Por todas
partes se aspira la belleza y el misterio
de la noche del Viernes Santo, a través de hondos y
encontrados sentimientos.
Cada cual a su modo,
vibra en su interior recordando que
estamos celebrando la Pasión y Muerte de Cristo, y
contemplando
en una catequesis viva, las distintas Imágenes que
la evocan.
Han desfilado
las mismas ante todo el pueblo y al final, seguida
únicamente por la Cruz del Santo Sudario, María
Dolorosa, pasa.
Su frente
resplandeciente bajo una aureola de luz y de infinito silencio.
Su presencia,
va esparciendo un sendero de pureza y con sus manos
llenas de generosidad hacia todos, parece decirnos:
¡No tengáis temor, que yo os ayudaré a
buscar la paz,
a encontrar la quietud y a olvidar vuestras penas!
El Paso avanza,
y el ritmo delicado que le imprimen las costaleras,
hace que el alma se ensanche al contemplar a la Virgen
y que al mismo tiempo, comiencen a resbalar algunas lágrimas
por las mejillas de bastantes paduleños.
Es, porque
en torno a la soledad de Nuestra Señora Madre y ante
su triste sonrisa y su expresión serena y delicada,
renace
en los corazones la esperanza y les embarga una emoción
sincera y profunda.