Pregón
pronunciado por Don Plácido González Villena
2 de abril de 2022. Sábado de Pasión
Iglesia Parroquial de Santa María la Mayor de Padul
POR
TU CRUZ - LA SALVACIÓN
La Cruz: que bien ha sabido Padul tenerla por baluarte
y frontera como signo de identidad por sus cuatro puntos
cardinales.
Desde lo más alto de la cumbre del Manar, con la
Cruz de la Atalaya, a la Cruz de la Misión, las
del Vía Crucis con su magnífico calvario
en la glorieta, otra al final de su vega y la de Santa
Elena, ¡qué suerte y curiosidad!, una de
ellas dedicada a esta santa de significado “antorcha
resplandeciente” y que tuvo el privilegio de encontrar
en Jerusalén la Cruz de Cristo en el Calvario.
La Cruz de la que Cristo pendió, la Cruz de la
Salvación.
Todo el año es Semana Santa en Padul. Todos los
días una cruz en la Atalaya bendice nuestras vidas.
Tantos y tantos días elevamos nuestra mirada y
la encontramos. En ella cada crepúsculo matutino,
aparece el sol y nos embriaga su luz.
Reverendo Sr. Cura Párroco D. Carlos José
Fernández Peñafiel.
Excmo. Sr. Alcalde D. Manuel Villena Santiago
y miembros de la corporación municipal.
Hermanos Mayores y Juntas de Gobierno
de las Hermandades y Cofradías.
Señor Hermano Mayor y Junta de
Gobierno de la Muy Antigua Hermandad del Señor
de las Tres Caídas y Nuestra Señora del
Rosario de Granada.
Hermanos todos:
Vengo henchido como todo natural, cuando la tierra de
los suyos premia con cariño, el cariño que
generaciones han puesto en ella. Vengo tras la senda de
los 32 que han sido. Tras la pista modesta de los 32 pregoneros
que me preceden. A ellos mi gratitud, por querer en su
literatura a la tierra de mis mayores, a la sacrosanta
tierra de la que soy y ejerzo de embajador donde me encuentro.
Vengo feliz porque mi boca se llenará de Dios y
de los encantos de este pueblo suyo de Padul. Quiero pediros
que me dejéis vivir mi niñez y añore
mis recuerdos.
Que no encuentre modo de agradecerle, mi querido Padre
Leonardo, la manera que tiene de presentarme. Sólo
sé que cuánto hace está apuntado
en la lista del haber que Dios tiene. Y al cabo, presidente,
al cabo apreciado José Arias, mucho amor pones
en mí. Sólo sé que de amor me lleno
la boca con las cosas de Dios y del Padul.
Perdonad si la emoción es la que habla. Disculpad
si es la gratitud la que me toma; va este texto dedicado
a la memoria de mis padres, por ser la esencia de esta
fe que me inculcaron desde niño. A mi esposa Filo,
compañera inseparable, ausente excepcionalmente,
que ahora mismo entona bajito una oración por el
buen término de este pregonero suyo, que la lleva
queriendo la vida que nos une. Y al cabo este escrito
es vuestro; es de mis hijos y nietas. La fe es todo aquello
que naciendo en la familia, la hace ser mejor linaje.
No tengo modo Señor, de darte gracias por la mía.
El pregonero va a abrir la puerta de la Semana Santa de
Padul mediante la palabra. En mi madeja de pensamientos
me fije en la Cruz; viejos lábaros de piedra paduleños,
cruz leñosa del Nazareno, cruz de estipes manierista
del Crucificado, cruz triunfal de las Angustias, roma
cruz del Tres Caídas, cruz de la victoria del Santo
Sudario y cruz del Realejo de mis devociones.
Miremos la Cruz, sin miedo, pidamos perdón, seamos
valientes y aceptemos las Cruces que la vida nos depare;
abracemos esos dos maderos cruzados sabiendo donde encontrar
y amar la Cruz de Cristo. Una mujer, muy pequeña
por fuera, pero inmensa de alma, Teresa de Calcuta, hoy
Santa, fue capaz con su ejemplo de demostrarnos donde
encontrar la Cruz salvadora de la redención y así
decía:
“Señor,
Tu Cruz redentora es:
El hambre que debe ser saciada,
El enfermo que debe ser curado,
El abandonado que debe ser amador,
El mendigo que debe ser socorrido,
El insignificante que debe ser abrazado,
El sin voz que necesita que alguien hable por él,
El drogadicto al que debe ofrecerse amistad,
El anciano que vive en la más profunda soledad
y que debe ser querido y acompañado”
Mi madre fue la verdadera
cruz de guía de mi vida. Estáis conmigo
que una madre es la mejor educación para un hijo.
Que las madres son las mejores maestras de la faz de la
tierra porque son las únicas que de verdad enseñan
con el ejemplo. Un milagro que envejece ante el espejo,
vuelta a cada instante la chiquilla que recuerdas lavándote
la cara por la mañana cuando eras un niño.
A una madre se le arruga la cara y nunca el alma; es siempre
una muchacha joven que te pone la mano en la frente palpándote
la fiebre. Una madre nunca se hace mayor en la mirada
de un hijo. Por eso es tan joven la Virgen del Valle.
Por eso desafía el tiempo la Virgen de las Angustias.
Por eso y por nada más, la Virgen de los Dolores
detuvo el reloj en la edad justa y precisa en la que se
hace Madre del Padul.
