Hermandad
de Jesús Despojado
Granada, 27 de marzo de 2017
Estimado
Hermano
Nuestro Hermano D. Daniel Barranco nos ayuda a reflexionar
en esta semana IV de Cuaresma.
Nos
encontramos en el ecuador de este Cuaresma, y lo comenzamos
con el domingo de Laetare,
que nos invita a vivir la alegría ya que se
acerca el tiempo de vivir nuevamente los misterios
de la Pasión, Muerte y Resurrección de
Nuestro Señor. Esta alegría en mitad
del camino la podemos entender muy bien, cuando peregrinamos
a algún lugar; el camino se puede hace duro,
pesado...y pronto aparece en nosotros la desidia, el
cansancio. Pero cuando a lo lejos vemos el lugar hacía
el que nos dirigimos. Recibimos en nuestro interior
fuerzas renovadas, un impulso nuevo para llegar a
la meta.
En una situación
parecida nos encontramos en este momento, hace pocos
días acudíamos a imponernos la ceniza,
y en un suspiro nos encontramos preparando la túnica,
el costal o el traje de la banda. No podemos distraernos
mucho en lo que queda de Cuaresma, parecería
que estamos sordos o ciegos ante lo que Dios nos
quiere decir,
como en el evangelio de este domingo.
No voy a entrar en los dos tipos de ceguera que aparecen
en el Evangelio, la física y la espiritual, sino
que me voy a fijar en una actitud, que es lo que ha de
posible que Dios actúe en este hombre, y es la sencillez,
la humildad con la que acoge lo que Jesús le pide.
Este encuentro personal le lleva a encontrar la verdadera
Luz para su vida. Cuantas veces, nos dejamos a Dios que
ilumine nuestra vida amparándonos en mil excusas,
y lo único que conseguimos es hacernos fuertes en
un sufrimiento que no nos lleva a nada. Cuantas veces esta
Dios llamando a las puertas de nuestro corazón para
curar nuestras heridas, pero nuestro orgullo nos impide
abrirle de par en par nuestro corazón.
Aprovechamos este último tramo de
la Cuaresma para pedir precisamente a Dios la luz que necesitamos
en nuestras vidas, para tener la humildad y confianza para
dejarle entrar en nuestras vidas, hasta el último
rincón. Sin miedo a mostrarles nuestras ruinas, nuestras
enfermedades, nuestras miserias... Él quiere hacer
obras grandes desde ahí, si le abrimos de par en par
nuestros corazones.