Pregón
pronunciado por Doña Carmen Vallejo Linares
Presentación de Don Francisco Molina Muñoz
Iglesia Parroquial de Nuestro Salvador
Albuñuelas
3 de octubre de 2015
D. Francisco Molina Muñoz
Presentación
de la Pregonera del Tricentenario de la Llegada
a Albuñuelas de la Imagen de Ntro Padre Jesús
Nazareno.
Reverendo Señor Director Espiritual
de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús
Nazareno y Nuestra Señora de las Angustias,
Señor Alcalde, Hermano Mayor y cargos
de la hermandad, hermanos, señoras, señores…
Me permito solicitar la venia de la distinguida
audiencia aquí presente y con ella, aún
a riesgo de abusar de su paciencia, voy a contarles
una breve historia.
Una historia en la que
en unos escasos minutos intentaré resumir
toda una vida.
Una historia cuyo comienzo
tuvo lugar hace años, en un pueblo
no muy diferente al que hoy es Albuñuelas.
Una historia que versa
sobre personas humildes y trabajadoras.
Una historia con una protagonista
femenina, primogénita de una familia
que contaba con seis retoños. Una familia
cristiana y temerosa de Dios.
Nuestra protagonista, en los primeros años
de su vida, compaginó la precaria educación
primaria que se impartía en aquel tiempo,
con las labores de la casa y el campo…
No cabía otra posibilidad… Era
lo normal… Era lo que había…
Todo discurría así, con la melancólica
ociosidad que en determinados lugares impone
la sucesión de las estaciones. Era su
niñez como la de tantos y tantos niños
de aquella época.
Son los suyos recuerdos de infancia agridulces,
en los que se mezclan los sinsabores de la escasez
con la ilusión de recibir clase de catecismo
en la mejor escuela del mundo… ¡A
los pies de Nuestro Padre Jesús Nazareno…!
Todo era así hasta que un buen día…
o un mal día, según se quiera ver, nuestra
protagonista, de repente, dejó de ser una niña
y, sin haber saboreado aún las mieles de la adolescencia,
cuando contaba escasamente catorce años, pasó
a convertirse en adulta.
Dejó atrás su niñez para cargar con
la enorme responsabilidad de apuntalar la economía
familiar, aportando el exiguo salario que percibía
como chica de servicio interna, en casa de unos “señores”
de la capital.
Los “señores” de la casa en la que servía
y vivía, tenían libros, muchos libros. Ella
al verlos imaginaba y fantaseaba con miles de historias
en las que viajaba, era la protagonista, se enamoraba y
era feliz…
Pero recuerda, no sin cierta amargura en su voz, unas palabras
de sus patrones, cuando les planteó la posibilidad
de cursar algún tipo de estudios: “¿Si
tu estudiaras…? Pero no nos conviene…”,
palabras muy acorde con la idea reinante en aquel tiempo
en la que ciertas clases o personas hacían todo lo
posible por mantener en la ignorancia y la oscuridad a los
que estaban a su servicio. Esas fueron unas duras palabras
dirigidas a una niña, con deseos de saber, de conocer,
de crecer…
Cuenta que por fortuna, no siendo la norma predominante
en aquellos tiempos, fue bien tratada por sus “señores”,
a cuyo servicio continuó hasta los diecisiete años.
Volvió a su casa, para enfrentarse a otros retos
y otros trabajos, esta vez, en el campo.
Así, con su espíritu indomable, sin perder
la sonrisa y con una fe inalterable en Dios, fue pasando
por la geografía agrícola almeriense y murciana,
desde La Mojonera a Mazarrón.
Cuando nuestra protagonista era ya una lozana y joven mujer,
fueron a buscarla a su pueblo. Ese tan parecido a Albuñuelas,
un pueblo alejado de todas partes, encerrado en sí
mismo y por el que no se pasaba… había que
ir a él.
Relata, como sin darle importancia, el épico viaje,
a bordo de un seiscientos que se averiaba y no acababa de
llegar a su destino, en el que fue llevada a Mazarrón,
para trabajar a las órdenes de Paloma, que así
se llamaba la hija de su anterior “señora”,
la cual no renegaba del humilde oficio de verdulera que
ejerció su abuela, porque ¡Ay
de aquel que reniega de sus orígenes!.
