Es
la
hora
en
punto.
La
hora
exacta
en
que
debía
estar
en
el
lugar
de
reunión
con
mi
Cristo
Nazareno.
El
ha
llegado
a
la
esquina,
está
esperándome,
ansía
que
yo
esté
ahí,
me
busca,
sus
brazos
abiertos
están
prestos
a
estrecharme,
y
yo
no
estoy
Algo
me
ha
impedido
estar
puntual
a
la
cita,
es
una
situación
fortuita
e
insalvable
que
me
ha
dejado
con
el
alma
vacía
al
no
poder
estar
con
mi
Cristo
para
llevarle
en
mis
hombros,
para
ayudarle
a
cargar
su
cruz,
para
sentir
el
peso
del
madero
que
representa
mis
culpas.
No
estoy
en
el
lugar
preciso,
estoy
muy
lejos
y
me
es
imposible
llegar
a
esa
esquina
y
cumplir
con
mi
misión.
Estoy
triste,
no
puedo
sentir
otra
cosa
pues
se
me
ha
escapado
este
año,
la
oportunidad
de
tenerlo
más
cerca
de
mi,
y
ya
no
valen
excusas,
por
justas
que
sean,
no
son
más
que
eso,
y
ellas
no
harán
que
recupere
mi
turno,
que
Cristo
regrese
a
la
esquina
en
la
que
me
esperaba.
El
tiene
muchas
más
personas
que
han
hecho
el
compromiso
de
encontrarlo
este
año,
y
lo
único
que
puedo
hacer
es
quedarme
un
momento
en
soledad,
y
desde
aquí
rezarle,
pedirle
que
escuche
las
peticiones
que
no
le
pude
hacer
a
sus
pies,
darle
las
gracias
por
las
bendiciones
que
me
ha
prodigado,
a
través
de
una
callada
oración
que
estoy
seguro
que
escuchará,
entre
tantas
que
de
cada
cargador
le
llegaron
en
lo
que
era
"mi
cuadra"
Ya
no
podré
verte
este
año,
Jesús,
no
podré
ver
tu
anda
imponente,
tu
artística
alegoría,
tu
mensaje
espiritual,
Tendré
que
esperar
trescientos
sesenta
y
cinco
días
más
pra
sentir
el
peso
de
tu
cruz,
tendré
que
llenarme
de
resignación
y
decirte
desde
lejos
"Primero
Dios,
el
otro
año,
Jesús
Ayúdame
Señor,
para
que
el
próximo
año
si
nos
encontremos".