Pregón
pronunciado por Doña María Pérez Ferrer
Iglesia
Parroquial de Santa María la Mayor
8 de abril del año 1995
Buenas
noches.
Cuando hace algún tiempo me propusieron que dijera
el Pregón de la Semana Santa, mi primera reacción
fue una negativa. Me resultaba extremadamente difícil
hasta pensarlo. Y es verdad que es difícil hablar
en público. Mucho más después de los
excelentes pregoneros que me han precedido. Y de la pregonera
del año pasado, Margarita, cuyo pregón a todos
nos llegó al alma. Después me fui haciendo
a la idea y terminé por aceptar. Pensé que
no había que hacer discursos elocuentes y retóricos,
ni cosas complicadas, sino con sencillez expresar lo que
uno siente, lo que una paduleña creyente que ama
a su pueblo y sus tradiciones puede decir a otros paduleños
y paduleñas que piensan y sienten igual y a otras
muchas personas que, aunque no hayan nacido en nuestro pueblo,
lo consideran como propio y aman sus fiestas y tradiciones.
Entre
las fiestas de nuestro pueblo, vividas y queridas por todos
sobresalen dos que están grabadas a fuerza de amor
y vivencias en nuestro corazón y en nuestra mente,
forman parte de nuestro propio ser y en sus celebraciones
unen al pueblo como una piña en un mismo sentir.
Una es la fiesta de nuestro Patrón, San Sebastián;
la otra la Semana Santa.
Estos
días al comienzo de la Primavera en la que celebramos
el Misterio de un Dios que se hace hombre para salvar a
la humanidad, y que culmina en la Pascua de Resurrección.
Cristo que muere y resucita por nosotros. Días santos
en los que el aire y el aroma, la luz y los sonidos y hasta
el caminar parecen acompañar los sentimientos que
se hacen más profundos, más serenos.
La
Semana Santa en la calle y la Semana Santa en el templo.
El olor de las flores, el bullicio y la música en
la calle. El olor del incienso y la cera, del rumor de las
oraciones y los cantos litúrgicos en la iglesia.
Los bellísimos cantos que gracias a la dedicación
de los componentes de la Coral Santa María la Mayor
y de su director dan solemnidad a los oficios y nos emocionan
haciendo que el alma se sienta más cerca de Dios.
¿Es que hay dos Semanas Santas distintas y separadas?
Yo creo sinceramente que no. Son dos caminos que convergen
en Cristo Crucificado, centro del Misterio de la Pasión.
Dos formas distintas de vivir estos días y de ninguna
manera se excluyen, sino que se complementan. La liturgia
y las procesiones y manifestaciones externas estas muestras
de religiosidad popular que corresponden al modo de ser
de este pueblo nuestro, andaluz, vital y mediterráneo
que necesita expresarse en la calle. Pero también
necesitamos todos el recogimiento, la reflexión y
la serenidad que dan al alma los actos litúrgicos.
Desde estas dos vertientes voy a considerar la Semana Santa,
tal como yo la he vivido desde que tengo memoria.
El
Domingo de Ramos, pórtico y comienzo de las celebraciones
de la Pascua, condensa y sintetiza cuanto se celebra en
la liturgia de estos días sagrados. Dos partes tiene
la liturgia de este día: La bendición de las
palmas se realiza en la Ermita y desde allí venimos
en procesión hasta la Parroquia. Esta fiesta de júbilo
reproduce en entusiasmo de los habitantes de Jerusalén
cuando Cristo entra en la ciudad montado en una borriquilla,
como los antiguos reyes de Israel solían hacerlo.
Aquella
multitud vitoreó a Cristo como rey cantando "Hosanna
hijo de David. Bendito el que viene en nombre del Señor".
Nuestro
pueblo en ese día se viste de fiesta, se engalana
y se alegra con la procesión de la palmas. El aire
se llena con el ondear de las palmas y ramos al viento y
todos deseamos tener una para adornar nuestros balcones
en la Pascua.
Pero
la celebración no termina ahí. La procesión
es el comienzo de la liturgia que continúa aquí,
en la iglesia, con la celebración de la Eucaristía
que, después del bullicio y la alegría tiene
un marcado carácter de Pasión. En esta celebración
se lee el relato de la Pasión según San Lucas.
El júbilo, la alegría parece que se quedan
atrás. La contemplación del dolor se hace
presente. Reafirmemos en este día la fe en Cristo
que nos salva.