Allí, donde llegó, tras su larguísimo
y cansado viaje por carretera, ejerció, de comodín,
como diríamos hoy día, alternando, como si
tal cosa, los trabajos en el campo con los propios de la
casa y el cuidado de los dos traviesos niños, hijos
de Paloma.
No obstante, entre viajes de temporada a la aceituna en
Arenales o a la manzana en Francia, fue cultivando, acrecentando
y madurando su afición por la literatura, sobre todo
por la novela histórica, de la que se declara una
lectora insaciable, también gusta de leer poesía.
Dice nuestra protagonista que la vida sería algo
gris y muy triste si no existiese la literatura, porque
la lectura alimenta el alma y hace feliz.
La niña, nuestra protagonista, convertida ya en mujer,
se casó y fruto de su matrimonio fue bendecida con
unos maravillosos hijos.
Ella, a pesar de todo lo vivido desde su infancia, nunca
ha olvidado quien es, ni de dónde viene. Tampoco
ha olvidado de sus profundas creencias religiosas, ni las
enseñanzas recibidas a los pies del Nazareno…
Nuestra protagonista recibió un encargo poco común,
un encargo que le iba a enfrentar a ese miedo que muchos
sentimos al tener que hacer algo de lo que todos estarán
pendientes y sentir sobre ti todas las miradas.
Con un mal disimulado nerviosismo comentó al enterarse,
sabedora de la responsabilidad que el destino iba a depositar
sobre sus hombros: “…
Yo no soy nadie. No tengo títulos, ni estudios. Todo
el mundo me conoce. ¿Cómo voy yo a acometer
semejante empresa?..."
Todos, sus hermanos en la fe, la arropamos, le dimos ánimos
y, en cierto modo la envidiamos…
Y así, discurriendo el tiempo, como agua que se nos
escapa entre los dedos, hemos llegado hasta aquí…
De nuevo pido perdón, por mi atrevimiento
y por el abuso que de su paciencia he podido cometer, contando
esta breve historia. Pero me he valido de este pequeño
artificio literario para introducirles en la vida de quien
hoy será la encargada de proclamar con sus propias
palabras el inicio del Tricentenario de la llegada a Albuñuelas
de la Sagrada Imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno,
exaltando de viva voz el significado del magnífico
legado que los que nos precedieron dejaron a nuestro cargo.
Ella, la encargada de pronunciar el Pregón del Tricentenario
no es otra que la Tesorera de la Hermandad de Nuestro Padre
Jesús Nazareno y Nuestra Señora de las Angustias
de Albuñuelas, Doña Carmen Vallejo Linares.
Es más que probable que la mayoría de los
asistentes la conozca, pero si de algo estoy seguro es que,
a partir de hoy, será vista con otros ojos.
Sí, ella es la protagonista de mi breve relato. Es
cierto que no posee títulos nobiliarios ni rimbombantes
licenciaturas, pero Carmen tiene uno no menos importante:
el que la vida con sus incesantes idas y venidas, con sus
imprevisibles avatares, concede a las personas que la afrontan
con entereza, honradez, tesón y amor por los demás.
Ese título solo está al alcance de muy poca
gente. Solo está al alcance de las personas que,
a pesar de los pesares, no han cesado en su crecimiento
personal y en su compromiso para con los demás. Habrá
quien a esto lo lame experiencia vital o incluso quien lo
quiera calificar como cosas de viejos. Yo, personalmente
prefiero llamar al título que Carmen posee “Sabiduría”.
Llegados a este punto, no puedo por menos que sentirme orgulloso
de compartir su amistad y de haber sido designado para presentarla,
por eso, sin más dilación, cedo el atril y
la voz a quien debe estar aquí…
¡Carmen,
aquí tienes tu sitio…!
¡Tuya es la palabra…!
