Pregón
a cargo de la Asociación “VALE”
Centro Cultural Federico García Lorca
1 de abril de 2006
Buenas noches a todos,
a los que aquí nos honráis con vuestra presencia
y nos acogéis con vuestro calor y apoyo y a todos
aquellos que por diversas razones nos veáis por medio
de las imágenes o que nos escuchéis a través
de las ondas de radio, a todos vosotros quiero dirigirme
con humildad y mucho respeto para tratar de llevaros a través
de estas palabras, nuestros sentimientos acerca de una Semana
Santa especial.
Gracias por estar
aquí esta noche.
Permitirme que comience
por devolverle a nuestro joven presentador Carmelo, pregonero
del pasado año, el mismo cariño y afecto que
él ha volcado en sus palabras para con nuestra asociación
y para con las personas que la integran.
¡Gracias Carmelo!
Decía con
las personas que lo integran, porque en “Vale”,
estáis vosotros, los que me escucháis, como
socios o como personas que os identificáis con nuestros
objetivos, están los profesionales, los padres y
como no, las personas que atendemos, y precisamente porque
todos formamos parte de esta realidad, quiero que esta noche,
en nuestro pregón, sean partícipes de él
todos, de aquí que ahora ceda mi palabra a Manuel
Robles persona conocida para la mayoría de vosotros
“Efectivamente
yo también formo parte de este mundo que hoy os queremos
presentar, en mi función de trabajador, pero no quisiera
hacerlo solo desde esta perspectiva, quisiera hacerlo desde
el profundo cariño que siento por “Vale”
y fundamentalmente por las personas que aquí atendemos,
ellos son los que animan el quehacer diario y nos dan fuerza
para seguir creyendo cada día más en ellos,
desde el convencimiento de que estas personas son sujetos
con las mismas carencias , necesidades y alegrías
que cualquiera de nosotros y nuestra labor no es otra que
hacer ver a esta sociedad lo que son y que los acepten y
los integren como portadores de valores y sujetos capaces
de demostrar lo mucho que nos pueden dar.
Y como “Vale”
no es un gueto, ni un aparte de esta vida cotidiana, es
por lo que entendemos, que en esta noche también
ellos tienen que ser participes de este pregón, porque
ellos, lo mismo que los que aquí estáis, también
viven la Semana Santa y lo hacen como cofrades, como costaleros,
como músicos, luciendo mantillas y viviendo intensamente
estas fechas.
Por ello, me complace
presentaros a cuatro de nuestras personas que son testimonio
de lo que acabo de decir, que con sus palabras, con su vocabulario,
con su forma de entender la vida, nos van a decir lo que
es para ellos la Semana Santa.
En primer lugar os
presento a José Gabriel Padial López, que
en su calidad de componente de una banda de música,
vive cada año con intensidad estos días
“Hay que nacer, la vivo y no por tirarme detrás
de trono. Desde pequeño me metí en la banda
y hasta ahora. He ido detrás de muchas y buenas procesiones
de muchos pueblos, como Santa Fé, Baza, también
he visto la de El Padul, siempre viví la muerte t
resurrección de Cristo, vivo religiosamente y quiero
hacerlo hasta que pueda. Mi director dice que cuando hay
fe mueve montañas y si no hay fe, no hay costaleros,
capataces ni músicos, yo no estoy en la banda por
dinero, sino porque me gusta y quiero hacerlo. Me gustaría
que la juventud se acercara a la Semana Santa y la viva.
"Los
costaleros, capataces, viven la Semana Santa todo el año,
yo tampoco lo puedo evitar.”
A continuación
nos hablará de su experiencia María Dolores
Molina.
“Tengo Fe. La he vivido desde pequeña, he salido
y salgo de costalera y penitente, la vivo con mucha pasión
y alegría de que llegue, por los pasos y por ir a
ensayar. Salgo con la Virgen de los Dolores. La pasión
es para mí toda la gente, los pasos que salen, las
flores…Hay nerviosismo, ayudo a poner las flores en
el trono, voy a la cena de la Cofradía, voy con mi
madre a ver los Santos y he visto como visten a la virgen”
En tercer lugar nos
va a dar su visión particular Francisco José
Compan Chanes.
