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Leyenda del Cristo de las Misericordias

“Allá por los finales del siglo XVIII, había en el paraje de Buenavista una aldea de labradores en la que los Tébar de la Roda hicieron una ermitilla a la que llevaron la imagen del Crucificado –que debía ser de la Escuela de Montañés o “La Roldana”. A la ermitilla acudían en rogativas al Cristo en epidemias y sequías, llevándolo en romería a Tarazona y volviéndolo a la aldea. Un año, como empezara a llover muy fuerte, lo dejaron para el domingo siguiente; pero el Cristo que le había tomado aprecio al pueblo y a la iglesia donde lo alojaron hasta que escampase, movió sus influencias, el cielo se abrió en nubes y empezó a diluviar”.

“Los tarazoneros volvieron a insistir al domingo siguiente y tornaron las tronadas y la lluvia sobre los campos manchegos. Ellos, que a llevarle a la ermita de la aldea de Buenavista y Él, que arregostándose al cariño del pueblo. Pasaba el tiempo y se iban acostumbrando a tenerle de vecino. También debía estar encantada la Virgen por tenerle cerquita y, cuando los hombres buenos del lugar se pusieron a cavilar qué hacían si seguía lloviendo tanto cada vez que lo intentaban, Nuestra Señora les inspiró una idea que a todos encantó. La Junta decidió: “ lo mejor es que se quede en casa”.

“En cuanto escampó, que lo hizo de inmediato, se lo comunicaron a Nuestra Señora... y ésta le hizo enseguida sitio en el lado del Evangelio, junto al altar mayor. Madre e hijo empezaron a salir juntos en las procesiones y se pensó que lo mejor era que también compartiesen fiesta, la del Cristo, el 14 de septiembre...”

Fuente:
Isabel Montejano
www.meteored.com/ram/numero15/rogativas.asp

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