El
Jueves Santo, a la hora aproximada en la que Cristo se reunió
con sus discípulos para celebrar la Cena Pascual,
la Iglesia celebra la única Misa de este día.
En ella se conmemora la institución de la Eucaristía.
"Viendo Jesús que había llegado la hora
de pasar de este mundo al padre, habiendo amado a los suyos,
los amó hasta el fin". Jueves Santo Día
del Amor Fraterno.
Cristo
se despide, se va, pero en una maravillosa muestra de amor
se queda con nosotros para siempre, nos deja el más
maravilloso legado, El Mismo en la Eucaristía, promesa
de Resurrección: "Quien come de este Pan vivirá
eternamente!.
Nos
da también un magnífico ejemplo de humildad
lavando los pies de sus discípulos. En vísperas
de morir por la fraternidad entre los hombres Cristo nos
pide solidaridad y amor. Amor a los "Cristos"
vivos y dolientes en nuestra sociedad: enfermos, parados,
emigrantes, drogadictos, marginados,... Todas las personas
que llevan algún dolor en su corazón. Cristos
reales, Critos sufrientes que esperan una resurrección
en la vida que les llegue a través de una mano amiga
y solidaria. Cristo se quedó en la Eucaristía
y se quedó en ellos. "Lo que hacéis con
uno de estos lo hacéis conmigo", nos dijo.
No
olvidemos estas palabras y aprendamos la lección
de amor que Jesús nos dejó.
A
la media noche de esta Jueves Santo nuestras calles y nuestras
plazas se llenan con el rumor de las oraciones de cientos
de personas en el Santo Vía Crucis. En el recordamos
las escenas más importantes de la Pasión y
lo que Cristo sufrió en su camino hacia el Calvario.
Jesús es prendido en el Huerto de los Olivos, Jesús
condenado a muerte, Jesús con la Cruz a cuestas,
sus caídas, el encuentro con su madre, Jesús
clavado en la Cruz, Cristo Crucificado.
En
esta noche de recogimiento y fervor bajo la luz de la luna
que se va agrandando en el cielo, sea nuestro caminar la
búsqueda de la verdad, de la autenticidad.
Viernes
Santo. Cristo en la Cruz. Cristo Crucificado por la humanidad.
Atrás queda la entrada gloriosa en Jerusalén.
¿Dónde están los que lo aclamaban?
¡Qué inconstantes somos! Queda también
atrás la última cena con sus amigos, solo
presente el dolor, la soledad, el sufrimiento, el abandono...
Y
con las últimas fuerzas sus últimas palabras
de perdón, de amor, de promesas...
¿Qué
le queda? Su madre. Y en un alarde de amor también
nos la deja. Soledad de María, Madre de Dolores...
Dolor de una Madre que ve morir a su único Hijo y
que recibe a cambio como hijos a los mismos que lo crucifican.
El
la celebración de la Palabra recordamos la Pasión
y Muerte de Cristo según el Evangelio de San Juan.
Después, la adoración de la Cruz. Se presenta
la Cruz al pueblo cristiano para que los fieles la adoren.
Cruz de Cristo, signo sagrado de nuestra fe. En ella hallamos
el ejemplo de todas las virtudes. Si buscamos con paciencia,
sacrificio, obediencia, humildad... Están en la Cruz,
que para el Cristiano es consuelo, fortaleza, esperanza
en los momentos de mayor dolor y en todas las dificultades
de la vida. Crezca en este día y por esta celebración
nuestra fe en Cristo Crucificado dentro del Misterio de
la Pasión.
Al
caer la tarde del Viernes Santo el aire se inunda de olores,
colores y belleza. Parece que están lejos las espinas
y el dolor.
Hay
bullicio y músicas. Va a comenzar nuestra procesión.
Una procesión vivida y sentida año tras año
de nuestra vida, desde pequeños. Una procesión
que no es, ni mucho menos, una sucesión de pasos
o tronos más o menos artísticos, sino la representación
plástica de la Pasión y Muerte de Jesús
que trasciende religiosidad, fe, estética, belleza...
Las imágenes sale al encuentro del pueblo para mostrar
plásticamente la idea religiosa y, a través
de ellas, provocar un acercamiento del alma a Dios.
El
hombre necesita ver y sentir, lo divino puede quedar oculto
a nuestros sentidos, pero a través de lo humano,
de las imágenes se hace comprender el misterio que
representan. Por eso son queridas y veneradas, no tanto
por que sean bellas y artísticas.