“Pasión es ella. Desde los catorce años,
llevo de costalero de Nuestro Padre Jesús del Ecce
Homo, me gusta, llego a las dos o las tres de la mañana.
Le ponemos ánforas, las luces…, me gustaría
que fueran a la Semana Santa de Lanjarón, se hace
el recorrido por las calles y la Virgen y el Cristo se hacen
reverencias, la gente llora, vienen de Sevilla, de Barcelona…Yo
le doy las flores del Cristo a mi madre, me gusta porque
tengo fe”
En última lugar nos dará su opinión
una de las personas más queridas en este pueblo María
José Duarte Alguacil.
“Lluvia, lloran, no sale el santo porque
se le cae la pintura."
Desde los cuatro
años voy de penitente con el señor crucificado,
los músicos, hay luego bocadillos, penitentes, costaleros
y de costalero mi Julián que va a ensayar, agua.
‘Tranquilos! ¡Tranquilos!, El paso es muy grande
hay muchos costaleros y mucho camino. Salgo de penitente.
Ensayamos de noche, hay mucha gente, voy a la cena del Cristo
Crucificado, me gusta mucho ir de penitente. Me gustan las
luces, el paso, las velas, las mantillas, chicas, chicos,
mi titi de capataz y mi hermana con el humo, me gusta mucho
salir y ver”
Así, sin quitar ni poner una palabra son ellos, con
la misma pasión e ilusión que vosotros por
vivir estos días.
Y ahora de nuevo doy paso a nuestra presidenta y madre,
para que os declame el pregón.
Vividos estos momentos
tengo el honor de dirigirme a vosotros en mi doble condición,
de presidenta de esta asociación, y fundamentalmente
como madre de una persona con discapacidad de la cual me
siento muy orgullosa, ya que me hace presumir del mayor
título que puede tener una mujer, el de madre.
El tiempo con su
lento y a la vez fugaz transcurrir hace que en pocos meses
se cumpla prácticamente el veinticinco aniversario
de la fundación de nuestra asociación.
No podía haber
empezado mejor la celebración de estas fechas tan
importantes para nosotros, que con la distinción
de que nos ha hecho objeto la Asociación de Cofradías
de El Padul distinción tan importante para nosotros
como proclamar este pregón de tanta tradición
en nuestra Semana Mayor , por ello vaya en primer lugar
nuestro más sincero agradecimiento a las personas
e instituciones que nos designaron para tan alto honor,
vamos a tratar de dejaros con nuestra presencia, más
que un pregón al uso, unas vivencias, creencias y
realidades que creemos os llegarán al corazón.
Tengo la conciencia
de que nunca podré apoyar mi palabra ni con conocimientos
teológicos, ni con belleza literaria, ni tan siquiera
con un poema original que entremezcle los versos con rimas,
tan solo prefiero quedarme con nuestras opiniones personales,
nuestros sentimientos, nuestros momentos vividos día
a día y nuestra forma particular de entender la Semana
Santa,
Hoy, con ser Vale
quien diga el pregón se enfrenta a una serie de retos
personales y colectivos que van a poner a prueba nuestra
fe, que a la vez que nos coartan y atemorizan, nos animan
una y mil veces más, si fuese necesario, a dejar
claro ante la sociedad que vivimos, los valores y potencialidades
que poseen las personas que hacen que cada día en
Vale se produzca el milagro de la normalidad , ya que los
sentimientos y la lucha se funden de un modo natural en
cada uno de los que hacen el fin, el motivo y la existencia
de “Vale”, porque nuestra filosofía surge
del deber como padres y de la admiración personal
que todos los que nos dedicamos y creemos en esta causa
sentimos por la catequesis práctica que aquí
se desarrolla.
El Cristo de Vale
es un Dios representado con majestad divina pero con semblante
humano, su rostro podemos verlo, observando a cualquiera
de las personas con discapacidad en su aspecto humilde,
sencillo y humano.
