Manuel Zamora
Negrillo
Barcelona, 14 de abril de 2021
Mi problema en la tarde del Miércoles Santo
era simular un camastro de un sintecho en el claustro
de Santa Ana, junto a la imagen del Cristo de la Buena
Muerte. Esa sería la actividad que la Congregación
(Cofradía) iba a realizar este año en
sustitución de la procesión habitual.
Habíamos acordado con el párroco, Mossén
Peio Sánchez, exponer al Cristo en el centro
del claustro de Santa Ana, apoyado en el pozo y bajo
él las placas de las personas fallecidas sin
hogar en el año 2000. Al lado de la imagen del
Cristo teníamos pensado simular un camastro de
los que usan los sintecho para pasar las noches en la
calle.
La lectura era fácil, se trataba de visualizar
en Cristo a todos los sintecho de la ciudad describiendo
un itinerario. El camastro nos muestra el día
a día de las personas sin hogar que resisten
en la calle hasta que les llega su hora y son un crucificado
(El Cristo) más de la sociedad, pasando a engrosar
la lista de los que anónimamente nos dejaron
(las placas).
Con estas premisas había empezado a montar
la escenografía junto a Núria. El Cristo
ya reposaba sobre las placas, dispuesto a pasar tres
noches sin más techo que las estrellas. Sólo
nos quedaba confeccionar el lecho, para ello nos surtimos
de cartones, plásticos, sábanas viejas,
etc.
Pusimos manos a la obra, pensando que este año
nadie nos vería trabajar, a diferencia de años
anteriores en los cuales mientras preparábamos
los pasos para la procesión, éramos observados
de forma curiosa por personas que se acercaban a la
iglesia. Nuestra sorpresa fue cuando notamos como una
persona nos observaba y disentía con la cabeza.
Dejándome llevar le pregunté que le parecía
el supuesto lecho callejero. La respuesta no pudo ser
más sincera: "Eso parece más la cama
de un hotel que la de un callejero” me respondió
con rotundidad y autoridad.
Mi interlocutor sabía lo que decía,
cocinero de profesión, hasta hace poco había
estado en la calle donde lo había enviado los
efectos del Covid-19. Recordaba que la borrasca Filomena
la sufrió durmiendo entre cartones en las calles
de Madrid, ahora su situación ha mejorado y anda
ayudando en el Hospital de Campaña de Santa Ana.
Viendo la experiencia y solvencia de mi interlocutor
le sugerí si quería él montar la
cama callejera, a lo cual no dudó en aceptar.
Inmediatamente se puso a construir un supuesto lecho
para pasar la noche al exterior. Tras los primeros instantes
en que se le erizó el bello a recordar los duros
momentos vividos, desmontó lo que habíamos
hecho (creo aún reía interiormente por
nuestra torpeza) y se puso a elaborar lo que le habíamos
requerido.
Mientras construía el lecho y luchaba con los
recuerdos, nos explicaba el porqué de todo lo
que hacía. Nos dijo por ejemplo que las pertenencias
importantes iban bajo la cabeza haciendo de almohada,
excepto la cartera que iba a los pies del saco de dormir.
Nos dijo también que él solía colocar
a mano algún objeto que le sirviera de defensa
y así un rosario de consejos. ¡Toda una
experiencia!
Al acabar el Miércoles Santo tenía la
sensación de haber recibido una de las lecciones
más importantes de mi vida y no me refiero a
como hacer una cama para pasar la noche en la calle,
sino que para poder dimensionar el calvario que sufren
nuestros hermanos, los excluidos de la sociedad, no
queda más remedio que dejarse llevar por ellos
y que sean ellos mismos desde su desgarradora vivencia
los que nos expliquen los sufrimientos de su exclusión.
Por mucho que observemos desde fuera, si no nos acercamos
a ellos y dejamos que ellos se nos acerquen, tendremos
irremediablemente una visión muy edulcorada de
la realidad y seguiremos construyendo camas de hotel
pensando son lechos callejeros de un sintecho.