Por mi madre y mi familia
dediqué hasta ser adolescente un tiempo de amor
a la Iglesia. Con tan solo cinco años, don Benjamín
hizo de mí el monaguillo que sigo siendo. Hoy sí
llego a ese altar de Misas de Trento al que entonces me
encaramaba silla en ristre. Os miro y veo en esos bancos
a tantos que fuisteis partícipes conmigo, repicando
las campanas, dándole fuelle al órgano y
disponiendo el Belén parroquial. En la sacristía
don Benjamín tenía previsto para nosotros
el catecismo, el Geromín del padre Coloma.
En la calle, vosotros
conmigo, hicimos nuestra propia Semana Santa, en pequeñas
andas que adornábamos con lo que los jardincillos
querían darnos. Al son de un tambor de lata, soñamos
con la noche de los Reyes, porque a los Reyes les pedíamos
tambores que sirvieran para aquella Semana Santa de niños.
La nuestra es la que hoy, en la mañana del Viernes
Santo, hacen los niños del Padul en el encuentro
de pasos de Semana Santa. Y es que vio Dios que esta tierra
suya estaba abonada para la fe.
Años de infancia
y de catequesis viva cuando hacíamos la “procesión
de los niños” que presidía l niño
Jesús de San José, sentado en el tronito
plateado. Ese día Padul se convertía en
un máquina del tiempo, regresando al siglo XVII,
cuando la Semana Santa era teatralizada y los las bíblicas
escenas, representadas por el pueblo. “El sacrificio
de Isaac”, “La huida a Egipto” o “La
samaritana” hacían de Padul Palestina. Esta
Tierra prometida por don Juan de Austria, esta Tierra
bendecida por la Sierra, era la otra de la Biblia. Pero
guardadme el secreto que la nuestra, sabía mejor
de amor. Del amor a una fe que mi generación heredó
y quiso que quedara para que en este 2022, Padul fuera,
el de la Cofradía de la Fe.
YA
ES MIÉRCOLES DE CENIZA
“Acuérdate
de que eres polvo y al polvo volverás”. Y
con esta frase, todo lo que se ha vivido entre la Navidad
y el miércoles más soñado, se vuelve
al segundo un mundo. En el miércoles más
pretendido, las casas de hermandad se convierten en batallones
de hermanos limpios, afanados en limpiar lo de fuera,
que lo de dentro quedó dispuesto para Dios. Y aparece
un ejército de túnicas. De sarga, moradas
del Nazareno, blancas del Señor de la Victoria,
rotas de blanco al beis del Señor del Huerto, marfil
de los sayones, burdeos de las Tres Caídas, negras
del crucificado, alteradas del celeste de las Angustias,
envueltas en el rojo del cíngulo del Sepulcro,
túnicas benditas como el uniforme de la fe, como
la ceniza anunciadora, como el hábito de lo que
no se ve, como la piel mudada de las emociones y como
Padul mismo todo envuelto en devoción.
Miércoles bendito
de Ceniza de mi niñez de un triduo donde Dios se
asomaba a la Custodia, cuaresma de mi infancia, donde
cada martes por la tarde, y viernes al anochecer, se rezaba
el Vía crucis lamiendo los siglos de historia de
los muros de la Iglesia. Y el domingo de pasión,
donde los altares se cubrían con velos morados,
Retablo Mayor incluido.
Y así, soñando
con el Pan de la Última Cena, viendo a Dios verdeando
en los olivos, bendiciendo cada día de la Cuaresma,
siente envidia la Santa Tierra de Israel, porque quién
niega que en Padul, se quiere mejor.
Y
ENTRAMOS EN LA SEMANA MAYOR
Si una y mil veces dijera
gracias, seguiría sin ser justo. Si entonáramos
su nombre, don Adrián López Iriarte, con
la sensación de ponernos en los labios a un padre,
a un artífice, al arquitecto cofrade paduleño,
seguiremos sin pagar la deuda contraída. Recuerdos
de tiempos pretéritos, rienda suelta a los cinco
sentidos corporales. Reencuentros familiares, sabor a
tradición en la mesa y en esa gastronomía
que nos recuerda las palabras de Santa Teresa: “Dios
está también en los fogones”.
¿A qué os
huele Padul en Semana Santa? Se llenan los arriates de
su campo de las flores de la humildad. Trae la tarde la
liviana sensación del buen tiempo. Es la noche
el teatro donde desfilarán los lirios, las calas,
las damas de noche y claveles. Por la cal de las paredes
se pintan nubes de incienso. Vence el rubor un niño
alargando la mano para acariciar el manto de la Virgen
de las Angustias. Lanza un beso sordo la abuela, en esa
tapia de su balcón, en la cárcel de su ventana
cuando Cristo es más Nazareno y viene de visita.
Se llena de anhelo de vida eterna la calle moribunda;
y planta Dios en la vega de la fe, su mensaje.
DOMINGO
DE RAMOS
¡Hosanna,
hosanna!
Bendito el que viene en nombre del Señor
¡Hosanna!
El domingo de Ramos amanece
y se viste pletórico de luz y de una inmensa alegría.
Jesús, el hijo de Dios, hecho hombre, es recibido
en Jerusalén como rey, no viene sobre trono o carroza,
sino como el más humilde, montado a lomos de un
asno. Las gentes se alborozaban, pues para ellos había
llegado el Mesías, el Salvador que anunciaron los
profetas que liberaría al pueblo de Israel. Cantaban,
portando ramas y palmas de olivo, y sus túnicas
y mantos los tendían sobre el suelo cual alfombra,
engalanando el camino para que aquel pollino sobre el
que viajaba Jesús, pisara sobre ellas.