La iglesia, como
decía Pablo VI, es un amor que busca.
¡Cuánto
quisiera que os sintierais acogidos y abrazados por ese
amor!
Es preciso que la
integración de estas personas se convierta en mentalidad
y cultura.
En el reino de Dios,
se vive una felicidad contracorriente, que no se basa en
el éxito y en el bienestar, sino que encuentra su
razón profunda en el misterio de la vida de estas
personas.
Dios se hizo hombre
por amor, quiso compartir hasta el fondo nuestra condición,
eligiendo ser, en cierto sentido, discapacitado, para enriquecernos
con su pobreza.
Aquí precisamente
radica la paradoja de la esperanza cristiana, lo que parece
humanamente una desgracia, en el plan divino siempre es
un proyecto de salvación.
Por ello, conscientes de que formamos parte de una misma
iglesia, sin ánimo de exclusivismos, nos atrevemos
a decir que “Vale” y todas las asociaciones,
que tratan de normalizar las vidas de los que padecen cualquier
tipo de discapacidad intelectual, forman una iglesia muy
particular dentro de la propia iglesia, con una misión
muy clara, que es dar calidad de vida a estas personas y
a sus familias.
Nuestra iglesia de
Vale no sabe de rencillas, no sabe de envidias, no sabe
de rencores, no sabe de traiciones, ni de orgullo, de prepotencia,
ni de engaño, de lucha entre hermanos, ni de avaricia,
ni de ambición ni de nada que pueda dañar
en lo más mínimo a las personas, muy al contrario
la nuestra es una iglesia que predica, y que vive con y
para el amor.
Esta palabra “amor”,
tantas veces pronunciada y reivindicada desde todos los
corazones, y usada la mayoría de las veces con un
profundo vacío, en Vale vive y se desarrolla con
su mayor intensidad en cada uno de los momentos del día
y en cada una de las personas que la viven.
Podríamos
decir que la sangre que fluye por esa venas está
impulsada por este sentimiento, y esto se refleja en los
rostros, quizá no los más perfectos pero si
los más felices, cuando se observan desde la perspectiva
de una mirada limpia y capaz de entender nuestra realidad.
En nuestro mundo
de amor también tenemos nuestras propias imágenes
quizá no tan bellas, ni de andares tan majestuosos,
ni de palabra tan fluida, no son una de esas maravillosas
tallas tantas veces exaltadas, son sencillamente de carne
y hueso, como tú y como yo, pero que en cada uno
de sus días y a través de sus vidas renuevan
el misterio de la muerte y resurrección de nuestro
Creador y nos dan un testimonio real, pues también
ellos fueron creados a su imagen y semejanza.
Y este último
párrafo no quisiera que se entendiera como un canto
al lastimismo o a la desesperanza, sino todo lo contrario,
como una reivindicación de la normalidad de las personas
a las que atendemos con los mismo sufrimientos y alegrías
que los demás.
En nuestra pasión,
concebida como la liturgia nos la presenta el Domingo de
Ramos, no hubo entrada triunfal entre palmas y olivos, el
recibimiento de cada uno de estos cristos vivos no fue vitoreado
ni festejado, ni siquiera bien recibido, podríamos
decir, que nuestra pasión empieza con la propia muerte,
la desesperación, el rechazo, la no aceptación,
el llanto, la pena, con el abandono, el olvido y a veces
con un pedir cuentas a Dios.
El nacimiento de
un hijo, es tiempo de alegría, tiempo de celebrar
la llegada de un nuevo miembro a la familia, esta alegría
es legítima y así viven ilusionados los padres
la llegada de un nuevo ser al mundo.
De pronto todo se
convierte en algo frío, lágrimas que no se
olvidan y un sin fin de preguntas ya que nuestro hijo tendría
que ser perfecto.
Hoy, en este momento
solemne, escucho hablar en la hora de su nacimiento a una
de nuestras imágenes vivas, decir:
¡Qué desgraciado
me sentí!
¡Quise morirme!
