Pregón
de Semana Santa de Granada 2004
Pronunciado por: Don Antonio Muñoz Molina
Dedicatoria:
A Julia, mi esposa.
A mi madre como regalo de cumpleaños.
A mi tía Ángeles,
que me enseñó a andar dos veces.
A mi hijo Antonio, por su inestimable
colaboración.
Introducción
Veo tu cruz, Jesús
mío, y gozo de tu Gracia,
porque el premio de tu calvario ha sido para nosotros el
Espíritu Santo...
Y te me das cada día amoroso en la Hostia Santísima.
y me has hecho ¡Hijo de Dios!, y me has dado a tu
Madre.
San José María
Escrivá de Balaguer, Forja, punto 27, pág.
42.
Un nuevo curso
cofrade nos reúne en la tradicional jornada del primer
Domingo de cuaresma, en el marco del Teatro Municipal Isabel
la Católica, para cantar, glosar, enaltecer, recordar,
vivir en definitiva nuestro mutuo amor a la Semana Santa,
olor a incipiente primavera en el calendario, brotes vigorosos
de verdes por venir, y riadas de amor y candor en el ambiente,
olor a flores tempranas desparramadas por las laderas de
Valparaíso y el monte de la Sabika, macasat y celinda
a punto de floración, geranios variopintos en nuestros
balcones y patios, y Granada indolente, recostada en su
propia somnolencia, nos invita a la melancolía especial
y gozosa de su celebración por antonomasia, la conmemoración
de la pasión, muerte y resurrección del Señor.
Atrás
quedaría el pasado año y su primavera candorosa,
como la que esperamos, atrás se fueron aquellos momentos
inolvidables en los que la Madre de Santo Domingo, la Virgen
del Rosario, conmemorando el setenta y cinco aniversario
de su fundación como hermandad de Semana Santa, discurriera
de forma extraordinaria una mañana fresca y azul
por las calles de su entorno, hasta hacer gloriosa estación
a la Santa Iglesia Catedral, el piar de los pájaros,
el alborozo de la cohetería, y el sabor único
del color mañanero de Mayo, el que iba enalteciendo
su divino rostro con los colores del sol y el reflejo de
la mañana.
La Virgen de
las Angustias, esplendorosa Madre de la Carrera, lució
a Jesús en su regazo, pletórica de luz, flores
y amor, nos bendijo y protegió bajo su manto, Granada
entera en la calle le brindó sus oraciones, mientras
Tú Madre mía en trono de Gloria avanzabas
calle abajo.
Y tras esa jornada
mariana del último domingo de septiembre, el otoño
vendrá con caracolas, uva de nieve y montes agrupados,
que diría Federico, y llegó también
con otra memorable jornada, cuando mi Señor de los
Favores entre nubes y claros, destellos de candilazos únicos
de luz en los Alamillos, en su salida extraordinaria del
5 de Octubre, y al pasar por la puerta del antiguo Hospital
Militar, quiso llevarse prendida en una de sus impolutas
manos, un ramo de hojas con una pelota de pica-pica, flor
del plátano que tanto abunda en nuestros parques,
para ponerla el pie del Sagrario de la Catedral, donde en
olor de multitud, músicas y palmas reales, paseó
pletórico y esplendoroso las calles de Granada, sobre
su monumental paso recién estrenado, también
celebrando el bienaventurado acuerdo de un grupo de devotos,
que hace setenta y cinco años hiciesen pública
manifestación de fe en procesión, como hermandad
sacramental y de penitencia.
Entre besos lágrimas
y amores y como ya sucediera el pasado Viernes Santo, cuando
el paso fue acomodado en su capilla adosada al templo de
San Cecilio, llovió.
Excelentísimo
y Reverendísimo Señor Arzobispo de Granada
y su archidiócesis, Excelentísimo Señor
Alcalde, presidente del Excelentísimo Ayuntamiento
de esta ciudad, Señor Consiliario, Señor Presidente
de la Real Federación de Hermandades y Cofradías,
dignísimas autoridades, Hermanos Mayores, Juntas
de Gobierno, cofrades y camareras de nuestras hermandades,
amigos televidentes, señoras y señores.
Gracias al presentador
de este acto, por la cortesía hacia mi persona, por
su cariño añejo hacia nuestras tradiciones,
por su erudición en el decir y en el hacer, por sus
conocimientos puestos de manifiesto en apariciones públicas,
conferencias y libros que dan testimonio de lo que digo,
gracias Miguel Luís.
Desde que me
fue comunicado por el Señor presidente de la Federación
de Hermandades y Cofradías Don Gerardo Sabador Medina,
el nombramiento de pregonero del presente año, honor
que agradezco humildemente, no he dejado de pensar para
mí, en el contexto de lo que supone la efeméride
a pregonar, lo veo en su conjunto como una enorme pintura
de aquellas del Renacimiento, donde la comunicación,
en gran parte se cifraba en el mensaje colorista del artista,
descendiendo a los más insignificantes detalles,
y así hasta hoy, gracias a aquellos mensajeros suigéneris
hemos podido fijar la historia, sus costumbres, sus formas
de vida, para hacernos una idea del pasado.
En ese establecimiento
figurado del estudio de un gran pintor, queridos amigos,
os quisiera situar yo esta mañana, pues de alguna
forma, pintar es lo que hacemos aquellos que pregonamos
algún acontecimiento, sólo que lo nuestro
es la palabra, y hoy vamos a ceñirnos con la imaginación
al excelso oficio, en este caso más excelso todavía,
ya que imaginativamente, el cuadro que hoy nos ocupa, está
en manos ni más ni menos que de Dios Todopoderoso.
