CUANDO EL SENTIMIENTO COFRADE
SE HACE VERSO Y PROSA
Oscar Guillermo Ortiz Sánchez (Antigua
Guatemala):
El Vía Crucis
1. JESUS ES CONDENADO A MUERTE
Te condenaron a muerte,
tu silencio y mi silencio.
Las gargantas en tumulto
ante el pretor somnoliento
lapidaron con sus gritos
el mármol de
tu silencio.
Tu mutismo era una
estatua de blancura
y de misterio,
¡
Habla Jesús
que te matan¡ Arropada
en tu silencio
la muerte viene volando
entre graznidos de
cuervos.
Habla Señor,
tu palabra como un
huracán de fuego
salga de tu boca y
queme lo falso de los
nuestros.
¿
Por qué te quedas
callado, si eres el
Divino Verbo?
La boca de Dios quedó baldía
como el desierto.
Lo condenaron a muerte
su silencio y mi silencio.
Escupieron las gargantas
alaridos a mi miedo,
al oleaje de gritos
debí lebantar
mi pecho,
dique de amor y diamante,
contra el torrente
protervo,
pero fui arena medrosa
que no supe defenderlo.
Debí gritarles ¡Judíos,
yo soy, yo soy el perverso,
a mi la hiel, las espinas,
a mi la cruz y el flajelo!
Pero se anudó a
mi voz, la vil serpiente
del miedo,
pastores, por cobardía
me mataron mi cordero,
fue más fuerte
que mi amor, el ladrido
de los perros.
Lo condenaron a muerte,
su silencio y mi silencio,
uno silencio de amor,
otro silencio de miedo.
2. JESUS SE ABRAZA
CON LA CRUZ
Acércate
bien amada, la de
los brazos
abiertos.
A tí corro enamorado,
con un ciclón
de deseos,
tengo sed de tu regazo
para morir en silencio.
Amada, la presentida
desde los montes eternos,
la elegida por el Padre
para el Varón
Unigénito,
eres morena de sol
y tienes olor a cedro.
Yo pondré sobre
tus hombros el hilo
en flor de mi cuerpo,
y un rojo manto, prendido
con cinco rosas de
fuego,
divino traje de bodas
en el abrazo supremo,
ven a mis brazos amada,
la de los brazos abiertos.
Bajo la noche del odio
iremos por el sendero
relampagueante de gritos
y enraizado de tropiezos,
que el amor siempre
camina por sendas de
sufrimiento.
Cuando estemos en la
cumbre, unidos los
dos y quietos,
el olocausto humenante,
transververados de
fuego,
una nueva epifanía
alumbrará tierra
y fuego.
Serás llamada
Señora y Madre
de muchos pueblos,
vendrán a Tí con
sus dones, los reyes
del mundo entero.
Con tus brazos extendidos,
serás rosa de
los vientos,
que conduzca caminantes
a mi corazón
abierto.
Los que a Mí quieran
venir, tendrán
que amarte primero.
Salgamos ya bien amada,
la de los brazos abiertos.
3. BAJO EL PESO DE
LA CRUZ, JESUS CAE
Y DA CON SU BOCA EN
LA TIERRA
Decidme ¿quién
me besó con
unos labios de fuego?
Muchas veces he sentido
el ósculo del
invierno
Sus labios, copos de
nieve, al caer blancos
y lentos
me visten con la pureza
de los glaciares eternos.
Son un bautismo de
gracia que me renueva
por dentro
al llegar la primavera
florida por los oteros.
La fecundidad despierta
en mis ateridos senos
con sus rojas amapolas.
Cómo me cubre
de besos
y cascabeles de espinas
y música de
jilgueros,
Pero nunca conocí un
beso como este beso.
Si me ha dejado más
blanca que los altos
ventisqueros
y me ha vuelto más
fecunda que los jardines
del cielo.
Decidme ¿quién
me besó con
unos labios de fuego?
Qué dulce cuando
el estío con
sus labios de aguacero
deje el cause de mis
trenzas constelado
con sus besos
y mis arenas febriles
ungidas de refrigerio.
Qué triste el
beso de otoño,
cuando al impulso de
viento
besa con sus hojas
secas la plata de mis
senderos
y me deja en la garganta
sabor a muerte y a
duelo.
Pero nunca conocí un
beso como este beso,
tan lleno de suavidades,
de tristeza y de misterio.
eternos labios heridos,
divinos labios de fuego,
que quemando purifican
y sirven de refrigerio,
labios de Cristo caído
en el camino tremendo.
