PARROQUIA DE SAN
JUAN BAUTISTA. PUNTALLANA. LA PALMA.
RETAZOS HISTÓRICO-ARTÍSTICOS
José Guillermo Rodríguez Escudero
santa Cruz de la Palma, junio 2008
A este magnífico templo, dedicado a San
Juan Bautista, no se le conoce fecha exacta de su fabricación,
por haberse quemado el archivo parroquial, según la tradición,
si bien parece que debió haber sido en los primeros años
después de la Conquista de La Palma. Efectivamente, fue
uno de los primeros templos erigidos en esta Isla. Se constata
su existencia desde la primera década del siglo XVI, cuando
aún era un recinto de paja, construido gracias a la generosidad
de los vecinos. También estos sufragaban los gastos de las
misas celebradas por clérigos asalariados.
Así, en 1515, ya se declaraba iglesia parroquial y bautismal,
juntamente con la de San Andrés en las Sinodales del Iltmo.
Sr. Obispo Fernando Vázquez de Arce. El motivo por el que
se eligiese esta iglesia y no otra fue que el término había
visto aumentado su censo, especialmente en sus alrededores.
Esta declaración, según apunta el Alcalde Constitucional
de la capital palmera, Juan Bautista Lorenzo Rodríguez: “fue
confirmada posteriormente por Real Cédula del Emperador
Carlos V de 15 de Diciembre de 1533” (1). Se crearon así los
tres Beneficios de la Parroquia Matriz de El Salvador, el de San
Andrés y Sauces y el de Puntallana, conformando los cinco
Beneficios que hubo en la isla.
En el completo trabajo de Manuel Garrido Abolafia sobre este templo,
se cita que, “el libro parroquial más antiguo, que
se conserva, es el de ‘Visitas, Fábrica e Inventarios’”. Éste
da comienzo con la visita del Canónigo de la Catedral de
Canarias, el Licenciado Bartolomé Tribaldos, en 1516 ó 1517.
Por aquel entonces, ni siquiera había cerradura en la puerta
de la iglesia, por lo que no “se guardaban en él los
Santos Sacramentos”. Muy humilde esta fábrica en sus
comienzos. Más tarde comenzaron a llegar encargos que irían
completando el ajuar. Así, del cáliz de estaño
con el que se celebraban las misas, se pasó al de plata
de cinco mil maravedíes, ofrecidos por el Visitador. Éste
mandó que se aportara el suficiente dinero para concluir
la edificación de la iglesia y comprar una campana. Se llegó incluso
a pedir limosna por toda la isla. Gracias a este esfuerzo, por
ejemplo, fue posible recaudar mil doscientos quince maravedíes
para el púlpito. En 1545 se esculpe una reja de madera de
barbusano para la pila bautismal.
No obstante, hasta que no se llevó a cabo la fábrica,
en los siguientes años se cambiaba la paja de las cubiertas.
Tuvo que llegar el Vicario y Visitador General del Obispado de
Canarias Don Pedro de Pavía en 1520, para que se dieran
por concluidas las obras, ordenando al mayordomo bajo pena de excomunión,
que antes de finalizar el año se cubriese con teja y se ‘ficieran’ las
obras necesarias para dejar habilitado el recinto. Don Manuel Garrido
también apunta que es este Visitador quien encargó la
compra de una pila bautismal y una talla o cuadro de San Juan Bautista.
El arco de la capilla mayor tuvo que ser derribado ya que los
materiales empleados eran de pésima calidad. Así,
todo el trabajo del pedrero Alonso Díaz (“que cobró trece
mil maravedís por su trabajo y empleó tres mil quinientas
tejas”), fue infructuoso. Mil maravedís menos cobró otro
artesano, Alonso Hernández, por la fábrica del nuevo
arco toral, acabado en 1539.
Las sucesivas Visitas nos han ido dejando información en
sus respectivos inventarios acerca de las obras, algunas importantes
y otras de mantenimiento, que hasta 1645 se iban realizando. Así,
la construcción de tres altares de azulejos, los cimientos
de la nueva sacristía, la capilla de la Virgen del Rosario,
la portada mayor del pedrero Juan Fernández, etc.
Cuenta J.B Lorenzo: “Jueves, 16 de octubre de 1659. Entró en
la isla la langosta de cigarrón en esta ciudad, que llenó toda
la isla y comió la corteza de todos los árboles y
destruyó todos los pastos, con que murió mucho ganado
menor y mayor y muchas cabalgaduras yeguas y jumentos… Hicieron
muchos sufragios y sermones; trújose a esta ciudad al Glorioso
San Juan de Puntallana…al Santo Cristo del Planto. Fue nuestro
Señor servido que no durase esta langosta más que
hasta marzo de dicho año”.
Un hijo del municipio, concretamente del Barrio del Granel, Melchor
Pérez Calderón, afincado en La Habana, contribuyó con
sus dádivas a la rehabilitación del templo, que había
llegado a un estado de grave precariedad, debido al abandono al
que fue sometido. Así, entre 1717 y 1730, la parroquia es
reedificada. Se añadieron dos capillas colaterales a la
mayor, conformando así la forma de cruz latina a la planta.
También se hicieron en esta ocasión los cuatro arcos
de medio punto que sostienen el crucero y se cubren los habitáculos
resultantes con artesonados de estilo mudéjar. El maestro
cantero palmero don Domingo Fernández Crespo, fue el artífice
de estas obras así como de la fabricación de la espadaña.
La preciosa ornamentación interior fue supervisada por
el capitán don Matías Rodríguez Carta, quien
contrató los servicios de Bernabé Fernández,
el mejor ensamblador de la época, además de gran
amigo. Gracias a la perfección de este trabajo, en los tres
retablos que hizo en dos años, podemos admirar uno de los
conjuntos barrocos más importantes de Canarias. En las seis
hornacinas que se sitúan en los dos cuerpos del fabuloso
retablo mayor de columnas salomónicas triples en su calle
central, encontramos las siguientes imágenes: en el nicho
principal al Santo Patrón San Juan Bautista, flanqueado
por San Miguel y San Antonio de Padua. En la superior central está entronizada
la efigie de Nuestra Señora de Candelaria y a ambos lados,
los Apóstoles San Pedro y San Pablo.
Esta iglesia, de cortas dimensiones, fue agrandada en 1728, siendo
su Beneficiado Don Jerónimo Marques de Aguiar. Los maestros
fueron Pedro Bernabé Fernández, carpintero, y el
alférez Domingo Fernández Crespo, pedrero, que ajustaron
la obra en 1.000 pesos, poniendo éstos tan sólo dos
peones y los vecinos todo lo demás. En 1777 se doró el
fabuloso altar mayor y se colocaron en él las dos preciosas
esculturas del Arcángel San Miguel y San Antonio de Padua,
que allí se veneran, salidos de la gubia del imaginero sevillano
Benito de Hita y Castillo.
BIBLIOGRAFÍA:
FRAGA, Carmen. La
Arquitectura Mudéjar en Canarias. GARRIDO ALBOLAFIA, Manuel. Puntallana.
Historia de un Pueblo Agrícola
LORENZO RODRÍGUEZ, Juan-Bautista. Noticias para la Historia
de La Palma.