Juan Pablo Montes
“Nazaret es una pequeña ciudad que domina los montes
de la Baja Galilea, sobre la línea septentrional de la
llanura de Esdrelón. Su posición geográfica
es singular. (...) En su derredor, en forma circular, se levantan
las montañas de un modo que confiere a la Nazaret antigua
el aspecto de una flor (en hebraico: Nezer), que posiblemente
dio origen al nombre de Nazaret”[1].
San Jerónimo, Doctor de la Iglesia, llama a esta pequeña
aldea ubicada en el norte de Israel: “la flor de la Galilea
y la madrina de Cristo”[2] y fue escenario
de la encarnación del Hijo Unigénito de Dios en
el seno purísimo de la Virgen María[3].
Según leemos en la Sagrada Escritura no era una ciudad
bien apreciada, ni aún por los mismos Galileos: Pero ¿es
que de Nazaret puede salir algo bueno? (Jn 1,46).
Jesús vivió en Nazaret 30 años, era conocido
de sus habitantes, sin embargo, tuvo que mudarse a la ciudad de
Cafarnaúm para vivir, pues intentaron despeñarlo,
luego de haberlo escuchado hablar en la sinagoga y estar en desacuerdo
con su enseñanza: Cuando oyeron esto, todos los que estaban
en la sinagoga se llenaron de indignación; se levantaron
y lo sacaron fuera de la ciudad, y lo llevaron hasta un precipicio
de la colina sobre la que estaba edificada su ciudad, con intención
de despeñarlo. Pero Él, pasando por medio de ellos,
se fue (Lc 4,28-30).
Ocho siglos antes de la Encarnación del Hijo Unigénito
de Dios, Isaías había profetizado dicho acontecimiento[4].
Dicho cumplimiento lo conocemos por el Evangelista San Lucas:
He aquí que vas a concebir en tu seno, y darás a
luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. El Será
grande y será llamado el Hijo del Altísimo; y el
Señor Dios le dará el trono de David, su padre,
y reinará sobre la casa de Jacob por los siglos, y su reinado
no tendrá fin... El Espíritu Santo vendrá
sobre ti, y la virtud del altísimo te cubrirá; por
eso el santo Ser que nacerá será llamado Hijo de
Dios (Lc 1,31-33.35).
“La ciudad antigua está emplazada al centro, allí
donde, obedeciendo a la tradición, surge la nueva Basílica
de la Anunciación... y la Iglesia de San José”[5].
La Basílica de la Anunciación
La Basílica de la Anunciación fue dedicada el 25
de marzo de 1969 por quien fuera en ese entonces el Cardenal Gabriel
Garrone.
Forman esta Basílica dos Iglesias: la Iglesia superior
y la Iglesia inferior, la cual guarda celosamente la cripta de
la Anunciación con la Gruta de la Virgen. Es notable el
contraste de ambas iglesias, la superior está llena de
luz, es todo colorido.
El interior del domo presenta la forma de una azucena, cuya blancura
expresa pureza y virginidad. La luz natural penetra en la Iglesia
a través de un ojo central u orificio ocular, iluminando
el diseño de dieciséis pétalos que crean
la letra “M” treinta y dos veces. Simboliza los otros
tantos senderos de Sabiduría Celestial, así como
la inicial del nombre de “MARIA” y de la palabra “MESÍAS”.
En frente del altar de la Iglesia superior, se encuentra el ojo
central que mira hacia abajo a la Gruta de la Anunciación.
Ocho columnas sostienen el domo de la Iglesia y las vidrieras
de colores permiten la entrada de una luz difusa, que acuerda
una atmósfera de misterio en el interior de la parte baja
de la Iglesia.
En la Iglesia superior se quiere resaltar la imagen de la Virgen
María, pues Ella es la depositaria de todas las promesas
realizadas a Adán y Eva; al pueblo elegido por Dios: Israel.
Los muros de dicha Iglesia están adornados con imágenes
de Nuestra Señora: “Desde la luminosa vidriera de
la Anunciación de la fachada principal (...) hasta el mosaico
del retablo, donde aparece como Reina sentada en su trono, todo
evoca aquí a María”[6].
Gruta de la Anunciación
El misterio de la Anunciación del Arcángel San Gabriel
y de la Encarnación del Hijo de Dios en el seno de la Santísima
Virgen María es venerado en una gruta excavada en la roca
se lee esta inscripción: “Verbum caro
hic factum est”.
