María
del Pilar Jiménez Morales
Saetas: Paduleñitas
Son como flores olorosas
que al exhalar
de sus pétalos perfumes
han de embriagar.
Una linda paduleña
que conocí
me ha llenado intensamente
de frenesí.
Lindas paduleñitas
que no tenéis rival
como las palomitas
nido queréis formar.
Lindas paduleñitas
nobles de corazón
que albergáis en vuestra mente
la esperanza de una amor.
Que albergáis en vuestra
mente
la esperanza de un amor.
Esa sonrisa de tus labios
es para mí
como el agua de los cielos
para el jardín.
Cuando me siento a tu lado
quiero soñar
que te llevaré algún día
junto al altar.
Lindas paduleñitas
que no tenéis rival
como las palomitas
nido queréis formar.
Lindas paduleñitas
nobles de corazón
que albergáis en vuestra mente
la esperanza de una amor.
Que albergáis en vuestra
mente
la esperanza de una amor.
Es la ilusión que siempre
llevo
dentro de mí
como el aire que respiro
para vivir.
Siento iluminar mi vida
al contemplar
la belleza de tu cara
no tiene igual.
Lindas paduleñitas
que no tenéis rival
como las palomitas
nido queréis formar.
Lindas paduleñitas
nobles de corazón
que albergáis en vuestra mente
la esperanza de una amor.
Que albergáis en vuestra
mente
la esperanza de una amor.
Mira cómo se pone
la piel cuando te recuerdo...
Por la garganta me sube
un río de sangre fresco
de la herida que atraviesa
de parte a parte mi cuerpo.
Tengo clavos en las manos
y cuchillos en mis dedos
y en mi sien una corona
hecha de alfileres negros.
Mira cómo se me pone
la piel cada vez que me acuerdo
que soy un hombre casao
y sin embargo te quiero.
Entre tu casa y mi casa
hay un muro de silencio,
de ortigas y de chumberas,
de cal, de arena, de viento,
de madreselvas oscuras
y de vidrios en acecho.
Un muro para que nunca
lo pueda saltar el pueblo
que está rondando la llave
que guarda nuestro secreto
¡y yo sé bien que me quieres!
¡y tú sabes que te quiero!
y lo sabemos los dos
y nadie puede saberlo.
¡Ay pena, penita, pena
de nuestro amor en silencio!
¡Ay, que alegría, alegría
quererte como te quiero!
Cuando por la noche a solas
me quedo con tu recuerdo,
derribaría la pared
que separa nuestro sueño,
rompería con mis manos
de tu cancela los hierros
con tal de verme a tu vera,
tormento de mis tormentos,
y te estaría besando
hasta quitarte el aliento.
Y luego, qué se me daba
quedarme en tus brazos muerto.
¡Ay, que alegría y que pena
quererte como te quiero!
Nuestro amor es agonía,
luto, angustia, llanto, miedo,
muerte, pena, sangre, vida,
luna, rosa, sol, viento.
Es morirse a cada paso
y seguir viviendo luego
con una espada de punta
siempre pendiente del techo.
Salgo de mi casa al campo
solo con tu pensamiento,
por acariciar a solas
la tela de aquel pañuelo
que se te cayó un domingo
cuando venías del pueblo
y que no te he dicho nunca,
mi vida, que yo lo tengo.
Y lo estrujo entre mis manos
lo mismo que un limón nuevo,
y miro tus iniciales
y las repito en silencio
para que mi campo sepa
lo que yo te estoy queriendo.
Ayer, en la Plaza Nueva
-vida no vuelvas a hacerlo-
te vi besar a mi niño,
a mi niño el más pequeño
y cómo lo besarías
-ay, Virgen de los Remedios-
que fue la primera vez
que a mí me diste un beso.
Llegué corriendo a mi
casa,
alcé a mi niño del suelo
y sin que nadie me viera
como un ladrón en acecho
en su cara de amapola
mordió mi boca tu beso.
¡ay, que alegría
y que pena
quererte como te quiero!
Mira, pase lo que pase,
aunque se hunda el firmamento
aunque tu nombre y el mío
los pisoteen por el suelo
aunque la tierra se abra
y aún cuando lo sepa el pueblo
y pongan nuestra bandera
de amor a los cuatro vientos,
sígueme queriendo así,
tormento de mis tormentos.
¡Ay, que alegría
y que pena
quererte como te quiero!