Jorge Martínez
Martos
Publicado en El Muñidor Digital Nº 1205
Granada, julio 2012
Muchas
veces imaginamos las consecuencias que puede tener
una determinada situación, pero a menudo nos
sorprende descubrir que estás consecuencias
pueden ir mucho más lejos de lo que en un
principio pensamos. Este es el caso de la obra que
la Hermandad va a llevar a cabo en nuestra Capilla
Sede.
Tenemos que remontarnos al día 31 de octubre de 2011, cuando los
hermanos de la Hermandad, reunidos en Cabildo General de Iniciativas
y Proyectos, aprueban que la Junta de Gobierno haga las gestiones que
estime necesarias para realizar en la Iglesia una reforma en la cual
se rebaje el suelo de la misma y se abra una nueva capilla anexa a la
de Nuestra Madre y Señora de la Consolación. Comienza entonces
un periodo en el que los papeleos, visitas de arquitectos y reuniones
se suceden, siendo ésta una de las partes más tediosas
que implica un proyecto tan ilusionante a la par que importante para
la Hermandad.
Los frutos de dichos trámites burocráticos son tardíos
debido a la complejidad de los mismos y, por desgracia, no tan abundantes
como se esperaba en un principio. Tras muchos meses de gestiones nos
informan de que solo se permite el rebaje del suelo y, por tanto, la
construcción de la nueva capilla que se pedía en el proyecto
inicial queda frustrada. Una vez conocidos estos hechos y habiendo agotado
todos los recursos para intentar volver al proyecto original el Hermano
Mayor de nuestra corporación, D. José Miguel Pérez
López, convoca un Cabildo General Extraordinario para exponerle
la situación a los hermanos y para pedir el permiso de éstos
con el fin de poder llevar a cabo la tan ansiada reforma de nuestra Iglesia.
Dicho Cabildo tiene lugar el día 25 de junio del presente año
y en él se consigue la aprobación de los hermanos para
llevar a cabo el proyecto.
Esto da paso a una nueva etapa en la que las gestiones a realizar son
bien distintas. La primera y más importante es decidir cuál
será la mejor ubicación de nuestros Sagrados Titulares
durante el tiempo que dure la ejecución de la obra. De entre
todas las posibilidades, la que desde un principio parece más
funcional y adecuada es la de la Iglesia de San Antón, por
proximidad y espacio a nuestra Sede Canónica. Tras ponernos
en contacto con la Comunidad de Monjas del Convento de San Antón éstas
aceptan inmediatamente y sin dudar cedernos parte del espacio de
la Iglesia para acoger temporalmente a nuestros Titulares. Es de
agradecer este importante gesto y queremos destacar la plena disposición
de la Comunidad para ayudarnos en lo que necesitara la Hermandad.
Así tampoco debe pasar desapercibido el apoyo que también
desde el primer momento nos ha prestado nuestra querida Comunidad
de Monjas del Monasterio del Santo Ángel Custodio que tuvo
a bien considerar el traslado a la Iglesia de San Antón como
la mejor solución al problema de la ubicación de nuestros
Titulares.
Realizadas estas gestiones y establecidas
ya las fechas del traslado y comienzo de las obras,
la Junta de Gobierno comienza a organizar el traslado
tanto público, en el caso del Santísimo
Cristo de San Agustín y de Nuestra Madre y
Señora de la Consolación, como íntimo,
en el caso de Jesús Nazareno de las Penas
dado su estado de conservación. Una de las
medidas que decide tomar y, dado el resultado obtenido,
una de las que más acertadas ha sido la de
establecer que el donativo para obtener la papeleta
de sitio sea comida no perecedera para caridad.
É sta es sin duda una de las consecuencias que, cuando la Hermandad comenzó a
plantearse realizar el proyecto de reforma de la Iglesia, nadie se había
imaginado. Y aquí podemos ver la grandeza de Dios, como una reforma se
convierte en un traslado y como un traslado pasa a transformarse en casi una
tonelada de comida destinada a ayudar a quienes más la necesiten.
Así llegó el 23
de julio y cuando comenzó la misa previa al
traslado en el interior del Monasterio del Santo Ángel
Custodio, cuando las puertas del templo se abrieron
y se rompió el silencio con un aplauso contenido
y un tañido de campana del muñidor,
cuando comenzaron a desfilar los hermanos y devotos
por los adoquines de la calle San Antón, cuando
el Sagrado Protector de la Ciudad de Granada pisó de
nuevo las calles y su Bendita Madre y Señora
de la Consolación asomó bajo el dintel
de la puerta e ilumino con su rostro las caras de
quienes la contemplaban, cuando pétalos de
devoción se posaron sobre sus divinas sienes
y los cánticos aliviaron su redentora pena,
cuando la Hermandad Sacramental del Cristo de San
Agustín entró en la Iglesia de San
Antón para hacerla su sede durante un tiempo,
cuando todo esto sucedía, algo más
grande e importante había ya ocurrido: los
hermanos habían demostrado su responsabilidad
y solidaridad cristiana haciendo de sus donativos
una ofrenda de amor al prójimo. Esto es
lo que debe prevalecer y dar ejemplo, porque verdaderamente
es lo que Dios quiere.
Gestos de
este tipo son los que deben hacernos sentir orgullosos de pertenecer
a una Hermandad como lo es la nuestra porque, al fin y al cabo, es
lo que da sentido a todo cuanto hacemos por nuestros Sagrados Titulares.
Se abre por tanto otra etapa
en este proyecto que no ha
terminado: el momento de la
obra. Y esta etapa nos ofrece
oportunidades únicas
e históricas como son el poder contemplar al Santísimo
Cristo de San Agustín mucho más cerca de lo que lo hacemos
el resto del año en su Capilla de San Antón, así como
a Nuestra Madre y Señora de la Consolación y a Jesús
Nazareno de las Penas en la misma capilla. Además, podremos
disfrutar de misas de Hermandad en meses en los que normalmente se
encuentran interrumpidas
como son julio y agosto.
Todavía queda mucho trabajo por hacer hasta
que volvamos a encontrarnos en nuestra verdadera Sede Canónica,
pero hasta entonces disfrutemos de lo que estamos viviendo.