Este
es el valor de nuestra procesión. El Misterio de
un Dios hecho Hombre que sufrió y murió para
que la Humanidad se salve lo hemos aprendido en nuestro
pueblo, contemplando la procesión.
Y
captamos el valor simbólico de Cristo con la Cruz
a cuestas; peso de la Cruz y peso de nuestros pecados y
nuestras penas. ¿Quién no las tiene?¿Quién
no se siente aliviado al saber que un Dios hecho Hombre
sufrió por nosotros...?
Y
sentimos la pena de María, dolor inmenso de la Madre
que pierde a su Hijo...
¡Cuantas
madres no buscarán consuelo cuando contemplen el
rostro de nuestras Vírgenes...!
Y
miramos a Cristo Crucificado, refugio para todos, y de cada
corazón, brota como una flor en Primavera una silenciosa
y honda plegaria.
Esto
hemos aprendido de nuestros mayores, esta es la fe que nos
han transmitido. Todos hemos oído frases como estas:
"Mira, la Cruz del Señor pesa mucho porque somos
malos". "Tienes que ser bueno, o buena, para que
Jesús no sufra". "La Virgen llora porque
Cristo ha muerto". "Mira al Señor Crucificado,
pídele que no haya cosas malas en el mundo".
Frases
sencillas, de personas que, posiblemente, no tenían
grandes conocimientos ni mucha cultura, pero que si tenían
una gran fe.
Y
yo me pregunto: ¿Seremos capaces de transmitir a
la generaciones jóvenes este tesoro de fe que recibimos?
Esta es nuestra gran responsabilidad. No podemos correr
el peligro de cortar esta correa de transmisión de
vivencias religiosas. Un pueblo no es nada si pierde sus
valores y el gran valor de nuestro pueblo es su religiosidad
y su fe.
En
esta sociedad, cada vez más alejada de Dios y de
la Religión, este es el gran reto que tenemos que
asumir. Y no hay que buscar formas muy complicadas de hacerlo.
Sin descartar una seria formación religiosa, se puede
hacer sencillamente. No hay mejor predicación que
el ejemplo. Los padres y las madres que con su hijo o su
hija de la mano les van mostrando los distintos pasos de
la procesión y lo que estos representan se convierten
en los primeros predicadores de la fe, depositando en sus
hijos el tesoro que recibieron para que ellos, a su vez,
lo transmitan a las generaciones futuras, manteniendo esta
cadena de fe y amor a Dios y a nuestras tradiciones.
En
los últimos años se ha producido un resurgimiento
de la Semana Santa a través de nuevas Cofradías
y la incorporación de gente nueva a las más
antiguas. Con este resurgimiento se han incorporado con
el empuje y la ilusión de su edad, con vocación
de servicio, con la alegría de tener una parcela
propia, poniendo el alma, el corazón y la fuerza
en su trabajo, gran número de jóvenes.
Todos
sabéis que me estoy refiriendo a los Costaleros,
incomprendidos a veces, quizá por falta de diálogo.
Ignoramos que bajo la trabajadera van almas jóvenes
que sienten y viven de una forma distinta, con una sensibilidad
especial la Semana Santa; que unidos en la oscuridad y el
silencio de la trabajadera rezan y trabajan poniendo el
alma en lo que hacen. Forman una comunidad con una misión
que cumplir; llevar su imagen con cuidado, con corazón.
Quiero
dedicar unas palabras, especialmente, a las costaleras de
la Virgen de las Angustias, tan capaces como los hombres
que con tesón, amor, constancia, superando obstáculos,
con la ilusión de su juventud puesta en lo que hacen
han aprendido en muy poco tiempo a llevar con mimo y amor
a la Madre que sufre.
Ellas
y ellos han recogido la tradición de llevar las imágenes
a hombros y la han actualizado superándose año
tras año en hacerlo mejor.
Para
todos, Costaleros y Costaleras, todo mi cariño y
el reconocimiento a vuestra labor. Vuestra labor es maravillosa,
pero no os quedéis sólo en llevar unas imágenes
en la procesión del Viernes Santo, sino que sea este
el cariño que os conduzca a un encuentro con Cristo
y a una verdadera vida cristiana.
Poco
antes de la media noche del Sábado Santo tiene lugar
la Solemne Vigilia Pascual. La liturgia de esta noche santa
conmemora la Resurrección del Señor.
