Cuando Jesús instituyó la Eucaristía
tomó un pan, pronunció la bendición
lo partió y se los dio a los discípulos diciendo:
Tomad y comed, esto es mi cuerpo (Mt 26,26). En esta frase
sorprende el realismo en que se identifica al sujeto “esto” con
el predicado “mi cuerpo”. (La persona de Jesús).
Las palabras de Jesús no dejan lugar a dudas. No
sé trata de una comparación esto es como
mi cuerpo, sino de una afirmación real esto es mi
cuerpo.
El Pan y el Vino pierden en la Eucaristía su sentido
natural como alimento corporal y reciben un nuevo ser,
y un nuevo sentido. Son signos simbólicos reales
de la presencia real y de la entrega personal de Jesucristo,
que se entrega por nosotros.
¿CÓMO SE MANIFIESTA EN LA ULTIMA CENA LA
OBLACIÓN DE JESÚS?
En la última Cena con los Apóstoles la víspera
de su Pasión Jesús anticipa es decir, significa
y realiza anticipadamente la oblación libre de Si
mismo; “Esto es mi Cuerpo que será entregado
por vosotros, esta es mi sangre que será derramada....De
este modo, Jesús instituye, al mismo tiempo, la
Eucaristía como memorial de su sacrificio, y a sus
Apóstoles como sacerdotes de la Nueva Alianza.
En la santa Misa se hace presente real Cristo. Una característica
muy importante del varón apostólico es Amar
la Misa. En la Misa celebramos todos unidos la Comunión;
que es donde nosotros recibimos la Sagrada Comunión
y dónde nuestras preces regalos alcanzan la mayor
plenitud, grandeza expresiva e intensidad.
Sabemos que el único sacramento absolutamente indispensable
para salvarse es el bautismo: si un niño recién
bautizado muere se salva, aunque no haya comulgado. Sin
embargo para un bautizado que ha llegado al uso de razón,
la Eucaristía resulta también requisito indispensable,
según las Palabras de Jesucristo. “Si no coméis
la carne del Hijo del hombre y no bebéis su Sangre,
no tendréis vida Eterna.
La Iglesia ordena en su tercer Mandamiento de la Santa
Madre Iglesia que al menos una vez al año y por
Pascua de Resurrección todo cristiano con uso de
razón debe recibir la Eucaristía.
TRES ASPECTOS FUNDAMENTALES
QUE SE PASAN EN LA CELEBRACIÓN
DE UNA SANTA MISA
La presencia Real y verdadera del Señor.
El auténtico
Sacrificio de Nuestro Señor
y de la Iglesia (o sea, de todos sus
miembros.
La nuestra comunión con Cristo y
con los hermanos.
Por esa razón la Iglesia enseña, que la Eucaristía,
la santa Misa o el santo sacrificio, significa el mismo único
sacramento en lo cual está el propio Dios. Es el
memorial de la pasión, Muerte y Gloriosa Resurrección
de Jesús, es también el sacrificio de los
hermanos que participan que reciben el Señor en
la Comunión, además de ser comida espiritual
para la vida eterna de cada uno.
La Eucaristía es
misterio de fe, sacramento de amor. Debo
amarlo, sacrificio de Dios. Debemos creerlo,
es convite, es comunión. Comunión
= Unión con Dios. Es un trozo
de Pan y de Vino que en la Misa se
convierte ese Pan y ese Vino en el
Cuerpo y en
la sangre de Cristo.
Nos conduce a la vida
Espiritual. Podemos participar, que Jesús entre en
nuestros corazón, dejémosle
que el crezca. Te adoramos rezamos
te pedimos cosas. Estas junto con nosotros/as.
Comemos en esta mesa,
nos unimos a Comulgar. Dios es comida
que sé nos da.
Eucaristía es un regalo en esta
Misa lo celebramos, reunidos en Comunión.
