La noche del pasado uno de agosto, pudimos asistir
un año más a la procesión que, en honor
a la Virgen del Carmen y San Joaquín, se celebró
en granadino pueblo de Calahonda. Como viene siendo habitual
la fiesta se ha celebrado el primer domingo de agosto.
Los mayordomos, hombres y mujeres, devotos de
la Virgen y San Joaquín y defensores de sus tradiciones,
han estado durante el pasado año planificando la mejor
manera de celebrar la fiesta y buscando el apoyo económico
de los distintos organismos oficiales, así como de los
comerciantes locales y no pocos de fuera, para hacer frente
a la multiplicidad de gastos que acarrea una celebración
tan multitudinaria como la que estamos tratando, de la que todos
esperan la máxima brillantez.
La Virgen del Carmen, portada a hombros por
hombres salió de su ermita a los sones del himno español
interpretado por los integrantes de la agrupación musical
de la Asociación Cultural y Musical Virgen del Carmen
Torrenueva (Granada), que a la sazón solo cuenta con
escasamente un año de existencia, pero que ya apunta
un buen hacer y una proyección de futuro de la que habrá
que estar pendiente.
Seguidamente San Joaquín era sacado a
hombros por un grupo de mujeres, y ambos iniciaron el recorrido
fijado, mecidos por el andar cadencioso de sus portadores, que
era como un avance de la mecida que la mar les iba a tributar.
En la comitiva, entre autoridades civiles y
eclesiásticas, estaban perfectamente representadas las
bellas mujeres de la población, en este caso mediante
la Reina y Dama de Honor de las fiestas.
Alumbradas por una ingente cantidad de bengalas,
las dos imágenes, fueron izadas a bordo de sendas pequeñas
embarcaciones de recreo, iniciando así el corto, pero
significativo viaje que va desde el varadero de Calahonda hasta
el lugar conocido como “El Farillo” o “Torre
Doblada”.
Durante todo el tiempo que duró este
viaje, la Virgen y el Santo, estuvieron arropados por una multitud
que se agolpaba en la playa.
Fuego que salía del agua, efímero
y luminoso rastro que era dejado en el mar, en forma de bengalas,
por una pequeña embarcación que iba a remolque
de las otras.
Y para concluir esta parte de la procesión
se quemó el castillo de fuegos artificiales, aunque quizá
fuese más acertado decir castillos, dado que los fuegos
de artificio fueron lanzados desde la propia playa, unos proyectados
hacia las aguas y otros hacia el cielo, y desde la parte superior
del acantilado.
Una magnífica exhibición del saber
de los artesanos pirotécnicos nos mantuvo mirando unas
veces al cielo, otras a la superficie del mar. Luces y sonidos,
envueltos en un halo de olor a pólvora y humo, que nos
hizo disfrutar durante casi tres cuartos de hora.
Después, desembarcados la Virgen
y San Joaquín, prosiguió la procesión por
las calles de Calahonda hasta el filo de la una de la madrugada,
tras lo cual la fiesta continuó entre los columpios,
las casetas de feria y la verbena hasta altas horas de la madrugada.
Texto
y fotos: F. Molina