Más que motivo de
ilusión había nacido para mis padres y
la sociedad un problema.
¿Qué sería
de mí?
¡Tan indefenso!
¡Tan desprotegido!
Con mis ojitos achinados,
miraba impotente y no quería vivir.
En mis primeros momentos,
en mis primeras horas me sentí solo, rechazado,
culpable, más que mi nacimiento creo que empezó
mi pasión, no solo para mí sino para mis
seres queridos.
¡Qué poca cosa
me vi.!
Así empieza nuestra
pasión, con el rechazo, la tristeza, la pena.
¡Cómo entiendo
tu soledad en la Cruz Señor!
Esta es la realidad
de nuestra Semana Santa, de nuestra pasión que antes
citaba, como en el Gólgota, todo se nubla, parece
que la noche se echará encima al atardecer y se hacen
realidad aquellos momentos en los que el Jesús que
expira dice:
Madre ahí
tienes a tu hijo.
Un hijo diferente.
Un hijo al que todos lo verán especial, al que
llamarán subnormal.
Sin embargo esta
oscuridad, este retumbar del cielo, esta tremenda sensación
de angustia, rompe en una fulgurante explosión de
amor, cuando este hijo es capaz de demostrar su extraordinaria
capacidad de dar amor.
La pasión
que se inicia con la muerte, poco a poco va dejando entrever
una resurrección de felicidad, de pequeños
logros y grandes satisfacciones y una carga de ternura infinita
de lucha continua y diaria por intentar hacer ver al mundo
que son personas con necesidades especiales y que necesitan
de nuestra ayuda y fundamentalmente de nuestro apoyo y comprensión.
Se produce esa entrada triunfal, de la que antes hablaba,
cuando dentro de cada una de estas personas hay una nueva
y encantadora canción que debe ser oída y
entendida por aquellos que estén dispuestos a tomarse
el tiempo de escucharla.
Solo en ese momento
se producirá el milagro de la resurrección
cotidiana de cada uno de ellos y no habrá grandes
festejos, ni algarabías, solo estará la sonrisa
de una persona que responde a su levantar, a su resurgir
cada día con el solo estímulo de otra sonrisa,
de una caricia, de una palabra de cariño, con un
abrazo sincero, con la presencia del amor y la verdad, pues
solo estos son capaces de captar en su mayor intensidad
estos sentimientos y nos los devuelven con creces con su
alegría, su paz y su felicidad que llegan a todo
corazón abierto.
Nuestra resurrección,
su resurrección, se produce cuando la sociedad deja
de pensar que las personas con discapacidad son signo y
testimonio de fracaso de dolor, muerte, negación,
y cruz, cuando admite sus diferencias y lucha con él
para superarlas.
Esta es la pasión
diaria que se produce en nuestra iglesia diferente, en nuestra
iglesia del olvido, en nuestra iglesia de la esperanza,
fundamentalmente de la esperanza, ya que nuestra resurrección
diaria nos trae una ilusión renovada de poder lograr
cada día los objetivos que nos proponemos, por ello
es por lo que aunque sea cuando ya mi pregón esté
avanzado, me atreva a denominarlo el pregón de la
esperanza.
Y lo digo desde mi
propia experiencia vivida, ya que la vida junto a uno de
estos seres entrañables, no es otra cosa que vivir
con la esperanza de ver cada día incrementada su
felicidad, con la aceptación plena de sus limitaciones,
pero con la firme convicción de que ellos nos dan
el ciento por uno, cuando con la esperanza renovada cada
día nos enfrentamos al reto diario de hacerles una
vida feliz y plena de humanidad.
Y ellas a cambio
nos dejan a diario el mensaje de paz que me gustaría
que conocierais.
De aquí que
ahora me disponga más que a deciros, a rezar con
vosotros unas bienaventuranzas cargadas de sentido cristiano
que nos sensibilizarán y nos permitirán entender
los sentimientos de las personas con discapacidad.