Vallamos al altar. Cristo te invita a
comer su Pan. Sáciate en el altar
Dios es comida que sé nos da.
Dios nos sigue bendiciendo. Acojamos
esa Paz que nos das he venido a la tierra
al Padre “Pan de vida, Pan en el
Señor alimento de vida.
Es la parte más importante de la Misa. La Liturgia de la Palabra y la
Liturgia Eucarística no son dos actos de culto distintos, sino dos momentos
celebrativos de un único misterio.
La Iglesia ha estructurado
la celebración
de la Liturgia Eucarística a partir
de las acciones que corresponden a las
palabras y gestos del Señor en
la Última Cena.
En la Última Cena Cristo instituyó el
convite pascual, por medio del cual el
Sacrificio de la Cruz se vuelve continuamente
presente cuando el sacerdote, que representa
a Cristo, realiza la acción que
el mismo Señor cumplió y
ordenó a sus discípulos
que hicieran en su memoria.
Presentación
de las ofrendas
Primero se prepara el altar
o mesa del Señor, colocando
el Corporal, el Cáliz y el Misal en el altar.
Luego los fieles presentan
en el Altar el pan y el vino que se convertirán en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Las reciben el diácono o el sacerdote.
También pueden traer otras ofrendas, para fines
caritativos o útiles para el sostenimiento del culto.
Se colocan fuera de la mesa del Señor.
¿Qué tradición tiene la presentación
de las ofrendas?
En los primeros siglos de
la Iglesia, los fieles llevaban de sus casas
los dones que debían ser ofrecidos,
y que eran presentados al sacerdote por un diácono.
¿Qué significado tiene este rito de las
ofrendas?
Tiene un significado bautismal, porque sólo
pueden hacer ofrendas los bautizados en comunión
con la Iglesia.
Tiene un significado eucarístico, porque
los dones se presentan para ser consagrados en el
Cuerpo
y la Sangre de Cristo
Tiene un significado antropológico: ese ofrecimiento
de los frutos más representativos del trabajo
del hombre significa el ofrecimiento de cada fiel
en concreto, de su vida, de su trabajo, de sus ilusiones.
Tiene un significado social: no son ofrendas sólo
individuales, sino de toda la Iglesia.
¿El pan y el vino se presentan juntos o por separado?
Se presentan por separado, siguiendo
la tradición
litúrgica. Lo contrario sería además
empobrecer los signos.
A continuación el sacerdote toma entre sus manos
la patena con la hostia y elevándola un poco, recita
una plegaria de bendición. Hace los mismo con el
cáliz.
Antes de presentar el vino se depositan
en el cáliz
unas gotas de agua. Es un rito antiquísimo, porque
parece que así lo hizo Nuestro Señor.
¿Qué simboliza esta mezcla de agua y vino?
El agua simboliza a los fieles y el
vino a Cristo. La mezcla de vino y agua simboliza la
unión de nuestra
naturaleza humana con la naturaleza divina de Cristo.
También simboliza el agua y la
sangre que brotaron el costado de Cristo al ser traspasado
con la lanza.
Oración privada del sacerdote
"Acepta Señor muestro corazón contrito
y nuestro espíritu humilde..."
A continuación viene la oración privada
del sacerdote, y en ocasiones, la incesación de
las ofrendas sobre el altar y del altar mismo, que es
facultativa.
¿Qué simboliza la incensación?
Esa incesación de las ofrendas y del altar mismo
simboliza que la oblación y la oración de
la Iglesia suben a Dios como el incienso. Es una reverencia
anticipada al Cuerpo y Sangre de Cristo, que pronto se
harán presentes
¿Quiénes pueden ser incensados?
Pueden ser incensados también el sacerdote y el
pueblo, después de la incensación del altar.
En la fotografía, un diácono incensa al pueblo
fiel, que está inmerso en la presentación
de los dones colocados en el altar para el Sacrificio.
Lavatorio de manos
Ese rito expresa el deseo de purificación
interior.
