Se
oye
el
entusiasmo
del
grupo
de
personas
que
devota
y
tradicionalmente
han
hecho
la
colecta
para
elaborar
la
alfombra
por
donde
pasará
Jesús.
Esta
vez
mi
esfuerzo
ha
sido
mayor
al
de
otros
años.
No
por
falta
de
voluntad
sino
de
recursos,
pues
perder
el
empleo,
atender
una
enfermedad
grave
o
tener
un
gasto
inesperado
e
ineludible,
desequilibra
el
presupuesto
de
cualquier
persona.
Pero
no
importa.
Haciendo
un
esfuerzo,
ofreciendo
algún
ayuno,
desistiendo
de
algún
paseo
con
mis
niños,
o
dejando
de
comprar
una
prenda
necesaria,
logré
juntar
mi
contribución.
Hubiera
sido
muy
fácil
decir,
"este
año
no
puedo".
Pero
Jesús
nunca
me
ha
dicho,
esta
vez
no
puedo,
esta
vez
tengo
otras
cosas
que
hacer,
esta
vez
no
pasaré
frente
a
tu
casa
No
Señor,
no
puedo
dejar
de
ofrecerte
esta
forma
de
suavizar
tus
pasos,
no
puedo
dejar
de
participar
en
la
ofrenda
que
se
tiende
en
el
ardiente
suelo
por
donde
miles
de
pasos
hallarán
un
breve
alivio
al
peso
del
anda
en
que
vas
Tú.
No
solamente
es
el
aserrín,
los
corozos,
los
pétalos
de
flores
o
el
diseño
que
tardó
horas
en
verse
hecho
realidad.
No
es
solo
el
arte
de
tan
maravilloso
trabajo
efímero.
No
es
solo
eso
Señor.
Es
nuestra
alma
la
que
está
tendida
en
el
suelo
para
aliviar
tu
dolor,
para
descansar
tu
peso.
Es
nuestro
corazón
que
ha
quedado
simbólicamente
expuesto
en
el
asfalto
para
que
Tú
pases
ahí,
limpiándolo
con
las
gotas
de
sangre
y
sudor
que
vas
derramando
para
darnos
una
esperanza
de
alcanzar
tu
perdón
por
nuestros
pecados,
con
la
huella
indeleble
que
dejan
tus
pies
cuando
pasan
sobre
él,
y
lejos
de
lastimarlo,
lo
curan
de
las
múltiples
heridas
que
nos
causamos
nosotros
mismos
cada
vez
que
te
ofendemos.
Señor,
deja
que
no
solo
sea
esta
alfombra
la
que
suavice
tus
pasos
cada
año,
deja
que
sea
nuestra
alma
la
que
eternamente
esté
tendida
ante
Tí
para
que
constantemente
nos
cures
y
nos
alivies.
Por
eso
Señor,
valió
la
pena
hacer
la
alfombra,
porque
ahí
tendido
en
el
suelo
está
representado
el
amor
que
te
profesamos.