Recuerdo de niño,
que el domingo de Ramos se desarrollaba con la bendición
de palmas y ramos y una procesión alrededor de
la plaza de esta iglesia, con cánticos como el
“Cristus Vinci”, “Pueri Hebraeorum”
o “Hosanna Filio David”. Conseguir una palma
era todo un privilegio, al ser monaguillo, estaba asegurada,
aunque a la salida de misa, todos te pedían hojas
de palma para hacer los clásicos lagartos o piñas
trenzadas, la palma en sí, quedaba a la mitad,
con más tronco que hojas. Con posterioridad, fue
todo un acierto, realizar esta procesión desde
la ermita a la parroquia, dando más esplendor a
la misma.
Hace veintiún años
se amplió la frontera de la Semana Santa paduleña,
con la creación de una nueva cofradía. La
popularmente conocida como “La Borriquilla”.
Cada Domingo de Ramos, el barrio de San Antonio, luce
sus mejores galas por recibir en sus calles a Jesús
de la Victoria y a su Santísima Madre, Nuestra
Señora del Valle. Preceden a Jesús en su
entrada a Jerusalén, niños y niñas
vestidos a la usanza hebrea, portando palmas y olivos,
ellos son la cantera, la nueva sabia y el futuro de nuestras
hermandades. Estos niños son la ilusión
desbordada al vestir por primera vez su túnica
de hebreo o de nazareno. Los padres que tengan algún
hijo que participe, siempre recordarán la primera
vez que formaron parte del cortejo. Como padre cofrade,
en mi mente está la primera vez que mis hijos de
corta edad, participaron con “La Borriquilla”
de San Andrés de Granada. Y como abuelo no pude
evitar las lágrimas viendo a mi nieta vestida de
roquete junto a Jesús de las Tres Caídas
del Realejo granadino en su primera salida. Es la ilusión
del niño, del padre y del abuelo cofrade.
EL
TRIDUO PASCUAL: JUEVES SANTO
Estamos centrados ya en la Semana Mayor. Es el día
del amor fraterno, de ese amor que San Pablo en su primera
carta a los Corintios nos dice: “que es un amor
comprensivo; es servicial y no tiene envidia; no presume
ni se engríe; no es maleducado ni egoísta;
no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.
Disculpa sin límites, espera sin límites
y aguanta sin límites”. Dios nos amó
hasta el extremo de derramar la última gota de
su sangre como propiciación por nuestros pecados.
Si nos amamos unos a otros, Él estará en
nosotros y su amor nos llegará en plenitud. El
Jueves Santo, es el tiempo de demostrar humildad, sencillez
para servir al prójimo como lo hizo Jesús
al lavar los pies a sus discípulos. Es tiempo de
tener una conciencia clara para poner en práctica
el mandamiento nuevo del amor de Jesús. Ese mandamiento
es la señal que nos identifica como cristianos
y como cofrades comprometidos y es el signo de nuestra
Fe. Él dio la vida por nosotros y lo hizo por tenernos
un amor desbordado. Todo esto es lo que vivimos con intensidad
en los oficios de este día.
Recuerdo con emoción,
siendo ya monaguillo, como se desarrollaban los oficios
del Triduo Pascual y los demás actos litúrgicos.
El Jueves Santo, uno de
esos tres jueves que brillan más que el sol, daban
comienzo los oficios sobre las cinco de la tarde. Una
vez abierta la iglesia, permanecía así hasta
la finalización de los oficios del Viernes Santo.
En ese tiempo, el monumento solía hacerse en el
tabernáculo existente delante del retablo. Monumento
majestuoso y de grandes dimensiones, repleto de velas,
la mayoría donadas por los fieles como gratitud
al Santísimo Sacramento, e impregnado del olor
a damas de noche, alhelíes y claveles. El altar
se colocaba justo al final de la escalinata, rodeado de
un aprisco donde se sentaban doce personas en representación
de los apóstoles para el lavatorio de los pies.
El Jueves Santo, es día de júbilo y alegría,
hasta los ornamentos que en la misa de la Cena del Señor
lleva el sacerdote, cambian al color blanco. La misa se
iniciaba como cualquier otro día, al llegar el
canto “del gloria”, las campanas repicaban
y los monaguillos tocábamos las de mano incesantemente.
Finalizado, quedaban enmudecidas hasta El Gloria del Domingo
de Resurrección. A partir de ahí, había
un momento mágico para mí como niño
que era, y que me resulta fácil de rememorar: consistía
en tocar la carraca en los distintos momentos de la misa
en sustitución de las campanillas. Continuaba la
misa con la recreación del lavatorio de los pies.
En este día Dios
nos da un mandamiento nuevo:
“Amaros los unos a los otros como yo os he amado”
Instituye el orden sacerdotal:
“Haced esto en memoria
mía”
Y se queda oculto con
nosotros bajo las especies de pan y vino en:
“La Eucaristía
memorial de amor”
La cena del Jueves Santo
no se puede entender sin la cruz salvadora del viernes.
Como un anticipo del cielo, a las puertas de su pasión
y muerte en la Cruz, ordenó todo de forma que no
faltase nunca ese pan hasta el fin del mundo, para fortalecer
nuestra debilidad y acompañar nuestra soledad.
“Cada vez que coméis
de este pan y bebéis de esta copa, proclamáis
la muerte del Señor hasta que vuelva” (1Co
/ 11/26)
El gesto que Dios nos
da, no es un mero recuerdo, sino un mandato, el de servir
humildemente a los demás encontrando en el Cuerpo
y Sangre de Jesús, la fuerza para amar y entregarse
hasta la muerte.
“Os he dado ejemplo
para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también
lo hagáis”
(Jn. 13.15)
Finalizada la Santa Misa
de la Cena del Señor, el Santísimo es trasladado
en procesión bajo palio, al monumento entre cánticos
eucarísticos. Con nostalgia recuerdo que al paso
del Santísimo alrededor de estas naves, los labradores
esparcían gavillas de trigo verde de nuestra vega,
como alfombra perfumada en honor al Sacramento.