Él
será el diseñador un año más
del color, la forma, la vida, los entresijos, los detalles,
humanos algunos, y divinos propios de su quehacer, hasta
culminar el proceso estético por antonomasia que
es la celebración de los misterios de la cruz, sentidos
en el panorama de Granada. Porque ésta y como en
toda obra de arte, será el soporte de su obra, callada,
muda y recogida, con sus plazas y sus calles, sus bulevares
y plazuelas, sus encrucijadas y callejuelas, sus torres
y campaniles, sus cuestas y sus repechos, para dar albergue
al sentimiento por antonomasia que en la historia del hombre
supuso el tremendo drama de la cruz.
Y nosotros los
hombres y mujeres, los niños, los jubilados, los
ricos y los pobres, los anónimos amantes de las hermandades
y cofradías, y todos aquellos que con nombre propio
colaboran en su quehacer profesional y artístico
a su mayor engrandecimiento, los habitantes de esta tierra
de María Santísima, ¿cuál será
nuestro papel?, no os quepa duda, importantísimo
en cualquier factura artística que se precie, pondremos
los materiales, esos materiales que ahora mismo os agobian
porque se os salen del pecho, vuestros corazones esencialmente,
vuestro trabajo, vuestra humildad, vuestro amor al Señor
y a su divina Madre, vuestro afán incansable, el
que se funde en una sola palabra, absolutamente imprescindible
en el cuadro de esta mañana, y esa es amor, el que
desparramado por el soporte de la fe, hace posible cada
primavera que Dios muera y resucite, nos unamos a Él
en el Sagrario durante todo el año, hasta ser gentes
diferentes formando un estilo de vida, por la distinción
del ejercicio del principal material pictórico-imaginario
que os sugiero, proponiéndonos como meta en el comportamiento
de nuestro paso por el mundo, hasta que pudiesen decir de
las gentes de las Hermandades lo que de los cristianos de
los primeros tiempos, mirad como se aman.
Así cuando
el Domingo de Ramos, tras la celebración eucarística,
posterior a la procesión de las palmas alrededor
de la Catedral, en la que el pueblo te aclama con el "Hosanna
al Hijo de David", bendito el que viene en nombre del
Señor, el Sr Arzobispo haya impartido la solemne
bendición. Este pregonero recogerá a su amigo
de la Semana Santa Paco Pinto, seguramente en el Arco de
Elvira a las cuatro y media, personaje enamorado de Granada,
asturiano de nacimiento recriado en Tarragona y por devoción
hermano de los Favores.
El anhelado sonido
de las bandas invaden los alrededores del Hospital de San
Juan de Dios, las gentes en multitud de cariño esperan
ansiosas con los ojos fijos en la penumbra del Perpetuo
Socorro llena de llamitas dubitativas, son los ciriales,
es la Cruz guía de aquel que quiso presentarse en
el trono de su realeza sobre una borrica, el dulzor de su
sonrisa sobre el jumento emociona, los hijos predilectos
del Señor, los enfermos, los ancianos, los niños,
desde los balcones de San Rafael lo contemplan, y algunos
en su postración amarrados a la cama del sufrimiento,
desde la acera le salen al paso, Él los bendice,
cadencioso y apacible, como fuese su vida, camino del Arco
de Elvira.
Vestida de
azul, cual el mismo cielo,
con tu semblante sereno,
la Paz la vas esparciendo
cuando el Domingo de Ramos,
acompañando al Señor,
escuchas buenos propósitos,
que entrando en Jerusalén,
aquellos, y estos hombres de hoy,
a tu buen hijo le hicieron.
El cielo transparente
ilumina los tajos de la Alcazaba, San Pedro y San Pablo,
cual nómina fija aguarda en su cita del domingo de
Ramos, la Carrera del Darro, esa calle trazada para servir
de fondo a las Cofradías de Granada la han ocupado
los nazarenos de la Sentencia, y ésta en su estética
singular presidida por una de las mejores tallas que aún
hoy se procesionan, imponente estilo de José de Mora,
aparece el cordero y la corte humana, cuando el mundo le
dijo, ¡crucifícalo!, así en su actitud
de mansedumbre, conmueve su solemnidad por su sencillez,
abre con luz del día esa pincelada de que al principio
hablaba, tras Él las Maravillas.
Virgen de las
Maravillas,
¿quién te coloca el rostrillo?,
¿quién te perfuma de azahares?,
¿qué mano de ángel, Madre
te arregla, para que luzcas como luces?,
el domingo por la tarde.
Tus hijos los de las Chirimías y San Pedro,
los que pasean a Jesús
sentenciado por Granada.
¡Ay, portalón de San Pedro!,
cofre que guardas al Justo,
y a la perla de la Carrera del Darro,
¡Maravillas!, gozo eterno.
A Miguel López
Escribano, dedica el pregonero estos versos, el que seguro
este Domingo de Ramos, vestirá en el cielo su hábito
nazareno.
Ya está
Santo Domingo preparado, en la chicotá hasta el cielo,
el cenáculo invade el barrio del Realejo, y el llamador
imaginario los habrá convocado, en hábito
rojo y blanco, Sánchez Reina, Padilla, María
Pía, y tantos como este día nos remueven la
memoria de pretéritos días.
Como Madre
de Gloria,
toda vestida de blanco,
un domingo cada año,
llenas de gozo a tus hijos,
¡Oh Virgen de la Victoria!
Plaza de Santo
Domingo,
marco de luz y alborozo,
murmullo de gentes que esperan,
y en la penumbra del templo,
María llena de alegría.
Es tarde de Domingo,
Jesús está cenando,
por la calle Pavaneras,
tras Él viene María,
y casi de reojo,
ha vuelto la cara,
y al sentir a Ella tan cerca,
ha sonreído a San Pedro,
y a San Juan le ha susurrado,
¡viene mi Madre!,
prosiga la Santa Cena.
