CÚLLAR
RECIBE A LA CRUZ Y AL ICONO REUNIENDO A LOS
PATRONOS DEL MUNICIPIO
Isaac Palomino
Ruiz
Cúllar, junio 2011
Del
25 al 26
de mayo la
localidad
de Cúllar
se convirtió un
uno de los
epicentros
del arciprestazgo
del Jabalcón
para recibir
a la Cruz y
al Icono mariano
de la Jornada
Mundial de
la Juventud.
La visita de
estos dos venerados
iconos ha propiciado
un amplio despliegue
de cultos en
la iglesia
parroquial
de la Anunciación,
logrando implicar
de lleno a
la población
de Cúllar
y a todos los
anejos eclesiásticamente
dependientes
de ella.
Destacaron
las Misiones
marianas,
presididas
por la principal
devoción
de la localidad,
Nuestra Señora
de la Cabeza.
El divino simulacro
de María
bajó desde
su ermita para
recorrer durante
varios días
los barrios
periféricos
del pueblo,
por donde no
suele pasar
durante sus
fiestas anuales
de Abril. Con
tal motivo
los barrios
se volcaron
en engalanar
calles y fachadas,
disponiendo
altares y uno
principal para
la celebración
de la eucaristía
que cada día
tenia lugar.
Cada noche
durmió la
imagen en
una casa
del barrio
correspondiente,
con rezo
del
Santo Rosario,
y vigilia
hasta el
amanecer.
En
la tarde del miércoles
25 la Virgen de
la Cabeza partió camino
del centro de la
localidad, antes
se unió a
la comitiva San
Blas, patrón
venido desde El
Margen. Pasadas
las 10 de la noche,
ambas imágenes
recibieron a la
Cruz y al Icono,
acompañados
por el Obispo de
Guadix, a las puertas
del cementerio
cullarense. Una
vez allí,
los iconos venidos
de Roma entraron
al campo santo
para hacer oración
por los fieles
difuntos, mientras
que la Virgen de
la Cabeza quedó enmarcada
en la puerta del
mismo. Momentos
de gran emoción
para los vecinos,
que veían
como su Virgen,
la Reina y Señora
de Cúllar,
se acercaba a sus
seres queridos,
a los que tanto
la habían
querido en su paso
por esta vida.
Después
se encaminaron
hacia el templo
parroquial, siendo
recibidos por los
vítores
de los vecinos,
el engalanamiento
de calles y petalás,
en especial la
calle San José,
vestida como acostumbra
siempre que la
Virgen de la Cabeza
procesiona y una
espectacular petalá que
dejó en
la calzada una
homogénea
alfombra de flores.
Ya en la plaza
tuvo lugar el
que podríamos
calificar como
segundo acto
principal de
los organizados
para la ocasión.
El cortejo fue
recibido por
las imágenes
de los patrones
de la localidad
y de sus anejos.
Tras una apoteósica
salida del templo,
fueron dispuestos
en un lateral
de la plaza.
Una vez allí la
Cruz, hicieron
uno a uno oración
ante la misma,
dirigida por
el coadjutor
parroquial, y
se encaminaron
de nuevo al interior
de la iglesia.
San Torcuato
de Pozo Iglesias,
San José de
Venta del Peral,
San José de
Venta Quemada,
La Asunción
del Pertiguero,
Virgen de Fátima
de El Sauco,
San Juan Bautista
de las Vertientes,
Virgen de la
Piedad de La
Jamula, San Agustín
y Nuestra Señora
de los Dolores
de Cúllar,
congregaron una
ingente cantidad
de público.
Una vez dentro
del templo, se
bendijo un lienzo
del Papa Juan
Pablo II, que
será venerado
entre sus naves.
Terminado el
acto, un ágape
fraterno, organizado
por el pueblo,
su parroquia
y sus hermandades,
dio comienzo
a la noche de
vigilia. Cada
hermandad cullarense
ostentaba un
turno de vela
y custodia, a
las cuatro tuvo
lugar la exposición
del Santísimo.
A las seis menos
cuarto de la
mañana
la imagen de
la Virgen del
Rosario atravesó el
dintel del templo
para presidir
el Rosario de
la Aurora, acompañado
por los cantos
auroreños
que entona el
grupo musical
encargado de
ellos. El acto,
de gran arraigo
en la localidad,
discurrió sólo
por la plaza,
como testimonio
de lo que en
los amaneceres
de cada domingo
de octubre tiene
lugar por las
calles del pueblo.
Se cerró con
la misa del alba
y desayuno popular.
A primera hora
de la mañana
se trasladaron
de la Cruz, el
icono y la Virgen
de la Cabeza
hasta la Casa
de Caridad, residencia
donde presidieron
la Santa Misa,
para después
proseguir su
recorrido por
la diócesis
de Guadix. La
venerada efigie
de María
retornó al
templo parroquial,
para regresar
de nuevo a su
casa en los días
siguientes, como
así ocurriera
con el resto
de imágenes
patronales allí congregadas
como testimonio
verdadero de
la fe de un pueblo.