A la tierra vuestra
esclava, así la
trataís a besos,
¡ Oh, labios, yo no soy
digna, pero besadme
de nuevo!
4. JESUS SE ENCUENTRA
CON SU MADRE
Cristo,
niño
mío. ¿Para
dónde vas?
María, mar de
lágrimas… quién
te lo dirá.
Piecesitos como lirios
que en mi regazo crecieron
¿
por qué llevais
a mi niño por
tan ingratos senderos?
alfombras, charcos
de sangre; sandalias,
llagas de fuego;
manecitas de jazmines
que en diciembre florecieron
por qué os alejais
crispadas sobre ese
obscuro madero
y ni podeis despediros
de mí, perfumando
al viento.
Cristo, Niño
mío. ¿para
dónde vais?
María, mar de
lágrimas… quién
te lo dirá
Oh cabeza de mi niño
que durmió sobre
mi pecho
negras espinas te ciñen,
ya no dulcísimos
besos,
dolor y llanto te arrullan,
ya no cantares maternos,
Oh puñadito
de mirra que perfumaste
mi seno
¿
por qué vas
con esos hombres y
a mí me dejas
gimiendo?
Yo por ti diera mi
vida, ellos dan treinta
dineros
Cristo niño
mío, ¿para
donde vais?
Pobre María,
mar de lárimas… no
te canses de llorar.
5. EL SIRINEO AYUDA
A JESUS A LLEVAR LA
CRUZ
Yo
seré tu
Sirineo, Tú,
Jesús, serás
el mío.
Eres de mi mismo barro,
Dios sudoroso y herido,
te faltan muchas caídas
para llegar al patíbulo,
tu vida puede quebrarse
a la mitad del camino
y si mueres a deshora
nos dejas sin crucifijo,
sin testamento, sin
madre, sin el refugio
divino
de tu corazón
abierto por la lanza
de Longinos.
Tienes que llegar al
ara muerto de dolor,
y vivo.
Si te abruma mucho
el peso de tu amor
y mis delitos
yo seré tu Sirineo,
vallamos al sacrificio,
y después cuando
en la vida se cambien
nuestros destinos,
cuando Tú resucitado,
todo balsámico
y limpio
me esperes en los trigales,
viviente pero escondido,
y yo cruce ante tus
ojos, pecho, temblor
y martirio,
llevando mi cruz a
cuestas, de dolor desmorecido,
Tú serás
el Sirineo que me lleve
al sacrificio.
Eres como yo, de barro,
hazme como Tú,
de trigo,
exprímeme sobre
el monte, como maduro
racimo
y los dos compenetrados,
hechos de harina y
de vino,
en la cumbre amanecida,
seremos un sacrificio.
6. LA VERONICA ENJUGA
EL ROSTRO DE JESUS
Así quiero
que me pintes sobre
mi pecho tu rostro.
En el pesebre, de niño,
eras estrellita de
oro,
de joven, entre los
lirios, el más
fragante de todos,
bajo los soles maduros
pareciste el más
hermoso,
más hoy cuando
todos dicen que no
tienes ni decoro
es cuando me gustas
más, eres el
Divino Rostro.
Así quiero que
te pintes en mis entrañas,
muy hondo,
con pinceladas de sangre,
de salibas y de polvo,
morado de bofetadas,
palidecido de oprovios.
Me enamoras como nunca
poque en tu cara conozco
todo el amor que me
tienes, encendido y
doloroso,
mi corazón es
el lienzo para que
pintes tu rostro,
en Tí quiero
retratarme, como un
espejo en el otro.
Que no me falten espinas,
ni lágrimas
en los ojos,
ni sudor, ni bofetadas,
ni manchas de sangre
y lodo.
¡
Con tal que a Tí me
parezca, sufrir me
parece poco!
7. JESUS CAE POR SEGUNDA
VEZ
¿Quién
tiró el pan
de los hijos para dárselo
a los perros?
Viviente copo de harina
caído sobre
el sendero,
pedazo de pan cocido
en hornos de sufrimiento,
migajita resbalada
desde el regazo paterno,
¿ para caer en el polvo
decendiste de los cielos?
escándalo de
los hijos, ludibrio
de todo el pueblo,
¿
así quieres
que te coman los ricos,
los opulentos?