¡Quiénes
fueron los bandidos que a Ti mi Dios desnudaron!, bordeando
la acequia Gorda, subes Señor Despojado, y en tu
trono de pesares y de Glorias, a tus hijos nazarenos, penitentes
de impoluto blanco, inspiras sus oraciones, ellos rezan
el Rosario, y en la Puerta del Perdón absolviste
a esos sayones. En trono de Gloria Madre eterna, acompañas
a Jesús Cautivo, y rememoras el instante primero,
cuando al Santo Ángel le diste, el "si quiero".
Virgen de la Encarnación, en palio a rebozar de Camelias
y bordados, inspiras esa oración en la Plaza de Alonso
Cano, mientras llena la Parroquia del Sagrario tu soberana
presencia camino de Plaza Nueva. Calle de Elvira, divino
templo del pintor imaginario que te ha cubierto de gloria,
pasó Él esta tarde en su pollina, y Tú
ahora cual cofre que guardase en sus silenciosas piedras
el bien andar de los costaleros de Jesús Cautivo
y María de la Encarnación.
Ha transpuesto
por los bordes del río Darro, la señora de
las Maravillas, el Divino sentenciado al paso del compás
de trompetas y clarines alcanza las esquinas de San Pedro,
rompen el aire las saetas viejas, quizás Rosita Ocaña
o la voz flamenca y jonda de Jaime el Parrón
"Pare"
mío de la Sentencia,
amarraito te llevan
como si fueras un ladrón,
y Pilatos te sentencia
sin motivo ni razón.
El pueblo se
amotinó
y el juez cobarde y tirano,
después de lavar sus manos,
cruel sentencia firmó.
La noche ha quedado
clara, el lucero sobre Comares, el caminar por Plaza Nueva,
la despedida de los amigos de siempre, el silencio lo interrumpen
las fuentes de Granada.
Sobre la cama
de uno de los cuartos de mi casa, se entrevé por
la puerta entornada, una faja roja, una camiseta negra,
una sudadera color marfil, y a los pies de ésta las
alpargatas de un costalero, es Lunes Santo, y mi hijo que
lo es del Señor del Rescate, tiene preparado los
atributos de su cometido, sobre éstos sobresale la
medalla, Christi Passio se puede leer labrado en la misma
soportando un corazón encastrado en la cruz, y como
la hora es llegada, el centro es la Iglesia de la Magdalena,
el Señor de Granada como lo llaman sus hijos espera
la sobrecogedora llamada del capataz, y en ese espeluznante
instante todos a una han puesto en marcha el trono del Redentor,
paradojas del cariño, Él que no tuvo ni a
donde recostar su cabeza.
Y vienes hacia
mí Señor,
Rescate de Granada,
Cristo de cara morada,
topacio de brillo eterno.
Y esparcirás
el sentido de la vida al contemplarte, como te viera uno
de tus pregoneros, Antonio Padial Bailón en tan sentidos
versos.
Camino seducido
en pos de tú mirada,
turbador perfume de tú divina esencia,
brida que ata mi alma a tú presencia,
para seguirte al calvario atribulada.
¿Qué
artista supo imprimir en tú cara,
aquella señal de apacible melancolía
que al mirarla parece tan humana
y que al sentirla parece tan divina?.
De moras o
Risueño fue el sentir,
¡qué más dá la mano que te hiciera!,
si te hizo de tan celestial manera
que andamos subyugados tras de Ti.
Por el Zaidín
abajo, en espíritu de barrio sale Jesús a
la calle, el que inspirase al escultor Eduardo Espinosa
en el Santísimo Cristo del Paño. Es hora bien
temprana, allí empieza el Lunes Santo. Las hermanas
costaleras de la Madre de la Luz, la entienden, la miman,
la llevan en trono de Gloria y canto arrebolada entre marchas
por bajar a Granada, porque Granada la espera.
Otra vez la Carrera
de Darro nos dará el significado del papel de María
en la Pasión.
Madre mía
de los Dolores,
la que cada Lunes Santo,
por la Carrera del Darro,
vas envuelta entre oraciones,
la que cada primavera,
vuelve por la Plaza Nueva
arrasadita de llanto.
Ha salido de
la Puerta del Perdón, ha visto a Jesús del
Rescate trasponer por la calle Capuchinas, alguien contó
que en un momento fue todo, la Virgen se llevó hasta
sus labios la mano, y a Jesús de la túnica
morada le ha tirado un tierno beso.
Quien no haya
visto en la tarde de Lunes Santo, poner en la Calle Santiago
desde el compás del Convento del mismo nombre, el
paso de Nuestro Señor en la Oración del Huerto
de los Olivos, nunca se podrá explicar el milagro
que contraviniendo las leyes de la física, hace ese
imponente tinglado de flor y pasión, hasta sobrecoger
por el crucial momento que sufrió Cristo pidiendo
fuerzas al Padre, mientras los amigos se le quedaron dormidos.
El cadencioso
sonar de la Banda de música de la Policía
Nacional, el atabardillado sopor de la tarde, invade los
corazones, mientras el olivo vivo cimbrea sus baretas al
cielo del Realejo en ese cortejo impecable que supone esta
Cofradía. También tiene este pregonero su
trocito de alma en la misma, desde el cariño y la
amistad de Quico Mora, hasta los portadores de los faroles
que acompañan a la Cruz guía en silente penitencia,
mi amigo Enrique Osuna y mi sobrino Miguelillo, que tantas
penas fue trasladando a Jesús en ese anual momento
de la Hermandad del Huerto.
Ha pasado el tiempo y ya está
de vuelta María de la Amargura, la que algún
día veremos coronada, amigo Quico no lo dudes.
¡Cómo
decirte María
que tu Amargura es la mía!
Cómo al verte entre candelas,
flor temprana entre las flores,
comendadora primera,
del Realejo, la vecina más señera.
¿Cómo
secarte yo el llanto?,
cómo sentir como siento,
la noche de Lunes Santo,
y llamarte ¡guapa y madre!,
mientras la bulla me arrasa
alrededor de Tu manto.