Jesús quedaba en
el monumento para su continua adoración y visita
de los paduleños.
“Aunque del sol la
tarde se engalana,
al celebrar Jesús la última cena,
hiere su corazón, profunda pena
ante la despedida ya cercana.
¡Él partirá!
Y solos en el mundo,
quedarán sus discípulos amados.
A su dulce presencia acostumbrados
el vacío, sin Él, será profundo.
Del todo, no. Su amor omnipotente
hará eterna entre ellos su presencia
con el prodigio de la Eucaristía.
Pan, vivo que a las almas
alimente
y amigo para toda confidencia,
en cordial y entrañable cercanía.
Quiero de día y
noche, Jesús mío,
amarte con pasión, con ese brío
con que se ama los finos amadores.”
(P. Miguel Ganuza)
Finalizados los oficios, solía salir “la
procesión del Silencio”. Sobre andas eran
portados Nuestro Padre Jesús Nazareno, San Juan
y la Virgen de los Dolores. Aunque se denominase “del
Silencio”, a veces era interrumpido por el murmullo
de la cantidad de niños y niñas que asistían
junto a las imágenes, pero como decía Jesucristo,
“Dejad que los niños se acerquen a mí”,
nunca mejor dicho. Dicha procesión, transcurría
por las cruces existentes en su recorrido y en cada una
de ellas, se cantaba, junto con una capilla musical, una
de las catorce estaciones del Viacrucis. Al regreso de
la procesión “del Silencio” daba comienzo
el Sermón de Pasión, en el que, a instancias
del predicador y en momentos concretos, se cantaban estrofas
del Ángel confortando a Jesús en Getsemaní,
de la sentencia de Pilatos y algún otro canto de
la Pasión, entonados por la voz de Dolores Villena
y demás componentes del coro. A partir de su finalización,
comenzaban los turnos de vela al Santísimo en el
monumento por parte de La Adoración Nocturna y
otros movimientos religiosos de la parroquia, sin interrupción
hasta los oficios del Viernes Santo. A las once de la
noche se entonaba delante del Monumento el solemne Miserere.
El Jueves Santo se va
extinguiendo, es noche de oración ante ese divino
prisionero en el Sagrario, es noche de vela. Jesús,
finalizada su Última Cena, salió con sus
discípulos al otro lado del torrente Cedrón,
al huerto de Getsemaní y les dijo: “Sentaos
aquí mientras voy a orar” y llevándose
a Pedro y a los hijos del Zebedeo, empezó a entristecerse
y a angustiarse, y dijo: “Me muero de tristeza.
Quedaos aquí y velar conmigo”. Y adelantándose
cayó, rostro en tierra y oraba diciendo: “Padre
mío, si es posible, que pase y se aleje de mi ese
cáliz. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”.
En la historia de la humanidad aparecen dos huertos: uno
El Paraíso Terrenal, donde nace el pecado; el otro,
el de Getsemaní, donde se inicia la Cruz de la
salvación, que nos redimirá y librará
de él. Nosotros contamos con esa bella representación
que magistralmente supieron esculpir, allá por
el año 1915, las manos de Navas Parejo. La dulzura
de Jesús en actitud orante y la majestuosidad del
Ángel confortándolo con el cáliz
de la pasión al comunicarle la decisión
del Padre Eterno.
“Se acerca lento
a la cerca
con tan leve caminar
y con tan suave presencia
que bien parece que teme
lastimen sus pies la tierra.
“Apartaos y rezad”
Dice a los otros que llegan.
Él se arrodilla
pausado
y pegando el rostro en tierra
eleva hacia el Padre Eterno
en voluntad sin fronteras.
“Aparta de mi este
cáliz
antes de que desfallezca.
Mas si esa es Tu voluntad
hágase y que presto sea”.
(Florisel)
Y tras la noche incomparable del Jueves Santo, la Semana
Mayor de Padul, tiene su eje central en el Viernes Santo,
en “el Entierro de Cristo” como solemos llamarlo
aquí. Si hay algo que lo caracteriza es su orden
cronológico, que te traslada a la Pasión
de Cristo y te hace vivirla como si estuvieras allí
mismo.
A primeras horas del Viernes
Santo, recuerdo que se hacía el traslado de las
imágenes a sus respectivos pasos, algunos ya poseían
trono como la Virgen de los Dolores, las Angustias y San
Juan; los restantes, en carrozas con candelabros de guardabrisas
en las esquinas, pintados a purpurina o en unas simples
andas y todos ellos sobre ruedas, aún no existía
el movimiento cofrade de las cuadrillas de costaleros.
La iglesia se quedaba pequeña para tanto paso y
las dimensiones de las imágenes requerían
hacerlo fuera. Solamente salían de ella el Nazareno,
el Crucificado y la Cruz del Santo Sudario. La Oración
del Huerto, su lugar de montaje y ornamentación,
era la placeta de la Santísima Trinidad; la Flagelación,
en la plaza de la iglesia; el Sepulcro, en la Casa Grande;
y el resto en naves particulares de gran dimensión,
salvo la Virgen de las Angustias, que siempre salió
de su ermita. Antes de las nueve de la noche, se congregaban
todas en distintos lugares cercanos a la parroquia, para
partir cronológicamente en el momento de iniciarse
el cortejo.
Hoy día, y gracias a la prestación de la
carpa municipal por parte del Ayuntamiento, todas aquellas
hermandades que carecen de casa propia, realizan su montaje
y ornamentación en este lugar más digno
y espacioso.
