LAS MUJERES
COFRADES POR FIN ENTRAN EN EL REINO DE LAS
TRADICIONES
Asociación
Nacional de Cofradías, Hermandades y
Bandas
Febrero 2011
Mucho
se está hablando
estos días
a colación
del decreto de
Mons. Asenjo acerca
de la integración
efectiva de la
mujer en las tres
hermandades sevillanas
que hasta el día
de hoy se negaban
a su participación
como nazarenas
en sus estaciones
de penitencia.
En pleno siglo
XXI, esto viene
a demostrar que
la sociedad sigue
siendo profundamente
machista, como
lo ha sido a lo
largo de la historia
de la humanidad.
Las leyes que sucesivamente
se han ido promulgando
en pos de la igualdad
real todavía
no forman parte
de la memoria colectiva
ni de la conciencia
social.
El argumento esgrimido
hasta la fecha
para esquivar el
exhorto que ya
emitiera Mons.
Amigo fue el de
la tradición.
En otras diócesis,
el mundo cofrade
se está convulsionando
por el terremoto
ocasionado por
el decreto episcopal
con epicentro en
la Hispalis.
Más allá de
consideraciones
políticas
o sociales, a los
cofrades nos debería
de mover la Fe.
La tradición
es algo fundamental,
que duda cabe,
pero lo que aquí se
debe analizar es
la que representan
nuestras estaciones
de penitencia y
nuestra función
y cometido en ellas.
La escenificación
de la Pasión,
Muerte y Resurrección
de Nuestro Señor
es el motivo, la
razón de
Nuestra Semana
Santa. La mujer,
históricamente
se ha viso relegada
a un segundo plano,
aunque sin ella,
por descontado
no habría
Semana Santa. Y
si hemos de atender
a un aspecto puramente
espiritual e histórico,
que es donde se
cimenta la tradición,
no tenemos más
que ver lo que
nos cuentan las
Sagradas Escrituras:
Cuando el Hijo
del Hombre está a
punto de entregar
ya el espíritu
clama "¡Eli,
Eli, lamma sabacthani!",
lo que significa: "¡Dios
mío! ¡Dios
mío! ¿Por
qué me
has abandonado?".
El grito de Nuestro
Señor
interrumpió el
profundo silencio
que reinaba alrededor
de la cruz: los
fariseos se volvieron
hacia Él
y uno de ellos
le dijo: "Llama
a Elías".
Otro dijo: "Veremos
si Elías
vendrá a
socorrerlo".
Cuando María
oyó la
voz de su Hijo,
nada pudo detenerla.
Vino al pie de
la cruz con Juan,
María,
hija de Cleofás,
Magdalena y Salomé.
Con la única
presencia masculina
de Juan, el resto
de los que se congregan
y no abandonan
en ningún
momento al Salvador
son mujeres. Mujeres
que están
al pie de la cruz
soportando insultos,
escupitajos, chanzas,
vejaciones. Pero
ellas aguantan
firmes bajo la
tormenta, sobre
la tierra temblando,
con el cielo resquebrajándose
como testigo eterno
de la más
cruel infamia de
todos los tiempos..
Ellas. Las mujeres.
¿A alguien
le queda duda alguna
de que se han ganado
un puesto a la
que le apetezca
para acompañar
al Señor?
¿Tradición? ¿Historia? ¿Se
mide acaso la condición
cofrade o la fe
de una persona
de acuerdo con
su género?
Por dignidad,
por decoro, por
decencia moral,
las mujeres tienen
derechos a participar
como nazarenas
o en el lugar que
deseen en nuestras
estaciones de penitencia.
Se lo han ganado
y a pulso.