Por la calle San Antón
bajaban penitentes de negro y esparto rezándole al
buen Jesús del crucifijo sagrado
La noche estaba
tan oscura,
que ni las estrellas querían salir,
pero ha salido un lucero,
Cristo de San Agustín.
Crucifijo de
Granada,
divino hijo de María,
en el pecho de esta tierra,
veo tu estampa dolorida.
Y, ¡ay, mi Señor del Cielo!,
cuántas lágrimas vertidas,
al contemplar tu semblante,
cosido al frío madero.
Al evocar esta
sobria hermandad, antigua por sus orígenes, moderna
en cuanto a la interpretación real del cometido esencial
de una corporación de penitencia, no puedo dejar
de hablar del amigo, maestro pregonero, conocedor de nuestras
costumbres, el profesor Miguel Luis López Guadalupe,
él con su entrega a la tarea ortodoxa de su idea
de las hermandades, créanme ustedes, creará
escuela, toda una familia entregada al mismo afán,
su padre, su señora madre, amigos que me honro en
homenajear desde mi posición privilegiada de hoy,
sin omitir la figura tan señera como la del maestro
Gómez Montalvo, que tantas horas dedicó con
su erudición y conocimientos a estos quehaceres.
Poco a poco va
tomando el cuadro pintado por Dios, y enfondado en Granada
su forma, dibujado con el aporte imprescindible de vuestras
amantes almas. Viniendo a mi memoria de eventual pintor,
las figuras reales de aquellos amigos artistas, que con
su obra tanto han contribuido a enriquecerla, como Armando
Pareja Tello, malagueño con estudio en Granada, que
tantos retablos tiene en su haber, repartidos por la geografía
universal, insistiendo en su iconografía como temas
predilectos las figuras de Jesús y María,
muestra de lo que digo, el imponente lienzo adosado al frontal
principal de la primera capilla lateral izquierda de la
parroquia de San Ildefonso, dedicada a San José María
Escrivá de Balaguer, donde éste en actitud
orante, venera a la Santísima Virgen de las Angustias,
digno de resaltar al haber sido recientemente inaugurado.
O la figura de
mi hermano de los Favores, Hipólito Llanes Megías,
que tantas veces nos deleitó con expresiones de luz
y color, representando al Señor del Campo del Príncipe
y a su amantísima Madre de la Misericordia, de especial
mención el cartel anunciador del 75 aniversario de
la hermandad, el que por motivos muy personales, estoy seguro
colaboraron con el maestro los mismísimos ángeles
del cielo.
Juan Díaz
Losada y sus pulcras composiciones, llenas de luz y armonía,
y tantos otros, que ni la memoria, ni la ocasión
me dan pie a mencionar, amigos cofrades llegamos al martes
Santo.
Desde el antiguo
Callejón del Morcillero, por donde discurriera la
acecolilla de Arabuleila, baja el Señor de la Lanzada.
Por las huertas
de la vega,
Virgen de la Caridad,
vienes envuelta en tu pena,
y es tu semblante tan puro,
y tu estampa tan serena,
que cualquiera diría
que lo tuyo no eran penas,
cuando a tu sacrosanto Hijo
lo acaban de lancear,
costado de Dios, arrasado corazón,
agua viva de la eterna salvación,
Madre de la Caridad
por los méritos de tu Hijo,
alcánzanos su perdón.
El Albayzín,
alza el vuelo, callejuelas sin salida, calle San Juan de
los Reyes, donde los ínclitos Doña Isabel
y Don Fernando fundasen una capilla bajo tal advocación
para celebrar la primera misa de la Cristiandad, tras la
toma de Granada, sobre el antiguo solar de la mezquita de
los conversos.
Allí están
arreglando a María Santísima de los Reyes,
en el Albayzín bajo, cada año Carmen Valenzuela,
mi amiga Nena organiza su procesión decana de las
de Granada, del Santísimo Via Crucis, otra familia
dedicada al quehacer de la caridad en su parroquia de San
Pedro, a través de Cáritas Diocesanas, saga
ésta de los Valenzuela enraizada en la más
rancia de las tradiciones de la Semana Santa de Granada,
desde su abuelo hasta el inolvidable Don Santiago Valenzuela,
pasando por Alfonso Valenzuela, Manuel Sánchez, o
sus hijos, Fátima, costalera de Nuestra Señora
del Sacromonte, o Lolo, que el lunes saldrá con el
paso del Huerto, y hoy llevará en sus vigorosos hombros
de estudiante de derecho al Señor de la Amargura.
Calle abajo va
mi Señor de Mora, con su bolsa de la túnica
repleta de peticiones, ¡cuántos milagros poderoso
Salvador llevas resueltos!, y al volver desde el Puente
de Cabrera, encomiando los dolores de tu Santo Via Crucis,
por el encuentro con tu Madre, Señor pequé,
tened piedad y misericordia de mí, por Tu tercera
caída, ¡levanta mi Dios del suelo!, te adoramos
oh Cristo y te bendecimos, porque con tu Santa Cruz, redimiste
al mundo y a mí pecador amén.
Con la humildad
de tu atribución real te dieron una caña por
cetro, el Realejo se arremolina ante el divino Maestro,
viene a mi memoria Ana la florista de nuestra Semana Santa,
cuántos años te vi amiga mía, llevar
en la fila de las camareras de la Virgen la devoción
y el amor, ¿cómo no sentirme partícipe
de la llegada de la Soledad a San Matías, si alguien
de mi casa cual es mi hermana María del Carmen lleva
tantos años acompañándote?, o Adolfo
Castillo, otra saga familiar dedicada al Señor de
la Humildad y María de la Soledad. Traspondrás
un año más Madre mía, hasta el Viernes
Santo, en que de nuevo te hemos de ver en el Campo.
