Jessica Salazar
Durán
Nerea Salazar Durán
Albuñuelas, 28 de octubre de 2015
Todo
comenzó con el tricentenario
de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Estaba la hermandad
preparando todos los eventos que había previsto
para la celebración, entre ellos, la procesión
de la Sagrada Imagen del Nazareno, la cual saldría
por primera vez en un paso a costal, en realidad era
la primera vez que en Albuñuelas saldría
en procesión un paso como este. Para ello era
necesaria la participación de gente. Gente comprometida
que se ofreciera a ser costalero/a, sin importar sexo,
edad o procedencia.
Cuando
nos enteramos de la noticia por Jesús,
el Hermano Mayor, sin pensarlo dos veces le dijimos: “Cuenta
con nosotras”.
Tuvimos
una primera reunión,
en la que conocimos a nuestro Capataz, su mujer y
nuestro Contraguía. El Hermano Mayor también
asistió y los pocos de Albuñuelas que
se ofrecieron para ser costaleros.
Nuestro Capataz y
Contraguía nos midieron,
enseñaron como se hacía el costal y
como teníamos que andar, ya que era nuestra
primera vez. Después de esta reunión
vino un periodo ensayos, en los que nos fuimos reuniendo
todos los hermanos costaleros.
Para muchos de vosotros,
tres ensayos pueden parecer muy pocos, pero no
disponíamos de más
tiempo y, aunque se nos hacían muy cortos,
fueron muy intensos, ya que estaban llenos de ilusión,
pasión y fe.
Desde el primer momento en que nos metimos debajo del
paso nos “picó el gusanillo” (sentimiento
que nace desde el fondo del corazón, pero ya estaba
brotado en nuestra alma, porque es un don que Dios nos
da desde antes de nacer).
Poco
a poco pasaba el tiempo, sin darnos cuenta de que
el
gran día estaba cerca. La noche
de la víspera fue para nosotras... Como explicarlo...
Como para un niño su Noche de Reyes. Noche llena
de nervios e ilusión, en la que, con ansiedad,
esperan sus regalos. Pues nosotras igual, esperando
nuestro gran regalo: Ser tus pies Señor, porque
si tus pies están cansados no te preocupes,
tus costaleros andarán por ti.
Tras
una noche llena de desvelos, salió el
sol y, de repente, era el gran día: “17
de octubre de 2015”. Amaneció un día
soleado y caluroso… y pensábamos: “Que
buen día hace para la procesión”.
Pero a lo largo de la mañana todo fue cambiando,
fueron apareciendo nubes que poco a poco se adueñaron
del cielo. Aun así no perdíamos la
esperanza. La procesión era a las siete de
la tarde y no se esperaba lluvia. Sin embargo, entre
las cinco y media y las seis, cayó un diluvio
y las previsiones de lluvia no auguraban nada bueno,
por lo que la Junta de Gobierno tuvo que reunirse
y decidir qué hacer.
Mientras
tanto, esperábamos el momento, reunidas
con nuestros hermanos costaleros, disponiéndonos
a hacer el costal y mirar al cielo. Nos daba la impresión
que no habíamos hecho bien el costal y que
no se nos iba a aguantar en la cabeza, pero nos salió bien,
todo fue fruto de los nervios.
Casi rondando la hora de salida, el Hermano Mayor, la
Junta de Gobierno, el Capataz y el Contraguía decidieron
reunirse con nosotros, para saber que pensábamos
e informarnos de la situación. Tras esto nos pusimos
la faja y el costal, entramos al paso y nos dispusimos
a realizar un pequeño retranqueo, previo a la salida.
Nos pusimos en el palo, embargadas por la emoción,
el sentimiento, los nervios y la ilusión, al decir: “Señor
estamos aquí por ti y para ti”.
