No
se
equivocó
aquel
buen
hombre
que
señaló
que
tu
mirada
era
la
mirada
del
Consuelo.
No
hay
más
dulce
ni
más
bello
semblante
que
el
tuyo.
Solamente
en
tus
bellos
ojos
llorosos
y
tristes
puede
reflejarse
tanto
amor.
Ese
gran
amor
que
solamente
Tú
pudiste
sentir
por
aquellos
hombres
que
te
castigaron
con
tanta
crueldad.
Ellos
sin
duda
alguna
tuvieron
el
privilegio
de
ver
esa
mirada
cuando
le
decías
al
Padre,
"perdónalos,
no
saben
lo
que
hacen",
como
lo
tuvieron
las
mujeres
que
al
llorar
por
Tí,
les
dijiste,
"no
lloren
por
mí,
sino
por
vosotras
y
por
vuestros
hijos".
Gracias
Jesús
porque
inspiraste
al
artista
para
que
plasmara
ese
momento
en
esta
imagen
tuya
que
hoy
atrae
a
las
muchedumbres.
Sí,
Jesús
del
Consuelo,
tu
nombre
lo
dice
todo.
Es
el
consuelo
que
buscamos
los
que
hemos
atentado
contra
Tí,
los
que
te
hemos
puesto
más
peso
sobre
tu
cruz,
los
que
en
un
momento
de
debilidad
hemos
castigado
tu
hombro
con
la
carga
de
nuestras
culpas.
Pero
ahí
estás
Tú,
humilde
como
siempre,
amoroso
como
siempre,
sencillo
como
siempre,
esperando
a
tus
fieles
como
siempre,
año
tras
año
con
más
solemnidad
en
las
calles,
en
el
sábado
más
bello
como
siempre,
impartiendo
tus
bendiciones
como
siempre,
y
nosotros
como
siempre
esperando
ver
tus
ojos
llenos
de
piedad
hacia
quienes
creemos
en
Tí,
que
confiamos
en
Tí,
que
esperamos
el
perdón
de
Tí,
que
te
amamos
no
por
la
suntuosidad
de
tu
cortejo,
sino
por
la
sencillés
con
que
te
vimos
hace
años
salir
a
las
calles.
Hoy
a
pesar
de
la
majestuosidad
que
te
rodea,
vemos
en
tu
mirada
de
consuelo
la
misma
humildad
de
aquellos
años.
Así
es
Jesús
del
Consuelo,
nuevamente
esperamos
tu
salida
del
templo
recoleto,
nuevamente
te
acompañamos
por
las
calles
y
nuevamente
sabemos
que
ese
breve
instante
de
nuestro
encuentro
es
suficiente
para
saber
que
Tú
nos
amas
y
nos
perdonas,
que
Tú
nos
cobijas
bajo
tu
manto,
que
Tú
intercedes
por
nosotros,
que
no
es
solo
un
título
tu
bello
nombre.