Como aquella
de San Gil, te quisieron en Granada, y así bajo la
advocación de la Esperanza Divina, con Jesús
del Gran Poder bajas desde el recoleto rincón de
Santa Ana, cual te esculpiese Risueño dolorosa, bajo
la antigua advocación de las tres necesidades, en
tu palio verde de Esperanza y gloria, desafiando el paisaje
bajo la torre mudéjar donde se enclava Tú
iglesia.
Avanzas entre
hogueras y cantes rancios, tus hijos los del camino del
monte, ¿cuánto hace que te aguardan?. Cómo
me conmueve el verte en tu sobria cruz de madera, Cristo
de los cuatro clavos, desde que inicias tu particular calvario
por la Carrera del Darro, María del Sacromonte, con
su mata de pelo del color de las endrinas, en su palio de
cobre moreno, como las manos que lo cincelaron.
¿Quiénes
fueron los sayones,
con tan poco corazón, que te pusieron
en las sienes la corona?.
Qué
almas tan retorcidas
Cristo mío del Consuelo,
colgado desde ese árbol,
leño seco, que Tú nos diste por cruz,
qué desamparado y sólo
subes por las siete cuestas.
Valparaíso
entero se estremece,
cuando tu sombra va dando,
desde la vereda de En medio
entre suspiros y cantes,
de tus hijos los gitanos.
María
la Golondrina,
que había prendido una hoguera,
refresca a Juanillo el gitano,
que templa por soleá.
Consuelo Señor
te pido
"Pare" mío en oraciones,
y mis pecados perdones
porque siempre te he "querío".
Déjame
Señor del Cielo
que te líe en ésta sábana,
que te cure con aceites,
con tomillo y con romero.
Déjame
que yo te cante,
y te diga una vez más,
que los gitanos del monte
por zorongos, por tonás, por livianas,
o fandangos,
te vamos a consolar.
La plaza de la
Universidad, recoleto rincón de la Granada del saber,
la preside el que fuese Emperador de las Españas,
Don Carlos I, a su espalda la hermosa portada renacentista
que da su nombre a la plaza. En su lateral la antigua Colegiata,
hoy parroquia de los Santos Justo y Pastor, con su puerta
de par en par da paso a la fuerza en la expresión
del Santo Cristo de la Meditación, tras éste
Nuestro Señor del Encuentro, y el Cristo de la Sangre,
y cerrando el cortejo universitario la Madre de los Remedios.
Abundante iconografía, detalle de esta hermandad,
la que como ninguna se esfuerza en sintetizar en sus titulares
el drama completo de la cruz.
Al entreabrirse
el portalón de la Imperial Iglesia del Santo Apóstol
Matías, en esta tarde del miércoles, aparece
la figura desencajada del Redentor esperando su castigo,
el Señor de la Paciencia, como lo soñase Pablo
de Rojas, va María de las Penas envuelta en su espléndido
manto, y de nuevo mi memoria recuerda a esa hermandad la
de los caballeros donde los haya, desde mi buen amigo el
pregonero lucense avecinado en Granada, Joaquín Alfredo
Abrás Santiago, que desde este mismo lugar impartiese
toda una lección de avezado escritor y experimentado
periodista, hasta la figura de ese erudito profesor universitario,
antecesor en el oficio del cántico enfervorizado
a las tradiciones religiosas de nuestra tierra, José
Luís Pérez Serrabona, el que inició
en el mes de mayo, por iniciativa de la Real Federación
de Hermandades y Cofradías el cántico a las
Glorias de María, y de forma explícita y entrañable
la Semana Santa desde este mismo sitio.
Hermandad protocolaria
donde las haya, ya que cada día de la Semana Santa
rinden homenaje a todas y cada una de las que pasan por
su calle camino de la tribuna oficial. Creándose
la circunstancia, de que los escalones que sirven de gradas
a la imperial parroquia sirven de tribuna, la que desde
hace años, esporádicamente vengo compartiendo,
y a similitud de otra parecida que existe en la vecina ciudad
de Málaga, al paso de la Hermandad del Cautivo fue
bautizada por la sabiduría popular, como tribuna
de los pobres.
Muy cerca del
Imperial enclave de la Santa iglesia del Apóstol
San Matías, otro Señor, esta vez un Nazareno,
llena la estancia de las monjas carmelitas, impresión
de silencio, hábitos morados y cruz guía de
negro ébano y pulcro estilo renacentista, abren la
devoción del rezador del miércoles Santo de
Granada. El broche lo pone la Madre de la Merced, la que
en su paso de palio repleto de flor y candelas, luce el
escudo de aquella orden fundada, para solaz del oprimido
cautivo, refugio de pobres y menesterosos de este mundo.
Encrucijada de
advocaciones, que al alcanzar el frontis del Corral del
Carbón, se identifica plenamente con el contraste
eterno de nuestra ciudad. Madre mía de la Merced,
por las penas de Jesús el Nazareno, danos salud y
alegría.
Entre dos luces
declina el día en el Realejo,
¡Cómo
lo recuerdo!
asomada a la ventana,
mi madre que me está viendo,
me acucia, ¡qué ya es muy tarde!,
y el Rosario está saliendo.
Plaza de Santo
Domingo,
Iglesia de mis ancestros,
donde aún siendo muy niño,
tomé a Jesús en mi pecho.
Entre miles
de cabezas,
de par en par el viejo templo,
María Santísima del Rosario,
ha levantado hasta el cielo.
Y encuadrada
entre las jambas,
los murmullos se hacen silencios,
cuando cada primavera,
nos muestras en tú Rosario,
a vivir la tristeza del Cordero,
al verlo tan desvalido
atadico a la columna,
escupido por los suelos,
y sin defensor alguno,
cosido al triste madero.
A gozarnos
con tus glorias,
a sentir a Dios por dentro
desde el instante primero,
que el Santo Ángel mandado
dispusiera de Tú seno.