Eres tan poquita cosa,
estás tan sucio
y tan feo
que ni el hijo más
humilde, ni el mendigo
más hambriento
se dignarían
inclinarse por recogerte
del suelo.
¿
Quién tiró el
pan de los hijos para
dárselo a los
perros?
Yo bendigo tu caída
que me infunde atrevimiento,
con lágrimas
y temblores de ternura
a Tí me acerco,
yo soy el pobre perrillo
punzado de hambre y
de miedo,
si no te hubieras caído
como lluvia en mi desierto,
lleno de angustia y
miseria, yo moriría
sin remedio.
Estabas oh Dios tan
alto, y yo tan vil
y pequeño.
Bajo tu disfraz de
polvo, escondido te
presiento
tan lleno de resplandores
como en la gloria del
cielo.
Si los hombres no te
quieren, ven y descansa
en mi pecho,
migaja de pan caído
para el hambre de los
perros,
el amor que me tuviste,
te puso en paz extremo
8. JESUS CONSUELA
A LAS PIADOSAS MUJERES
No
quiero llorar por
Tí, quiero llorar
mis pecados.
Las almas vienen siguiendo
la púrpura de
tus pasos,
todos quieren consolarte
y todos vienen llorando.
Yo, Señor, aunque
te miro, todo del amor
llagado
no quiero llorar por
Tí, 0h Divino
enamorado.
Yo se que por fuera
sufres, más
por dentro estás
gozando,
porque el amor cuando
hiere es como aroma
de bálsamo
que mientras más
nos traspasa, es más
suave y delicado.
Las heridas de amor,
saben a miel y huelen
a nardo.
¿
Por qué entonces
sin quererlo van mis
lágrimas brotando?
Señor, no lloro
por Tí… que
lloro por mis pecados,
no lloro de verte herido;
lloro de haberte olvidado.
Déjame llorar,
Señor, para
siempre y sin descanso,
déjame llorar,
Señor, lluvia
de pétalos blancos,
de mis ojos doloridos
caigan las gotas de
llanto,
y laven con su blancura
lo negro de mis pecados.
Tu amor y yo, frente
a frente, a solas los
dos estamos,
y mis dos ojos te dicen
lo que no puede mi
labio,
mira quebrado a tus
pies mi corazón
de alabastro,
tan duro para quererte,
para olvidarte tan
blando.
Mira cómo de
la herida mana el olor
de mis nardos.
Tu amor y yo, frente
a frente, a solas los
dos estamos,
los dos con el alma
rota, los dos transidos
de bálsamo,
y tus dos ojos me dicen,
mucho se te ha perdonado.
9. JESUS CAE POR TERCERA
VEZ
Triplicaste
tu caída
entre sollosos y lágrimas,
la magnolia de tu veste
yace en tierra, deshojada
y el caudal de tus
cabellos, fontanar
de limpias aguas,
sobre las piedras desnudas,
dormido se desparrama.
Qué desfallecer
del cuerpo, qué desaliento
en el alma,
cuánta sed de
abandonarse y no proseguir
la marcha,
suspender eternamente
el rito de las pizadas.
¿
Por qué un grito
me sube tembloroso
a la garganta?
Un grito para gritarte, ¡Jesús,
lebántate y
anda!
Porque otras muchas
caídas, tus
tres caídas
retratan,
el azoro de los niños
caídos de madrugada,
el derrumbe de los
jóvenes desde
las cumbres nevadas,
las caídas de
los viejos, tan negras
y tan amargas.
Porque mil negras pupilas,
ansiosas, en Tí se
clavan
por ver si quedas caído
o mirar si te lebantas,
por eso mi voz te grita, ¡Jesús,
lebántate y
anda!
Lebántate aunque
el cansancio se desplome
en tus entrañas,
lebántate aunque
el suplicio con vivas
lumbres te aguarda,
lebántate que
la meta se mira ya
muy cercana,
enséñales
a los hombres esa ciencia
necesaria
de resurgir varoniles
cuando en el camino
caigan.
Si Tú te quedas
caído, derrumbas
nuestra esperanza,
somos flores de los
campos que hasta un
soplo desarraiga,
y es tan fácil
que en la vida se quede
caída el alma
cuando has sentido
el abrazo senagoso
de las charcas
que ofrecen lotos de
oro y vívoras
anidadas,
y es tan duro lebantarse
para proseguir la marcha
cuando en las venas
hay frío y anochese
en las entrañas.