Pregón del
Tricentenario de la Llegada a Albuñuelas de la Imagen
de Ntro Padre Jesús Nazareno
Quiero comenzar
hoy con mi agradecimiento a todos por vuestra asistencia.
Agradezco también su presencia a los miembros de
nuestro Ayuntamiento y autoridades que han tenido a bien
asistir a este acto y a los que, por diversos motivos no
lo han podido hacer.
Debo y deseo agradecer
también a nuestro hermano D. Francisco
Molina el que me haya presentado con tan cariñosas
como elocuentes palabras.
Mi agradecimiento también a alguien que
el destino puso en mi camino y que desinteresadamente
se ha prestado a colaborar en este pregón.
Nos hemos conocido
de forma casual y, por el modo en que ha sucedido
todo, puede que aquí se cumpla aquello
de:
“Dios
escribe derecho con renglones torcidos”.
Me refiero a D. Manuel Jesús Gámiz.
É l es el autor de los poemas que se van
a recitar y de lo que hoy se va a interpretar.
Agradezco también
su desinteresada colaboración a las personas
que hoy van a participar en este pregón:
A la rapsoda o recitadora Dª. Charo Calle.
Al
guitarrista D. Ángel Alonso.
A
los cantaores:
Dª.
María Sillero.
D. Ana Mochón.
D.
Julio Alcaraz.
Todos ellos van a intentar
darle lucimiento y color a lo que pueda decir
esta humilde pregonera.
Dª Carmen Vallejo Linares
Pido a Nuestro Padre Nazareno
que me ilumine y me ayude hoy, para que este acto salga
lo mejor posible.
¡Ponga Él en mi boca la plenitud de la
palabra!
¡Hágame Él capaz de descubriros su cercanía!
¡Intentemos vivir todos, esta noche, su presencia
desde la alegría de la fe!
Desde que nuestro párroco
y conciliario D. Javier Sanchez y nuestro Hermano Mayor,
D. Jesús Jiménez, me comunicaron que delegaban
en mí la responsabilidad de proclamar este pregón,
mi primer impulso fue de negación.
Consideraba que me estaban poniendo en un gran aprieto;
temía no hacerlo bien y pensaba que tal vez otros
pudiesen ser más adecuados y hacerlo mejor.
No me considero una persona letrada ni instruida y por supuesto
no cuento en mi vida con una experiencia de este tipo ni
de esta envergadura.
Intentaré hacerlo lo mejor posible y espero que disculpéis
los errores que pueda cometer.
No obstante, debo decir que salga mejor o peor, me siento
muy honrada de que estar aquí hoy. Pienso que no
lo merezco.
Hace tres siglos, un 29 de Septiembre
del año 1715, llegó esta bendita imagen a
nuestro pueblo.
Cuenta la tradición oral, trasmitida de generación
en generación, que su destino era otro, pero la mula
que lo trasportaba, al llegar a nuestro pueblo, no fue capaz
de seguir.
Al pobre animal le pesaba demasiado la carga y "reventó".
Las gentes del pueblo consideraron esto como una prueba
de que Él no quería irse de aquí.
Desde entonces existe una vinculación especial entre
Albuñuelas y su Nazareno.
Se cuenta también que, en la Guerra Civil, cuando
los llamados hombres de la sierra entraban a los pueblos,
no pudieron llegar a este porque en el camino se les puso
delante una nube de mosquitos que no los dejaban avanzar.
Han pasado trescientos años
desde que nuestra querida imagen está aquí
y hoy, con mi pregón, deseo reflejar la fe de nuestro
pueblo hacia su Cristo y hacia su madre.
Aunque no entienda mucho "de letras",
de esto sí sé.
Sé cómo todos hemos vivido la fe desde pequeños.
No puedo olvidar, cómo mi madre me sentaba en una
sillita de anea y me llevaba la mano para presignarme, cómo
me enseñó el Padre Nuestro y el Ave María,
cómo nos inculcaban valores de los que, por desgracia,
cada vez van quedando menos.
Corren unos tiempos en los que la sociedad nos impulsa a
vivir como si Dios no existiera, en los que cada uno pone
los límites del bien y del mal donde le apetece.
