Llegaron
las fiestas de mi pequeño
pueblo. La emoción nos embarga a todos: La Purísima
y El Santo Cristo del Zapato vuelven a cubrir con su
resplandor nuestras calles y lo más importante,
nuestros corazones. Este año algo ha cambiado,
algo que nunca olvidaremos; UN SENTIR que empuja nuestras
almas a estar ya preparándose de nuevo. Con cada
paso dado, con cada toque de campana, con cada palabra
de nuestro capataz, con lo mucho expresado en cada silencio,
una esperanza de humildad y de vida inunda nuestros cuerpos
y por fin nuestra Purísima querida y nuestro Santo
Cristo del Zapato tienen Horquilleros. ¡Qué hermosos
días vividos! Nunca lo olvidaremos. El peso no
importa, no pesa, nos empuja a seguir. Todos somos uno
y uno somos todos, nada significa más. Todos nos
conocemos pero a partir de ahora nos une un lazo indestructible,
un lazo que debemos compartir con todos: alegría,
tesón, compañerismo, compartir momentos únicos
y verdaderos. Y cada año más, no hay fronteras
para la emoción y el sentimiento.
“Rezad con los pies”, nos decía
Miguel.
LO HEMOS HECHO. Gracias a todos los que compartieron
conmigo esos momentos.