Jesús, por los
pecadores, mi voz te
grita angustiada
¡
por nosotros pecadores,
Jesús, lebántate
y anda!
10. JESUS ES DESNUDADO
Y ABREBADO CON HIEL
Y VINAGRE
Así, desnudo,
Dios mío, que
pena me da mirarte.
Escultura de vergüenzas,
cincelado en nieve
y sangre
tienes todo el desamparo
de nuestros primeros
padres
al esconderse llorosos
y desnudos tras los árboles,
con el sabor del pecado
amargándoles
las fauces;
también hoy
entre tus labios, sabor
a hiel y vinagre,
amargura de pecados
que sin beber, la probaste.
Las zaetas de los ojos
y de las risas procaces
sobre tu cuerpo desnudo
volando van a clavarse.
Oh, si pudieras correr
como un niño
hasta tu madre
y esconderte entre
sus brazos, y en su
regazo anidarte.
¿
En dónde estarán
ahora aquelllos limpios
pañales
de la luminosa noche,
dónde los lirios
del valle
que tejen túnicas
blancas sin rueca y
sin telares,
dónde están
los corderitos vestidos
de lana suave
que ten ven aTí desnudo
y no corren a abrigarte?
Pero, bien visto, que
importa si los soldados
reparten
entre sí tus
vestiduras llenas de
sudor y sangre.
Tienes, Oh Dios, una
túnica que nadie
podrá arrancarte,
la túnica de
tu cuerpo que te tejiera
tu madre
en el telar de su seno,
con el hilo de su carne.
A esta veste ni la
muerte podrá jamás
despojarte.
Mira señor a
mi alma, también
desnuda y sangrante,
se jugaron a los dados
entre el demonio y
la carne
mi túnica de
la gracia en frenético
aquelarre
mientras el mundo miraba
mi angustia, sin inmutarse.
No me dejaron ni el
manto para cubrir mis
maldades
y ante los ojos del
mundo, tan crueles
y tan cobardes,
ser pecador descubierto
es ser dos veces culpable.
Como duelen las miradas
que en mi vienen a
clavarse,
qué amargas
son estas culpas de
ceniza y de vinagre,
y cómo entraré desnudo
a tus festines nupciales,
si viene el Rey y me
mira me arrojarán
a la calle.
Cuando Tú subas
glorioso por los caminos
del aire
revísteme con
tu veste de fuego santificante,
revísteme con
la túnica inconsútil
de tu sangre
y así vestido
de Cristo, señido
de claridades,
mientras los ángeles
cantan El Cantar de
los Cantares
iré a unirme
en el regazo oceánico
de tu Padre.
11. JESUS ES CLAVADO
EN LA CRUZ
Eres
la roca de la luz
con entrañas
de agua nueva,
nosotros somos el barro
amasado con tinieblas.
Hay en tus claros abismos
veneros de vida eterna,
nosotros tenemos sed
en nuestras áridas
venas.
Nuestra sed es infinita,
nuestra sequedad tremenda,
el ardor de los desiertos
en nuestras almas llamea.
Espejismos de locura
en la mente reververan
y sube un grito de
fuego desde las entrañas
secas.
En los íntimos
jardines se requemó la
azucena,
y la rosa enamorada
de sed ha quedado muerta,
el oro dulce del trigo
vuela al aire hecho
pabesas,
y las viñas
bajo un cielo de lumbre
crujen sedientas.
Así, sin vino,
sin rosas, sin pan
y sin azucenas
y con este fuego obscuro
que se arrastra por
las venas,
¿
qué vida puede
vivirse, qué muerte
será más
negra?
Eres la roca que guarda
torrentes de vida eterna,
nosotros somos la sed
coagulada de la tierra.
¿
Será preciso
que el hombre en un
rato de demencia
taladre sin compasión
la noble roca serena?
Si no podemos vivir,
si están nuestras
almas secas,
extiende tus pies y
manos en cruz sobre
la madera
y deja que nuestros
golpes penetren en
tus arterias.
Ya sale huyendo tu
sangre a los cauces
de la tierra
en divina transfusión,
de tus venas a sus
venas.
Ya se apagan nuestros
fuegos en estas aguas
eternas,
ya vuelve a lanzar
la vida, su canción
en las arterias.