Desde los años 60 y 70, en los que, por circunstancias
familiares y motivos profesionales, me vi privado de disfrutar
de la Semana Santa paduleña, ha cambiado considerablemente,
no en su esencia, pues la liturgia de los Santos Oficios
es la misma, pero sí en su presencia en la calle
de esta representación catequística. Hay
que destacar el esfuerzo de este pueblo con sus cofradías,
casi nueve mil habitantes y doce cofradías.
En las últimas décadas, se ha incrementado
considerablemente, el número de hermanos, lo que
ha permitido que, junto con actividades, rifas y otras
formas de conseguir unos ingresos, ha dado lugar a muchas
de ellas, tener sus propias casas de hermandad, renovar
algunos pasos e incluso construir otros nuevos y modificarlos
para que sean sacados por costaleros. Todo este crecimiento
en las cofradías, renovación de pasos y
enseres, costaleros y casas de hermandad, conseguido a
base de sacrificio abnegado de todo un pueblo que ha llevado
la Semana Santa de Padul a niveles muy importantes.
Mañana de Viernes
Santo, día de gran ajetreo y preparativos, día
de ayuno y de vigilia. El Maestro ya no está, pero
nos ha dejado su presencia en ese pan y ese vino hecho
Eucaristía, razón para visitarle en el Monumento
y rezarle en cada visita.
Recuerdo que al aproximarse las tres de la tarde, iba
con mi madre y algunos vecinos de la plaza, a la iglesia,
nos postrábamos recogidamente y en absoluto silencio
ante la imagen del Crucificado, para rezarle y pedir los
favores en el momento que expiró, en la hora de
nona. Esta tradición nunca la abandoné,
en los años que estuve ausente de Granada, solía
acudir a alguna iglesia cercana y rememorar este momento.
En la actualidad, por mi residencia en Granada, no falto
a esta cita anual junto a mi familia, al Señor
de los Favores en el Campo del Príncipe, solo el
primer año de pandemia, me vi obligado, como todos,
a no poder cumplir la tradición.
Sobre las cinco de la tarde, daban comienzo Los Oficios
de la conmemoración de la muerte del Señor,
junto con el Sábado Santo, no hay celebración
de la Santa Misa, el sacerdote se postra frente al altar,
con el rostro en tierra, recordando la agonía de
Jesús. Se lee la pasión del Evangelista
San Juan y finalizada se procede a la adoración
de la Santa Cruz, por tres veces y mientras el sacerdote
le descubre el paño morado entona:
“Mirad el árbol
de la Cruz, donde estuvo clavada la salvación del
mundo”
Y los fieles responden:
“Venid a adorarla”.
Con la comunión, reserva del Santo Sacramento en
el Monumento y las oraciones finales concluye esta celebración.
Finalizados los oficios, los verdaderos protagonistas
eran los soldados romanos, recorriendo el itinerario por
donde pasaría el Santo Entierro, como preludio
y preparación. El ambiente de gente foránea
se hacía notable, buscando un lugar con buena visión.
Al caer la noche de este
día de luto interior, da comienzo el Santo Entierro.
La primera en iniciar la salida es la Oración en
el Huerto de los Olivos, mencionada anteriormente. En
mi niñez era la que más me impresionaba,
mi visión óptica de esa edad me hacía
verla más grande aún. Hay que reconocer
el esfuerzo de esta Hermandad con el engrandecimiento
de su patrimonio y su futura casa de hermandad.
FLAGELACIÓN
Después de ser
prendido Jesús en el huerto de Getsemaní,
Pedro y Judas reniegan del Maestro, Pedro negándole
tres veces, Judas vendiéndole y entregándolo
por 30 monedas. Pedro lloró amargamente y sus lágrimas
manifestaban su arrepentimiento. Judas, aun proclamando
la inocencia del maestro, desconfía de ser perdonado
y pierde toda la gracia y el perdón misericordioso
de Jesús. Siguiendo el relato del evangelista Mateo,
Jesús es conducido a Pilatos y mientras estaba
en el tribunal su mujer, Claudia Prócula, le mandó
decir: “No te metas con este justo, porque esta
noche he sufrido mucho soñando con Él”,
pero Pilatos, cobarde, desoye sus consejos, se lava las
manos y lo entrega a los soldados.
El segundo misterio que desfila por las calles de nuestro
pueblo es: la Cofradía de Nuestro Padre Jesús
de la Flagelación, “Los Sayones”, nos
recuerda uno de los momentos que Jesús pasó
en el Pretorio. Cuando es flagelado con los 66 azotes
que a los romanos les era permitido dar a un reo, pero
no es suficiente, unos soldados llenos de brutalidad colocan
una corona de espinas sobre las sienes del Reo, le ponen
un trozo de caña a modo de cetro burlesco, cubren
el cuerpo del Manso Cordero con un paño rojo y
se burlan de Él. Nuevamente es la gubia de Navas
Parejo quien realiza este misterio en el año 1914,
es de destacar su gran belleza y la sublime dulzura de
la cara del Señor. Es portado por sus costaleros,
sobre trono en ejecución, inspirado en el retablo
de nuestra iglesia parroquial.
“Amarrao a una columna,
te azotan y abofetean,
y te coronan de espinas
y la sangre te chorrea
por tus espaldas divinas”.
NAZARENO
Jesús es cargado con la Cruz y continúa
su camino por las calles de Jerusalén abigarradas
por el gentío.
