LA VERDAD DE LO QUE HA
DICHO EL PAPA SOBRE EL PESEBRE
Teresa Berdugo
Villena
Padul, noviembre 2012
El
Papa no ha dicho lo que los Medios de Comunicación
dicen que ha dicho.
Lo puedes comprobar leyendo
el original, del que se ha sacado el extracto que sigue
a continuación:
Benedicto XVI recoge en su libro la cita del Evangelio
de Lucas 2, 7 y escribe: "María puso a
su niño recién nacido en un pesebre."
Después de comentar el sentido del "pesebre" en
S. Agustín, continúa diciendo:
"Como se ha dicho,
el pesebre hace pensar en los animales, pues es allí donde
comen. En el Evangelio no se habla en este caso de
animales. Pero la meditación
guiada por la fe, leyendo el Antiguo y el Nuevo
Testamento relacionados entre sí, ha colmado
muy pronto esta laguna, remitiéndose a Isaías
1,3:«El
buey conoce a su amo, y el asno el pesebre de
su dueño; Israel no me conoce, mi pueblo no comprende.»
Peter Stuhlmacher hace notar que probablemente también
tuvo un cierto influjo la versión griega de
Habacuc 3,2: «En medio de dos seres vivientes...
serás conocido; cuando haya llegado el tiempo
aparecerás». Con los dos seres vivientes
se da a entender claramente a los dos querubines sobre
la cubierta del Arca de la Alianza que, según
el Éxodo (25,18-20), indican y esconden a la
vez la misteriosa presencia de Dios. Así, el
pesebre sería de algún modo el Arca de
la Alianza, en la que Dios, misteriosamente custodiado,
está entre los hombres, y ante la cual ha llegado
la hora del conocimiento de Dios para «el buey
y el asno», para la humanidad compuesta por judíos
y gentiles.
En la singular conexión entre Isaías
1,3, Habacuc 3,2, Éxodo 25,18-20 y el pesebre,
aparecen por tanto los dos animales como una representación
de la humanidad, de por sí desprovista de entendimiento,
pero que ante el Ni o, ante la humilde aparición
de Dios en el establo, llega al conocimiento y, en
la pobreza de este nacimiento, recibe la epifanía,
que ahora enseña a todos a ver. La iconografía
cristiana ha captado ya muy pronto este motivo. Ninguna
representación del nacimiento renunciará al
buey y al asno" (páginas 76-77).
Si quieres una explicación más completa,
lee también el archivo adjunto: Pesebre, Asno,
Buey
¿Qué pasa
con los belenes?
¿Qué es lo que ha escrito el Papa sobre
la mula y el buey? ¿Se los ha cargado? ¿Ha
mandado que no se pongan en los belenes?
En primer lugar hay que ser honestos y ver qué es
lo que ha escrito el Santo Padre, en concreto sobre el
pesebre y la presencia de animales en él. Estos
serían los párrafos en cuestión:
Escribe el papa Benedicto que “San Agustín
ha interpretado el significado del pesebre con un razonamiento
que en un primer momento parece casi impertinente, pero
que, examinado con más atención, contiene
en cambio una profunda verdad. El pesebre es donde los
animales encuentran su alimento. Sin embargo, ahora yace
en el pesebre quien se ha indicado a sí mismo
como el verdadero pan bajado del cielo, como el verdadero
alimento que el hombre necesita para ser persona humana.
Es el alimento que da al hombre la vida verdadera, la
vida eterna. El pesebre se convierte de este modo en
una referencia a la mesa de Dios, a la que el hombre
está invitado para recibir el pan de Dios. En
la pobreza del nacimiento de Jesús se perfila
la gran realidad en la que se cumple de manera misteriosa
la redención de los hombres”.
Continúa el Papa: “Como se ha dicho, el
pesebre hace pensar en los animales, pues es allí donde
comen. En el Evangelio no se habla en este caso de animales.
Pero la meditación guiada por la fe, leyendo el
Antiguo y el Nuevo Testamento relacionados entre sí,
ha colmado muy pronto esta laguna, remitiéndose
a Isaías 1,3: «El buey conoce a su amo,
y el asno el pesebre de su dueño; Israel no me
conoce, mi pueblo no comprende.»
Peter Stuhlmacher hace notar que probablemente también
tuvo un cierto influjo la versión griega de Habacuc
3,2: «En medio de dos seres vivientes... serás
conocido; cuando haya llegado el tiempo aparecerás».