Cuando en tus miembros
exangües caiga
la noche suprema
un amanecer de lirios
alumbrará las
praderas
y nacerás repetido
en las castas azucenas
y estarás en
cada rosa, cuando las
rosas florezcan,
y cuando el dulce racimo
su jugo en el caliz
vierta,
ahí beberán
los hombres, sorbos
de tu sangre nueva
y cuando el trigo maduro
se triture entre las
piedras
en cada pan hallaremos
el sabor de tu presencia,
porque tu sangre ha
corrido por nuestros
cauces de tierra.
Se eterniza entre los
hombres tu invisible
permanencia
nosotros en Tí vivimos,
Tú vives en
nuestras venas.
12. JESUS MUERE EN
LA CRUZ
Vuelve
ya a tu casa, pródigo, el
de las manos vacías.
¿
A dónde vino
a parar toda tu gloria
divina?
Oh mi Dios, encarcelado
en una carcel de arcilla
Tú que colmas
los abismos con tu
presencia infinita,
cabes entre cuatro
clavos y una corona
de espinas.
Dejaste el seno del
Padre por el seno de
María
del cielo huiste trayendo
toda tu herencia Divina.
La diste a los pecadores
y a las mujeres perdidas.
El mosto de las granadas
coronó tus sienes
limpias
con su locura de fuego,
bajo la huerta sombría,
y así saliste
embriagado por la clara
mañanita,
a derrochar tus tesoros
con amor y sin medida.
Tus manos fueron sembrando
su lluvia de rosas
finas
en el surco azul del
aire, sobre las tierras
valdias.
Ya estás ahí,
manirroto en cruz,
sobre la colina
¿
qué te queda
ya por dar de tus riquezas
divinas?
Por tener las manos
rotas se te quedaron
vacías.
Junto a tu Padre, en
la luz inaccesible
vivías,
hoy estás entre
tinieblas, como una
estrella caída.
En tu palacio, un enjambre
de arcángeles
te servía,
hoy estás entre
mujeres que lloran
y hombres que gritan.
Antes eras el ungido
con bálsamos
de alegría,
hoy navegas en un mar
de tristezas sin orillas.
Dijiste que entre los
hombres, vivir era
una delicia
y no hay dolor comparable
a tu tremenda agonía.
Pródigo, de
manos rotas, tienes
la sabiduría,
Oh cisne de Dios que
cantas a la muerte
presentida,
ya van tus siete palabras
cantando en la lejanía.
¿
Qué esperas
para que salga de tu
corazón la vida?
vuelve ya a tu casa,
pródigo, el
de las manos heridas.
En tu palacio, tu Padre
el gran anciano de
días
escrutando los senderos
con sus eternas pupilas,
espera ya tu retorno
por las sendas florecidas.
Las lámparas
del paráclito
orladas de siemprevivas,
para iluminar tus pasos,
también están
encendidas.
Pero ya sé lo
que esperas para que
vuelva tu vida.
Por el túnel
de la muerte a las
mansiones divinas,
buscas a quién
regalar tus clavos
y tus heridas
y buscas otra cabeza
para poner tus espinas.
¡
Dámelas a mí Señor!
Ansiosos por recibirlas
esperan mis pies, mis
manos y mis sienes
doloridas.
Ante tu suprema dádiva,
está mi fe de
rodillas.
Yo subiré sobre
el monte al quedar
tu cruz vacía
y dormiré mis
ensueños sobre
tu lecho de mirra.
Ahí dejaré que
irrumpan mis cataratas
dormidas
por completar en mi
cuerpo tu pasión
interrumpida.
Pero ya vuelve, Dios
mío, a las mansiones
divinas,
vuelve a encender en
los labios de tu Padre,
la sonrisa,
ve a desatar las hogueras
del paráclito
cautivas,
ve a devolver a los
cielos su inextinguible
alegría,
si todo está consumado,
si ya tienes otra víctima.
13. JESUS ES DESCLAVADO
DE LA CRUZ Y PUESTO
EN LOS BRAZOS DE SU
MADRE
Mi
Jesús tiene
sueño…
por el camino se me
durmió tres
veces el pobrecillo.
Hijito, duerme, duerme,
que en esta noche no
habrá quién
te despierte.
De mañanita,
llorando por los caminos
del cielo
salió mi niño
a buscar su rebaño
de corderos.
Todos andaban perdidos
entre los barrancos
negros,
en un bosque de alaridos
y brazos en alto, tensos.
