Francisco
Molina Muñoz
Albuñuelas, 28 de octubre de 2015
Aún
resuenan en el aire, como espectros atrapados en el tiempo,
tres golpes de “llamaor”… Murmullo costalero
bajo el paso… “Todos atentos, que se va a llamar”…
…Poco
antes, en la sacristía, el Cabildo de Oficiales,
reunido de urgencia, afrontaba la que quizá era
la decisión más dura y crucial que,
en su corta historia, debía tomar la Hermandad.
De ella dependía la Salida Extraordinaria
del Tricentenario de Nuestro Padre Jesús Nazareno.
Los “gurús del tiempo” enviaban
mensajes contradictorios en sus pronósticos
a corto plazo. Los había muy pesimistas y los
había casi optimistas. El caso es que todos
vaticinaban lluvia para las horas que el Nazareno de
Albuñuelas estaría en la calle…
Los pros y contras que cada posible decisión
que tomásemos comportaba un riesgo que asumir. Por
un lado la posibilidad de que la lluvia apareciese y, además
de deslucir la procesión, dañase la imagen
de Nuestro Padre Jesús Nazareo. Por otro lado la
decisión más conservadora supondría
llevar la imagen a la puerta para que lo viese el pueblo,
pero sin salir a la calle. Fuese cual fuese la decisión
que se adoptara, sería la que marcase el acto más
importante de los programados para el tricentenario…
Llamo a
uno de la trasera, mientras el Hermano Mayor toma la
decisión definitiva, tras oir todas las opiniones…
…”¡
Juanfran!”. “¡Dime,
Paco, dime…!”. “¡Todo
el mundo puesto. Vamos de retranqueo!”. “¡Llaaama
cuando quieras, Paco, llaaama cuando quieras!”.
Segundos de nervios contenidos y músculos
tensos, como cuerdas de arco… ”¡Tooos
por igual, güena gente… A esta éh!”… Bajo
el paso se oye un murmullo: “A pulso...
a pulso”.
Un tiempo eterno de apenas dos segundos, y un
golpe seco del “llamaor” vuelve a
resonar en la iglesia. La cuadrilla de costaleros,
todos a una,
con una suavidad y lentitud dignos del primor
y el cariño de una madre, elevan la imagen
del Nazareno.
Siento como mi voz rasga el silencio… “¡Váaaamonos
de frente!”… Las órdenes concisas
y precisas se van sucediendo, mientras el paso y
cuanto a él va ligado es sometido al inusual
castigo del “retranqueo”. Los candelabros
de cinco luces se balancean con elegancia, para recuperar
su forma al instante siguiente. El exorno floral
ondea como mansas olas y el Nazareno, pelo al aire,
se mantiene firmemente fijo en su peana… Todo
está listo…
El Hermano Mayor
sube al Altar Mayor y se dirige a uno de los
micrófonos… “La
junta de Gobierno de la Hermandad de Nuestro Padre
Jesús Nazareno y Nuestra Señora de
las Angustias, reunida en Cabildo de Oficiales,
ante las últimas previsiones del tiempo,
que pronostican un riesgo de lluvia para Albuñuelas
próximo al cuarenta por ciento, ha acordado
que Nuestro Padre Jesús Nazareno saldrá en
Procesión Extraordinaria. No obstante, si
cayesen, aunque solo fueran unas gotas de lluvia,
la suspendería de forma inmediata y se emprendería
el regreso al templo.”
La suerte estaba echada. Nos encomendamos
en las manos de Jesús Nazareno… “¡Costaleros,
costaleras, en este momento histórico, Nuestro Padre
Nazareno, cumplidos sus trescientos años, saldrá en
procesión solemne por las calles de su pueblo repartiendo
fe y consuelo para quienes la hayan perdido o lo necesiten,
vamos a pedirle con humildad que nos ilumine y de fuerzas
para hacer que nuestro trabajo sea digno de Él…¡Padre
nuestro, que estas en el cielo…!“.
Concluye la oración y, a renglón seguido
apostillo: “¡Que
Nuestro Padre Jesús Nazareno guie nuestros pasos!”…
Silencio. Silencio solo roto por el “racheo” de
pies y ordenes de capataces… Despacio, imperceptiblemente se acerca el coro y, con él,
el primer obstáculo de la salida... ¡Ha pasado
con apenas un dedo de margen!… ¡Bien!
“¡Pararse
ahí!” Los
cuatro “zancos” desaparecen como por
ensalmo y los faldones son absorbidos desde el interior
del paso, como una medusa que recogiese sus tentáculos.
Faltan unos centímetros para franquear el
dintel de la puerta de madera. Esto va en serio… “¡A
tierra por igual”! y como un solo
ser, el paso, desciende dócilmente y comienza
a avanzar. Pie izquierdo por delante. “¡Menos
paso!... ¡Más
a tierra la delantera… Más a tierra
la delantera…!” Estamos en
el dintel de piedra y la escalera. La cosa se complica,
hay
que redoblar esfuerzos y pedir un sacrificio extra
a la cuadrilla… “¡Más
a tierra la delantera!”… asoma
Nuestro Padre Jesús. Alguien lo comparó con
el parto de una madre que alumbra su hijo al mundo
tras mucho tiempo en su seno. En la calle apenas
se oye algún susurro inmediatamente acallado
por un siseo… Nuestro Padre Jesús Nazareno,
por primera vez en sus trescientos años, sale
a la plaza de la iglesia sobre los costales de su
primera cuadrilla de costaleros, hombres y mujeres,
todos costaleros y costaleras, diríase cirineos,
del Nazareno, a quienes nada importa su procedencia,
ya sean de Albuñuelas, Padul, Dúrcal,
Híjar, Lanjarón, Talará o Múrchas… Nadie
es forastero en el mundo costalero, todos son hermanos…
La multitud
expectante y emocionada por lo que estaba viendo y viviendo,
rompen espontáneamente en aplausos y lágrimas,
atónita por la belleza de lo que estaba teniendo
lugar ante sus ojos… Tranquila, al fin, viendo que
su Nazareno, ¡Nuestro Nazareno!, salía indemne,
con dificultad, pero con digna elegancia, de la iglesia
e iniciaba su majestuoso caminar por las intrincadas calles
de Albuñuelas… Sus ojos nos guiaban, mientras
sus manos nos protegían… ¿Qué más
se podía pedir?
