por Dra. Elara Vance
Colaboradora cultural – Padul Cofrade
Leiden (Países Bajos), 22 de agosto de 2025
En el corazón de Anatolia, donde la toba volcánica se deja horadar por la fe, la Capadocia conserva en silencio las huellas de los primeros cristianos que eligieron la roca como morada del alma. Este artículo recorre, desde la arqueología y la historia, el legado material y espiritual de los anacoretas que habitaron las entrañas de Turquía entre los siglos IV y VII.
1. Un paisaje moldeado por la fe
Capadocia —región situada en el centro de la actual Turquía, entre Kayseri, Nevşehir y Aksaray— no solo es un fenómeno geológico. Es también un paisaje teológico. Su relieve, fruto de erupciones del monte Erciyes y el Hasan Dağı, generó un terreno blando, de toba volcánica, fácil de excavar. Esta peculiaridad geológica permitió la construcción de auténticas ciudades rupestres y redes de eremitorios excavados en la roca.
Desde el siglo IV, coincidiendo con la consolidación del cristianismo tras el Edicto de Milán (313 d.C.), numerosos grupos de creyentes —monjes, anacoretas y pequeñas comunidades— buscaron refugio en este territorio para vivir una vida retirada, imitando el ideal del anacōrētēs, aquel que “se retira” (ἀναχωρέω) del mundo.
"El anacoreta" (1881)
Óleo sobre lienzo del pintor polaco Teodor Axentowicz (1859-1938).
Museo Nacional de Varsovia, Polonia. https://shre.ink/tbLx
La Capadocia se convirtió en un “desierto alternativo”, en palabras de Peter Brown, donde el retiro no fue al arenal egipcio, sino al laberinto de piedra.
2. Arquitectura de la soledad
Los anacoretas capadocios desarrollaron una arquitectura única: viviendas, capillas, celdas, refectorios y oratorios excavados directamente en la roca. La tipología varía desde celdas individuales con pequeñas cruces grabadas, hasta complejos monásticos con varias alturas, escaleras interiores y sistemas de ventilación.
Un ejemplo paradigmático es el complejo de Göreme, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1985. Allí se conservan iglesias rupestres como la Tokalı Kilise (“Iglesia de la Hebilla”), la Karanlık Kilise (“Iglesia Oscura”) o la Elmalı Kilise (“Iglesia de la Manzana”), con frescos que datan entre los siglos IX y XI, aunque su estructura arquitectónica es anterior.
La arqueología ha identificado también celdas aisladas con bancos tallados, hornacinas votivas y elementos de control visual del exterior, interpretados como estrategias de vigilancia espiritual y defensa.
3. El ideal anacorético y la teología del retiro
El movimiento anacorético en Capadocia no fue meramente arquitectónico. Fue una experiencia espiritual profundamente enraizada en la teología cristiana de la época. San Basilio de Cesarea (c. 329–379), natural de esta región, desarrolló una regla monástica que combinaba la vida retirada con la vida comunitaria (koinonía), influido por los Padres del Desierto egipcios.
En una de sus cartas, Basilio escribe:
“Si tú estás en soledad, no estás solo, pues Dios está contigo. Pero si estás en la multitud sin Dios, entonces estás verdaderamente solo.”
(Carta 2, Ad Gregorium).
Este pensamiento inspiró la formación de pequeñas comunidades monásticas que alternaban el trabajo manual, la oración continua y la hospitalidad al peregrino. La arqueología ha hallado áreas de almacenaje de grano, lagares, talleres y silos, lo que indica que estos complejos no eran solo lugares de contemplación, sino también de producción y acogida.
4. Iconografía en la penumbra
A pesar de la austeridad de la vida anacorética, los frescos capadocios revelan una teología visual sofisticada. Las imágenes, muchas veces ocultas en naves oscuras o bajo capas de hollín, representan escenas bíblicas centrales: la Natividad, la Transfiguración, la Crucifixión y el Descenso a los infiernos (Anástasis).
Esta última iconografía —Cristo descendiendo a liberar a Adán y Eva— tiene una fuerte carga teológica en la Capadocia, pues representa la victoria sobre la muerte en medio de un paisaje geológico que parece surgido del inframundo.
Las inscripciones en griego y las fórmulas litúrgicas grabadas en las paredes refuerzan el carácter doctrinal de estos espacios. La arqueología epigráfica ha identificado fórmulas como “Κύριε ἐλέησον” (“Señor, ten piedad”) repetidas hasta ocho veces en ciertas capillas, lo que indica un uso ritual y meditativo.