“Bienaventurados
los que comprenden mi extraño paso al caminar y mis
manos torpes”
Estos habrán entendido que tras mi torpe apariencia
y mi aspecto hay una persona que siente como él y
necesita de él y que si yo no me puedo mover él
será mis pies, mis manos, mi apoyo al caminar, mi
guía en mi lucha diaria por sobrevivir, la cabeza
que piense por mí y para mí, sin tener en
cuenta mi aspecto, sino mi interior y que se crea, lo mismo
que yo, que ser discapacitado no es ser un inútil,
sino una persona que siente y que es capaz de dar todo.
“Bienaventurados
los que saben que mis oídos tienen que esforzarse.”
También ellos,
estos que comprenden mi discapacidad, serán capaces
de ser mi palabra y mi oído y no se cansarán
de repetirme lo que mis torpes sentidos no perciben, porque
a través de su palabra llegará el amor del
que tanto entiendo y soy capaz de dar.
“Bienaventurados los que comprenden que aunque mis
ojos brillan mi mente es lenta.”
Sabed que vosotros
seréis mis ojos del alma, vuestra ayuda será
la que supla mis carencias. No dudéis en pensar conmigo,
porque estoy convencido de que vuestros pensamientos serán
los míos y siempre lo haréis creyendo en lo
mejor para mí. Esos ojos que tanto brillan os dirán
que no os habéis equivocado, que habéis acertado
y que me siento feliz porque siempre buscasteis mi felicidad
“Bienaventurados
los que miran y no ven la comida que dejo caer fuera de
mi plato”.
Sabed que lo que
hacéis me llega al alma, pues aunque no lo creáis
yo también tengo sentido de la vergüenza y vuestra
actitud me llena de gozo cuando comprendes mi torpeza, mi
falta de urbanidad, yo sé que tu lo sabes y por eso
tu mirada es limpia y aceptas como normal lo que la sociedad
no admite y le repugna.
Solo tú sabes
entender lo que hay dentro de mí.
“Bienaventurados
los que saben qué siente mi corazón aunque
no pueda expresarlo”.
Solo tú eres
capaz de entrar en mi mundo y ser mi voz para expresar a
todos mis sentimientos, mis ilusiones, mi riqueza interior,
mis deseos de paz y de justicia.
No dejes de meterte
en mi corazón, quiero que sepas de mis penas, de
mis alegrías, de mis necesidades, de mis aspiraciones,
¡busca dentro de mí! no pares hasta que sea
capaz de llevar al corazón de los hombres lo que
mi alma siente.
“Bienaventurados los que me respetan y
aman como soy… tan solo como soy, y no como ellos
quisieran que fuera”.
Tu respeto me enaltece
y hace que me sienta persona.
Sé que me
aceptas como soy, solo como soy, con mis carencias, con
mis miserias, pero entiendes y sabes que son parte de mí
y no intentas que sea otro, sino que solo te preocupa recuperar
aquellos aspectos de mí que sabes puedo superar con
tu apoyo y esfuerzo.
¡Qué
feliz me siento cuando me miras y ves en mí lo que
soy, lo aceptas, lo entiendes y te sientes orgulloso de
ser mi amigo!
“Bienaventurados
los que con una sonrisa en los labios me estimulan…
a intentarlo una vez más.”
Bendita tozudez que
me anima a seguir en la lucha que es mi lucha y tú
lucha.
¡Cómo
me reconforta esa sonrisa en tus labios al ayudarme!
Tu inquebrantable voluntad es el motor que mueve mi esfuerzo,
no cejes nunca en tu intención yo te seguiré
aunque tenga que repetir lo mismo setenta veces siete, mi
alma te lo agradece y mi corazón te lo expresa a
través de mis ojos y la tenue sonrisa de mis labios.
“Bienaventurados
los que nunca recuerdan que hice hoy dos veces la misma
pregunta.”
Sé que mi
torpeza es grande, pero tú no me la haces ver, siempre
estás dispuesto a escucharme, a negar que te pregunté
lo mismo cientos de veces siempre estarás solícito
a responderme y me apoyarás en comprender tus respuestas.
Personas como tú harán que me sienta mejor,
que no me vea hundido con el estruendo de una voz o la humillación
de la indiferencia.
