de la Pascua llena de la alegría
de Cristo resucitado, y una vida en la que nunca falte la conciencia
de la compañía y la presencia de Cristo y la protección
de la Virgen.