La
Settimana Santa di un confrate spagnolo
Una
lettera che unisce idealmente Trapani e l'Andalusia
Nei miei ricordi d’infanzia
rivedo una donna cattolica e profondamente credente che mi confeziona
una tunica da penitente. Era una tunica piccola, ma adatta a quel
bambino di tre anni, un bambino che l’aveva chiesta a sua
madre; e ricevetti quel regalo ricordo che ero talmente felice
che sembrava quasi mi stessi sollevando da terra per l’emozione.
Vivo in una terra detta “Terra di Maria Santissima“
(Andalusia) e sono orgoglioso di essere un “co-capataz”
(l’equivalente di un vostro “console”) della
Confraternita del Crocifisso. Con profonda partecipazione assisto
ai riti preparatori della Settimana Santa e mi emoziono con le
preghiere che annunciano la “semana mayor”, la settimana
più importante per il nostro popolo. Il Venerdì
Santo nel quale si celebra la processione del Cristo è
un movimento incessante di tutte le confraternite e ciò
accade dall’inizio del ‘900, per opera del parroco
Don Adrián López Iriarte.
In quei giorni le vie della nostra
città, Padul nella provincia di Granada sono piene di una
gran folla di fedeli, penitenti, “mantillas” (donne
in processione con il caratteristico alto copricapo ricamato andaluso),
portatori e musiche. Una voce si alza dalla gente, si fa silenzio
e improvvisamente sale il grido della “saeta”(una
sorta di preghiera–canto che caratterizza le processioni
spagnole). Un nodo mi attanaglia la gola e faccio fatica a respirare.
Un fiume di lacrime riempie i miei occhi così come accade
negli occhi di tanta gente che assiste alla Processione. Quando
guardo il “paso“, cioè il gruppo, non vedo
le sue forme barocche o l’immagine del Cristo crocifisso
scolpita da Pablo de Rojas, vedo solo Gesù, il figlio di
Dio che morì per la nostra salvezza. Termina la processione,
si abbracciano i “costaleros”, tanti di loro sudati
per l’immenso sforzo piangono di commozione. Mi abbracciano,
li abbraccio, ci fondiamo in un unico spirito di fratellanza difficile
da immaginare per chi non vive in questo ambiente, in questo mondo.
Da quel momento in poi si entra in una nuova fase che durerà
per giorni. E tutto deve ancora cominciare finchè non terminerà
la processione della Domenica di Resurrezione, detta popolarmente
del “Juas”. Nel giorno nel quale Gesù si manifestò
come figlio di Dio liberandoci dai nostri peccati liberando l’umanità.
È’ impossibile spiegare in poche righe quel che risiede
nella mia mente e nel mio cuore, ma tutte le emozioni che vivono
in me nell’attesa che arrivi la Settimana Santa, sono e
saranno sempre con me prima, durante e dopo.
Francisco Molina Muñoz
Co-capataz del Stmo. Cristo Crucificado
Webmaster de PadulCofrade.com
Padul, marzo 2004
Traduzione di Beppino Tartaro
La
Semana Santa de un cofrade español
Una
carta que une idealmente Trápani y Andalucía
En
mis recuerdos de infancia vuelvo a ver a una mujer, católica
y profundamente creyente, que me confecciona una túnica
de penitente. Era una túnica pequeña, pero apta
a aquel niño de tres años; un niño que se
la pidió a su madre y que, cuando recibió aquel
regalo, recuerdo que fue tan feliz que le pareció flotar
en el aire por la emoción.
Vivo
en la llamada "Tierra de Maria Santísima (Andalucía)”
y estoy orgulloso de ser el "co-capataz", el equivalente
vuestro cargo de "cónsul", de la Cofradía
del Crucificado.
Suelo
asistir a los actos previos de la Semana Santa, y me emociono
con los pregones que anuncian la "Semana Mayor", la
semana más importante para nuestro pueblo.
El
viernes Santo día en que se celebra la procesión
del Entierro de Cristo, se produce un quehacer que no cesa en
todas las cofradías, y eso ocurre desde principios del
siglo XX, por obra del cura Don Adrián López Iriarte.
En
esos días las calles de nuestra ciudad, Padul en la provincia
de Granada, están repletas de una muchedumbre de fieles,
penitentes, "mantillas" (mujeres ataviadas con peineta
y mantilla), costaleros, músicos y visitantes de todas
las latitudes.
…Una
voz anónima se alza de improviso; se hace el silencio y
de repente sale el “quejío” de una "saeta"
(una plegaria cantada que caracteriza la Semana Santa española).
Un nudo atenaza la garganta y me hace difícil respirar.
Un río de lágrimas llena mis ojos y los de aquellos
que atesoran dentro de sí un espíritu sensible.
Cuando
miro el "paso", es decir el grupo, no veo sus formas
barrocas o la imagen del Cristo Crucificado, tallado por Pablo
de Rojas o por alguno de sus alumnos más aventajado, sólo
veo a Jesús, el hijo de Dios que murió en el madero
por nuestra salvación.
Acaba
la procesión, se abrazan los "costaleros" que,
aún sudorosos por el inmenso esfuerzo, lloran de conmoción.
Me abrazan, los abrazo; nos abrazamos en un único espíritu
de hermandad difícil que imaginar por quién no vive
en este entorno; en este mundo.
En
ese momento se entra en una nueva fase que durará algunos
días en los que se echa a faltar algo. Y nada más
acabar la procesión del Domingo de Resurrección,
llamada popularmente de los "Juas" todo vuelve empezar.
Ese es el día en el que Jesús se manifestó
como hijo de Dios, liberándonos de nuestros pecados, liberando
a la humanidad del yugo al que se ve sometido por el pecado. Es
imposible explicar en tan pocas líneas lo que pasa por
mi mente y en mi corazón, pero todas las emociones que
me embargan a la espera que llegue la Semana Santa, estarán
conmigo antes, durante y después de esta y cada una de
ellas aflorará en su debido momento. |