Alejandro Guindo
Rodríguez
El Muñidor Digital
Granada, septiembre 2012
El pasado
10 de septiembre dimos un paso, corto pero emotivo,
hasta nuestro convento-sede
después
de las obras de acondicionamiento de la capilla. Un pequeño
paso para devolver a sus lugares habituales de culto
a las Sagradas Imágenes del Santo Crucifijo de
San Agustín y de Nuestra Madre de Consolación.
Una colgadura en la
Casa de Hermandad –“sin
caridad nada somos”- nos recordaba la profunda
naturaleza de ese paso: la solidaridad. La papeleta de
sitio, tanto en el traslado de ida como en el de vuelta,
consistió en alimentos no perecederos para los
más desfavorecidos. Su sufrimiento está en
los rostros de Jesús y de María, y huelga
decir que son ellos los preferidos del Señor.
Los
hermanos y hermanas de nuestra corporación
cumplieron con el compromiso y con las expectativas.
Acompañaron a nuestros Sagrados Titulares con
1.106 kg. de alimentos entre las dos citas, la de julio
y la de septiembre. Todo ello en productos que pueden
valorarse en torno a los mil doscientos euros. Los hemos
visto personalmente en nuestra Casa de Hermandad. Allí,
apilados bajo un cuadro del Cristo de San Agustín,
estaba este fruto solidario. Se ha destinado íntegramente
a las necesidades que atiende Cáritas Diocesanas
de la Virgen de las Angustias. Justo es subrayar
su callada pero intensa labor en estos tiempos.
Seguimos
dispuestos a colaborar, es una exigencia de nuestro
compromiso cristiano y cofrade.
Por eso, durante el curso que ahora comienza intensificaremos
las campañas de caridad, más allá de
la que es tradicional en Navidad o de las acciones
que venimos realizando durante años a favor
de nuestra religiosas y de diversas necesidades que
se nos presentan. En principio, y a falta de concretar
más actuaciones, recogeremos alimentos en la
Casa de Hermandad, durante su horario habitual de apertura
semanal, y también en el convento. Actuaremos
en coordinación con Cáritas Parroquial
de las Angustias, a cuya demarcación pertenecemos,
y tenemos el sincero deseo de aportar algo en este
mar de necesidades. Algo material, pero también
nuestro tiempo, el voluntariado, la mano tendida,
una sonrisa…
Es la dimensión samaritana
que siempre han tenido las cofradías, como la nuestra,
y que hoy urge recuperar con plenitud. Ya se sabe, donde
hay caridad y amor allí está el Señor.