Francisco
Molina Muñoz
Padul, 8 de diciembre de 2017
Manuel Gámez es una persona sencilla,
humilde, afable, amigo de sus amigos y de trato amable. Él,
desde hace muchísimos años cultiva su pasión
por el Belén, cosa que dicho así podría
argumentarse que como a tantos y tantos. Pero lo de Manuel
va alcanzando cotas que se escapan a la mayoría
de los que cada navidad colocamos el pesebre, la mula,
el buey, el río, la lavandera… Lo de Manuel
es otra cosa. Tableros y más tableros dispuestos
convenientemente hasta ocupar una extensa habitación
de más de veinticinco metros cuadrados. Sobre esa
superficie, cada año, evoluciona un Belén
que diríase vivo, ya que con el paso de las estaciones
cambia de fisonomía, de paisajes, de personajes… Si
no lo creen le sugiero una visita a casa de Manuel que,
a buen seguro, estará encantado de hacerles de “Cicerone”.
Las distintas escenas previas y posteriores al nacimiento
de Jesús se ven reflejadas con todo lujo de detalles:
La Virgen con Santa Ana, la Virgen embarazada, La Virgen
en el portal, la Virgen amamantando a Jesús recién
nacido, la adoración de los Reyes Magos, la Presentación
en el Templo de Jesús, la huida a Egipto, la matanza
de los inocentes y así un larguísimo etcétera.
Pero no pueden faltar en un belén de la categoría
del que nos presenta Manuel, las escenas costumbristas
en un paisaje urbano y rural muy conseguido.
Un herrero afanado en errar a una mula, un pastor atendiendo
el parto de una oveja, un hombre lisiado, un mulo que ha
caído y desparramado su carga, hortelanos, lavanderas,
pozos, norias, molinos y fuentes en las que el agua, al
igual que en el río, fluye sin cesar. Un sinfín
de escenas cotidianas que se pueden encontrar en cualquier
pequeño pueblo, como el que en su día era
Belén.
Destaca la escena del Portal, donde todo tiene especial
relevancia y en el que, como dice el villancico popular… “Ha
entrado los ratones y al pobre de San José han roído
los calzones”, pues allí están pululando
como Pedro por su casa.
El Belén de Manuel no solo tiene vida de día.
Cuando el ciclo de iluminación pasa a nocturno,
la población parece adquirir el carácter
bullicioso de cualquier pueblo en el que la gente, para
aliviarse de las fatigas del día, sale a la calle
a solazarse y, encontrar en el fresco aire de la noche,
reposo para su cansancio.
En los tiempos convulsos, anticlericales o antirreligiosos
que nos ha tocado vivir en los que se suele hacer mofa
o escarnio de las creencias, tradiciones o manifestaciones
de los que somos y nos consideramos cristianos, encontrarse
con la obra de alguien que como Manuel, cada momento
del año exhala por cada uno de sus poros amor y pasión
por el Belén, es algo que nos debe llenar de júbilo
y paz interior.
Concluyo como dije al principio, lo mejor es ver con
los propios ojos el magnífico trabajo de Manuel. Pónganse
en contacto con él y les puedo asegurar que no saldrán
defraudados de la visita…