Además del gesto práctico de lavarse exteriormente
las manos después de tocar las ofrendas o utilizar
el incensario, simboliza el deseo espontáneo de
purificarse el corazón antes de tocar las cosas
sagradas, santas.
Mientras se lava las manos el sacerdote
ora en silencio: “Límpiame
Señor de mi iniquidad y lávame de mi pecado”.
Es decir, que hace un acto de contrición y se prepara
para celebrar más dignamente el Santo Sacrificio
de la Misa.
Invitación a orar a la que responde el pueblo
El origen de este rito se remonta al siglo VIII.
A continuación, dirigiéndose a todos los
fieles les dice unas palabras que son como el compendio
de la Misa: Orad hermanos para que este sacrificio, mío
y vuestro, sea agradable a Dios, Padre todopoderoso
Todos contestan: El Señor reciba
de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria
de su nombre, para
nuestro bien y el de toda su santa Iglesia
Oración sobre las ofrendas
Es una oración que se recita en voz alta, con las
manos extendidas, y que cierra y condensa el sentido de
esta primera parte de presentación de los dones
Esta oración prepara a la Asamblea para su participación
en la gran oración eucarística.
La Iglesia ruega para que, unidos a la entrega de Cristo,
los fieles ofrezcan su existencia entera a Dios Padre.
Oración Eucarística
La Oración Eucarística es el momento culminante
de toda la celebración.
Es una plegaria de acción de gracias y santificación
El sacerdote invita a los fieles a levantar
el corazón
hacia Dios y a darle gracias a través de la oración
que él, en nombre de toda la comunidad, va a dirigir
al Padre por medio de Jesucristo.
Hay distintas plegarias eucarísticas, que contienen
estos elementos:
Prefacio
La Plegaria Eucarística se inicia con el Prefacio,
que es un canto de acción de gracias a Dios,
por todos sus beneficios.
Aclamación de todo el pueblo
con el sacerdote
Se reza el Santo, Santo, Santo, que es
una alabanza solemne a Dios.
Invocaciones o epíclesis
La Iglesia implora el poder divino para que los dones
ofrecidos por los hombres queden consagrados y se conviertan
en el Cuerpo y la Sangre de Cristo
Conmemoración de los vivos
El sacerdote puede decir los nombres
por quienes tiene intención de orar, o bien junta
las manos y ora por ellos unos momentos. Luego, con las
manos extendidas,
ruega por los reunidos en la Asamblea.
Conmemoración de los santos
Narración de la Institución y consagración
El centro de la Plegaria Eucarística lo ocupa la
narración de la Institución y la Consagración.
Este es el momento de mayor recogimiento
en el que el sacerdote recitando las palabras de Jesús en la Última
Cena, convierte el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre
del Señor.
Anamnesis
Se recuerda la Pasión, Resurrección y Ascensión
de Cristo
Oblación
La Iglesia ofrece al Padre en el Espíritu Santo
la hostia inmaculada, con el deseo de que los fieles se
ofrezcan también a sí mismos
Intercesiones
A continuación, el sacerdote, con los brazos abiertos,
sigue dirigiéndose a Dios Padre pidiéndole
por nuestras necesidades. Pide por la Iglesia y por todos
sus miembros, tanto vivos como difuntos; pide por la
paz y la unidad; etc.
Doxología o alabanza final
Dice: Por Cristo, con Él y en Él, a Ti Dios
Padre omnipotente en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
Y todos responden Amén.
Durante la Plegaria Eucarística no se deben recitar
oraciones o ejecutar cantos, tocar el órgano, etc.
Al proclamar la Plegaria Eucarística el sacerdote
debe pronunciar claramente el texto, facilitando su comprensión
a los fieles. Lo que se recomienda es que el sacerdote
cante el Prefacio, anamnesis, consagración y epíclesis,
según las melodías aprobadas por la autoridad
competente (Directorio, 85)
Rito de la Comunión
Padrenuestro
Comienza con la invitación para
rezar el Padrenuestro.
