DEVRIM ERA MUSULMANA Y
SOÑÓ CON UN ANCIANO DE BLANCO: «SOY
JUAN, SAN JUAN, TODO IRÁ BIEN». ERA JUAN XXIII
QUE LE CAMBIÓ LA VIDA
Publicado en
Camino Católico caminocatolico.org
Martes, 20 de mayo de 2014
Ella
no sabía quién era aquel hombre, pero unos
días más tarde, domingo, viendo la televisión,
vio una ceremonia en la Plaza de San Pedro: el Papa Juan
Pablo II estaba proclamando un beato, se desenrollaba
un tapiz y aparecía el rostro del viejecito desconocido
con el que había soñado.
Devrim era una chica turca y
musulmana que no conocía nada del Papa Juan XXIII:
ni su nombre, ni su aspecto, ni su existencia ni mucho
menos que este Papa había vivido 3 años en
Turquía. Y sin embargo, por alguna razón
el Papa Roncalli quiso participar en su vida de forma asombrosa
muchos años después de fallecido. La historia,
que se publicó primero en una web en italiano dedicada
al Papa Juan, se puede leer en Cristianos venidos del Islam
(Libros Libres, 2007).
Una joven turca
Devrim nació y vivió en
Turquía hasta los 29 años. Su familia era
musulmana y creyente, aunque integrada en el estilo de
vida más laico de la Turquía moderna, poco
fervorosa.
“Mis padres me hablaban de nuestro grande y único Dios. Repetían
que el Corán es la revelación última y definitiva. Que el
Islam es la mejor religión, pero que debemos respetar a quienes profesen
otra. Yo rezaba sola. Rara vez iba a la mezquita. No me consideraba una persona
especialmente devota pero, al mismo tiempo, sentía un fuerte deseo de
un Dios con el que dialogar. Había un vacío en mi corazón,
pero no lograba comprender como podía colmarlo”.
Un novio en Italia
A los 29 años Devrim
se instaló en Italia, como intérprete
en una empresa de envíos internacionales. Allí conoció a
un chico siciliano, Beppe, se enamoraron y se casaron
por lo civil. Pero con el tiempo, entendieron que deseaban
que Dios bendijera su amor, y acudieron a su parroquia
de Verona.
A Devrim
se le abría un mundo al escuchar cómo
el párroco, Don Francesco, le presentaba al
Dios cristiano.
"Su
hablar de Dios como amigo, como compañero de
la vida cotidiana del hombre, hacía crecer en
mí la curiosidad hacia el catolicismo, hacía
centellear ante mis ojos una divinidad cercana, concreta
y fascinante. Don Francesco repetía que Dios
es como una luz siempre encendida fuera de la ventana
y que es suficiente abrir para que entre en nuestra
casa. Y yo me preguntaba: ¿alguna vez he abierto
realmente mi ventana?”
Pero ella aún no pensaba hacerse cristiana. Sólo
quería una boda cristiana con su marido católico.
En principio la fecha estaba establecida para el 7 de octubre
del 2000, pero en agosto comunicaron desde la Curia diocesana
que habían surgido “dificultades” en el
expediente, nunca detalladas, que bloqueaban el proceso.
Beppe
se enteró mientras estaba
en Sicilia repartiendo invitaciones a su familia. Devrim
lloraba en Verona: ¿estaba Dios en contra de bendecir
su unión?
Y entonces
tuvo el sueño.
"Un
anciano de blanco con grandes orejas"
“Una noche tuve un sueño que quedó nítidamente
impreso en mi mente cuando desperté. En el dormitorio
estaba un hombre anciano, vestido de blanco, un poco
inclinado sobre sí mismo por la edad, con grandes
orejas, grandes mofletes y los dientes ligeramente
torcidos, que me miraba sonriendo”.
¿Quién eres? –preguntó Devrim
en el sueño.
- Soy Juan,
San Juan –dijo el anciano, poniendo
su mano sobre el hombro de ella.
– No temas, todo
irá bien.
“A la mañana siguiente recibo
una llamada del párroco: nuestra petición
de matrimonio había obtenido la aprobación
directamente del obispo de Verona, monseñor Flavio
Carrazo”.
Devrim
entendió que había sido algún
tipo de sueño premonitorio, pero no lo contó porque
no entendía quién era el viejecito
de blanco.
Pero
unos días más tarde, domingo, viendo
la televisión, vio una ceremonia en la Plaza
de San Pedro: el Papa Juan Pablo II estaba proclamando
un beato, se desenrollaba un tapiz y aparecía
el rostro del viejecito desconocido con el que había
soñado.
“Beppe, ¡ven a mirar! ¿Ves ese
rostro en la tela? ¡Es él, es el viejecito
con el que soñé hace unos días!”,
grita a su marido.
Beppe
no sabía nada del sueño, pero
sí conocía al viejecito. Explicó a
la joven turca que ese hombre anciano era el difunto
Papa Juan XXIII… y ahora la Iglesia lo proclamaba
beato. Un escalofrío recorrió la espalda
de Devrim. Y quiso saberlo todo sobre Juan XXIII.
Un Papa que vivió en
Turquía
En primer lugar quería fotos,
más fotos, para compararlo con el anciano de blanco
de su sueño.
Después descubrió asombrada
que ella no fue la primera turca que interesó a Juan
XXIII: había vivido en Estambul de 1934 a 1937, en
la nunciatura, y durante años y años rezó por
Turquía y su pueblo.
“Nada de coincidencias, son signos de la misteriosa
presencia de Dios en mi vida”,diría después. “¿Por
qué una mujer musulmana iba a soñar con
un santo del que ni siquiera conocía su existencia?”,
planteó.
Después de la boda religiosa, Devrim quiso
saberlo todo sobre la Iglesia, la fe católica
y Jesús. Acribilló a preguntas a amigos
y parientes. Finalmente se apuntó a un catecumenado
con su párroco.
Cuando en
2005 nació su hija, la pequeña Anna,
ambas, madre y niña, fueron bautizadas en la
Vigilia Pascual, el 26 de marzo de ese año.
Desde el
día de su boda, una foto de Juan XXIII está en
la mesilla de noche de Devrim y Beppe.
Y ella habla de su relación con Cristo: “Él sólo
espera nuestro sí para hacerse compañero de nuestra existencia.
Ese vacío que sentía en mi corazón de joven en Turquía
ha sido colmado por su presencia amorosa. Ahora que soy cristiana me doy cuenta
de que el bautismo no es el final de un camino, sino un nuevo inicio, y soy
feliz de poder decírselo a todo el mundo”.
Personalmente me
enorgullece compartir una estrecha amistad con Devrim y su
esposo Beppino. Desde que me abrieron las puertas de su casa
y su corazón, en uno de los viajes que he realizado
a Verona, más que amigos nos consideramos y llamamos
hermanos. Por ello hoy envío, a través de este
medio, un fraternal abrazo a mis hermanos Devrim y Beppino.