¿Qué
tiene
de
especial
el
Jueves
Santo?
¿Por
qué
es
tan
esperado
este
día?
Porque
Jesús
de
Candelaria
saldrá
nuevamente
a
las
calles
en
una
procesión
que
por
antigua
y
tradicional
conlleva
un
misticismo
especial.
Se
nota
en
la
gente
un
semblante
de
tristeza
pero
de
alegría
al
mismo
tiempo.
Es
aquel
duelo
dulce,
de
esperanza,
de
fe,
porque
al
mismo
tiempo
que
vemos
a
Jesús
con
su
cruz
a
cuestas
en
un
paso
lento
y
solemne,
lo
vemos
rumbo
al
altar
en
la
institución
de
la
eucaristía
que
nos
dejó
como
símbolo
de
su
eterna
presencia
a
través
del
pan
y
del
vino.
Jesús
sale
a
las
calles,
con
aquella
mirada
triste
y
resignada,
aquel
silencio
que
grita
perdón,
aquel
peso
que
se
nota
en
sus
rodillas,
aquel
mensaje
que
lleva
en
su
alegoría,
tan
sencillo,
tan
simple,
pero
tan
majestuoso
a
la
vez
y
tan
lleno
de
amor
hacia
su
pueblo.
Jesús,
hoy
Jueves
Santo,
nuevamente
te
acompaño
en
las
calles,
desde
que
sale
el
sol,
hasta
que
la
luna
llora
su
dolor
por
tu
pasión
en
el
centro
de
la
noche.
Voy
a
tu
lado,
viendo
tu
cruz
resplandeciente
que
refleja
los
rayos
del
sol
o
la
luz
nocturna
que
hace
relumbrar
tu
figura.
Observa
Señor,
a
tu
paso,
a
los
miles
y
miles
de
creyentes
que
esperan
tu
bendición,
que
esperan
encontrar
como
por
milagro
tu
mirada
triste
y
resignada.
Mira
a
los
pobres
de
espíritu,
a
los
que
buscan
en
Tí
resignación
para
sus
penas,
a
los
que
creen
que
Tú
puedes
perdonarles
sus
ofensas
hacia
nuestro
Padre
Celestial,
a
los
que
caminan
a
tu
lado
para
recibir
tus
bendiciones,
a
los
que
te
esperan
en
una
puerta,
buscando
que
tu
paso
les
deje
de
nuevo
la
salud,
a
los
que
en
el
ocaso
de
su
vida,
esperan
con
resignada
esperanza
volverte
a
ver
el
próximo
año,
o
encontrarse
contigo
si
antes
decides
llamarlos
a
tu
presencia.
Y
mírame
a
mí,
pobre
pecador,
buscando
también
una
comunión
contigo,
aunque
sepa
que
pasado
este
día,
por
mi
trabajo,
por
mis
múltiples
ocupaciones
te
tendré
quizá
guardado
en
un
rincón
de
mi
corazón,
confiado
en
que
Tú,
Señor
de
Candelaria,
nunca
me
apartarás
de
tu
cruz
de
esperanza.