Durante el Padre Nuestro todos los sacerdotes con celebrantes
extienden las manos, como el celebrante principal.
Todos juntos, el sacerdote y la Asamblea,
recitan esta oración que Cristo nos enseñó. Es
la mejor manera de prepararse para recibir la Sagrada Comunión.
Rito de la paz
Sigue el Rito de la paz por el cual los fieles se expresan
mutuamente la caridad. El sacerdote desea la verdadera
paz a todos, invitando a la Asamblea a manifestar ese mismo
sentimiento.
Ese gesto puede ser: darse la mano,
inclinar la cabeza o un abrazo. Es un gesto de comunión, no de felicitación.
Debe ser un gesto verdadero. No
hay ninguna fórmula.
La paz que se desea ha de entenderse en el sentido bíblico-teológico:
compendio de todo bien, fruto del Espíritu
Santo que lleva a los fieles al amor a Dios y a los
hermanos.
Fracción del pan
El sacerdote toma el pan consagrado,
lo parte sobre la patena y deja caer una parte del mismo
en el cáliz,
diciendo en secreto: El Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor
Jesucristo, unidos en este cáliz, sean para nosotros
alimentos de vida eterna.
Comunión
El sacerdote hace una genuflexión, toma el pan
consagrado y sosteniéndolo sobre la patena, lo muestra
al pueblo diciendo: Este es el Cordero de Dios que quita
el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del
Señor.
A Jesús se le llama Cordero a semejanza de los
corderos que se sacrificaban en el Templo, pero con una
gran diferencia: los corderos del Templo no quitaban el
pecado del mundo, en cambio el “Cordero de Dios” quita
el pecado del mundo.
Antes de comulgar decimos el “Señor no soy
digno...” usando las palabras del centurión
de Cafarnaúm cuando se reconocía indigno
de recibir a Jesús en su casa.
La comunión
El sacerdote comulga y, a continuación, lo hacen
aquellos fieles -es decir, sólo pueden comulgar
los fieles bautizados- que se saben con las debidas disposiciones.
Se han examinado y han reconocido que están en gracia
de Dios (que no tienen ningún pecado mortal sin
confesar).
La Iglesia nos recuerda que “los que van a recibir
el sacramento no lo hagan sin estar durante una hora en
ayunas de alimentos sólidos y bebidas, exceptuando
el agua” (Ritual).
La comunión es un don que el Señor ofrece
a los fieles por medio de un ministro autorizado. Se imita
el gesto del Señor: "se lo dio, diciendo, tomad...".
Por esa razón, la Iglesia no admite que los fieles
tomen por sí mismos el pan consagrado y el cáliz
sagrado; ni que se lo pasen de uno a otro. Ese autoservicio
sería, además, una manifestación de
clericalismo, porque se obligaría a todos a comulgar
en la mano y la Iglesia respeta la sensibilidad de cada
uno. Unos pueden comulgar en la boca y otros en la mano.
Se concluye esta parte con la Oración después
de la Comunión.
¿Cómo vivir bien el ayuno eucarístico?
La Iglesia enseña que quienes van a comulgar, fuera
o dentro de la Misa, han de observar el ayuno de todo alimento
líquido o sólido durante una hora, excepto
cuando se trate de agua o medicamentos.
¿Y los ancianos y enfermos?
Los ancianos y enfermos, así como los que cuidan
de ellos, pueden recibir la Sagrada Comunión aunque
no hayan guardado el ayuno durante una hora.
Código de Derecho Canónico,
919.
Rito de conclusión
Tiene dos partes:
El saludo y la Bendición
final:
El Señor esté con vosotros -Y con tu
espíritu.
La Bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo
y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros- Amén
Se pide la ayuda de Dios para
todos los que han tomado parte en la Eucaristía,
para que Dios les ayude en su vida diaria.
