Apremiante
llamada del Papa a los políticos palestinos e israelíes
El
domingo 11 de agosto de 2002 el Santo Padre se refirió
a la dramática situación en Tierra Santa que sufre
ahora además el silencio de los medios de comunicación.
Aquí reproducimos el texto de su intervención.
1.
En este tiempo de distensión estiva, mientras muchos disfrutan
del merecido descanso, no dejo de pensar con gran preocupación
en Tierra Santa, donde, por desgracia, no conocen tregua los episodios
casi diarios de violencia execrable, que privan de la vida a numerosos
hermanos y hermanas nuestros, víctimas de una espiral mortal
de venganzas en cadena.
¿Cuándo
se logrará comprender que la convivencia entre los pueblos
israelí y palestino no puede lograrse con las armas? Ni
los atentados ni los muros de separación ni las represalias
conducirán jamás a una solución justa del
conflicto actual. El Papa sufre con cuantos lloran por lutos y
destrucciones; sobre todo está cerca de los numerosos inocentes,
que pagan el precio de semejante violencia. Desea repetir a todos,
cualquiera que sea el grupo étnico al que pertenezcan,
que no tiene ninguna justificación quien asesina de modo
indiscriminado a personas civiles indefensas.
2.
Desde 1967 hasta hoy ha habido una serie terrible de sufrimientos
indecibles: sufrimientos de los palestinos, expulsados de sus
tierras u obligados, en estos últimos tiempos, a un estado
de asedio permanente, casi objeto de un castigo colectivo; y sufrimiento
de la población israelí, que vive en el terror diario
de ser blanco de terroristas anónimos.
A
esto se añade la violación de un derecho fundamental,
el de la libertad de culto. En efecto, a causa de un rígido
toque de queda, en el día de la oración semanal
los creyentes ya no tienen acceso a los lugares de culto.
Pienso
en vosotros, queridos cristianos, que, aunque no estáis
implicados en acciones terroristas y compartís muchos sufrimientos
con vuestros compatriotas, sentís la tentación de
abandonar la Tierra Santa. El Papa y la Iglesia entera están
con vosotros, y os renuevan sus sentimientos de profunda solidaridad
y cercanía espiritual.
3.
Ante este drama humano, para el que no parece existir un rayo
de esperanza, nadie puede permanecer indiferente. Por eso, apelo
una vez más a los responsables políticos israelíes
y palestinos, para que vuelvan al camino de la negociación
leal. A la comunidad internacional le pido que se comprometa con
mayor determinación a estar presente sobre el terreno,
ofreciendo su mediación para crear las condiciones de un
diálogo provechoso entre las partes, diálogo que
apresure el proceso hacia la paz. A los cristianos de todo el
mundo les pido que se unan a mí en la oración intensa
y confiada. María, Reina de la paz, obtenga que se escuche
finalmente el grito de los que sufren y mueren en Tierra Santa.
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