Jesús 
                    entró, 
                    ya 
                    los 
                    últimos 
                    acordes 
                    para 
                    el 
                    Nazareno 
                    invadieron 
                    el 
                    templo, 
                    ya 
                    se 
                    convirtió 
                    toda 
                    aquella 
                    solemnidad, 
                    en 
                    un 
                    total 
                    silencio 
                    de 
                    meditación, 
                    de 
                    tristeza, 
                    nostalgia, 
                    dolor, 
                    luto, 
                    angustia, 
                    y 
                    de 
                    espera 
                    para 
                    poder 
                    acompañar 
                    dentro 
                    de 
                    trescientos 
                    sesenta 
                    y 
                    cinco 
                    días 
                    al 
                    Cristo 
                    dulce 
                    y 
                    bondadoso 
                    que 
                    ha 
                    salido 
                    de 
                    nuevo 
                    como 
                    hace 
                    cientos 
                    de 
                    años, 
                    a 
                    devolvernos 
                    la 
                    fe 
                    en 
                    la 
                    vida. 
                    Acaso 
                    estoy 
                    en 
                    este 
                    instante 
                    derramándo 
                    mis 
                    lágrimas 
                    de 
                    arrepentimiento, 
                    o 
                    viendo 
                    a 
                    aquel 
                    desconocido 
                    llorar 
                    en 
                    silencio 
                    su 
                    dolor 
                    y 
                    sus 
                    penas, 
                    o 
                    a 
                    la 
                    señora 
                    que 
                    te 
                    ve 
                    tiernamente 
                    confiando 
                    en 
                    que 
                    sus 
                    lágrimas 
                    serán 
                    un 
                    manantial 
                    de 
                    consuelo 
                    que 
                    has 
                    puesto 
                    en 
                    sus 
                    ojos 
                    para 
                    mitigar 
                    su 
                    angustia. 
                    Ahora 
                    viene 
                    la 
                    muerte 
                    Ahora 
                    solo 
                    nos 
                    queda 
                    esperar. 
                    Vienen 
                    los 
                    cortejos 
                    fúnebres, 
                    viene 
                    Cristo 
                    muerto, 
                    pero 
                    en 
                    mi 
                    corazón 
                    ha 
                    quedado 
                    el 
                    Cristo 
                    destrozado, 
                    el 
                    Cristo 
                    cansado 
                    por 
                    el 
                    peso 
                    de 
                    la 
                    cruz, 
                    la 
                    silueta 
                    cortada 
                    por 
                    dos 
                    lineas 
                    que 
                    se 
                    entrecruzan 
                    en 
                    su 
                    hombro 
                    como 
                    se 
                    cruzan 
                    en 
                    mi 
                    corazón 
                    el 
                    pecado 
                    y 
                    el 
                    arrepentimiento, 
                    el 
                    dolor 
                    y 
                    la 
                    alegría, 
                    la 
                    desesperanza 
                    y 
                    el 
                    consuelo, 
                    el 
                    esceptisismo 
                    y 
                    la 
                    confianza, 
                    el 
                    bien 
                    y 
                    el 
                    mal, 
                    la 
                    fe 
                    y 
                    la 
                    tradición
Quedas 
                    ahí 
                    Jesús, 
                    invadido 
                    de 
                    almas 
                    que 
                    sufren 
                    y 
                    que 
                    buscan 
                    tu 
                    perdón 
                    o 
                    tu 
                    ayuda. 
                    Estoy 
                    entre 
                    ellos, 
                    esperando 
                    también 
                    que 
                    el 
                    milagro 
                    de 
                    la 
                    redención 
                    por 
                    fin 
                    se 
                    realice 
                    en 
                    mi. 
                    Que 
                    nuevamente 
                    resucites 
                    en 
                    mi 
                    pecho 
                    y 
                    que 
                    limpio 
                    y 
                    arrepentido 
                    busque 
                    tu 
                    luz 
                    y 
                    no 
                    se 
                    aparte 
                    de 
                    ella. 
                    Te 
                    busco 
                    Señor, 
                    en 
                    el 
                    dolor 
                    de 
                    mi 
                    prójimo, 
                    en 
                    la 
                    necesidad 
                    del 
                    pobre, 
                    en 
                    el 
                    hambre 
                    del 
                    niño 
                    de 
                    la 
                    calle, 
                    en 
                    el 
                    tormento 
                    del 
                    prisionero, 
                    en 
                    la 
                    cama 
                    del 
                    enfermo, 
                    en 
                    el 
                    fango 
                    de 
                    mis 
                    pecados 
                    y 
                    en 
                    el 
                    jardín 
                    de 
                    tu 
                    perdón. 
                    Estoy 
                    aquí 
                    meditando 
                    unos 
                    momentos 
                    más, 
                    y 
                    veo 
                    a 
                    mi 
                    alrededor 
                    un 
                    ambiente 
                    de 
                    dolor, 
                    la 
                    nostalgia 
                    de 
                    tener 
                    que 
                    esperar 
                    un 
                    año 
                    para 
                    acompañarte 
                    de 
                    nuevo 
                    para 
                    unir 
                    a 
                    los 
                    tuyos, 
                    mis 
                    pasos 
                    llenos 
                    de 
                    cansancio, 
                    de 
                    calor, 
                    de 
                    fe, 
                    de 
                    esperanza 
                    y 
                    de 
                    amor 
                    hacia 
                    tí. 
                    Espero, 
                    Jesús, 
                    siempre 
                    espero
 
                    Sé 
                    que 
                    si 
                    es 
                    tu 
                    voluntad, 
                    nuevamente 
                    el 
                    próximo 
                    año 
                    nos 
                    uniremos 
                    en 
                    las 
                    calles, 
                    Tú 
                    con 
                    tu 
                    cruz, 
                    y 
                    yo 
                    con 
                    la 
                    mía