“Bienaventurados
los que comprenden que me es difícil convertir en
palabras mis pensamientos”.
Quiero decirte que
hoy seas mi voz para proclamar a los cuatro vientos que
desde mi discapacidad también se puede creer en Jesús,
que también somos parte de la Iglesia que a veces
no nos facilita con su falta de presencia entre nosotros
ser portador de nuestra fe y que no queremos ser causa de
lástima y victimismo, sino más bien sujetos
capaces de sentir, soñar y rezar.
“Bienaventurados
los que me escuchan…¡yo también tengo
algo que decir!”
Contigo no me siento
solo, se que tú eres mi compañía y
mi palabra, sé que tú eres capaz de escuchar
lo que siento y de comprender lo que te digo y de transmitir
a los demás que las personas con discapacidad tienen
un papel esencial en la comunidad humana, la sociedad y
las iglesiasy que para ello necesitan ser integradas y tener
la oportunidad de participar, dar y recibir en ellas.
Nosotros necesitamos
ser oídos, porque queremos ser sujetos de nuestra
propia vida.
“Bienaventurados
los que piensan, creen y valoran… en definitiva me
aceptan como persona.
Aquí radica
la esencia de mis aspiraciones en que me veáis como
lo que soy, una persona, como vosotros, con unas carencias
y necesidades diferentes, pero al fin y al cabo persona.
Aquellos que desde
la ofensa llaman a otros “subnormal” no saben
el daño que me hacen, pues me están tildando
de algo que no soy. Un subnormal es el que está por
debajo de lo normal, sin embargo yo te aseguro que mis necesidades
afectivas, intelectivas, vivenciales, de superación
y lucha son muy normales y para todo el mundo las deseo.
Con el recitar de
estas bienaventuranzas, no he querido sino haceros llegar,
a modo de reflexión, una serie de pautas, exigencias,
de reivindicaciones, que como presidenta de Vale me gustaría
inculcar en cada uno de vosotros, para que de una vez por
todas comprendiéramos el alma de los que sufren y
luchan por ser oídos y escuchados.
Os lo pido desde
lo más profundo de mi corazón de madre que
a través de los veintiocho años de vida de
mi hijo no he parado de implorar y pedir que estas bienaventuranzas
se hagan doctrina entre nosotros para que la vida de estos
entrañables seres sea lo que ellos pretenden y nosotros
anhelamos.
No quisiera acabar mi pregón, más bien mi
reflexión, sino con un mensaje de amor a todos, con
el mensaje de los que me siento muy orgullosa al representar,
pues ellos son el motivo de mi existencia y la razón
de Vale a la que hoy represento.
También me quiero dirigir a los que hacéis
posible nuestra Semana Santa, a los cofrades, a los costaleros,
a los nazarenos a las camareras, en fin a todos los que
dais vuestro tiempo y parte de vuestra vida para que cada
año se lleve a cabo la catequesis plástica
del misterio de la muerte y resurrección de Jesús,
que aunque también se os vea como diferentes, que
no os importe, seguid, seguid, que estas celebraciones hacen
llegar a los nuestros, a estos de los que he estado hablando,
grandes momentos de felicidad . Y además les dais
la posibilidad de que participen entre vosotros, con vosotros,
como ha quedado claro en la introducción que han
hecho algunos de ellos que viven con gran intensidad cofradiera
estas fechas.
Seguid, que quiero seguir viendo cada año la felicidad
en el rostro y la alegría en sus palmas cuando cada
Viernes Santo mi hijo vive nuestra procesión.
En último lugar sabed que si estas palabras hubieran
servido para meter en vuestros corazones lo que son estas
personas y lo que son las familias que los disfrutamos me
daría por satisfecha y que a partir de ahora vuestros
ojos, vuestras almas se llenen del significado de la vida
que vivimos, sabed que si os acercáis a nosotros,
si nos veis con los ojos de la justicia vuestras vidas también
se empaparán de esperanza y de ganas de vivir y luchar
por ellos y con ellos.