Nosotros contamos con
ese pasaje evangélico en la portentosa imagen de
Nuestro Padre Jesús Nazareno, cuya hechura data
del siglo XVIII, atribuida por unos a algún discípulo
de Diego de Mora y otros al cordobés Francisco
Hurtado. Sobre trono de estilo barroco y acorde con la
imagen titular, es portado con gran elegancia por su cuerpo
de costaleros. Los Evangelios no hablan del hecho, pero
la devoción popular lo han incorporado al Santo
Vía-Crucis: una mujer llamada Verónica,
decidida se abre entre la muchedumbre, llevando un lienzo
blanco en sus manos, seca la cara de Jesús Nazareno
y como pago de su compasión y Fe viva, queda estampado
en tres partes por el sudor y la sangre, el Rostro del
Redentor. Paso viviente que precede a Nuestro Padre Jesús
Nazareno y es encarnado por una joven cofrade.
“Esa mirada, Jesús,
que viene de tan arriba
y deja caer su gracia
de salvación y de vida.
Esa boca,
tan seca y estremecida
de haber sabido las culpas
de nuestra humana malicia.
Esas manos, mi Jesús,
más que atadas, recogidas
tan delicadas, tan suaves
tan tiernas, tan compasivas…
Esa Corona, Señor,
esa Corona de espinas,
porque eres rey de verdad,
aunque parezca mentira.
Esos hombros poderosos
de apariencia tan exigua,
capaces de soportar,
lo que se les eche encima.
Ese corazón que
late
al ritmo que el amor dicta,
porque el amor es la esencia
de la cristiana doctrina.
Y esa sangre redentora,
que a todos nos reconcilia…
¡Ay qué dolor
tan inmenso
y, a la vez, que inmensa dicha
ver a Jesús Nazareno
calle abajo, calle arriba”
(Francisco Vaquerizo)
TRES
CAÍDAS
Disculparme si personalizo
ahora, pero hoy y llegando a esta advocación, quisiera
tener un recuerdo por quienes, con su ejemplo, devoción
y pertenencia a esta Hermandad, fueron la causa principal
de mi ingreso en el mundo cofrade en la ciudad de Granada.
Mi padre, pertenecía
a esta Hermandad, llamada por entonces “de los comerciantes”,
mi madre ferviente devota de Jesús de las Tres
Caídas, siempre que visitaba esta iglesia, su última
parada y despedida era ante Él. Todo este ejemplo,
transmitido del pasado, motivó que el Miércoles
Santo del año 1984, viendo la salida de Jesús
de las Tres Caídas y Nuestra Señora del
Rosario en Sus Misterios Dolorosos, a los acordes de la
Salve Marinera y el tintineo de los Rosarios sobre los
varales del palio, decidiera hacerme hermano de esta corporación
granadina.
Jesús, camino del
calvario, cae por tercera vez. Impresionante la imagen
de este pasaje evangélico, que tallara para nuestro
pueblo, a principio del siglo XIX el imaginero granadino
Eduardo Espinosa Cuadros.
El rostro de Jesús
caído nos transmite ese sosiego, tantas veces buscado
en lo cotidiano. Es dulzura, es paz, es perdón
y es esperanza. Es llevado por sus costaleras y hermanas
que lo cuidan con sumo mimo.
“Hay mi amado y buen
Jesús,
Jesús de las Tres Caídas,
permite que, en esta vida,
me levante como Tú
después de cada caída”.
TODO
SE HA CONSUMADO
Jesús expira en la Cruz.
Muerto y solo te han dejado
sobre el madero de esa Cruz de Salvación, Coronado
de espinas y tu pecho traspasado con una lanza, manando
tu Sangre Redentora, Tú que eres el Camino, la
Verdad y la Vida.
Pero no nos dejas huérfanos
y antes de exhalar Tu último aliento, mirando al
discípulo amado, nos dejas como regalo a Tu Madre,
para que fuese para nosotros:
“La estrella de la
mañana que ilumine cada día.
El consuelo de nuestras aflicciones.
La salud de nuestras enfermedades.
El bálsamo en nuestras angustias y dolores.
Y la paz y su compañía en nuestra última
hora.”
Cuatro hachones, enmarcan
la estremecedora visión de Cristo Crucificado.
Obra atribuida al insigne escultor del barroco andaluz,
Pablo de Rojas, realizada en los siglos XVI-XVII. Es impresionante
la salida de su casa de hermandad por sus costaleros que,
rodilla en tierra, la sacan en el más íntimo
silencio, así como su paso al atardecer, por las
murallas de la Casa Grande.
“Ven a mis brazos
Crucifijo Santo…
Déjame que postrado ante sus plantas
bese una y otra vez Tus llagas santas
y por mis culpas vierta amargo llanto.
¡Cuánto te
hice sufrir oh Jesús mío!
A la voz de tu amor que me decía:
“Ven a mi” ¡no quiero, respondía
haciéndote llorar con mi desvío…
En prenda de perdón
por tanto agravio
un último favor quiero me hagas:
Morir besando Tus Sagradas Llagas
en un acto de amor y desagravio”
(Anónimo)
STABAT MATER DOLOROSA
“Junto a la Cruz
de Jesús, permanecía de pie su Madre”
(Juan 19,25)
“Jesús viendo
a Su Madre y al discípulo amado, dijo a la Madre:
«Mujer, he ahí a tu hijo». Luego dijo
al discípulo: «He ahí a tu Madre»”
(Juan 19, 26-27)
Pocos instantes después,
María ve morir a Su Hijo. Es el colofón
de esos siete dolores que le anunció el profeta
Simeón. Jesús es descendido de la Cruz y
puesto en el rezado de María, y esa sexta espada
de dolor, traspasa su corazón. La muerte de Tu
Hijo, la hiel sobre Sus labios, Su sangre derramada y
el corazón traspasado, provocan esa angustia en
tu pálida cara reflejada, mientras al pie de la
Cruz tienes a Tu Hijo en tu regazo. Y es que eres Angustias,
la representación más portentosa y sublime
del dolor, la que los grandes escultores supieron plasmar.
