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Protocolo de elección del Papa

  • La asamblea para elegir al Papa lleva el nombre tradicional de cónclave.
  • Después de los nueve días de funerales en sufragio del Pontífice difunto y antes de los dieciocho días, se reúne el Sacro Colegio en la basílica de San Pedro, y el decano o su representante celebra la misa solemne del Espíritu Santo.
  • La asamblea lee los textos constitucionales que rigen la elección del Papa en la Capilla Sixtina. Los cardenales renuevan el juramento.
  • Al cónclave no pueden asistir más que los miembros de la asamblea, quienes se encierran con llave por dentro y por fuera. Sólo así, de esta manera, puede comenzar la elección del Soberano Pontífice.
  • La constitución del Pío XII recomienda tres modos de elección
    • El primero se llama por "cuasi-inspiración" y tiene lugar cuando los cardenales, sin previo acuerdo, eligen unánimemente y de viva voz, al Sumo Pontífice.
    • El segundo es por "compromiso", cuando, en circunstancias especiales, los cardenales confieren a tres, cinco o siete de los padres conclavistas, la potestad de elegir.
    • El tercer modo, que es el ordinario, se llama por "escrutinio" o votación secreta. La elección del Papa deberá hacerse por mayoría de dos tercios de votos, pero si, el número de los cardenales presentes no pudiera ser dividido por tres, se requerirá una voz adicional para la validez de la elección.

La elección

  • Cada cardenal escribe en su boletín de voto el nombre por el que se ha decidido, esmerándose en disimular la letra para que, al contar los sufragios no se pueda descubrir su procedencia.
  • Se levanta de su lugar, toma el boletín entre el pulgar y el índice y, con la mano levantada, lo lleva al altar donde lo deposita sobre una patena para deslizarlo en un cáliz.
  • Comienza entonces el recuento de los votos.
  • Se retira del cáliz el boletín y se cuenta mientras se deposita en otro cáliz.
  • Si el número de los sufragios no corresponde al número de electores, se procede a una nueva votación. Si corresponden los números, se abren los boletines y cuentan los sufragios.
  • El primer escrutador toma un boletín y, después de haber leído el nombre escrito en él, lo pasa al segundo escrutador el cual, a su vez, mira el nombre y entrega el boletín al tercero. Este último lee el nombre de modo que se oiga por la asamblea para que los cardenales lo inscriban en su hoja.
  • Terminado el recuento, un escrutador anuncia el número de votos que han sido otorgados a cada cardenal. Si no se logra la mayoría requerida, en anteriores elecciones, vuelve a empezar el escrutinio.

La Fumata Blanca

Después que los escrutadores habían verificado la exactitud del reparto de votos, se quemaban los boletines. Siguiendo una antigua tradición, se mezclaba al boletín un poco de paja húmeda, si es que la elección no había terminado. Se desprendía entonces un humo negro, que pasaba por la chimenea instalada en un rincón de la Capilla Sixtina, y se anunciaba al pueblo reunido en la Plaza de San Pedro que aún no había Papa.

Cuando se hacía la elección, no se añadía nada a los boletines y el papel, al quemarse, producía un humo blanco, que era el primer anuncio de la elección. Todo esto pertenece ya al folclor antiguo. Ahora no habrá ya más "fumata". Por disposición de Juan XXIII, publicada el 19 de octubre último, los boletines de los diferentes escrutinios no se quemarán, sino que serán conservados, como documentos históricos. Aunque por costumbre y para avisar a la gente que está en la Plaza de San Pedro, seguirá saliendo humo blanco de la chimenea, cuando se halla elegido al Papa.

El nombramiento del Papa

Cuando un candidato ha obtenido la mayoría necesaria y se ha establecido con certeza el hecho de la elección canónica, el decano del Sacro Colegio pregunta al recién elegido si quiere aceptar la pesada carga del Sumo Pontífice. Si el electo manifiesta su conformidad, adquiere instantáneamente la jurisdicción sobre la Iglesia Universal. Entonces se le pregunta el nombre de gobierno que desea llevar. Al momento mismo se bajan todos los baldaquinos que dominan los asientos de los cardenales y sólo permanece en su posición el que se encuentra sobre el nuevo Papa. Los cardenales han dejado de ocupar todos el mismo plano, tienen ya un jefe supremo.

Fuente:
iglesia.org

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