Con los dos seres vivientes se da a entender claramente
a los dos querubines sobre la cubierta del Arca de la
Alianza que, según el Éxodo (25,18-20),
indican y esconden a la vez la misteriosa presencia de
Dios. Así, el pesebre sería de algún
modo el Arca de la Alianza, en la que Dios, misteriosamente
custodiado, está entre los hombres, y ante la
cual ha llegado la hora del conocimiento de Dios para «el
buey y el asno», para la humanidad compuesta por
judíos y gentiles.
En la singular conexión entre Isaías
1,3, Habacuc 3,2, Éxodo 25,18-20 y el pesebre,
aparecen por tanto los dos animales como una representación
de la humanidad, de por sí desprovista de entendimiento,
pero que ante el Niño, ante la humilde aparición
de Dios en el establo, llega al conocimiento y, en la
pobreza de este nacimiento, recibe la epifanía,
que ahora enseña a todos a ver. La iconografía
cristiana ha captado ya muy pronto este motivo. Ninguna
representación del nacimiento renunciará al
buey y al asno” (páginas 76-77-78).
Ahora podemos describir lo que de verdad ha escrito
el papa Benedicto XVI:
En primer lugar, como el Evangelio, quiere que dirijamos
la mirada a lo fundamental, y lo fundamental es que
el Hijo de Dios se hizo hombre naciendo en Belén
de Santa María la Virgen por obra del Espíritu
Santo.
Jesús nace de una mujer, es verdadero hombre.
Pero nace de María por obra del Espíritu
Santo, sin intervención de varón, es
verdadero Dios. Y esa intervención directa de
Dios es signo del amor de Dios que acude en ayuda de
la humanidad que
no puede darse a sí misma un Salvador. Un ser
humano nacido de un hombre y de una mujer nunca podrá ser
la persona perfecta que nos salve. Dios, dice el teólogo
K. Rahner, “se nos entrega a sí mismo
de manera inefablemente libre. Esta realidad en María
no tenía que vivirse sólo en las disposiciones
de su corazón, sino que debía expresarse
en todo su ser, incluso en su corporeidad; tenía
que manifestarse y representarse en su existencia corporal.
Por ese motivo, María es Virgen en el espíritu
y en el cuerpo, única en todo el plan de Dios”.
Estos dos puntos hacen que en el centro de nuestro
belenes esté Jesús, acompañado de
María, su madre, y de José, esposo de María.
José, acogiendo a María y a Jesús,
haciendo las veces de padre, y junto con Jesús
y María, nos hablan de la importancia de la familia.
Y además de esta manera José, que es descendiente
de David, colabora para que se cumplan las Escrituras
que anunciaban que el Mesías pertenecerá a
la descendencia de David. Nosotros, como san José,
podemos colaborar para que Jesús sea acogido en
medio del mundo con credibilidad, será así si
vivimos con autenticidad nuestra fe. A ello nos quiere
ayudar la celebración de este “Año
de la fe” y el mismo libro del Papa sobre “La
infancia de Jesús”.
¿Qué pasa con el pesebre? El pesebre,
tal y como el mismo Papa lo recuerda, es el lugar donde
se coloca el alimento. Jesús es colocado en el
pesebre. De este detalle, el Papa como buen pedagogo
y siguiendo a su gran amigo san Agustín, nos dice
que ya desde la Navidad estamos invitados a acoger a
Jesús como “el alimento que da al hombre
la vida verdadera, la vida eterna”. Así cuando
contemplamos un belén podemos fortalecer nuestra
fe en Jesús que es, como Él dijo de sí mismo, “el
Pan de Vida”. Cada belén nos ha de ayudar
a valorar el gran don de la Eucaristía, y de
cada Misa.
Y, ¿qué pasa con los animales? El Santo
Padre comienza recordando algo que es verdad: en los
evangelios no se menciona la presencia de animales.
Pero, continúa recordando que como el pesebre
es el lugar dónde se alimentan los animales, la
comunidad cristiana muy pronto entendió que no
es extraña
la presencia de animales en torno al recién
nacido. Pero no llenó de cualquier manera esa
laguna de los evangelios, los cuales van a lo esencial.
Nuestros
primeros hermanos acudieron a varios textos del Antiguo
Testamento.