Entró mi niño
temblando de soledad
y de miedo,
las flores eran de
sangre, las ramas eran
flajelos,
las maldiciones volaban
como pájaros
al viento,
era tan largo el camino,
estaba el aire tan
negro
que mi niño
se cayó tres
veces en el sendero,
y cuando a los ojos
de agua se acercó a
beber, sediento,
le dieron a beber mirra,
aquellos crueles veneros.
Por fin se subió mi
niño sobre las
ramas de un cedro,
por ver si de las alturas
divisaba sus corderos.
Su séptuple
canto, triste, rodó por
el universo.
Como un gorrioncito
herido, todo púrpura
su pecho,
quedó dormido
mi niño sobre
las ramas del cedro.
Las nubes le acariciaban
con devoción
los cabellos
dormidito lo encontraron
en el camino del cielo,
y dormidito a mis brazos,
de noche me lo trajeron.
Tienen sus pies dos
claveles, en sus manos
dos luceros
y en su corazón
un sol, tres veces
santo y abierto.
Hijito que entre mis
brazos yaces cansado
y deshecho,
duérmete sin
ansiedades por tus
perdidos corderos
que esta noche de luna
los haz juntado en
el cielo.
Por la inmensidad azul
vagan cándidos
pasiendo
entre rosas inmortales
y remanzos de luceros,
innumerables y puros
como los copos de invierno
de todos los horizontes
ascienden al firmamento.
Cuando la luz te despierte,
ya sin dolor y sin
sueño,
Oh, cómo habrás
de alegrarte por tus
hallados corderos.
Hijito que entre mis
brazos yaces desnudo
y deshecho
sigue durmiendo en
la cuna de mi amor
y de mis besos.
Estos besos son los últimos,
pero mi amor es eterno,
sigue durmiendo en
mis brazos aunque sabes
que tu sueño
es espada de dos filos
que me traspaza por
dentro,
duerme que para velarte
está mi dolor
despierto.
Mi Jesús tiene
sueño…
por el camino se me
durmió tres
veces el pobrecillo.
Hijito duerme, duerme,
que en la alborada
vendrá la luz
divina que te despierte.
14. EL CUERPO DE JESUS
ES DEPOSITADO EN EL
SEPULCRO
Niña que llevas
al pecho siete puñales
clavados,
Madre que vas a sembrar
a Dios bajo los granados,
ya vienen los sembradores
con la semilla, llorando,
ya traen el cuerpo
de Cristo, blanco sobre
el hilo blanco.
Señora, yo no
quisiera ni mirarte
ni mirarlo.
Tú me lo entregaste
niño como manojo
de nardos,
yo te lo devuelvo muerto
como racimo pizado.
Trae mucha noche en
las venas y mucha nieve
en los labios,
se le congeló la
vida en el corazón
quebrado.
Señora, yo no
quisiera ni mirarte
ni mirarlo.
Ven y deshoja la última
flor de tu beso en
sus labios
y deja que lo sembremos
en este surco de llanto.
Quién sabe si
ya mañana cosechemos
el milagro
de que retoñen
los dulces latidos
en su costado.
Si es un augurio de
espigas, la muerte
de cada grano,
si está la resurección
bajo la tumba esperando,
¿
por qué sembrar
a los muertos resultará tan
amargo?
Qué diluvio
de silencios, vacío
sobre los campos,
la soledad con sus
aguas cubrió los
montes más altos.
Niña que llevas
al pecho siete puñales
clavados,
bajo el sepulcro dejaste
tu corazón olvidado.
¿
Por qué florece
el silencio con un
inaudito cántico,
y quién se pone
a cantar cuando los
hombres lloramos?
Señora, los
muertos cantan, los
muertos están
cantando,
entre las sombras agitan
el címbalo de
sus manos
que también
para los muertos llegó el
Domingo de Ramos.
Ya va el Señor
descendiendo por caminos
subterráneos,
de todos los cementerios
sube un clamor a su
paso
mientras se impregna
de vida, la tierra
con su contacto.
Un soplo de primavera
sacude los huesos áridos
y retrocede la muerte
entre las tumbas, auyando.
¿
En dónde está tu
victoria, Oh muerte
de dedos pálidos?
Ya van bajo los cipreses
las siemprevivas brotando.
Madrecita que sembraste
a Dios bajo los granados,
sobre el surco de tus
lágrimas han
florecido los cánticos.
Mañana cuando
el lucero del alba
bese tus párpados,
la tierra dará su
fruto inmortal y perfumado,
entonces cierra tus
ojos, entonces abre
tus labios
para que bebas el vino
de tu hijo resucitado.