Los ideales humanos se centran, cada vez más, en
el materialismo y poco a poco se va intentando marginar
a la Iglesia.
Por eso pienso que este debe ser el momento del resurgir
en la fe; ...en la fe que nos inculcaron cuando dábamos
el catecismo aquí mismo, "debajito" de
sus pies.
Cada día veo muestras
de fe, de una fe ciega en ti Señor.
En cada casa de Albuñuelas está tu imagen
en el mejor lugar, en un lugar preferente de cada hogar,
en el llavero del coche, en la mesilla de noche, en cada
cartera de los hijos de este pueblo.
Veo esa fe cada domingo al acabar la misa, cuando los hombres
y mujeres se agolpan a sus pies, mirando a nuestro Cristo,
arrodillándose ante Él.
Nadie es capaz de irse a su casa sin saludarlo.
Veo también la fe de esas madres entre las que me
incluyo.
¿Quién no ha puesto una estampa de su imagen
entre la ropa de sus hijos? ...Cuando se han ido a estudiar
fuera, cuando se van a trabajar a otro sitio, lejos su tierra.
A ti, Señor, te encomendamos siempre lo más
preciado que tenemos las madres: ...Nuestros hijos. Siempre
con la fe ciega de que nos los devolverás otra vez
a casa.
En los hospitales está tu imagen en cada cabecero
de la cama si allí hay alguien de Albuñuelas.
Tú siempre das consuelo a los enfermos.
Cada año, la noche del
Jueves Santo, el Nazareno y su madre, la Virgen, salen a
las calles de nuestro pueblo.
A su paso, se puede cortar el silencio, se nos pone el vello
de punta y las lágrimas nacen solas…
Con
la Cruz de Nuestras Faltas
(Petenera)
Recita: Charo
Calle
Canta: María Sillero
Guitarra: Ángel Alonso
Letra: Manuel J Gámiz
El río pasa llorando
sobre la vega enlutada,
los chopos de las orillas
mueven los brazos con calma
y enlazados con el aire
dejan crujir sus entrañas.
Abre las puertas
la Iglesia,
la Torre Mora se calla,
las luces de penitencia
forman dos hileras largas
y solloza el campanario
con su doblar de campanas.
"La Virgen
de los Dolores",
con manto de luna amarga,
en el blanco pañuelo
lleva la pena bordada
y su cara de azucena
sale a derramar el alma.
Con su rumor,
bajo el puente,
de negro se viste el agua;
dos largas filas de sombras
por las riberas avanzan,
rasgan las hojas del suelo
con las quimeras que arrastran.
La noche se
va inundando
de evocación y plegaria;
de abatimiento y de duelo
gimen, dolientes, las casas
y por las calles de Albuñuelas
la brisa corre callada.
Ya se mece
"El Nazareno",
vuela el silencio en la plaza;
coronada de dolor,
serena, su frente sangra.
Sale, ...al calvario del mundo,
con la Cruz de nuestras faltas.
El paso de Nuestro
Padre Jesús y su madre, por las calles de Albuñuelas,
simula y recuerda, una vez más, cómo fue aquel
camino al Gólgota en el que cargado de dolor, por
los mil azotes recibidos se encuentra solo y abandonado
al sufrimiento.
¡Cuán
pesada es la Cruz que llevas, …Nazareno!
Llevas un peso insoportable, pues en ella va la carga de
nuestros pecados y miserias.
No obstante, Tú la llevas con gallardía, con
esa expresión de dolor pero a la vez de perdón,
de paz y de bondad que tiene tu rostro.
Nos muestras que la vida está
cargada de Cruces que cada día tenemos que arrastrar.
Cada uno, en su día a día, soporta la Cruz
que le ha tocado llevar.
Al contemplarlo a Él,
nos ofrece su consuelo.
Es como si nos dijera: “No estás solo con
tu Cruz”, “¿no me ves a mí?”
Lo hace para que cada uno de nosotros aprenda a llevar la
suya por el camino de la vida.
Jesús sufre con quienes viven la enfermedad, la miseria,
la soledad, la marginación, la injusticia...