Nosotros tenemos la gran suerte, de tener tan bella imagen
desde mediados del siglo XVII. Hermandad fundada el 11
de mayo de 1783: de autor desconocido y datada su hechura
según expertos, a mediados del siglo XVII. Su cara
pálida y de gran dulzura, refleja la tristeza y
el dolor del momento. Sobre su regazo la imagen de Cristo
muerto. El mando de salida fue realizado en 1903, sobre
la Cruz, sudario con motivos alegóricos a la Pasión,
bordado y realizado en 1984 en el convento de las Esclavas
del Santísimo de Jerez de la Frontera, por la religiosa
paduleña Remedios Villena Villena y donado por
un hermano. Sobre trono, obra del escultor Enrique Navas
Parejo, de 1954, es llevada a hombros con especial elegancia
por costaleras pertenecientes a la Hermandad. La recogida
de la Virgen en su ermita, finalizada la procesión,
es un momento cargado de emoción, para mi y cualquier
cofrade. En primer lugar, en el momento de cantar su himno,
esa oración hecha canto que eriza los pelos y nos
reafirma en nuestro cariño a esta reina del Viernes
Santo; y en segundo lugar, porque se pone el broche a
esa Estación de Penitencia, a esa procesión
cargada de aromas y colorido primaveral. No puedo pasar
por alto: el trabajo abnegado, la dedicación e
ilusión, que los hermanos García Villena,
siempre pusieron a la Hermandad hasta el final de sus
días. Ricardo como incansable prioste, Josefita
como Camarera de la Virgen y Pepe escribiendo y poniendo
las notas musicales en los pentagramas de su himno junto
al maestro Higuero. Ellos fueron el alma mater de esta
cofradía y quieres me hicieron formar parte de
ella, un Jueves Santo en su ermita, teniéndola
muy de cerca.
Seguro os tendrá
“Bajo Su Manto”.
“Se aumenta aquí
la agonía
al bajarte de la Cruz.
No eres ahora tú,
Jesús,
ahora es Tu Madre, María,
la que muere de dolor
al recibirte en Sus brazos tan llagado,
totalmente desangrado
y Tus ojos apagados,
siendo del mundo la luz.
Yo fui quien te dio esa
muerte,
Virgen Madre,
A tu hijo, mi Señor.
No busques otro culpable
pues, por desgracia, fui yo.
Yo lo he puesto en esta
suerte,
pero estoy arrepentido.
¡Oh Virgen de las
Angustias!
Déjame llorar Su muerte
y sufrir también contigo”
(Anónimo)
Después de esto, José de Arimatea, que era
discípulo de Jesús, pero secretamente, por
temor a los judíos, pidió autorización
a Pilatos para retirar el cuerpo de Jesús y enterrarle.
Éste se lo concedió y junto a Nicodemo,
envuelven el cuerpo del Redentor y es conducido al sepulcro.
Acompañando al “Señor de la Sábana”,
como aquí le llamamos, van José de Arimatea
y los Nicodemos, la Virgen con gesto dolorido y las tres
Marías con cálices de perfumes y aromas
para embalsamar el cuerpo de Jesús, y como escoltas
y guardines del Sepulcro, una centuria romana. Toda esta
representación viviente es caracterizada por hermanos
y cofrades.
Ha llegado el momento de darle sepultura. Se nublarán
nuestros ojos ante la imagen dolorosa, ante la visión
serena de Cristo muerto yacente. Sobre su trono y urna
de caoba de líneas sobrias, flanqueado por sendas
capillas con el apostolado, cada Viernes Santo, desgarra
nuestro corazón su paso por las calles de nuestro
pueblo. La Hermandad del Señor, a la que en mi
tiempo pertenecía la mayoría del pueblo,
es la hermandad oficial y decana de nuestra Semana Santa,
su fundación data del año 1579. Es de destacar
la serenidad de la faz del Cristo y la elegancia de sus
portadores de traje negro riguroso en los varales externos,
dando un toque fúnebre y de luto al cortejo. En
el Sepulcro queda silente la consumación de la
Pasión de Jesucristo, tras la que será posible
una madrugada única de radiante belleza y luz resplandeciente,
que es La Vida Eterna, “El Milagro de Su Resurrección”.
El silencio a su paso es impresionante, solo se oyen los
acordes de marchas fúnebres, transmitiendo inmenso
dolor, ver el cuerpo de Jesús yacente pasar, en
el transparente sepulcro de cristal, en el que, hasta
las flores que lo adornan, parecen llorar.
Tras el Sepulcro, es San
Juan el que lo sigue, el apóstol más joven
de Jesús, apenas tenía 20 años cuando,
en Galilea, decide seguir al Maestro. De ahí que
su iconografía se represente como un joven adolescente.
“Es el discípulo amado de Jesús”,
el elegido junto a Pedro, de preparar La Última
Cena, el que reclinó su cabeza sobre el pecho de
Cristo, sintiendo los latidos de Su corazón y el
que, junto a María, estuvo al pie de la Cruz. La
imagen de San Juan es de autor desconocido, con túnica
verde, manto rojo y corona de plata del año 1720.
Se tiene conocimiento que, en el año 1684, esta
Hermandad convocaba reuniones para nombrar Mayordomo.
En los años que
yo residí aquí, era, junto al Sepulcro,
la única que llevaba acompañamiento musical,
concretamente la Banda de la Policía Armada, que
para mi visión de niño me parecía
impresionante.
“Un Águila
sobre tu trono
como gran vuelo de altura
tu evangelio es un arte
que encierra amor y ternura
En tu Cena tu cabeza reclinaste
Junto al pecho de Jesús
al que siempre mucho amaste
Y acompañaste en la cruz
La Virgen vivió a tu lado
le acompañaste siempre tu
fuiste el discípulo amado
que estuvo junto a la Cruz.”