“Revirá” a
izquierdas y al son de la Marcha Real, que en esos momentos
suena interpretada por la Agrupación Musical “La
Salud”, de Churriana de la Vega. Se traspasa el cancel
de la plaza, iniciándose así la dura y difícil
cuesta que lleva a la “Casa del Cura”. Poco
más que ¡Bravo! se puede decir de esa “gente
de abajo” que, pasando por alto la incomodidad del
paso y las estrecheces y desniveles de la calle, son capaces
de andar elegantemente, como debe ser, haciendo que el
Nazareno “ande” al compás de las marchas
que no dejan de sonar.
¡Relevo!...Entra
la cuadrilla de los “grandes”, aunque grandes
son todos… Camino de la Plaza del Ayuntamiento se
suceden los vivas al Nazareno y los aplausos a su paso. “Izquierdos,
costeros, alargamos o menos paso” marcan el ritmo
del andar costalero. El Nazareno enamora a quienes lo tienen
tan cerca que casi pueden tocarlo con la mano. Tan cerca
que se puede apreciar sin dificultad el cambio obrado,
como por ensalmo, en la forma de mostrarse a sus devotos:
majestuoso y próximo, divino y humano a la vez… Algo
ha cambiado en la gente que se agolpa al paso del Nazareno.
Al pasar se oyen comentarios: “¿Te has fijado
lo bonito que va? ¿Por qué no ha salido antes
así?¿Seguirá saliendo de esta manera
todos los años?...” Ante esto solo puedo sentirme
orgulloso del trabajo de mis costaleros y del equipo de
ayudantes…
La lluvia,
la temida lluvia, en forma de cuatro gotas, hace
acto de presencia. Jesús, el Hermano Mayor,
se acerca. “Hay que dar la vuelta, esto no
pinta bien. El tiempo se está poniendo feo
y nos puede caer un chaparrón”. Sin
dilación se reorganiza el cortejo, haciendo
eso que en el argot cofrade se ha dado en llamar “un
calcetín”, que no es más que
darse la vuelta sobre sí mismo. El paso gira
en redondo y se emprende la vuelta al templo, tal
y como se había acordado. La banda sigue tocando
y la cuadrilla trabajando las marchas, aunque con
la aprensión propia de las circunstancias.
Hay una traca en honor al Nazareno, prevista y sufragada
por el Ayuntamiento, pero ante el incremento de la
intensidad de la lluvia, se opta por relevar la cuadrilla
en tanto se lanzaban los cohetes.
Se ha relevado y la traca ha llenado el cielo, el
negro y plomizo cielo, de luces fugaces y atronadoras
explosiones. El Nazareno prosigue su recogida, ahora
ya con apenas unas furtivas gotas que se escapan
de las nubes.
La cuesta
que se bajó con la cuadrilla de los “pequeños” es
subida por la de los “grandes”… ¿Corriendo? ¡Nooo!,
a paso costalero, elegante y contenido, Nuestro Padre
Jesús lo merece y sus fieles lo agradecen
con lágrimas de emoción que, desde
los ojos, les ruedan por las mejillas. Poco a poco,
como no queriendo acabar, el Nazareno traspasa los
límites de la plaza de la iglesia, volviendo
a cruzar el cancel que, apenas hora y media antes,
había atravesado para iniciar su
Procesión
Extraordinaria, a la que se han sumado multitud de
Hermandades y Cofradías de Albuñuelas,
el Valle de Lecrín y otras venidas de fuera.
Ya en la plaza se gira el paso para dejarlo centrado con
el arco de piedra de su puerta, dando la cara a los fieles,
devotos y curiosos que se agolpaban, para despedir a Nuestro
Padre Jesús Nazareno.
Relevo, relevo, es la voz que fugazmente
se oye y que indica que la cuadrilla de los “pequeños” entra
para cumplir su misión, mientras la de los “grandes” sale
satisfecha del deber cumplido.
Se
repite la desaparición de las
patas y los faldones, mientras Jesús Nazareno,
costaleros a tierra, entra trabajosa y felizmente al
interior del templo… Despacio, muy despacio,
con poco paso, se aproxima al altar mayor, mientras
la banda acompaña incansable, incluso en el
interior de la iglesia…
Última “revirá” a izquierdas y el
paso queda junto al camarín del Nazareno. “¡Ahí queó!”… Pronto
volveremos a estar contigo, Jesús Nazareno.
Momento es ahora de vivas y aplausos hacia ti.
Nosotros, humildes pies orantes, nos retiramos
en silencio, entre
abrazos fraternales y besos de hermano, con lágrimas
en los ojos y el cuerpo sudoroso por el esfuerzo realizado.