LAS FIGURITAS PARA EL BELÉN
DE DOÑA CANDELARIA,DOÑA CONCHA Y "LAS
NIÑAS DE SOLÍS"
Julio Torres
Santos
Diciembre 2012
Figuras de doña
Candelaria (La Laguna 1916. colección particular)
Las figuras de doña Candelaria: Sin ningún
género de dudas, esta artesana, nacida en
torno a 1870, fue quien mejor caracterizó a
nuestros campesinos, plasmando con gran precisión
sus vestimentas, para lo que recurrió incluso
a técnicas de estofado (telas encoladas).
De sus manos salieron gran variedad de personajes
que, incluso, transgredieron el belén y fueron
puestas a la venta desde principios de siglo como
souvernir en varios bazares de Santa Cruz. En todos
los casos eran figuras de arcilla modelada y pintada
a mano.
Doña Candelaria vivió en las proximidades
de la ermita de San Juan, allí elaboraba sus
figuras y, en contadas ocasiones, también
allí las vendía, pues la demanda de
los bazares solía sobrepasar su capacidad
de trabajo. También en su casa daba clases
de dibujo, modelado y pintura.
Las figuras
de doña Concha: doña Concepción Hernández
Afonso, conocida sencillamente como doña Concha, nació a
finales del s. XIX. Se dedicaba a la venta ambulante de periódicos,
pero su afición por los belenes la llevó a
dedicar sus ratos libres a modelar figuras para éstos.
En un principio las disfrutaba exclusivamente su familia,
pero poco a poco su original trabajo y la minuciosidad de
los detalles que sabía plasmar fueron transcendiendo
los límites de su hogar para ser célebres en
La Laguna. Así, con humildes y escasos materiales
(básicamente yeso, plomo y pinturas al aceite) fabricaba
una amplia gama de figuras para belenes, que vendía,
encargándose incluso de restaurarlas cuando se deterioraban.
Las figuras de “las niñas de Solís”:
doña María, doña Pilar, doña
Candelaria y doña Amparito, hermanas del que fuera
cura párroco de la Concepción, don Antonio
Solís, eran conocidas en La Laguna como “niñas
de Solís”. Vivieron en la casa parroquial de
la Concepción, en la plaza de La Antigua (hoy Doctor
Olivera), trasladándose posteriormente a la calle
Obispo Rey Redondo. En realidad, no hacían figuras,
sino que las vestían o las restauraban; refiriéndose,
con humor, a esta última labor como “retobar”.
Si bien restauraban figuras de cualquier material, únicamente
vestían las de porcelana: pequeñas figuritas
de loza fina, de finales del s. XIX o principios del s. XX,
que ataviaban con trajes típicos y que, en la ciudad,
eran conocidas con el galicismo de “biscuit”,
probablemente en referencia a su delicada naturaleza.