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Las Fiestas de la Luz en Padul

¿Sería porque hacía mucho frío y las noches eran muy largas la razón por la que nuestros antepasados, los paduleños de toda la vida, adornaban las fiestas de enero y febrero con hogueras y luminarias? Es posible; otros motivos los comentaremos a lo largo de este artículo.

Padul, tras vivir las fiestas de Navidad, Año Nuevo y Reyes con alegría, toma una breve pausa de pocos días para iluminar sus calles como se merecen las conmemoraciones que se aproximan.

La tarde del 16 de enero, víspera de San Antón, los niños olvidan los deberes escolares y, en pandillas, van al campo para traer algo de leña, para hacer una lumbre en el barrio. A bocas de oscurecer, algunos vecinos mayores (antiguamente casi todos; luego se perdió esta costumbre y ahora vuelve con cierto auge) se unen a la candela, trayendo alguna morcilla y entonan los romancillos de corro alrededor de la fogata.

Como muestra, los siguientes:

“San Antón mató un marrano
y no me dio una morcilla;
yo le daré a San Antón
con un palo en las costillas”.

“San Antón me quiere mucho
porque le hago la cama;
si supiera San Antón
que el colchón no tiene lana”.

Cuando el rescoldo lo permitía se asaban unas patatas para comerlas a continuación, regadas con un mosto de la tierra, al mismo tiempo que se echa la velada entre vecinos.

Ya en el almuerzo del día 17, en muchos hogares paduleños se guisa y come la olla de San Antón. También se dice “tortuzo”, seguramente porque, en ese puchero, además de las habas secas se echa la testuz del cerdo.

Muy pocas noches de oscuridad tenía Padul pasadas las fiestas de San Antón, porque el 19 explota el pueblo entre lumbres, disparos de escopeta o pistola, cohetes y, por desgracia, también petardos.

En muchos lugares del mundo, España y Andalucía se celebra el festejo del “gran patrón de los hijos de Padul”; pero sin ir más lejos, en nuestro Valle de Lecrín también es fiesta: En Padul, Albuñuelas, Lanjarón y Órgiva disfrutamos del Santo. ¿Por qué coincidimos con el Patrón, galo de nacimiento y romano en el martirio? La respuesta es muy sencilla. Don Juan de Austria, allá por el siglo XVI, vino al Valle de Lecrín y la Alpujarra, para someter a los moriscos que se habían sublevado por el sometimiento que les tenían los castellanos (en Padul estuvo en 1569). Como militar que era, nombraba como patrono y protector del lugar, tras la conquista, a San Sebastián, regalando una pequeña imagen de este. Se conserva la que donó a Padul en una pequeña hornacina de la nave lateral de la iglesia. Luego, el pueblo costeó una más grande el año 1779, siendo esta la que se procesiona.

La procesión se inicia a las 9 en punto de la noche de la víspera del día 20, cuando el Santo sale de la Ermita, acompañado por la Virgen de los Remedios. En este momento el estruendo de los disparos y cohetes es enorme, pero no puede apagar el canto enfervorizado del pueblo que aclama a su Patrón con el himno “Como soldados de Cristo”. Lo compusieron en el primer tercio del siglo XX Joaquín Diego Martín, en la música, y Antonio García, en la letra.

“Como soldados de Cristo
lucharemos por la paz
y tu serás nuestro jefe
glorioso San Sebastián…”

la comitiva baja por la calle Real hasta la iglesia, haciendo breves paradas en las hogueras que crujen en los rincones posibles, hechas con la leña traída por chicos, grandes y mayores, esa misma tarde, desde nuestros cerros. La tradición dice que hay que ir forzosamente a cogerla, para librarse de la viruela. Tradición o no, sí es cierto que el pueblo hizo en 1692 la promesa de festejar al Santo por habernos librado de una epidemia de peste que asoló el valle en 1679.

La iglesia se queda chica esa noche, para acoger la comitiva que quiere volver a cantar el himno. Allí duerme el Patrón porque, a la mañana siguiente, en su día, hay que calentarlo de nuevo en las lumbres que se hacen allá por donde discurre la procesión.

Los nueve días siguientes muchos paduleños van a la novena que se celebra cantando (antiguamente) cada día un himno diferente, compuesto por autores paduleños. Tras la última noche el Patrón va a dormir a su casa, la Ermita. Desde allí velará los sueños de todos sus vecinos hasta el 19 de enero del siguiente año. Pero antes, más luz. A su paso se enciende un castillo majestuoso de fuegos artificiales.

Termina el mes de enero y el segundo día de febrero se ilumina de nuevo Padul: Candelaria. Lo dice la palabra “candelas”. Los padres, que lo hayan sido el año anterior, acompañan a San José y a la Virgen en procesión, para presentar al Niño Jesús, y ellos al suyo, en el Templo. Y lo hacen entre luces. Portan velas, luminarias que serán bendecidas y luego guardadas en sus viviendas como manifiesto vivo de una fe que siempre ha estado en nuestro pueblo.

¡Ojalá estas luces iluminen todos los acontecimientos, ya sean religiosos, culturales, económicos, etc., en todo el Valle de Lecrín y, por extensión, en todo el mundo!

Texto: Antonio Villena Muñoz.
Fotos: F. Molina
Publicado en el número 8 de la revista "La Voz del Valle de Lecrín"

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Todas las fotografías corresponden a la procesión de la Candelaria de 2005 celebrada en Padul (Granada)

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