Muchas
veces
necesitamos
aferrarnos
a
algo
para
no
olvidar
cómo
Dios
se
manifiesta
en
nuestra
vida.
En
esta
particular
época
de
Semana
Santa
siempre
tenemos
algún
ofrecimiento
especial
que
darle
al
Señor,
un
motivo
para
refugiarnos
en
Él
por
las
penas
que
más
nos
han
aquejado,
una
razón
para
justificar
nuestras
penitencias
de
estos
días
sagrados.
Quién
no
se
ha
grabado
en
la
mente
las
notas
de
alguna
marcha
que
por
su
sublime
armonía
nos
transporta
a
una
dimensión
lejana
de
melancolías
Quién
no
tararea
aún
en
épocas
posteriores,
los
compaces
de
aquella
que
le
trae
a
la
mente
alguna
pena.
Muchas
veces
conocemos
los
títulos
de
estas
obras
de
arte,
pero
no
sabemos
el
significado
del
mismo
o
la
motivación
que
tuvo
el
autor
para
darle
dicho
nombre,
y
simplemente
las
adaptamos
a
nuestro
personal
vivir,
y
así
por
ejemplo,
una
"Cruz
Pesada"
se
convierte
en
el
recuerdo
de
una
pena
que
sufrimos
como
una
cruz
mientras
nos
reponíamos
de
la
misma.
"Mater
Dolorosa"
puede
representar
la
imagen
de
la
madre
que
agonizó
con
gran
sufrimiento,
después
de
una
larga
enfermedad.
"Tinieblas"
se
convierte
en
el
sepulcro
escondido,
obscuro
y
solitario
en
el
que
descansa
el
hijo
a
quien
tanto
se
amó.
Jesúcristo,
gracias
a
la
inspiración
que
has
puesto
en
los
autores
de
tantas
marchas,
en
un
momento
podemos
traer
a
nuestra
mente
los
dolorosos
momentos
que
hemos
vivido
y
esto
nos
fortalece
muchas
veces
para
que
nuestra
penitencia
al
llevarte
en
hombros,
nuestra
oración
al
sentirte
tan
cerca,
sea
más
sincera,
más
agradecida,
más
meditada.
Señor,
yo
sé
que
Tú
me
escuchas,
que
el
peso
de
tu
cruz
o
la
palidéz
de
tu
cuerpo
muerto
no
es
motivo
de
ausencia
tuya
ante
mis
oraciones.
Sé
que
Tú,
desde
el
trono
celestial,
oyes
mis
lamentos,
reconfortas
y
consuelas
mi
corazón
cada
vez
que
escucho
aquella
música
que
me
trae
al
recuerdo
el
dolor
que
guardó
mi
alma
y
el
duelo
que
aún
llevo
en
mí
por
el
ser
que
quisiste
que
te
acompañara
antes
que
dejarlo
sufrir
en
este
valle
de
dolor.