En 1846, la Virgen se apareció en los Alpes franceses,
cerca de Grenoble, para dar un mensaje a la humanidad.
En él anunció a dos niños, pastores,
lo que habría de ocurrir en Francia y en todo el
mundo si los hombres no volvían a Dios. La Aparición
fue aprobada por la autoridad de la Iglesia (el obispo
del lugar) y posteriormente, la imagen fue coronada solemnemente
por el Papa León XIII, refrendando también
la Orden creada por la Virgen al conceder la indulgencia
plenaria a quien escuchara un sermón de los predicadores
de la Orden de La Salette. La Orden que la Virgen creó llevaba
el nombre de: Orden de los Apóstoles de los Últimos
Tiempos.
El largo mensaje contenía las siguientes profecías:
“El Vicario de mi Hijo tendrá mucho que sufrir,
porque por un tiempo la Iglesia será entregada a
grandes persecuciones. Esta será la hora de las
tinieblas: La Iglesia tendrá una crisis espantosa.
Dado el olvido de la santa fe de Dios, cada individuo
querrá guiarse por sí mismo y ser superior
a sus semejantes. Se abolirán los poderes civiles
y eclesiásticos; todo orden y toda justicia serán
pisoteados; no se verán más que homicidios,
odio, mentira y discordia, sin amor por la patria ni por
la familia.
Los gobernantes civiles tendrán todos un mismo
plan, que será abolir y hacer desaparecer todo principio
religioso, para dar lugar al materialismo, al ateísmo,
al espiritismo y a todos los vicios. Vendrá un precursor
del Anticristo... con sus tropas de muchas naciones, combatirá contra
el verdadero Cristo, el único Salvador del mundo;
derramará mucha sangre y pretenderá aniquilar
el culto a Dios para ser tenido como un dios.
La tierra será castigada con todo género
de plagas... ¡Ay de los habitantes de la tierra!
Habrá guerras sangrientas y hambres, pestes y enfermedades
contagiosas; habrá lluvias de un granizo espantoso
para los animales; tempestades que arruinarán ciudades;
terremotos que engullirán países; se oirán
voces en el aire; los hombres se golpearán la cabeza
contra los muros; llamarán a la muerte pero la muerte
no acudirá. Correrá la sangre por todas partes. ¿Quién
podrá resistir si Dios no disminuye el tiempo de
la prueba? Por la sangre, las lágrimas y el sufrimiento
de los justos, Dios se dejará aplacar...
Habrá guerras hasta la última que harán
los 10 reyes del Anticristo, los cuales tendrán
todos un mismo plan y serán los único que
gobernarán el mundo. Antes de que esto suceda habrá una
especie de falsa paz en el mundo; no se pensará más
que en divertirse; los malvados se entregarán a
toda clase de pecados; pero los hijos de la santa Iglesia,
los hijos de la fe, mis verdaderos imitadores, crecerán
en el amor de Dios y en las virtudes que me son más
queridas. ¡Dichosas las almas humildes guiadas por
el Espíritu Santo! Yo combatiré con ellas
hasta que lleguen a la plenitud de la edad.
Se cambiarán las estaciones. La tierra no dará más
que malos frutos. La naturaleza clama venganza y tiembla
de espanto en espera de lo que ha de suceder en la Tierra,
encharcada de crímenes. Temblad, tierra, y vosotros,
que hacéis profesión de servir a Jesucristo
y que interiormente os adoráis a vosotros mismos,
temblad, pues Dios va a entregaros a su enemigo, porque
los lugares santos están en la corrupción,
muchos conventos no son ya casas de Dios sino pastizales
de Asmodeo y de los suyos.
Roma perderá la fe y se convertirá en la
sede del Anticristo. Los demonios del aire*, con el Anticristo,
harán grandes prodigios en la tierra y en los aires,
y los hombres se pervertirán más y más.
Dios cuidará de sus fieles servidores y de los hombres
de buena voluntad.... La Iglesia será eclipsada,
el mundo quedará consternado. Pero he ahí a
Enoc y Elías**, llenos del Espíritu de Dios,
y los hombres de buena voluntad creerán en Dios
y muchas almas serán consoladas; harán grandes
prodigios con la virtud del Espíritu Santo y condenarán
los errores diabólicos del Anticristo.
Yo dirijo una apremiante llamada a la tierra; llamo
a los verdaderos discípulos del Dios que vive y reina
en los cielos; llamo a los verdaderos imitadores de Cristo
hecho hombre, el único y verdadero Salvador de los
hombres; llamo a mis hijos, a mis verdaderos devotos, a
los que se me han consagrado a fin de que los conduzca
a mi divino Hijo a los que llevo, por así decir,
en mis brazos, a los que han vivido de acuerdo con mi espíritu.
En fin, llamo a los apóstoles de los últimos
tiempos, a los fieles discípulos de Jesucristo,
a los que han vivido con desprecio del mundo y de sí mismos,
en la pobreza y en la humildad, en el desdén y en
el silencio, en la oración y en la mortificación,
en la castidad y en la unión con Dios, en el sufrimiento
y desconocidos del mundo. Es tiempo ya que ellos salgan
y vengan a iluminar la tierra; id y mostraos como mis amados
hijos; yo estoy con vosotros y en vosotros, siempre que
la fe sea la luz que os ilumine en los días de infortunio.
Que vuestro celo os haga como hambrientos de la gloria
y el honor de Jesucristo. Combatid, hijos de la luz, vosotros,
los pocos que pueden ver, porque he aquí el tiempo
de los tiempos, el fin de los fines.
De golpe perecerán los perseguidores de la Iglesia
de Jesucristo... la tierra quedará como un desierto...
Ha llegado el tiempo, el sol se oscurece, sólo la
fe vivirá... He aquí la bestia con sus súbditos,
llamándose el salvador del mundo... pero será sofocado
por el soplo de San Miguel Arcángel... y será hundido
para siempre, con todos los suyos, en los abismos eternos
del infierno. Entonces el agua y el fuego purificarán
y consumarán todas las obras del orgullo de los
hombres y todo será renovado: Dios será servido
y glorificado."