Y así
uno tras otro,
con tu mirada impoluta,
vas desgranando misterios
de la llegada a la tierra
del Salvador sempiterno.
Plaza de Santo
Domingo,
¿cabe mayor privilegio,
que acoger entre tus gentes,
a la Madre del Señor,
la Señora del Salterio?.
No hace mucho Madre mía,
Proclamando Tu grandeza,
sobrecogido en silencio,
en la casa donde todo el año vives,
éste pregonero de hoy,
quiso en el dintel de tu puerta,
hacer con sus torpes versos,
un cartel que así rezara:
¡aquí vive María,
la señora del Rosario!
¡por aquí se sube al cielo!.
Al recordar estos
versos, algunos de los cuales sirvieron, para presentar
el setenta y cinco aniversario de la fundación de
la Hermandad del Rosario, mi memoria se centra en tantos
años vividos, desde niño, junto a la Madre
de Santo Domingo, el recuerdo de los amigos que se fueron,
Miguel Serrano, Ramón Vilar, Pepe Ocaña, y
la de tantos cuántos cada Miércoles Santo
la encumbramos en nuestros corazones, y que gracias a Dios,
hoy estáis aquí conmigo, Paco Castro, Juan
Cobo, Enrique Ceres, Antonio López, José Manuel
López Barajas, o Manuel Gómez, y tantos más,
que harían prolija esta larga lista, por la que de
antemano pido perdón al auditorio, por extenderme
en mi personal cariño hacia ellos.
Cuando Jesús
de las tres Caídas, vaya andando, como anda, (y valga
la redundancia), sobre su impresionante paso barroco, mandado
por José Carranza, nuestro hermano "Guili",
cuando el fervor de tus hijos te entonen la salve marinera
en la plaza de Santo Domingo, cuándo en el sentimiento
de amores se vista de cuentas de pétalos de rosas,
recordaremos esta jornada, de exaltación a la Madre,
y una sonrisa aflorará a nuestros labios, mientras
los ojos simultáneamente se humedecen, al verte Capitana,
como sólo las madres sonríen.
Cómo
al decir Jueves Santo,
no reparar en tal día.
El día de la Eucaristía,
el día del primer misterio.
Dios hecho
pan por los hombres,
¡y estás en cualquier Sagrario!,
¡cómo no volverme loco,
al saberte tan de cerca!.
Dios eucarístico
y único,
¿cómo ocurrió, que antes
de ser derrotado,
por las leyes de los hombres,
te quisiste hacer misterio,
y a mí Señor entregarte?.
Hiciste un mar de perdones
por los eternos dolores
que el Jueves Santo pasaste.
Cuando el pasado
año, el pregonero Jorge Lachica, hablaba a este Auditorio
de su querida hermandad de los Salesianos, con su verbo
fácil y cultivado, este pregonero de hoy, atraído
por tanto cariño como le puso Jorge, se fue a reencontrar
con la Hermandad del Cristo de la Redención y María
Santísima de la Salud, desde la vega, bajas Señor,
y en tus pesares de Jueves Santo, tu amantísima Madre
te asiste, y el fervor de tus hermanos. Frente a la Virgen
de las Angustias en un encuentro imborrable, mientras Dios
vivo en el monumento bendecía tan benemérito
momento.
Del Cristo
las Azucenas,
sale un resplandor glorioso,
la tarde de Jueves Santo,
cuando el pórtico mudéjar,
de tu iglesia de entreabre,
y se escucha en la placeta,
¡ya está la Aurora en la calle!
¿Cómo
pudiera Diego de Siloe pensarte tan desasistido y sólo?.
Con esa advocación he de verte en Plaza Nueva, Cristo
mío del Perdón, y en la Plaza San Gregorio,
cuando bajas pudorosa Madre Blanca albayzinera, a una la
voz entera del pueblo que te venera, te grita voces que
encierran lo que de Ti ellos esperan, y un estertor de gargantas
llenos de amor por su Madre, responden a una, "Aurora,
Aurora, guapa, guapa, guapa".
Entre las cuatro
y las cinco sale la Estrella a la calle, el gran poeta granadino
Miguel Ruiz del Castillo, en su lejano pregón en
el tiempo te decía:
Qué
pasa que me traspasa mi alma,
el corazón cuando llego a sentir a Cristo,
¡procesión de mi conciencia!
¡verdad de clavo pasado!.
Cristo con
la cruz a cuestas,
lágrimas de estrellas Madre,
Tu visión se me presenta,
qué pasa que me traspasa,
amor, redención y pena,
plasmándose en ese grito doloroso,
¡el duende de la saeta!.
Estrella de la mañana,
tras Jesús de la Pasión, de retirada por la
Cuesta la Alhacaba, Reina y Madre de Granada.
Un lucero pendía
en los cielos,
era el ángel Gabriel,
que anunciaba a María,
que su purísimo vientre,
lo había ocupado el Señor.
Madre de la Concepción,
Señor de túnica blanca, padre del Amor y la
Entrega, portería del monasterio, en el Juego de
Bolas, donde las flores que cuelgan de tus balcones son
racimos de azucenas por sentir cerca a Jesús que
en tarde de Jueves Santo fue de Herodes a Pilatos.
Mi Cristo de
San José,
escalofrío de Dios eterno,
flor de Misericordia,
cruz de vida,
luz de Granada.
Precioso Señor,
en tu dosel de sufrimiento,
invitas mi Redentor,
al sentir tan cruel momento,
lo que fue el día de la cruz,
en el instante postrero,
en que expiraste por todos,
y te diste para siempre,
mi buen Señor del Silencio.
Jueves Santo,
amor y fraternidad, avanza la noche, ya es Viernes Santo,
enmudece la torre de la Vela, las tinieblas acogieron al
mundo, el día que expiró el Redentor, Granada
entera de luto, frío gozne al chirriar del cerrojo,
bronco sonido, tragedia contenida...