Y así, teniéndolo a Él como ejemplo,
todo es más llevadero, la Cruz se hace más
liviana, hasta que casi no la sientes.
Cuando sale a las calles de Albuñuelas, a su paso
se escucha "el quejío" de los costaleros
que portan sobre sus hombros el peso de su bendita imagen.
Lo llevan con todo su cariño, despacito, ... como
diciéndole:
"No te preocupes, Nazareno, que si tus pies ya
no responden, aquí estamos nosotros para llevarte
por las calles de Albuñuelas".
"Queremos ayudarte, como el Cirineo te ayudó
en aquel día del año treinta y tres cuando
ocurrió la tragedia más grande de la historia
de la humanidad”
Sabed
que jesús ha muerto
Recita:
Charo Calle
Guitarra: Ángel Alonso
Letra: Manuel J Gámiz
Tocad, campanas del mundo,
tocad un solo concierto,
con vuestro toque más triste,
con el volteo más lento,
con vuestras lenguas de bronce
en vuestro idioma de hierro;
gemid tocando de pena,
tocad,...porque Cristo ha muerto.
Girad, campanas, despacio,
girad en triste lamento;
que al giro de vuestros sones
el alma piense en lo eterno
y que al discurrir el río,
por las orillas del tiempo,
las aguas lloren calladas
porque Jesucristo ha muerto.
Sonad, campanas, a cera;
sonad con olor a incienso,
que vuestro sonar de lunas
resuene en el universo
para que el campo se vista
con sus vestidos más negros
y que en la vega, enlutada,
suene que el Señor ha muerto.
Doblad, campanas, llorando,
lanzad el mensaje al cielo;
que redoblen las estrellas
del campanario del pecho,
que el hombre pueda entender
que la vida es un momento
y que la noche pregone,
doblando, que Dios ha muerto.
Volad, campanas, clamando,
volad en vuelo perfecto;
que escuche la melancolía
el horizonte a lo lejos
y vuestro canto se rompa
en el cristal del silencio,
con el volar del suspiro,
porque el Nazareno ha muerto.
Gritad, campanas, gritad;
gritad a los cuatro vientos
y difundid la noticia
con los badajos blandiendo;
gritad lo que sucedió,
decid lo que está ocurriendo
y que lo sepa la Torre,
que se entere todo el pueblo:
¡Quiso morir por nosotros!
¡Sabed...que Jesús ha muerto!
Aunque celebremos
hoy el tercer centenario de nuestro Nazareno, no podemos,
olvidarnos de su madre, de Nuestra Señora de las
Angustias, de su sufrimiento con su hijo muerto en los brazos.
Seguro que
Ella detrás de su hijo recordó las pequeñas
cosas de su infancia: Cuando empezó a andar, su primer
diente y cuando ayudaba a su padre en el taller.
A buen seguro que recordaría esos días como
los más felices.
Pero ahora: “¿Qué le han hecho a
mi Jesús?, lo han maltratado, vejado, humillado...”
Recuerdo que, alguna vez, mi
nieto cogido de mi mano, me ha preguntado: ¿Por
qué está tan triste? ¿Has visto cómo
llora?"
Y yo, casi sin saber que decirle,
he intentado dulcificar la respuesta.
Me hizo recordar cuando iba de la mano de mi madre y era
yo quien hacía esas preguntas.
Así es la rueda de la vida.
Pasarán muchas primaveras
y cuando ya no estemos serán otros los que nos
recordarán.
Ante el dolor
de esa madre que llora por su hijo, se nos desgaja el alma
y, sin palabras, le decimos: "Señora sosiégate,
...si soy yo la causa de tu dolor, prometo aprender la lección
e intentar repartir tanto amor como estrellas tiene la noche".
...Y procurare perdonar como dijo Jesús: “Setenta
veces siete".
Nuestra Virgen
es la estampa viva del dolor. Las madres sabemos bien de
lo que hablo. ...Hablo del dolor por el hijo muerto y del
dolor por la injusticia.