Al
comienzo, en el Pregón de Pascua de dice: "¡Qué
noche ta dichosa, sólo ella conoció el momento
en que Cristo resucitó de entre los muertos!".
La
Resurrección da verdadero sentido a la Pasión
y Muerte de Jesús. "Cristo con su muerte nos
liberó del pecado, con su Resurrección nos
abre las puertas de una nueva vida". Resurrección
de Cristo, seguida de nuestra propia resurrección.
Entre
los símbolos de esta celebración está
el fuego nuevo con el que se enciende el Cirio Pascual,
luz de Cristo, luz verdadera que ilumina a todo hombre que
viene a este mundo. "Yo soy la luz y el que me sigue
no anda en las tinieblas", dice Cristo.
El
agua, símbolo de la gracia; morir al pecado y salir
con Cristo del sepulcro para una vida nueva. El sacerdote
rocía con el agua bendecida a los fieles en recuerdo
del bautismo que nos abrió las puertas de la gracia.
Este
hombre viejo, símbolo del mal, está representado
por los "Juas" que se derriban al paso de la procesión
del Resucitado y es una de las tradiciones más arraigadas
de nuestro pueblo.
¿Quién
no ha corrido delante de la procesión a los gritos
de "Juas, Juas, Juas..." para tratar de derribarlos.
Yo
defiendo con toda mi alma esta tradición pero dándole
su verdadero sentido. El "Juas", hombre viejo
que muere al pecado para resucitar con Cristo. Y a las personas
que los hacen les pediría que pongan el máximo
cuidad, estilo y elegancia evitando cosas que puedan molestar
o dañar a las personas, y que desvirtúan el
verdadero sentido de la procesión.
Cristo
Vencedor de la Muerte se pasea por nuestras calles. Creo
que a esta procesión deberíamos darle mayor
relieve, más esplendor, que asistieran representantes
de todas las Cofradías y junto a los demás
fieles festejar con júbilo la celebración
alegre y gozosa de la Resurrección.
Después
de este recorrido por todas las celebraciones de nuestra
Semana Santa quiero hacer un llamamiento a todos los paduleños
y paduleñas `para que vivan con gozo y fervor estos
días, que su presencia en todos los actos, tanto
en la iglesia como en la calle, sea un testimonio de fe,
que sepamos estar con la compostura que requiere la fiesta
que celebramos y demostremos que en El Padul sabemos hacer
bien las cosas y está a la altura de las circunstancias.
Dejemos para otras ocasiones actitudes que no tienen nada
de malo, pero sin embargo están poco acordes con
la fiesta que se celebra.
A
todos los cofrades y a todas aquellas personas que más
directamente trabajan y se esfuerzan para que nuestra Semana
Santa tenga cada vez mayor esplendor les pediría
que no cesen en su entusiasmo e ilusión, que este
trabajo sea el esfuerzo común de todas las Cofradías,
una muestra de solidaridad, de verdadera hermandad, de fe
y de entusiasmo, y que no se reduzca a unos pocos días,
sino a todos, que comprueban lo bello que es hacer Semana
Santa todo el año.
Y
una petición a nuestros sacerdotes: que intenten
comprender que lo que nosotros hacemos no son altanerías,
que el esmero, el cuidado y la atención que pomenos
en el arreglo de los tronos no es producto de rivalidades
que no existen, porque lo hacemos para una empresa común,
de todo el pueblo, para nuestra procesión. Y este
entusiasmo nace de corazones limpios cuya única pretensión
es mantener la fe y las tradiciones heredadas de nuestros
mayores y mejorarlas en lo posible. Y si algunas cosas no
están tan bien como sería de desear, sean
ellos con su mayor conocimiento, con cariño y comprensión
los que nos informen y nos ayuden a ir superándolas.
Mi
recuerdo y mi cariño para todos los paduleños
y paduleñas que viven fuera y que en esta fiestas
tienen con mayor intensidad que nunca su mente y su corazón
puestos en nuestro pueblo, también para los enfermos
y los que están en sus casas.
Y
una oración a los que durante muchos años
colaboraron en la preparación de la Semana Santa,
a los amigos que compartieron las tareas y afanes de estos
días y que ya gozan para siempre de Dios. Que ellos
sean nuestros valedores ante el Señor.
Y
termino diciéndole a Cristo Crucificado que con sus
brazos abiertos por el amor acoja y abrace a todo el pueblo
de Padul, que aprendamos la suprema lección de amor
que nos da ya que un día gocemos de su gloria resucitados
con Él.