Después
de
caminar
varias
cuadras
acompañando
la
procesión,
un
inspector
me
llama.
"Señor,
por
favor
colóquese
acá
y
nos
ayuda"
Inesperadamente
alguien
faltó
a
su
turno
y
soy
llamado
a
cubrir
su
ausencia.
Pero
no
es
tan
solo
una
suerte,
es
una
oportunidad
de
repetir
el
acto
del
Sireneo,
no
con
Cristo,
sino
con
uno
de
mis
hermanos.
"Lo
que
a
ellos
les
hagaís,
a
mí
me
lo
harás"
Tomo
el
anda
en
mis
hombros,
y
después
de
un
Padre
Nuestro,
le
pido
a
Jesús
que
antes
que
todo,
escuche
la
oración
de
aquel
que
por
cualquier
razón
no
pudo
estar
puntual
a
la
cita
con
Él.
Quizá
una
enfermedad,
el
trabajo
o
compromisos
ineludibles
lo
alejaron
del
punto
en
que
debía
estar
esperando
a
Jesús.
Imposible
que
haya
sido
negligencia,
pues
al
igual
que
yo,
estoy
seguro
que
hizo
largas
colas
para
adquirir
su
turno.
Pero
ahí
me
has
puesto,
Jesús,
para
ayudarte
y
para
ayudarlo,
para
ser
el
moderno
Sirineo
que
carga
con
el
peso
de
otro.
Y
Tú
me
iluminas
también
Jesús,
para
que
no
sea
egoísta
y
piense
solo
en
mí
sino
para
que
piense
en
aquella
persona
que
está
lejos
de
Tí,
pero
que
en
sus
pensamientos
y
en
su
corazón
está
sintiendo
el
peso
del
anda
en
sus
hombros
y
está
haciéndote
una
oración
que
pese
a
la
distancia
y
a
su
ausencia,
Tú
escucharás.
Paso
a
paso,
voy
llegando
a
la
esquina
y
aprovecho
aquel
momento
para
pedirte
también
un
poquito
más
por
mi
para
renovar
mis
oraciones
y
para
darte
las
gracias
por
esta
doble
oportunidad
que
me
das
de
estar
nuevamente
a
tus
pies
y
de
llevarte
en
mis
hombros
"Jesús
gracias
por
hacerme
intermediario
entre
mi
prójimo
y
Tú
"
Y
sigo
caminando
pausada
y
lentamente
en
las
filas,
hasta
que
llegue
el
momento
de
nuestro
reencuentro,
de
mis
minutos
destinados
a
tenerte
en
mis
hombros
y
presentarte
mis
peticiones
y
mis
agradecimientos.