Después
de haber celebrado la Pascua
Te marchaste a un huerto
Y Seguido de algunos discípulos
Te internaste entre olivos,piedra y romero.
¡Qué
soledad silenciosa!
¡Qué solitarios momentos!
Ellos,
al lado, cual frágiles sombras
dieron rienda suelta al sueño
y Tú, Jesús, de rodillas
junto a una piedra sudabas sangriento.
¡Qué
soledad silenciosa!
¡Qué solitarios momentos!
Al
Padre, en la noche
Orabas diciendo:
Padre, si es posible
Aparta de mi este caliz amargo y tremendo
Pero no se haga mi voluntad
Porque la Tuya yo acepto.
¡Qué
soledad silenciosa!
¡Qué solitarios momentos!
Un
Angel llega hasta Ti,
Te conforta y te da aliento
Y Tú, Jesús, sin palabras,
dices: ¡Padre, ya estoy presto!
¡Qué
entrega tan generosa
y qué expresivo silencio!