Por el Albayzín
abajo
resuena un ronco tambor,
penitencia de Silencio,
torre de San Pedro,
alminar de Santa Ana.
Cosido a la
eterna cruz,
baja cadavérico y blanco,
la luz la pone la luna,
Granada entera en tinieblas,
la Misericordia misma,
va pendiente de un madero.
El buen Jesús,
el hombre bueno,
ya exhaló su hálito al Padre,
noche llena de misterio.
Ya traspuso por
el Carril de las Tomasas, camino de San Nicolás el
que saliera de noche, las flores de los tapiales atrevidos
de los cármenes vecinos rozan sus divinas carnes,
por consolarte Señor, por consolarte, al filo del
alba reposa Jesús, y pronto, muy pronto el nuevo
día apunta.
El Viernes Santo
en su conmemoración acusa la tragedia de cada año,
el día en que murió el Señor sobrecoge
y amedrenta, la Hermandad de los Favores, en sus mesas petitorias
invita a los cristianos a visitar sus pasos.
Madre de la Misericordia,
como una reina entristecida nos contemplas desde el paso,
los pinos de los Alamillos los mueve una tenue brisa, el
tiempo avanza, y en el Campo del Príncipe, donde
se venera a Jesús de los Favores, ya se pueden contar
por miles a tus hijos de Granada, las gentes se espesan,
a penas queda espacio para contener más dolor, tarde
de la Soledad, tarde del drama de Dios, que morirá,
dicen que a la hora nona, el santo Vía Crucis rememora
los sufrimientos del hijo de María, te adoramos oh
Cristo y te bendecimos..., acógenos cuando estés
en el paraíso.
Cuántas
ofensas Señor, acaso no te queramos ver en ese estado,
acaso en nuestras pequeñas cuitas y egoísmos,
nos olvidamos del hermano doliente en las salas de hospital,
acaso llenos de moralina convenenciera, te estamos rozando
a diario, en el rostro suplicante del emigrante, del vendedor
ambulante, del beodo o simplemente esa indiferencia de unos
con otros, Señor en la hora de tu muerte, perdona
a tu pueblo Señor, "perdónalos Padre,
que no saben lo que hacen".
En ese momento
un cornetín anuncia a los cuatro vientos que ha muerto
el Señor, sólo el tañer de las campanas
que dieron las tres, interrumpen el diálogo de cada
hombre con Dios, creo en Dios Padre Todopoderoso, creador
del cielo y de la tierra, creo en Jesucristo...
El que partió
el pan con sus impolutas manos, ahora taladradas, el buen
Jesús ha expirado, ¿cómo lo observaría
su Madre?, aquel niño que ella peinaba en la solana
de su casita de Nazaret, mientras San José volvía
del trabajo cotidiano, el hijo de Dios Altísimo murió
esta tarde en el Campo del Príncipe.
Virgen de la
Soledad,
por la cuesta Santa Catalina,
qué demacradita vas,
¡cómo me duelen tus penas,
Virgen de la Soledad!.
¿Cómo
no voy a tener penas?
si mi Señor en el campo
no ha hecho más que expirar.
Virgen de la
Soledad
que dolor tan infinito
cuando el viernes a las tres
dejó Jesús este mundo.
¡Seca
ya por Dios tu llanto,
Virgen de la Soledad!.
Los recuerdos
del pregonero al evocar lo antes dicho rememoran aquellos
lejanos años de su niñez, cuando bajando el
Realejo el maestro Juan Barrales, padre que fue del actual
hermano mayor del Señor de los Favores, José
Luís Barrales, o Agustín el de la Pescadería
o el padre de los Ocaña, el Sota, acompañaban
la comitiva de regreso hasta Santo Domingo, mientras un
Antoñín jovencillo, hoy el maestro de capataces
Antonio Sánchez Osuna, mandaba el paso de la Virgen
de la Soledad.
Las gentes se
dispersan, en el semblante apesadumbrado de la tarde del
Calvario, al filo de las siete, el Señor de los Favores
baja como Hermandad Sacramental de Viernes Santo, su rostro
demacrado de recién muerto es símbolo de la
triste jornada, dicen que lo hizo Pablo de Rojas, otros
que Baltasar de Arce, Antonio Padial, mantiene la teoría
de que su autor fue el primero, de cualquier forma el imponente
tinglado de su calvario, en iris o clavel rojo impresiona
sobre el impecable trabajo barroco que es su actual paso.
(Al Cristo
de los Favores,
el que expira entre fervores,
la tarde del Viernes Santo)
Cómo
al quererte yo tanto,
poder vivir cada año,
cuando avanza el mediodía,
al sentir Cristo sagrado,
cómo Tu inmensa agonía
la retornas cada instante,
en amor, fervor y llanto.
Cuánta
humildad en Tu semblante,
cuánto dolor en tus plantas,
cuando bajas calle abajo
amoratado y silente,
cosido al sobrio madero,
y Tú, mi Señor del cielo,
aún así perdonando.
Y tras Él, a trasmano
de la agonía de su hijo, la Madre de la Misericordia,
en su palio granate
Dolorida de
pena,
bajas camino del campo,
Misericordia infinita,
Madre de Dios inmolado.
Es tu carita
morena,
compungida, entrecortada,
con el silencio por lema,
junto al Señor que ha expirado.
En tu semblante
Señora,
no hay señal de menosprecio,
no hay un gesto indelicado,
¡sólo dolor por tus penas!.
Y una oración
implorando,
al Dios altísimo del cielo,
los Favores de tu Hijo,
al género humano entero.
Desde el norte
de la ciudad baja otro crucificado, Granada es una encrucijada
de cruces, el Cristo de la Buena Muerte y la Virgen del
Amor y del Trabajo, conocida por los Ferroviarios, ya que
fueron éstos los primeros promotores de la misma.
