Leyendas
(61). Leyenda de San Guillén y Santa Felicia (Obanos
y Labiano, Navarra)
Padul Cofrade
Investigación. Leyendas
Padul, 10 de julio de 2020
Leyenda
de San Guillén y Santa Felicia (Obanos
y Labiano, Navarra)
Dos
hermanos transformados por el camino de Santiago.
La historia los sitúa a finales del siglo
XI. La princesa Felicia, probablemente antes
de contraer matrimonio, decide peregrinar a
Compostela. El camino le acerca a la fe sencilla
del pueblo, al fervor popular de tantas gentes,
le demuestra la inutilidad de las joyas y de
la pomposidad cortesana, y le enseña
formas de amar a Dios para ella desconocidas.
Llena de fervores y de Gracia decide consagrar
su vida al Señor y vivir como una humilde
sierva en el caserío de Amocáin,
al norte de Navarra. Allí, santifica
sus días en trabajo y oración.
La noticia de la desaparición
de la princesa conmueve a la corte aquitana.
Su hermano Guillermo (probablemente entre Guillermo
VI el Gordo y Guillermo VII el Atrevido) es
el encargado de ir en su búsqueda. El
irascible príncipe la encuentra convertida
en sierva y decide llevársela consigo.
Pero Felicia ha hallado la felicidad en aquel
humilde paraje y se resiste a acompañarle.
En un momento de exasperación, Guillermo
desenvaina su daga y atraviesa el costado de
su hermana.
El hermano, arrepentido, busca
el perdón en Compostela y ya no regresa
a Aquitania. Convertido en ermitaño,
vive solo, olvidado de todos, en la ermita de
Arnotegui, conocida popularmente como la ermita
de San Guillermo.
Los restos del santo se encuentran
en Obanos. Por el cráneo, recubierto
por una cabeza de plata, se filtra vino que
se bebe dos veces al año en sendas romerías
a la Virgen de Arnotegui. Los restos incorruptos
de Felicia reposan en Labiano, pequeña
población muy cerca de Pamplona, donde,
según la tradición, fue a parar
el féretro que desde Amocáin cargó
una mula blanca.
Bendición del vino con la cabeza de San
Guillermo..
La leyenda de Santa
Felicia y San Guillermo de Arnotegui
Esta es una de las leyendas que, aunque con tintes
trágicos, es de las más bellas relacionadas
al Camino de Santiago y que da tema a la representación
al Auto del Misterio de Obanos. Su estudio me ha vinculado
sentimentalmente con ella desde hace mucho tiempo
y los nombres de los personajes me han servido para
bautizar dos asociaciones de carácter jacobeo,
un Caín y un Abel que se repite desde la noche
de los tiempos.
Cortejos de Felicia y Guillén de Aquitania
(Foto: Jaime Zubiaur Beguiristain)
Da la casualidad de que los restos mortales de estos
hermanos de leyenda se conservan en la actualidad
como reliquias y son foco de veneración religiosa
y popular; quizás por ello, en lugar de repetir
la consabida leyenda en que la magia se confunde con
lo divino, como el que una mula blanca decida el lugar
de enterramiento de la finada que transporta, contaré
los mismos sucesos emparejándolos con un hecho
real e histórico coetáneo en tiempo
y lugar a la leyenda y que supera la ficción
sobrenatural.
En el año 1010 en la ultra pirenaica localidad
de Sant Jean de Dángely se celebró un
encuentro reunión de los Jefes de Estado:
-El rey de Francia Roberto, el
Piadoso.
-El rey de Navarra Sancho Garcés III, el Mayor.
-El Duque de Aquitania Guillermo, el Mayor.
-El Duque de Gascuña, Sancho VI Guillermo.
El tema a tratar era la sucesión del ducado
de Gascuña tras la muerte del entonces titular
y convocante Sancho VI Guillermo, carente de descendencia.
El asunto es planteado antes de que suceda evitando
futuros pleitos, malentendidos u ocupaciones por la
fuerza.
La Aquitania es una unidad cultural que aunque ubicada
en territorio francés es de origen íbero
y no celta como los demás territorios, lo que
le da un carácter diferenciado al resto del
Estado Francés, y que les une más a
sus vecinos hispanos, de los que podríamos
decir su misma tribu étnica. Vasconia en la
zona Navarra está totalmente hermanada con
Gascuña en la zona Aquitana, separadas únicamente
por el vértice de los Pirineos.
Descendientes de Urraca, hija de la mítica
reina Toda, Sancho, rey de Navarra, es a su vez sobrino
del duque de Gascuña, por lo que sus aspiraciones
a la anexión pacífica del ducado gascón
son legítimas. Así se entiende, y tras
la muerte efectiva del duque en 1022 Navarra incorpora
su territorio en una unión pacífica
que durará cerca de cien años.