5. Continuidades simbólicas en la religiosidad popular
Aunque el contexto histórico de la Capadocia dista mucho del de la religiosidad popular andaluza actual, existen continuidades simbólicas que merecen señalarse.
El uso de la cueva como espacio sagrado —visible aún en ermitas andaluzas dedicadas a vírgenes encontradas “en una peña” o “en una gruta”— hunde sus raíces en esta tradición rupestre del cristianismo primitivo.
Asimismo, el culto a los santos anacoretas (San Pablo el Ermitaño, San Antonio Abad, San Onofre) y su iconografía como viejos de barba blanca en entornos desérticos tiene su origen en esta espiritualidad oriental.
Epílogo comparativo
Ecos anacoréticos en la Península Ibérica
La Capadocia no constituye un caso aislado dentro de la historia del monacato rupestre, sino parte de una corriente espiritual más amplia que halló resonancias en Occidente. En la Península Ibérica, y particularmente en al-Andalus y los reinos cristianos altomedievales, se documentan experiencias paralelas de vida anacorética en cuevas y abrigos naturales.
Uno de los ejemplos más célebres es San Millán de la Cogolla († 574), eremita visigodo que se retiró en su juventud a las cuevas de la Sierra de la Demanda (La Rioja), donde formó un pequeño cenobio que evolucionaría hacia uno de los focos monásticos más importantes de Hispania. Su figura recuerda a los anacoretas capadocios en la sencillez del retiro y en la fusión entre espacio rupestre y comunidad naciente.
En el sur peninsular encontramos las ermitas rupestres de la Sierra de Córdoba y Hornachuelos, donde pequeñas capillas excavadas en la roca servían de refugio a eremitas que buscaban una vida apartada en contacto con la naturaleza. La Tebaida Bética, nombre dado por cronistas a un conjunto de eremitorios situados en Granada, Córdoba y Jaén, evidencia la comparación directa con la Tebaida egipcia: un territorio de desierto y roca convertido en escenario del ascetismo.
Estas experiencias muestran cómo el modelo oriental —desde Egipto hasta Capadocia— no solo fue conocido en Occidente, sino que inspiró prácticas adaptadas a la geografía y cultura ibérica. Así, el retiro rupestre aparece como un lenguaje espiritual universal, con expresiones diversas pero con un mismo núcleo: la búsqueda de soledad, silencio y contacto radical con lo divino.
Bibliografía
BROWN, Peter (1981). The Cult of the Saints. Its Rise and Function in Latin Christianity. University of Chicago Press.
JOLIVET-LÉVY, Catherine (1991). Les églises byzantines de Cappadoce. CNRS Éditions.
OUSTERHOUT, Robert (2005). A Byzantine Settlement in Cappadocia. Dumbarton Oaks Studies.
VANCE, Elara (2022). “Ritual Domesticity in Late Antique Anatolia: Between Retreat and Hospitality”. Journal of Early Christian Studies, vol. 30(3), pp. 341-372.
UNESCO World Heritage Centre. Göreme National Park and the Rock Sites of Cappadocia. Disponible en: https://whc.unesco.org/en/list/357
Anexos
Anexo 1. Iglesias rupestres de Göreme
Iglesia de Buckle
Iglesia de Buckle, ubicada en Nevşehir Göreme, es uno de los sitios históricos más visitados de Capadocia https://shre.ink/tb7t
Tokali Kilise (Iglesia de la Hebilla)
La iglesia más grande de la región, situada en una ladera a pocos cientos de metros del conjunto de iglesias del museo al aire libre de Göreme. https://shre.ink/tb71
Monasterio Karanlik Kilise de Göreme
El Monasterio de Karanlik Kilise es llamado también como Iglesia Oscura,
debido a que sólo posee una ventana por la que entre la luz del exterior. https://shre.ink/tbji
Anexo 2. Vídeo comentado de la Iglesias rupestres de Göreme
Escribir sobre la Capadocia es escribir sobre una geología espiritual. En mis visitas al Valle de Ihlara y a las iglesias de Göreme, comprendí que el silencio de la piedra habla tanto como los textos. En las cuevas aún se percibe el eco de los que eligieron desaparecer del mundo para habitar en Dios. Este artículo quiere ser un puente entre ese pasado y nuestra forma de vivir la fe hoy. Dra. Elara Vance
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