Al haberse cumplido recientemente el cincuenta aniversario
de su fundación, Antonio Padial Bailón publicó
un excelente libro con tal motivo, donde los interesantes
avatares de ésta quedan reflejados.
Desde el paseo
de los Basilios, la Hermandad de los Escolapios, con su
Cristo de la Expiración y María Santísima
del Mayor Dolor, surcan Granada por los cuatro puntos cardinales,
haciendo un Gólgota conmemorativo de Viernes Santo,
el escultor Sánchez Mesa en el Cristo de la Expiración,
nos legó un Señor con los ojos tremendamente
abiertos en el instante mismo de la advocación de
esta Cofradía penitencial.
Nuestra Señora
del Mayor Dolor, un buen día, acompañada de
sus hijos de Granada traspuso hasta Roma, haciendo las delicias
de cuantos presenciaron y admiraron el andar de sus costaleros
portándola en su hermoso palio por las avenidas de
la ciudad eterna.
Decían
que había una orden devota de caridad y ánimas,
para pedir limosna para enterrar a los desasistidos de la
ciudad, así las Chías tocan por Granada implorando
para Jesús enterrar.
De la Santa
Trinidad,
ya suenan las campanitas,
de la Santa Trinidad,
y no hay quien me dé una limosna,
para a mi Padre enterrar.
Cuenta el viejo
cante de Lucena. Desde el Compás del monasterio de
San Jerónimo viene espléndida la Virgen de
la Soledad, acompañando a su Hijo descendido de la
cruz y amortajado en sudario, ésta veterana hermandad,
poseedora de tan bella titular, casi con toda seguridad
de Pedro de Mena, otra de las joyas imprescindibles que
Granada tiene el privilegio de disfrutar en su Semana Santa.
Salía
del antiguo Monasterio de Santa Paula, y por su vinculación
a la orden jerónima, siguió los pasos de la
orden, ya que al reformar San Jerónimo la madre Cristina
de Arteaga, parienta de la casa de Sessa, que fueron los
promotores del bello monumento para servir de tumba a Don
Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán.
Antes desde Santa
Ana, de nuevo Plaza Nueva, encrucijada de generaciones,
partió el Santo Entierro, en urna de carey va el
redentor amortajado, tras Él la Madre de la Soledad,
como la tallase José de Mora al pie de la cruz del
Santísimo Cristo de la Misericordia, recreada por
el escultor granadino Antonio Barbero. Una pérdida
acusaré entre tus hermanos de este año, al
caballero que fuese del Santo Sepulcro, mi buen amigo José
Ávila Ballesteros, el que con los caballeros de la
pontificia orden durante muchos años acompañó
a Jesús muerto, descanse en su santa gloria el buen
amigo y maestro.
La Virgen de
las Angustias Coronada, la Reina de la Alhambra ilumina
el Sábado Santo por completo en su paso de plata
y luz, es la Hermandad granadina por excelencia de honda
raigambre. María traspasada por el puñal que
anunciara Simeón, y en su regazo desmadejado, recién
descolgado de la cruz, está el buen Jesús,
la plástica de esta escena señalada como obra
esencial del artista accitano del XVIII Torcuato Ruiz del
Peral.
Un año
más podremos decirle cuando aparezca en el cancel
del Sagrario, aquella letra por "granaínas",
que recreara el genial cantaor Frasquito Gálvez,
el "yerbabuena", cuando el incendio del camarín
de la Virgen de las Angustias, nuestra patrona.
Vente conmigo
a vivir, Madre mía de las Angustias,
mientras que los albañiles,
arreglan tu camarín.
La Alhambra te
hecha de menos, la Puerta de la Justicia está huérfana,
aún así es tanto lo que te amamos, que iremos
tras de tu sombra por las calles de Granada. Un recuerdo
entrañable al hermano de la Alambra y pregonero José
Luís Ramírez Doménech, que de una forma
plástica y artística sensacional, llenó
de luz y sonido, su emotivo verbo de cofrade y amigo el
presente recinto, al igual que Ángel Sabador Medina,
pregonero de la Semana Santa y de las Glorias de María,
usando el símil perfecto, trasladando con su maestría
los escenarios de la vida de la Virgen a la propia Granada,
poesía de amor desparramada por esta tierra.
Ya va tocando
a su fin la pintura trazada por el amor de Dios, que esta
mañana nos proponíamos, el marco ideal de
la ciudad que gozamos y vuestro amor pusieron el complemento.
Y al tercer día
resucitó de entre los muerto, Pascua de Resurrección,
el misterio consumado "no está aquí,
porque ha resucitado como había dicho. Venid, ved
el sitio donde estaba puesto." (Vers. 6, Mateo 28).
Final de esperanza y caridad.
Desde la Granada
nueva, sale la Virgen de la Alegría, brazos abiertos
de conciliación, abrazo universal de nuestra madre
la Iglesia a través del gozo de María.
Cristo que venció
a la muerte, viene andando por Granada, hermandad de gloria,
Triunfo de María, parroquia de San Miguel, entrañable
rincón cotidiano, donde cada día del año
te veo mi Señor recién salido del mundo de
los muertos. ¿A quién teméis cristianos?,
a eso que los hombres llaman muerte, un cambio de vida,
y no otra cosa es el paso de los humanos por este mundo,
un peregrinar constante, hasta el encuentro con nuestro
Padre y Señor.
Tocad, campanas
tocad,
vuelva la luz sobre el día,
que ha resucitado el Señor,
como dijo al tercer día,
Madre del Triunfo,
Señora de la Alegría,
por la calle Santiago
los facundillos llevan a hombros a Jesús,
Pascua de Resurrección
Cristo ha vencido
a la muerte,
tocad campanas tocad,
vuelva la luz sobre el día,
que ha resucitado el Señor,
como dijo al tercer día.