El Amén del pueblo expresa
la confianza en la misericordia de Dios
La despedida.
Hay dos despedidas:
La despedida de los fieles, con una frase sencilla: podéis
ir en paz y la despedida del altar, símbolo de Cristo. El
celebrante principal lo venera mediante un beso, como al
principio. Es una expresión de amor y veneración
de toda la Iglesia a Cristo.
La fórmula Podéis ir en paz indica que se
trata de una misión.
La Eucaristía y el Amor a los demás tienen
que ir siempre juntos. Jesús instituye la Eucaristía
como prueba de su inmenso Amor por nosotros y mide a los
que vamos a participar en ella, que nos amemos como Él
nos Amó.
Los ministros de la Eucaristía deben por tanto,
sobre todo en nuestros días ser iluminados por
la plenitud de esta fe viva, ya la Luz de ella deben
comprender
y cumplir todo lo que forma parte de su Ministerio sacerdotal,
por voluntad de Cristo y de su Iglesia.
La Eucaristía es el mismo Jesús, "Nuestro
amigo, en el podemos confiar, tenemos la opción,
la oportunidad de contárselo todo." Comemos
su pan y bebemos su propia Sangre. Nos da alegría
de poder recibirlo, Nos transmite tranquilidad, Paz;
confianza, sobre todo cuando lo hacemos bien, cuando
lo recibimos
como es debido.
Escuchamos lo que Él nos dice. Él
sabe todo lo que hacemos, todo lo que pensamos hasta
en lo profundo
de nuestro ser.
El quiere que estemos en unión con Él. Que
lo amemos, que lo respetemos. Todos en un mismo Amor. Amar
la Eucaristía, es amarlo a Él mismo. A Jesús
sacramentado. Hay un factor importante que tenemos que
tener en cuenta y ese factor es la fe, sin la fe no puede
haber Eucaristía.
Pues que Jesús nos aumente, nos dé la fe,
la fuerza necesaria para creer que Él está ahí en
ese trozo de Pan. Que bajo se queda en ese pequeño
trozo de pan, pues asín es que Vivamos la fé;
que podamos ver a Jesús por medio de la Eucaristía.
Queremos respirar hondo y disfrutarte.; olor suave, paciente,
manso, y cercano.
Ternura del Amor de Dios, mano que me levanta, me acaricia
y me perdona sostenme siempre en tu presencia.
Gracias por ser tan necesario, tan cercano,
tan mío, “Tan
nuestro" ¡Cuerpo y Sangre de Cristo alimenta
mi Cuerpo y santifica mi al para que guste siempre de
las delicias de tu Amor.
SI TÚ TE QUEDAS, TE PROMETO JESÚS QUE YO
TAMBIÉN
Te miro Jesús en el Sagrario, tan silencioso, humilde
y compasivo. Desde esa pequeña cárcel de
amor ves al mundo, te ofreces junto al dolor de cada hombre
que sufre. Estás ahí y no te has ido, sigues
cumpliendo tu promesa de quedarte con nosotros todos los
días hasta el final.
Postrado ante Ti, con unas lágrimas que caen al
pensar en tantos que en otra tierra lloran por la guerra,
pienso en tu perseverancia con el hombre. Estás
ahí aunque muchas veces pasas inadvertido, eres
testigo de nuestra maldad, de nuestro pecado, de nuestra
indolencia, pero no te vas... sigues anclado como la Piedra
Fundamental que sostiene al mundo.
Al encontrarte aquí todavía a pesar de nosotros,
se enciende mi esperanza y lo puedo entender: Tú sigues
creyendo en mí y en cada hombre, sigues creyendo
en las semillas de bondad que has puesto en nuestro corazón,
sabes que tu Amor al final vencerá tanta injusticia,
tanta miseria, tanta crueldad.
Vivo yo pero no soy yo es Cristo quien
vive en Mí.