¿Qué textos del Antiguo Testamento
sirvieron como fuente de inspiración para que
en la iconografía (es decir en las pinturas
y grabados, en las esculturas y en los retablos)
aparezcan el asno y el buey, o la mula y el buey?
El Papa recuerda
tres textos:
Isaías 1,3: «El buey conoce a su amo,
y el asno el pesebre de su dueño; Israel no me
conoce, mi pueblo no comprende.». Este texto quiere
indicar que esos animales saben quiénes son sus
señores y quiénes les dan de comer, pero
Israel, que representa la humanidad, no reconoce a quién
es su Señor y quién le da la vida.
Habacuc 3,2: «En medio de dos seres vivientes...
serás conocido; cuando haya llegado el tiempo
aparecerás». Este texto, en unión
con otro de Éxodo 25,18-20, que habla del arca
de la Alianza, nos recuerda a los dos seres angélicos,
dos querubines, que están en la tapa del Arca
de la Alianza, y que al mismo tiempo que custodian algo
valioso, señalan ese importante signo
de la presencia de Dios en medio de su pueblo.
De la conjunción de estos textos resultó que
se colocaran junto al Niño un buey y un asno (o
mula). ¿Qué representan? En el fondo, ¿qué misión
tienen?
Por una parte, desde los textos de Habacuc
y Éxodo,
ellos, como los querubines, brindan su protección,
guardan y abrigan, al signo más grande de la presencia
de Dios en medio del mundo: Jesús, el Hijo de
Dios hecho Niño. Y al mismo tiempo que lo custodian,
señalan su presencia. Por eso la mula (o el asno)
y el buey en nuestros belenes nos ayudan a centrar la
atención en lo importante: Jesús.
Por otro
lado, por lo que sugiere el texto de Isaías,
ellos ahora sí que conocen y reconocen a su
Señor,
y a Quién les cuida. Ellos, en el belén,
representan a la humanidad, nos representan a nosotros
que ahora, en Jesús, que es la revelación
plena de Dios, tenemos la oportunidad de saber quien
nuestro Señor, el Señor que nos sirve
y nos alimenta, dándose Él
mismo como alimento.
Dicho todo esto, unas sencillas conclusiones:
Tengamos cuidado, no insultemos a nadie, y menos
llamándole
burro o asno. La figura del asno, junto
con la del buey, nos evoca cosas muy bellas e importantes.
Benedicto XVI siempre quiere que vayamos a lo
esencial, al centro de nuestra fe: Jesucristo.
Y con Él
al encuentro de cada persona, sobre todo de quienes
sufren.
No sucumbamos ante quienes sin leer
el texto, o desde una lectura superficial
de las palabras del Papa,
o con una mala intención nos quieren contagiar desafección
e incluso burla ante el sucesor de Pedro. La víctima
no será Benedicto XVI, a quien muchos no le perdonan
que sea él quien sea el Papa, las víctimas
seremos nosotros, en la medida en que quieren debilitar
los soportes de nuestra fe y la misma fe, haciéndonos
pensar que creemos en cosas trasnochadas o ridículas.
Se lamentan de que el Papa quiera quitar el asno y el
buey, cosa que no es verdad, y ridiculizan la maternidad
virginal de María, acontecimiento que es cierto.
El
Papa dice: “Ninguna representación
del nacimiento renunciará al buey y al asno”.
Pues sigamos con esa hermosa costumbre, además
tengamos en cuenta que el Papa no ha pretendido, ni por
asomo, que quitemos estas dos simpáticas figuras
del belén, al contrario, como he señalado
antes, nos ha ofrecido unas claves muy hermosas y sugerentes
para que las valoremos y sepamos qué significan.
Ojalá que así se lo trasmitamos a nuestros
niños y jóvenes, a los cuales también
ha llegado una imagen distorsionada del Papa
y de sus palabras.
Así pues no sólo no se le puede recriminar
nada al Santo Padre, sino que es preciso una vez más
agradecerle su servicio, realizado como buen pastor,
experto teólogo, y sencillo y eficaz catequista.
Ante
todo demos gracias a Dios porque ha querido ser el
Dios con nosotros. Que la intercesión de santa
María y san José, junto a las simbólicas
imágenes de los animales que abrigan al recién
nacido, nos ayuden a acoger a Jesús, y a creer
en Él, como nuestro Dios y Salvador, Amigo
y Hermano, Origen y Meta de nuestras vidas y de
la humanidad entera.