Rezamos
con toda la cuadrilla la oración
que nuestro Padre nos enseñó:
“PADRE NUESTRO, QUE ESTAS EN EL CIELO, SANTIFICADO
SEA TU NOMBRE, VENGA A NOSOTROS TU REINO, HAGASE
TU VOLUNTAD AQUÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO,
DANOS HOY NUESTRO PAN DE CADA DÍA PERDONA
NUESTRAS OFENSAS ASÍ COMO NOSOTROS PERDONAMOS
A LOS QUE NOS OFENDEN NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN
Y LIBRANOS DEL MAL. AMÉN”.
Llama el
capataz: “Todo el mundo puesto…”, “Todos
por igual…” (Cada vez estábamos
más nerviosas), todos nos preparamos a escuchar… “A
esta es…”. Y de pronto, el seco sonido
del “llamaor” marcó la “levantá”.
En este momento nos invadió una inmensa emoción,
acompañada de un escalofrío que nos
erizó el vello y nos recorrió todo
el cuerpo.
Comienza
a escucharse el rachear de los pies (llegamos al
dintel de la
puerta)… Se oye de nuevo la
voz del Capataz: “Más a tierra la delantera… más
a tierra la delantera…” y los primeros
acordes de la banda anunciando, al son de la Marcha
Real, que nuestro Señor ya está en
la calle. Aplausos… y de nuevo sientes esa
emoción que recorre tu cuerpo. El pie izquierdo
arranca su primer paso, al son del redoble del
tambor... Ya nos vamos de frente.
El sentimiento es profundo,
todo sucede rápido. No tarda en llegar el momento
en el que debes de salir, toca relevo. ¡Qué corto
se te hace! Pero sigues tras Él, esperando con muchas
ganas que te toque de nuevo. Y ahí está otro
relevo. Te centras en escuchar la marcha que interpreta
la banda y te vas dejando llevar. De nuevo aparece una
nube, y de esta se desprenden unas gotas que amenazan con
ir a más… ¡Hay que dar la vuelta! Sin
ganas nos disponemos a llevar al templo la Sagrada Imagen.
Al momento escuchas la voz del Capataz que dice: “¡Vamos
a darle paso!”, pero tú no quieres acabar...
Sin querer ralentizas tu paso. Llega otro relevo y lo único
que pides es una marcha más. Deseas estar un poquito
más con el Nazareno, porque todo te sabe a poco.
Acaba la
procesión y sales del paso. Todos los hermanos,
el Hermano Mayor, el Capataz, la Junta de Gobierno, el
Contraguía y los costaleros nos abrazamos y felicitamos
por el trabajo realizado.
Mucha gente
pregunta: “¿Pesa mucho?”, “¿Para
qué sufrir cogiendo tantos kilos?”,
pero sonreímos y decimos “Para hacer
esto uno no se hace… se nace”.
Al día siguiente, cuando aún resonaban
en nuestros oídos los ecos de la banda, nos
pidieron que escribiésemos un artículo
sobre nuestra experiencia como costaleras, y sin
pensarlo dijimos que sí. Estábamos
dispuestas a lo que hiciese falta.
Al principio
nos costó empezar a escribir,
porque no sabíamos cómo expresar
todo lo vivido.
Todo lo que hemos dicho es poco.
Queremos
aprovechar para dar las gracias a todos y de todo
corazón porque nos hemos sentido
muy a gusto en esta gran familia, en la que todos
somos hermanos. Gracias por darnos la oportunidad
de poder vivir con vosotros esta experiencia. Ha
sido preciosa, maravillosa e increíble. Hemos
tenido un sentimiento que ha sido único
e inimaginable. Nunca lo olvidaremos.
Ante todo
queremos dar las gracias a Nuestro Padre Jesús Nazareno y a Nuestra Señora de
las Angustias, que han hecho posible todo esto. A
pesar de los baches que hemos tenido en el camino,
que no han sido pocos, hemos sabido acogernos a ellos
y confiar en que se hiciese su voluntad. Y así ha
sido.
Gracias
por estar con nosotros y acompañarnos siempre, Nuestro
Señor y Nuestra Señora