¿La falta de descendencia sucesoria sería
debida a la desaparición de sus dos hijos,
primero la princesa Felicia y después de su
primogénito y futuro Duque de Gascuña
Guillermo VII, quién partió en busca
de su hermana, perdiéndose todo rastro de ellos?
La bella adolescente Felicia destinada a un trono
ducal sino real, solicitó de sus padres el
poder acudir antes de sus esponsales a visitar la
tumba del Apóstol Santiago en el lado más
occidental de la Península Ibérica dominada
en gran parte por su primo Sancho. Un viaje en el
que debidamente escoltada no podían surgir
contratiempos y al que accedieron sus padres.
Partió Felicia con lucido séquito convirtiéndose
en peregrina, pero a su vuelta tal vez por el tipo
de vida que la esperaba de ser esposa de su señor,
o quizás tocada por la humildad que transforma
a todo peregrino, la princesa se escabulló
de su compañía y damas, escondiéndose
en el apartado valle navarro de Egües, en el
que se hizo pasar como mucama sirviendo a un noble
local del Señorío de Amocaín.
Alertados sus padres por sus doncellas de la huida
de su hija, encomendaron a su hijo Guillermo la búsqueda
de la princesa.
Siguiendo sus pasos el heredero encontró a
su hermana, pero en la discusión por cumplir
su cometido y convencerla de su retorno, su ira le
nubló la mente y en un mal golpe de puñal
dio muerte a su hermana.
Horrorizado por su fratricidio acudió directamente
a la confesión papal, imponiéndole el
Santo Padre como penitencia la misma peregrinación
a Compostela que había realizado su hermana,
pero en humildad de pecador y no como príncipe
viajero.
Arrepentimiento de San Guillermo (Guillén).
Fresco de Lozano de Sotés-Bartolazzi, en Arnotegui
(Navarra). Ref. Temas de Cultura Popular
Su arrepentimiento fue tal, que tras haber cumplido
con su penitencia se impuso él mismo la de
seguir siendo un humilde siervo de Dios, retirándose
como anacoreta a una orillada ermita junto al Camino
de Santiago, en la que ofrecía su hospitalidad
a todo peregrino que acudiera a venerar a la Señora
del lugar de su refugio, la Virgen de Arnotegui.
El arrepentimiento de San Guillermo (Guillén).
Fresco de Lozano de Sotés-Bartolazzi (Arnotegui,
Navarra).
Arnotegui, que viene a significar lugar del vino,
es una colina que se alza cercana a las confluencias
del Camino de Santiago navarro con el aragonés,
próxima a la localidad de Obanos.
Una incursión musulmana de la cercana ciudad
de Tudela, aún bajo dominio agareño
hasta 1119, dio como resultado su martirio, siendo
encontrados sus restos calcinados al pie de la colina
de Arnoteguí. Cráneo y huesos se conservan
y se veneran en la actualidad.
Desde el mismo puente de la actual Puente la Reina
se divisa la colina de Arnotegüi, y siendo la
reina de referencia del puente doña Munia Dona,
la mujer de don Sancho Garcés III el Mayor,
parece muy improbable que a este monarca se le pasase
desapercibida la presencia de su primo en aquél
lugar.
Lo que sí parece probable es que el rey de
Navarra encontrara los restos de Felicia, que se dice
fue enterrada en el panteón de la familia de
los señores de Amocaín. Decidió
trasladarla al lugar de Labiano en el valle de Aranguren,
una cuenca en torno a un lago abierto de forma más
accesible desde Pamplona y más complicada desde
los posibles Caminos de Santiago que lo circunvalan.
Felicia, sin querer ser más que una simple
criada, de princesa fue reina aún después
de muerta; vestida como tal, su momia se conserva
íntegra tras una urna de cristal y es denominada
popularmente como “La reina Santa Felicia”.
Cabe destacar de los dos hermanos, Santa Felicia
y San Guillermo de Arnotegüi, que aunque sus
reliquias son veneradas por santas en basílica
y en santuarios respectivamente, en los catálogos
santorales no figuran como tales.
Reliquias de Santa Felicia.
Lo que también es cierto es que esta historia
sea real, es una pura teoría encajada en los
restos humanos, su vestimenta y tratamiento, en una
leyenda que se recoge ya en el siglo XIV y en unos
hechos históricos como la reunión y
la anexión de Gascuña por falta de descendencia.
Aún podría complicar más la historia
interminable relacionándola con romances carolingios
de gaiferos o con el mismo cuento de Blancanieves
en su urna de cristal, princesa a la que un montero
perdonó la vida a cambio del corazón
de un perro, pero esto no viene al cuento de templarios
sino más bien de enanitos.
Nota:
El juego Templario de la Oca en el Camino de
Santiago (pag. 131-135)
Leyenda de Santa Felicia y San Guillermo de Arnotegui.
Autor: Fernando Lalanda. https://cutt.ly/jpoMxe3