LA HERMANDAD DE LA BORRIQUILLA
DE PADUL ACOMPAÑÓ A LA ESPERANZA MACARENA
EN LA VUELTA A SU TEMPLO
Francisco Molina
Muñoz
Padul, junio 2014
El
pasado 31 de mayo partimos en autobús
un numeroso grupo de cofrades y seguidores de la Hermandad
de Ntro. Padre Jesús de la Victoria y Ntra.
Sra. del Valle (La Borriquilla) de Padul, para ser
testigos de primera línea del traslado de la
Esperanza Macarena, desde la Plaza de España
hasta su sede canónica.
Cincuenta años han pasado desde que fue coronada
canónicamente y su hermandad ha hecho cuanto
ha estado en su mano para darle todo el esplendor y
realce posible a tan señalada efemérides.
Decenas de miles de fieles han acompañado a
la Señora desde que salió de su templo
camino de la Santa Iglesia Catedral de Sevilla, donde
se celebrarían los solemnes actos en su honor,
entre ellos, quizá el más multitudinario,
el besamanos que durante varios días se ha realizado
durante varios días y prolongado, de forma ininterrumpida,
desde la mañana hasta altas horas de la madrugada.
El día 31 de mayo, tras salir de la Catedral
aproximadamente a las ocho de la mañana, llegó a
la Plaza de España, donde le esperaba un altar
acorde con la ocasión, siendo sus dimensiones
enormes y el lujo y buen gusto con que fue construido
evidentes.
Una multitud de representaciones de hermandades y cofradías,
así como de fieles, ocuparon hasta el último
rincón de la plaza, donde se celebró la
Santa Misa, bajo un sol de justicia y una temperatura
que rondaba los treinta y seis grados a la sombra.
Pero ni así quería nadie perderse el
paso de la Esperanza Macarena, manteniéndose
a pie firme y aliviándose del calor como mejor
podían.
Los paduleños, nada más llegar nos disgregamos
en distintos grupos, cada uno con su idea preconcebida
sobre como pasar las horas que restaban hasta la medianoche,
hora marcada para iniciar el regreso.
El grupo en el que, junto a mi esposa, me integré,
tomo posiciones junto a la verja de salida de la Plaza
de España y, justamente en este lugar, pudimos ver,
sin demasiados agobios, el paso de la Esperanza Macarena,
así como buena parte de las representaciones corporativas
que las precedían.
Tras
un descanso, aprovechado para refrescarse y descansar un
poco, volvimos a ponernos en marcha para
ver la salida
del palio desde la Fábrica del Tabaco. Dicho sea
de paso: la multitud allí congregada hacía
imposible poder moverse y dificultaba incluso poder respirar.
No obstante toda incomodidad fue poca comparada con la
emoción sentida al ver salir a Nuestra Señora.
Una maravilla de trabajo costalero y un portento de organización
y buen hacer.
Volvimos a las doce de la noche, cuando en el horizonte
se vislumbraban relámpagos que presagiaban tormenta,
pero que no llegó a materializarse sobre la capital,
permitiendo que la procesión siguiese su curso sin
más novedad.
Nosotros, cansados por el intenso día vivido, volvimos
a Padul. No obstante nos sentíamos felices y afortunados
de haber estado allí y vivido los momentos que vivimos.