“Forma
parte de la Cripta de la Basílica. Siempre estuvo comprendida
en los edificios sagrados desde los primeros siglos, constituyendo
constantemente su nave del lado norte. Tradicionalmente considerada
cual Gruta de la Anunciación, es parte integrante de la
Casa, según el ejemplo de un tipo bien conservado fuera
de la basílica sobre el lado norte. Debajo del altar, una
estrella de mármol lleva la inscripción en latín:
‘Aquí el Verbo se hizo Carne’”[7].
Aquí, junto a la gruta de la anunciación podemos
en silencio meditar aquella verdad que nos enseña la Iglesia
en su Credo Niceno-Constantinopolitano:
“Por nosotros los hombres y por nuestra salvación
bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se
encarnó de María la Virgen y se hizo hombre”.
La Santa Gruta “es icono pero no de verdades abstractas,
sino de un evento y de un misterio: la encarnación del
Verbo. Siempre produce una fuerte emoción, al entrar en
la venerada capilla, leer las palabras escritas sobre el altar:
Hic Verbum caro factum est: Aquí el Verbo se hizo carne.
La Encarnación, que nos recuerdan esas paredes sagradas,
recupera de pronto su genuino significado bíblico; no se
trata de una mera doctrina sobre la unión entre lo divino
y lo humano, sino, más bien, de un acontecimiento en un
punto preciso del tiempo y del espacio, como ponen admirablemente
de manifiesto las palabras del Apóstol: Al llegar la plenitud
de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer (Gal
4,4)”[8].
La cripta de la Basílica de Nazaret se la ha llamado el
“santo de los santos”[9], recordemos
que allí habitó la trinidad de la tierra, y formaba
parte de ella, la 2º Persona de la Santísima Trinidad.
“Esta insignificante gruta es como la estrella polar de
todo el Santuario”[10].
“Nunca había estado más cerca el Cielo de
la tierra, ni Dios del hombre. En esta humilde gruta, la catedral
más humilde de la tierra, se realizó el más
sublime de los desposorios: el de la divinidad con el de la humanidad:
Alégrate, la llena de Gracias, el Señor está
contigo... (Lc 1,28) He aquí la esclava del Señor,
que se haga en mí tu palabra (Lc 1,38). Y el Verbo se hizo
carne (Jn 1,14)”[11].
Nazaret en el Nuevo Testamento
Cita Bíblica Suceso Evangélico
Lc 1,26-38 La Anunciación
de Jesucristo
Mt 1,18-25 José, el varón
justo
Mt 2,19-23 Vuelta de Egipto y
residencia en Nazaret
Lc 2,30-40, 50-51 Vida oculta
de Jesús
Jn 1,45-46 “De Nazaret ¿puede
salir algo bueno?”
Lc 4,16-30 Predicación
de Jesús en la Sinagoga
Mc 6,1-6 Jesús rechazado
en Nazaret
Mt 13,53-58 “Ningún
profeta es estimado en su patria”
Mt 21,11 “Es el profeta
Jesús de Nazaret”
Mc 14,67 “... tú
también estabas con Jesús de Nazaret”
Bibliografía
[1] LOMBARDI, LUIGI;
La Tierra Santa, Edizioni Plurigraf, Narni-Terni, 1986, 8. [2] Imágenes de Tierra Santa, Palphot,
16. [3] Cf. Lc 1, 26-38. [4] Por tanto el Señor mismo os dará
una señal: He aquí que la virgen concebirá
y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel
(7,14). [5] LOMBARDI, LUIGI; La Tierra Santa, Edizioni
Plurigraf, Narni-Terni, 1986, 8. [6] Ibidem, 275. [7] LOMBARDI, LUIGI; La Tierra Santa, Edizioni
Plurigraf, Narni-Terni, 1986, 17. [8] JUAN PABLO II, Carta a Monseñor
Pasquale Macchi, arzobispo delegado Pontificio para el Santuario
de la Santa Casa en el VII centenario Lauretano, Roma, 1993,
8 [9] DIEZ, FLORENTINO, Guía de Tierra
Santa, {Historia-Arqueología-Biblia}, Editorial Verbo
Divino, España, 1993, 273. [10] Ibidem, 274. [11] Ídem.