Sufre, como su hijo, por la injusticia que cada día
vemos a nuestro alrededor: En los disparos de las guerras
y las explosiones de las bombas. …Luego viene el hambre
y la desolación.
Vemos como niños inocentes mueren de hambre cada
día y nosotros somos pasivos espectadores ante tanta
tragedia.
Todo esto flagela el corazón de María como
Madre de todos que es.
En la noche más oscura que tuvo la humanidad, aparece
Ella, llevada a hombros por las calles de Albuñuelas,
rota de dolor con el alma puesta en el pañuelo
¡Madre mía! ...Que haría yo para
darte consuelo.
Ante su imagen, entre la negrura
de la noche y la tristeza del momento, se huele a azahar,
...mirándola se puede ver la luz.
Al verla podemos comprender que la primavera y el amanecer
están cerca.
Saeta
a la Virgen
Canta: Ana Mochón
Letra: Manuel J Gámiz
Para los que
tenemos fe, la muerte de Jesús fue lo más
grande y supuso la victoria de la vida sobre la muerte.
En Albuñuelas,
la noche de luna llena del Jueves Santo, el silencio sólo
se rompe por el roce de los zapatos.
Pero esa noche también hay otro silencio, el de
los pies descalzos de esas mujeres que van tras de tu
imagen ¡...Nazareno!
Las mujeres
de Jerusalén se compadecían al verte pasar,
con tu Cruz a cuestas y escarnecido, ...condenado.
Así nos muestras cómo los hombres condenamos
a quien no hizo otra cosa que amar.
Cada primavera vivimos con Él su pasión,
le acompañamos por nuestras calles, desde el domingo
de Ramos hasta el domingo de Resurrección.
Hemos llorado con Él el Jueves Santo y nos hemos
regocijado en su resurrección.
Nos equivocamos si pensamos que la pasión sólo
ocurrió una vez. ...Se repite cada día.
Entre nosotros hay gente que sufre por el paro, por enfermedad,
por soledad, por marginación, ...por dejar su tierra
y aventurarse, aún a costa de perder la vida.
Te miro las
manos y veo cómo acaricias tu Cruz, ...la aceptaste
y la llevas por nosotros, ...parece que forma parte de
tu cuerpo.
Este es tu gran milagro, ¡Nazareno!: …Haces
que tanto sufrimiento se convierta en amor.
¡Guardad
silencio, ...Por Dios!
Recitan:
Charo Calle y Manuel J Gámiz
Canta: Julio Alcaraz
Guitarra: Ángel Alonso
Letra: Manuel J Gámiz
Que con el
rostro sereno,
hecho mensaje de amor,
nos bendice el Redentor:
¡Nuestro Padre Nazareno!
Nuestro Nazareno,
con esa paz que transmite su cara, nos expresa que no
sólo lo acepta todo, sino que además pide
por nosotros diciendo: “Padre perdónalos
porque no saben lo que hacen”.
Él ha sido testigo
¡…de tantos acontecimientos en mi vida!
Recuerdo aquellas pláticas que nos daba D. Juan
sobre el Antiguo Testamento en el catecismo, mi Primera
Comunión, después mi matrimonio, cuando
traje a mis hijos a bautizar, ¡...Siempre has estado
en todo lo trascendente en mi vida!
Él hace que cada año
podamos contemplar y vivir el milagro que torna la tristeza
en alegría, la noche más oscura en el día
más claro.
En este pueblo serrano, de
la sierra al valle, de los pinos al azahar, cada primavera
vivimos la pasión, con la misma intensidad de la
primera vez.
El destino ha querido que hoy,
delante de su imagen, venga a proclamar este pregón.
Se me concedió el honor de estar aquí y,
con la ayuda de nuestro Nazareno y de su madre he pregonado.
He intentado pregonar y transmitir
el amor de Dios y su sufrimiento por nosotros.
He querido pregonar el dolor de una madre y el perdón.
Espero haber llegado a vuestro corazón.
Deseo que mi pregón pueda
contribuir a que intentemos ser como el terrón
de azúcar que endulza el café y que, aunque
no se ve, hace que con el mismo aspecto, su sabor sea
completamente distinto.