(P. Crouseilles)
MATER DOLOROSA
María en Sus Dolores y Soledad, acompaña
a Jesús en Su entierro. Es la séptima espada
de dolor que sentiste al enterrar a Tu Hijo. Él,
que era el Creador, Dueño y Señor del universo,
llevó Su humillación hasta el último
momento, siendo la suprema inocencia y la infinita bondad.
Y Tú, Madre, quedaste
sola y llena de aflicción. La sombra que proyecta
de la candelería, envuelve a la Virgen de los Dolores,
dándole una imagen sobrecogedora. En Su rostro
queda reflejado todo el dolor, todo el sufrimiento y a
su vez todo el amor de una madre.
Sobre trono tallado por el granadino Enrique Navas Parejo
en el año 1954, es portado con el mayor de los
cariños, por su cuerpo de costaleras, la Santísima
Virgen de los Dolores, de autor desconocido, realizada
entre los siglos XVIII y XIX, el manto de salida data
de 1903.
Es acompañada por
gran cantidad de camareras vistiendo la mantilla española
de luto riguroso, e igualmente tras su paso muchos devotos
de Ella.
“Ella es Madre Dolorosa
acompañada del llanto
de los fieles que la siguen
del día del Viernes Santo.
Ella es la luz que ilumina,
Ella es la aurora temprana,
Ella es canto, y es poema
escrito en la madrugada.
Su pecho lleva una espada
clavada en el corazón
por el dolor tan inmenso
de este mundo pecador.
Dolorosa a ti te llaman,
porque es grande tu dolor
de ver sufrir a Tu Hijo
esa tremenda Pasión.
¡Qué daría
por quitarle
esa corona de espinas
y ese pesado madero
que en el hombro lleva encima!
Tú, mi madre Dolorosa,
espejo de la mañana,
torre de sabiduría
y azucena inmaculada.
Quién pudiera consolarte,
quitarte ese gran dolor,
Reina de la primavera,
con la magia de mi amor.”
(Esperanza Mena)
Con resignación
va la Virgen de los Dolores tejiendo un abrazo de amor,
dejando en él, Su Corazón dolorido, atravesado
por ese puñal, que se llama Dolor.
LA
CRUZ
El homenaje humano a quien dio la vida para redimirnos,
termina con la Cruz del Santo Sudario, el final del “Entierro
de Cristo” y Padul, un año más, de
acuerdo con su Fe, tradición y costumbre histórica,
ha hecho memoria. La Cruz es nuestra salvación,
en Ella fue inmolado el Cordero Divino, al igual que Él
no la rechazó, nosotros debemos aceptar y abrazar
las que Él nos envíe. Solo ella nos santificará
y será nuestra salvación. Como relata este
verso:
“Sin Cruz no hay
salvación ninguna,
ni con Cruz eterno llanto.
No hay Cruz que no tenga Santo
ni Santo sin Cruz alguna”.
RESURREXIT
No está aquí:
“¡HA RESUCITADO!” (Mt. 28.6)
Son las palabras del ángel a María Magdalena
y la otra María, cuando éstas van en el
amanecer del primer día de la semana a visitar
el sepulcro de Jesús.
Ni el dolor, ni la muerte tienen la última palabra.
Es una luz, un consuelo y una gran Fe que abre camino
a la esperanza. Después de todo el dolor y sufrimiento,
el Domingo de Pascua, muy de mañana, Padul parece
otro, el sol resplandece con más brillo, las campanas
parecen tañer mejor que nunca, repican a Gloria
sin cesar y los cohetes se elevan por el cielo con la
intensidad de su sonido.
“¡JESÚS,
EL MAESTRO, HA RESUCITADO!”
La Resurrección llena de júbilo nuestro
pueblo. El recorrido por donde transcurre la procesión
del Resucitado junto a S. Juan y la Virgen, aparece con
los Judas realizados durante la noche, colgados de los
balcones, para ser derribados y pisoteados al paso de
Jesús Resucitado. Es el símbolo de la destrucción
del mal frente a ese Jesús de Vida Eterna que es
El Alfa y la Omega.
Hoy más que nunca, creo en Tus Palabras Señor:
“Yo Soy la Resurrección y la Vida, el que
cree en Mí, aunque muera, vivirá, y todo
el que vive y cree en Mí, no morirá para
siempre”. Para concluir, quiero deciros que la Semana
Santa es una joya que todos debemos cuidar. Que hemos
recibido de nuestros antepasados, y debemos transmitirlo
a nuestros hijos y nietos, y es de vital importancia,
pues en esta sociedad tan materializada y laica que padecemos,
los cristianos tenemos que hacer una manifestación
pública y firme del Evangelio, y los desfiles procesionales
y Estaciones de Penitencia, han de servir para que con
imágenes transmitamos los misterios de nuestra
Fe.
Finalizo este pregón de nuestra Semana Santa. Que
sea nuestro pueblo el que lo continúe en la calle,
con su presencia en los Santos Oficios del Triduo Pascual,
en sus Estaciones de Penitencia, en el trabajo desinteresado
de todas las Cofradías, en el de los nuevos Cirineos
que son los costaleros y costaleras portando tan pesados
pasos y acercándonos a la Cruz de la Salvación,
a la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús.
Muchas cosas habrán quedado en mi mente, que podría
haber dicho esta noche, pero cada año hay un nuevo
pregonero que pondrá su voz sobre este atril en
el que dejo toda mi gratitud y sentimientos y el sueño
de haber sido pregonero de mi pueblo.
¡He dicho!
El pregón fue finalizado
la noche del día 2 de febrero de 2022.